Culminó la convención republicana en Tampa y elogió al binomio Rommey-Ryan. Su plataforma confirmó que se trata de una propuesta corrida al extremo derecho del bipartidismo.
Era una formalidad pero debían cumplirla en la convención partidaria de Tampa, Florida. Y los 4.000 delegados republicanos proclamaron su fórmula para las elecciones del 6 de noviembre: el millonario Mitt Rommey y el legislador Paul Ryan.
El primero fue gobernador de Massachusetts y el segundo aún representa a Wisconsin en la Cámara, donde preside la Comisión de Presupuesto. Por la combinación de personajes e ideas, más la actuación política de ambos, sobre todo de Ryan, surge la conclusión de que quieren llegar a la Casa Blanca para poner en marcha un ajuste que impactará en la clase media baja y sectores populares.
Una medida de ese impacto a futuro lo da la algarabía imperante en los círculos más extremistas republicanos, el llamado Tea Party, que fogoneó a Ryan como vice. Condicionaron así a Rommey en dirección más de derecha, pues esos círculos lo consideran un «tibio» que no se atreve a ir a fondo con la receta de «salven a los ricos» en esta crisis.
Y no es que Rommey sea ningún sensible a la situación de las capas sociales más vulnerables. No se hace una fortuna como la suya de entre 200 y 250 millones de dólares en Estados Unidos con sentimientos caritativos. El candidato creó Bain Capital para rescatar compañías en quiebra, valorizarlas y venderlas con un ancho margen de ganancias. El dinero producido viajó en trámite expréss hacia paraísos fiscales, donde no investigan procedencias y, sobre todo, no se pagan demasiados impuestos.
Esta cuestión impositiva será uno de los temas que oponga a republicanos y demócratas. Desde la restauración conservadora de George W. Bush (2000-2008), los segmentos más enriquecidos de la sociedad se vieron favorecidos con la disminución de impuestos. El argumento (repetido en Argentina por los Cavallo´s boys) fue que la riqueza acumulada en la cúspide terminaría derramando sobre los estratos más bajos.
Hasta ahora Barack Obama no ha sabido ni podido revertir ese esquema impositivo regresivo, pero en este inicio de campaña ha llamado a sus adversarios republicanos a acompañarlos en proyectos que atemperen esa flagrante desigualdad. Supone que un mayor ingreso por contribuciones provenientes de las clases más pudientes podría alimentar programas sociales necesarios en esta crisis.
En el campamento republicano hicieron oídos sordos a tales insinuaciones. Los antecedentes de Ryan en la Cámara de Representantes dan pie a pensar que si gana la fórmula Rommey-Ryan (RR) se mantendrá esa inequidad. Y, más aún, se pondrá en marcha la eliminación y privatización del sistema estatal de salud, Medicare. Esas y otras medidas están contempladas por el binomio republicano, con el objetivo de un Estado mínimo, supuestamente barato y eficiente. Ellos también podrían decir, como José A. Martínez de Hoz, que «Achicar el Estado es agrandar la Nación». Lo curioso es que Rommey mantuvo en Massachusetts un programa de salud que sus detractores llamaron despectivamente «Romey-care». Ahora, en su candidatura en el orden federal, se sumó a la cruzada privatizadora en la salud y otros ámbitos. Cada persona mayor deberá gastar varios miles de dólares al año si desaparece Medicare.
Puntos fuertes y débiles
De los discursos pronunciados en el Tampa Bay Times Forum, se desprende que los republicanos harán blanco en la situación económica en declive donde se mueve EE UU desde 2008. Aunque esa problemática venía de tiempos de Bush, la facturarán completamente a su sucesor afroamericano.
Han dicho que se impone cambiar porque estos cuatro años han sido pésimos para la economía y que los responsables de esos malos resultados son Obama y los demócratas.
Con una economía estancada al menos desde 2009, por más que tenga signos leves de mejoría, esa crítica del candidato opositor tiene una considerable audiencia pública. Un desempleo que no baja del 8,3 por ciento y perspectivas de sólo un levísimo crecimiento del PBI para este año, pintan un panorama donde es difícil reivindicar a la actual administración. El recambio tiene allí un punto fuerte.
Pero a partir de constatar lo mal que está su país, RR tiene una alternativa que resultaría «peor el remedio que la enfermedad». Ajustar los gastos del Estado en salud, educación y demás programas sociales, liquidar Medicare, y aumentar el gasto militar, tal como surgió de la convención de Tampa, empeorarán la performance de esta economía que angustiosamente sigue siendo la número uno del planeta (no se sabe por cuánto tiempo).
Aunque la dupla republicana haya pavoneado con que EE UU debe retomar su lugar de preponderancia a nivel mundial y hablara despectivamente de Grecia, como una nación hundida y quebrada, la política republicana tiene casi la misma matriz de los ajustes impuestos a Grecia y sobre todo a España. En su diagnóstico y ajuste, Rommey se parece a Mariano Rajoy; la diferencia es que los organismos financieros internacionales lo tratarían con una mayor deferencia que al español.
En la idea de salvar a los bancos y los ricos, y descargar el mayor peso de la crisis, achicando el gasto social y eliminando conquistas, privatizando y ajustando, etc., la ultraderecha norteamericana tiene el mismo árbol genealógico que la ultraderecha española.
En la convención habló la esposa de Rommey, tratando de presentarlo en su faceta más humana. Esta táctica refleja debilidad: si quieren adecentarlo es porque su imagen ante millones de personas no es tan buena. Y Ryan se enredó en polémicas con el Congreso Norteamericano de Obispos Católicos. «La supervivencia de los más aptos puede estar bien para los darwinistas sociales, pero no para los seguidores del evangelio», le espetaron desde el centro teológico Woodstock de la Universidad de Georgetown. Ese reproche de «darwinismo social» fue retomada por Obama, en pose de un humanista que tampoco es.
Guerra de encuestas
Que la opinión pública estadounidense es bastante maleable y oportunista, lo demuestran otra vez las idas y venidas de las encuestas. Hasta la convención republicana, los sondeos favorecían al mandatario actual por cinco o seis puntos de intención de voto. Luego cambió la dirección del viento y pasó al frente Rommey por 44 por ciento frente a 42. Y posiblemente tras el plenario nacional de los demócratas en Charlotte, Carolina del Norte, entre el 4 y el 6 de septiembre, cuando se proclamará a Obama y un vice aún no confirmado, quizás se vuelva a los guarismos anteriores.
Esos vaivenes indican que -al menos hasta hoy- el comicio norteamericano será relativamente reñido. No hay ventajas consolidadas ni amplias para ninguno de los dos candidatos.
La responsabilidad de Obama en este cuatrienio de decepcionantes resultados económicos es una condición favorable para quien quiere desbancarlo. Este casi que podría decir «Es la economía, estúpido», sino fuera por «el detalle» de que eso lo dijo un demócrata, Bill Clinton, contra Bush padre.
Como quedó señalado, los energúmenos RR proponen un ajuste similar a los que han devastado países europeos (y antes los latinoamericanos, como consta a los argentinos). Si Obama y sus asesores son capaces de alertar contra ese peligro de súper ajuste, entonces es posible que haya una mayoría que vote por el mal menor. Es que la actual administración no es más que eso, en lo económico.
En la política internacional es más difícil establecer las diferencias entre los dos candidatos, pues el «Premio Nobel» 2009 mantuvo abiertos los dos frentes de guerra imperiales heredados (Irak y Afganistán) y agredió a Libia junto con la OTAN. También tiene planes para intervenir directamente en Siria y a Irán.
Como el actual presidente no ha aflojado con el bloqueo a Cuba ni ha indultado a los cinco cubanos presos hace 14 años en EE UU con falsas acusaciones de espionaje, trasunta en este tópico una ancha coincidencia con los planteos anticubanos, que solían tener mayor predicamento entre los republicanos. Esto crea un menudo problema a los votantes de la llamada «comunidad cubano-americana» de La Florida, que tiene peso en los medios, las empresas y el Capitolio. Es una competencia por ver quién es más duro con Cuba, para no perder ni un voto por derecha. La isla sale perjudicada de la cercanía de estas elecciones, siendo que en 2009 abrió un pequeño crédito a lo podía suponer Obama.
Condoleezza Rice estuvo en la convención republicana, donde reforzó la posición de Rommey. Esto confirma que en lo internacional el mormón propone una línea en común con lo hecho por la administración Bush.
Arranca la campaña en EE UU, donde la ultraderecha republicana se topa con la derecha demócrata. Esta democracia es alevosamente bipartidista y, como señaló tantas veces Fidel Castro, es una plutocracia, «el gobierno de los ricos para los ricos». Los países latinoamericanos no tienen candidato en noviembre: los dos son ajenos.