Nunca mejor definida la democracia norteamericana que como plutocracia, gobierno de los ricos. Romney es un multimillonario, como otros precandidatos republicanos. El demócrata Obama tiene billeteras privadas y del Estado.
El 6 de noviembre próximo se celebrarán los comicios en Estados Unidos. Allí se definirá quién ocupa la Casa Blanca los próximos cuatro años, tomando posesión el 20 de enero de 2013. El poder real, de las finanzas y las corporaciones, no mora allí sino simbólicamente en Wall Street.
El 27 de agosto los republicanos reunirán su Convención Nacional en Tampa, Florida, para proclamar su presidenciable y el vice. Los demócratas lo harán el 3 de setiembre en Charlotte, Carolina del Norte. La diferencia es que el partido de gobierno ya tiene virtualmente designado a su presidenciable. No es otro que Barack Obama, salvo que suceda alguna catástrofe en estos meses. El afroamericano defraudó a buena parte de sus votantes de todas las etnias, dentro y fuera de EE UU, pero igual irá por su reelección. Nadie se ha atrevido a discutirle eso, dentro de su partido. Parece una formalidad que será nominado como cabeza de lista, en el espectáculo típicamente yanqui de esas convenciones con mucho marketing, cámaras y cotillón, en el Time Warner de Charlotte.
En cambio la cuestión no ha sido resuelta por la oposición. A principios de enero hicieron en Iowa su primera competencia mediante caucus (asambleas) los ocho precandidatos: ganó en el recuento el ex gobernador de Pennsylvania, Rick Santorum. En New Hampshire, en cambio, se impuso el ex gobernador de Massachussets, Mitt Romney. Más tarde la pulseada se trasladó a la conservadora Carolina del Sur y Newt Gingrich dio la sorpresa, al ganar por 13 puntos a Romney. Este triunfó ampliamente en la cuarta definición, en Florida, donde le sacó 15 puntos a Gingrich. Hoy se vota en Denver, donde además de los dos precandidatos con más posibilidades, también participarán Santorum y Ron Paul. Otros cuatro precandidatos opositores fueron quedando en el camino. Renunciaron a causa de sus cosechas escasas en votos y en dólares, los dos elementos que definen posiciones en un sistema político. El dinero es el combustible esencial. En las carreras de autos hay corredores que abandonan porque se quedaron sin nafta en el momento menos oportuno; en las primarias estadounidenses, ese líquido imprescindible es del color verde billetes. Entre otros, quedaron en la banquina los precandidatos Michele Bachmann y el ex gobernador de Utah, Jon Huntsman.
La pelea se está dando entre los dos con mayores posibilidades de enfrentar a Obama. De un lado el ex empresario Romney y del otro el ex asesor de Ronald Reagan y ex titular de la Cámara de Representantes, Gingrich. Aún perdidoso en Florida, éste recordó que aún faltan 46 estados donde competir. El martes 6 de marzo será el llamado «superpartes», con internas simultáneas en Alaska, Georgia, Idazo, Massachussets, Dakota del Norte, Ohio, Oklahoma, Tennessee, Vermont y Virginia. Puede que así se aclare un poco el panorama de los republicanos. Los demócratas lo tienen más claro, con Obama, con todo lo relativo que significa eso, pues el presidente ha bajado de una imagen positiva de casi el 70 por ciento a sólo el 40.
Obama no es mejor.
Ese descenso en la popularidad había tenido una forma práctica de comprobación en las elecciones de mitad de mandato, en noviembre de 2010, cuando el gobierno fue arrollado por los opositores. Apenas pudo mantener, por poco margen, la mayoría en el Senado, pero debió resignar la Cámara de Representantes.
Para colmo, al compás de la crisis económica de su país, y el descenso de otras economías de países aliados, el malhumor de los ciudadanos tomó mayor altura. El desempleo trepó a 15 millones de personas, aunque especialistas de Naciones Unidas como Bernardo Klisberg han afirmado que lo real son 25 millones (Télam, 25/12/2011). La tasa de desocupación estuvo habitualmente en el orden del 5 por ciento, antes del estallido de la crisis. Luego, en los momentos más álgidos, trepó al doble, y hoy se ha estabilizado en alrededor del 9 por ciento.
En el medio hay millones de estadounidenses que han perdido su casa por no poder afrontar las hipotecas, que han quedado desempleados y sin perspectivas de reinserción laboral. La estadística de pobres registró un índice de 15,1 por ciento, con 46,2 millones de personas que ganan menos de mil dólares mensuales. Se trata de la mayor cifra de pobres en los últimos 17 años y encima la Oficina del Censo luego reajustó estos porcentajes levemente hacia la suba…
Entonces, que haya tranquilidad en el campamento demócrata porque ya tienen el candidato, no significa que éste vaya a ganar cómodamente y hasta enamorando a parte del electorado, como en 2008. Si gana, ganará raspando, porque la mayoría del electorado norteamericano vive peor que cuatro años atrás y si bien Obama no es el exclusivo responsable del declive, es obvia su culpabilidad.
Por ejemplo, su gobierno prestó billones de dólares a los bancos, verdaderos culpables de la crisis financiera norteamericana y mundial. Y las entidades hicieron lo que se les ocurrió con ese dinero estatal; entre otras cosas sirvió para que ganaran otra vez miles de millones de dólares, comenzando por sus principales directivos. En tres años transcurridos desde que asumió, Obama no ha sido capaz de revertir la crisis económica-social ni de imponer controles al capital financiero internacional, tan proclamados como nunca realizados.
Se dirá que al menos, en cotejo con sus rivales republicanos, el presidente en funciones no es tan represivo ni violador de los derechos humanos. Que haya sido elegido Nobel de la Paz es una cosa, pero es una falacia decir que trabaja por esos derechos. Por caso, sigue abierta la cárcel ilegal de Guantánamo, que prometió cerraría en enero de 2010. Ha logrado un presupuesto de «Defensa» de 662.000 millones de dólares, con los que alimentará varios frentes de guerra tan injustos en Afganistán, Irak, Libia y su plan de agresión a China, a mediano o largo plazo.
Newt, el peor.
Volviendo a las primarias republicanas, el nivel de agresión entre los dos candidatos principales ha desbordado el plano político e ingresado en lo personal. En ese sentido parecen las vedetongas en los programas de chimento del espectáculo porteño, marplatense y de Carlos Paz. Los del campamento de Gingrich recalcan que Rommey es mormón; los del aludido sacan a relucir que su rival va por su tercer matrimonio, luego de proponerle a su segunda mujer mantener una pareja «abierta» con su joven secretaria.
Esas cosas obviamente no sirven para el debate político, ni en EE UU ni en ningún otro país del mundo. Pero se usan y cómo.
Otros aspectos, en cambio, son personales pero también giran en la órbita de lo político, como que Romney fue o es un poderoso inversor del fondo Bain Capital, que compraba empresas en dificultades, despedía personal y las volvía a vender con muchísima ganancia, girando el dinero a paraísos fiscales.
La conducta pro-empresaria de Romney está fuera de discusión. En campaña no tuvo inconvenientes en declarar que le gustaba poder «despedir personal que presta algún servicio». Luego de su victoria en Florida se fue de lengua y admitió que no se preocupaba por los pobres porque éstos tenían buenas redes sociales.
El hombre da con el perfil de precandidato, con un patrimonio personal de 250 millones de dólares. Recaudó 80 millones de dólares sólo para las primarias y tendrá más, si va por el primer puesto. Sólo en Florida gastó 15 millones de dólares. Gingrich debe ser el peor de todos, porque es un histórico derechista desde la época de Reagan-Bush. En política internacional ha planteado derrocar por la fuerza a la revolución cubana y a Hugo Chávez. Ha reivindicado la campaña de Reagan-Thatcher-Vaticano de derribo del socialismo en la URSS y el este europeo, y propone actuar en consecuencia con La Habana y Caracas.
Entre los dos hay apenas diferencias de matices. Eso pone en dificultades a algunos aportistas como el magnate inmobiliario Donald Trump, que amagó con apoyar a Gingrich y terminó detrás de Romney. Ese sponsor puede incidir no sólo en Las Vegas, Nevada, y del mismo modo habrá que ver cómo vota el ultraderechista Tea Party. Los valores democráticos de los precandidatos republicanos caen a cero pues los ocho iniciales apoyaron el método de la tortura waterboarding (ahogamiento simulado), menos Ron Paul -que sigue en carrera- y Jon Huntsman -ya abandonó-. Republicanos y demócratas se parecen. Unos empezaron la crisis y otros la agravaron. Unos invadieron países y otros siguieron bombardeándolos. Unos acuerdan torturar y otros tienen la academia de torturas Guantánamo abierta las 24 horas.