Traducido para Rebelión por Germán Leyens
La cruzada lanzada por George Bush en 2001 contra el terrorismo del extranjero dio sus frutos ayer en un contexto más casero cuando más cristianos acudieron en masa a las urnas que en 2000 para luchar contra manifestaciones de la posmodernidad como los matrimonios del mismo sexo.
Hay numerosas razones para lo que constituye una abrumadora victoria general republicana. Van desde la desastrosa selección de John Edwards como compañero de candidatura de Kerry a las ilusiones sobre el poder de la organización informática (que debiera haber sido demolida después de la implosión de Howard Dean en la primavera pasada), a las fatales deficiencias del propio Kerry.
La estrategia del Partido Demócrata tal como fue formulada por el Director del Comité Nacional Demócrata Terry McAuliffe se basaba en su fe en la simple potencia del dinero corporativo, más la demonización histérica de Bush y Nader, representada en su expresión máxima por Michael Moore, que comenzó el año apoyando al general Wesley Clarke y lo terminó como flautista de Hamelín de Kerry. Llegaron al Rubicón del 2 de noviembre repletos de fantasías: sobre el voto desconocido por teléfono móvil, el voto juvenil (que en realidad no cambió respecto a 2000), el potencial galvanizante de Bruce Springsteen y Eminem.
De semana en semana, Kerry y sus propulsores exhibieron una sordera sin igual ante el ambiente político. El altanero elitista de Boston perdió probablemente para siempre la mayor parte de la región central de EE.UU. cuando dijo en pleno verano que los dirigentes extranjeros esperaban que venciera. El aplauso de los franceses en Cannes para [Fahrenheit] 9-11 de Michael Moore, sonó como hormigón secándose sobre el cadáver de las posibilidades de Kerry de obtener el apoyo de la región central del país. Los dólares de Soros cayeron como flores sobre la tumba. Después de que la multimillonaria portuguesa-estadounidense Teresa Heinz Kerry dijo a mediados de octubre que Laura Bush jamás había tenido un trabajo, la cosa se acabó.
Si hubo una premonición visual del por qué George Bush obtendría una mayoría popular indiscutible fueron probablemente las fotos de parejas gay celebrando sus matrimonios delante del ayuntamiento de San Francisco. EE.UU. es un país muy cristiano. En el sondeo nacional regular realizado por la Universidad de Chicago en 2002, un 53 por ciento de la población adulta se identificó como protestante, un 25 por ciento como católica, un 3 por ciento como cristianos de alguna otra denominación, un 3 por ciento como adherentes a «otras religiones», un 2 por ciento como judíos y un 14 por ciento «sin religión». Son muchos cristianos, y aunque muchos de ellos pueden mostrar una tolerancia madura por la preferencia de la hija de Dick y Lynn Cheney, Mary, un porcentaje considerable tenía sentimientos muy sólidos de que la aprobación estatal para matrimonios del mismo sexo iba demasiado lejos.
Hubo una iniciativa electoral en Ohio para prohibir los matrimonios gay y fue probablemente lo que ayudó a Bush a superar las ruinas humeantes de la economía de Ohio y la creciente impopularidad de la guerra.
¿Sorpresas de octubre? Ningún candidato fue más afectado por ellas que George Bush. Justo en las dos últimas semanas, los titulares presentaron noticias de marines de EE.UU. muertos en Bagdad y de que otros soldados de EE.UU. se amotinaban contra la falta de equipos para proteger sus vidas. El hermano del presidente, Neil, fue denunciado por tráfico de influencias utilizando sus conexiones familiares. Las cifras económicas continuaron siendo sombrías, tal como lo fueron todo el año. Y eso fue sólo un extra. Si se revisan las noticias de los últimos quince meses es difícil encontrar un titular o un artículo que presente buenas nuevas para Bush. La historia está repleta de revoluciones causadas por un aumento del precio del pan. Este año, el precio del fluido vital de EE.UU. – el petróleo – del que dependen todos los hogares, se triplicó.
Pero Kerry y los demócratas nunca pudieron sacar provecho de alguno de esos titulares, algo que comenzó a fallar cuando los demócratas en el Congreso, incluyendo a Kerry, dieron luz verde a la guerra contra Irak, y que continuó cuando Kerry descartó definitivamente los temas relacionados con la guerra y las armas de destrucción masiva en agosto. Cuando probó de cambiar de cambiar su canción en la Universidad de Nueva York ya era demasiado tarde e incluso allí su posición siguió siendo incoherente. No ofreció una salida. Más túnel, nada de luz.
Y fue lo mismo con Kerry respecto a casi todos los temas. Outsourcing es un tema muy importante en las zonas urbanas de Nueva Inglaterra y de la región central con su concentración de industrias textiles y siderúrgicas en decadencia, e incluso en este caso Kerry se vio obligado a aceptar que había votado por los pactos comerciales y que seguía apoyándolos. Todo lo que ofreció, además de reducir el déficit (que interesa al mercado de bonos pero no a la gente que tiene que tener dos puestos de trabajo al día para sobrevivir), fueron unos pequeños ajustes de los impuestos, alarmando a todos esos millones de estadounidenses que juegan en la lotería y que creen que si todavía no ganan más de 200.000 dólares al año, pronto lo lograrán.
Edwards no agregó absolutamente nada a la candidatura. Dan Quayle por lo menos retuvo Indiana en 1988 y 2002. Ningún estado en el sur se unió a la columna de Kerry. A Gore le fue mejor en Florida y West Virginia. Dick Gephardt ciertamente hubiera sumado Missouri a la candidatura demócrata y probablemente Iowa y por lo tanto la Casa Blanca.
Los republicanos atrajeron, en el terreno, a los miembros de base de su partido, y los llevaron a votar. La campaña Kerry realizó una guerra aérea desde 10.000 metros de altura, bombardeando a la población con vagas señales de alerta, pensando de alguna manera que ABB [Anyone But Bush – Cualquiera pero no Bush] le abriría el camino. Había ciertamente una considerable animosidad contra Bush, pero los demócratas nunca lograron sacarle provecho. La maquinaria fundamental de todo partido político es su organización, su capacidad de unir a sus partidarios en el gran día. En esta área fundamental el Partido Demócrata está en un estado avanzado de deterioro. El SEIU [Service Employees International Union – Sindicato Internacional de Empleados de Servicios] desperdició 70 millones de dólares de cuotas de sus miembros atacando a Ralph Nader. Una cantidad grotesca de energía fue invertida para reducir el voto por Nader. Lo redujeron y este logro no les sirvió para nada, excepto, tal vez, para destruir el Partido Verde.
Es un día tan lúgubre para los demócratas como 1980 cuando los republicanos barrieron en las elecciones. ¿Qué harán los demócratas? Ya se puede oír al Consejo de Dirección Demócrata elucubrando el mensaje de que sólo se puede derrotar a los republicanos si se les sobrepasa por la derecha. La coartada Nader desapareció. El Partido Demócrata y sus dirigentes no pueden buscar culpables por ninguna parte; sólo les queda mirarse al espejo. Harían bien en estudiar las críticas de Nader, pero apostamos a que no lo harán.
http://www.counterpunch.org/cockburn11032004.html