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República Democrática del Congo

Lumumba mártir y héroe

Fuentes: Rebelión

Casi en el centro del continente africano se encuentra un inmenso territorio de 2.350.000 kilómetros cuadrados, ósea, más de dos veces mayor que nuestro país. Tal vez sea el territorio más rico de África. En ese desconocido territorio abunda el diamante, el oro, el petróleo, piedras de diversas especies, y un elemento muy codiciado que […]

Casi en el centro del continente africano se encuentra un inmenso territorio de 2.350.000 kilómetros cuadrados, ósea, más de dos veces mayor que nuestro país. Tal vez sea el territorio más rico de África. En ese desconocido territorio abunda el diamante, el oro, el petróleo, piedras de diversas especies, y un elemento muy codiciado que hace funcionar ese celular que tienes en tus manos, el coltán. Ese país se llamaba Congo, después Zaire, ahora República Democrática del Congo (RDC).

Pero la RDC a pesar de su riqueza, fue empobrecida. Las transnacionales se llevan minerales e hidrocarburos, a veces sin pagar ni un centavo de dólar, muy por el contrario, dejan una estela de conflictos entre etnias, sangre, muerte. De los más de 60 millones de habitantes de ese país, menos de 5 millones tienen una vida decente.
Ese país siempre fue objeto de saqueos. Las tierras del Congo fueron arrasadas por el rey de Bélgica, Leopoldo II, quien hizo de esa nación su finca privada. Ese rey se llevó el marfil y el caucho, a costa de matar elefantes usando mano de obra esclavizada. Diezmo la población matando, mutilando, esclavizando y cuando se cansó se la cedió a la colonialista Bélgica que no haría nada por cambiar la condición. Tanto aquel cruento monarca como su imperio, contaron desde 1884 con el apoyo de los gobiernos de Estados Unidos, los imperios europeos, y la iglesia católica. Hasta entrado los años 1960, los imperialistas belgas, emplearon métodos brutales para explotar a la población congoleña. El látigo (o chicote) era utilizado a veces hasta matar a los que no cumplían con su labor esclava, incluyendo infantes. Fueron millones los muertos por la explotación imperial.

Lumunba, morir para vivir.

En ese Congo oprimido y desgarrado creció Patricio Lumumba. Era uno de los 100 o menos nacionales que lograron alcanzar la educación universitaria en su nación antes de 1950. Organizó el Movimiento Nacional Congoleño, y exigió pacíficamente la independencia a los imperialistas belgas. Estos después de medir sus pasos, accedieron debido al alto apoyo popular del joven Lumumba. Acomodaron todo para sabotear a la reciente independizada nación. Se llevaron hasta los teléfonos de la oficina, infiltraron el ejército, limpiaron las cuentas bancarias. No querían a aquel negro que desafió al Rey Beduino con estas palabras.

«Durante los 80 años del gobierno colonial sufrimos tanto que todavía no podemos alejar las heridas de la memoria. Nos han obligado a trabajar como esclavos por salarios que ni siquiera nos permiten comer lo suficiente para ahuyentar el hambre, o vestirnos, o encontrar vivienda, o criar a nuestros hijos como los seres queridos que son. Hemos sufrido ironías, insultos y golpes día tras día nada más porque somos negros… Las leyes de un sistema judicial que solo reconoce la ley del más fuerte nos han arrebatado las tierras. No hay igualdad; las leyes son blandos con los blancos pero crueles con los negros. Los condenados por opiniones políticas o creencias religiosas han sufrido horriblemente; exiliados en su propio país, la vida ha sido peor que la muerte. En las ciudades los blancos han tenido magníficas casas y los negros destartaladas casuchas; a los negros no nos han permitido entrar al cine, los restaurantes o las tiendas para europeos; hemos tenido que viajar en las bodegas de carga o a los pies de los blancos sentados en cabinas de lujo? Quién podrá olvidar las masacres de tantos de nuestros hermanos, o las celdas en que han metido a los que no se someten a la opresión y explotación? Hermanos, así ha sido nuestra vida».

«Pero nosotros, los que vamos a dirigir nuestro querido país como representantes elegidos, que hemos sufrido en cuerpo y alma la opresión colonial, declaramos en voz alta que todo esto ha terminado ya. Se ha proclamado la República del Congo y nuestro país está en manos de sus propios hijos».

Ese hombre negro era peligroso. Anunciaba que los congoleños administrarían sus propias riquezas, anunciaba que las transnacionales se iban. ¡Era un loco! ¡Un revolucionario! Eso no lo permitirían los imperialistas del mundo. Eso no estaba en los planes de la CIA, eso era una catástrofe para «el mundo libre». Los imperialistas yanquis y belgas, decretaron su muerte inmediata. El 6 de octubre de 1960, el gobierno belga ordeno «eliminar definitivamente a Lumumba»
Y vino la persecución y la traición. La complicidad de las tropas de la ONU que permitieron su tortura sin intervenir. Así, fue capturado el 2 de diciembre de 1960, sometido a torturas y exhibido como criminal ante periodistas y diplomáticos inertes. Pero jamás perdió su dignidad.

El 18 de enero de 1961, el Primer Ministro Patricio Lumumba, de sólo 35 años de edad, fue acribillado por un pelotón de sicarios. Su cuerpo fue disuelto en ácidos de minería. Un capitán belga dirigió la operación en presencia de agentes de la CIA y traidores a la patria.

«Ninguna brutalidad, maltrato o tortura me ha doblegado, porque prefiero morir con la cabeza en alto, con la fe inquebrantable y una profunda confianza en el futuro de mi país, a vivir sometido y pisoteando principios sagrados. Un día la historia nos juzgará, pero no será la historia según Bruselas, París, Washington o la ONU sino la de los países emancipados del colonialismo y sus títeres».

Patricio Lumumba
Carta a su esposa, Pauline Lumumba, enero de 1961,
una semana antes de su asesinato

Hoy los congoleños continúan la lucha contra las transnacionales mineras y petroleras, auspiciadas por los imperios. Más que nunca retumban las palabras de Lumumba pronunciadas el día de la independencia. Por ello no debemos creer ni una palabra a los imperialistas