Traducido para Rebelión del francés por Carmen García Flores.
La revolución tunecina ha sido a menudo descrita como una especie de «puro» acontecimiento, un caso «único» donde un «pueblo tunecino» cuasi místico y homogéneo ha conseguido liberarse de su «dictador». Por un acto cuasi mágico, habría sido suficiente que el pueblo grite «fuera» el 14 de enero de 2011 para que el dictador prendiera efectivamente la huida. Visto así, las causas y las consecuencias de la revuelta parecen imprecisas y la inteligibilidad histórica ha sido abandonada en provecho de un relato despolitizado en el centro del cual un movimiento espontáneo de jóvenes blogueros habría conseguido arrastrar a todo un pueblo a la revuelta y a la caída de un dictador deshonroso.
Por otro lado, la mayoría de los investigadores y de los media que se interesan por la política árabe a menudo focalizan la explicación en la persistencia de estructuras autoritarias árabes o en la revolución de los movimientos islamistas, creando así una miopía sobre las diferentes fuerzas de cambio que han emergido en el curso de los dos últimos decenios. Diferentes movilizaciones colectivas conducidas en gran parte por organizaciones clásicas como la UGTT (la Unión General de Trabajadores Tunecinos, la liga tunecina de Derechos Humanos, el orden de abogados, la unión de parados diplomados, las asociaciones de inmigración, etc) que mediante cooridinaciones en red como las de los blogueros «yizzi fok» 2007 o la coordinación del 18 de octubre de 2007, han marcado los acontecimientos históricos que han conducido a la salida de Ben Alí. Las reivindicaciones «democráticas» han unido las reivindicaciones sociales y económicas y han permitido poner en marcha el proceso revolucionario en curso.
El lunes 14 de enero de 2011, asistimos a un «mea culpa» generalizado por los analistas en lo que concernía a la situación tunecina y confiesan que ellos no habían prevenido esta revolución. Ironías de la vida, poco tiempo después, y para analizar las transformaciones del campo político tunecino los comentaristas y los hombres políticos retoman de nuevo el viejo debate democrático/modernista » 3adat 7alima ila 3adatiha al9adima» ( volvió Halima a sus antiguos hábitos NT) y focalizan de nuevo el asunto en el peligro de que haya una dictadura religiosa y pierden así de vista las diferentes luchas sociales que son en el mejor de los casos marginadas y en el peor criminalizadas por la élite política gobernante (todas las tendencias confundidas).
Cuando la batalla política confisca las luchas sociales
La primera fase del proceso revolucionario condujo al final de los dos sit-in, Kasbah1 y Kasbah2, a la elección de la asamblea constituyente. El proceso electoral orientó así significativamente el proceso revolucionario hacia una solución política: dicho de otro modo: solo las reivindicaciones políticas han encontrado una salida, en detrimento de las reivindicaciones económicas y sociales. Las élites políticas y económicas nuevas y antiguas, en el gobierno como en la oposición, se han comprometido en una lucha encarnizada por la conquista del poder, se encuentran en una alianza objetiva para neutralizar el proceso revolucionario intentando de reconducir el mismo régimen político, económico y social que prevalecía antes de la caída de Ben Alí. Esta tentativa de neutralizar el proceso revolucionario pasa por una distinción minuciosa entre las apuestas políticas consideradas como prioritarias y las luchas sociales consideradas como una dificultad para la vuelta a la estabilidad «barra ilaman». Este cisma hábilmente construido o largamente interiorizado por las élites gobernantes y materializado por la palabra mágica de «transición democrática» aparece, pues como el mejor medio de mantener los intereses económicos de las clases sociales dominantes.
El enfrentamiento entre la política y las luchas socio-económicas adquieren varias formas en Túnez. Primeramente, la dramatización de las apuestas políticas alrededor de la preparación de las futuras eleccion e s, con el fin de atraer la atención de los electores, de suscitar su inter é s y de justificar co n ello, la existencia de desorganizaciones políticas como únicas reguladoras de la situación.
De este modo el discurso mediático y pol í tico está cristalizando alrededor de la importancia de encontrar un consenso alrededor del calendario electoral entre los actores políticos; otra consideración económica o social es considerada periférica para informar de lo que se ha llamado comúnmente las verdaderas apuestas para hablar de la estabilidad política. En segundo lugar los movimientos sociales reivindicativos enmarcados o no dentro de la UGTT son sistemáticamente criminalizados y acusados de «inciviles», son sospechosos de causar miedo a los inversores privados locales y extran j eros y de poner trabas a la marcha del país hacia la estabilidad política y económica.
El argumento folklórico, a menudo movilizado es: «queremos una tregua, dejadnos trabajar y tened paciencia, y tendréis lo que queréis». En tercer lugar, la única alternativa económica propuesta es la de perpetuar el mismo modelo económico, centrando los males del sistema económico únicamente alrededor de la lucha contra la corrupción, relegando a un segundo plano las disfunciones estructurales de la economía tunecina. Y por último la represión policial, arma temible, utilizada por Ben Alí es reutilizada por los gobernantes de transición sucesivos.
La cuestión que surge es: ¿los componentes del régimen, los antiguos y los n ue vos, van a poder reducir los procesos en curso con un simple juego de democracia liberal con la concesión simbólica de las elecciones libres para permitir la alternancia en el poder? Las luchas sociales que continúan dejan presagiar que los ingredientes del proceso revolucionario están siempre juntos.
Cuando los movimientos sociales reivindicativos se preguntan las relaciones entre los gobernantes y los gobernados
Si las únicas alternativas propuestas son el turismo de masa, la subcontratación, la agricultura más o menos intensiva y la valoración de las infraestructuras (una autovía por aquí, un hospital por allá) es normal que se vea la explosión de los movimientos sociales enmarcados en le UGTT o fuera de las estructuras sindicales. No pasa una semana sin que se oiga hablar de huelgas generales de ciudades enteras, como Elkef, Silaina, Ben Guerdan, Sidi, Bouzid, de carreteras cortadas, de huelgas sectoriales (educación, transporte, fosfatos, etc).
Los movimientos contestatarios, los más determinados, están sobretodo unidos al paro y a las desigualdades en el desarrollo entre el litoral y el resto del país. Esto pone en escena jóvenes parados del interior del país que se siente profundamente decepcionados por la inmovilización del gobierno en cuestiones relativas al empleo y a la reducción de las disparidades regionales. Estos movimientos se traducen por el saqueo de locales industriales, el corte de carreteras y de vías de tren o el asedio a fábricas, impidiendo a los asalariados acceder a su trabajo. Esto es mucho más frecuente por todas partes que las polémicas que oponen a islamistas y laicos más mediatizadas en el plano nacional e internacional.
Los jóvenes parados reivindican trabajo y la puesta en marcha de verdaderos proyectos de desarrollo en las regiones. Estos movimientos reivindicativos socio-económicos si pueden tener el apoyo selectivo de militantes pertenecientes a organizaciones políticas, son a menudo vistos como una agitación que ciertamente puede ser instrumentalizada en la batalla política, pero quedan al margen en lo relativo a la famosa apuesta de la «transición democrática».
Por lo tanto estos movimientos constituyen un laboratorio único para la exploración de pistas de reinvención del ejercicio político tan reivindicado por las sublevaciones populares. Por la presión continua que éstos ejercen en la política, no pasa una semana en la que un ministro no esté obligado a rendir cuentas y a explicarse por las políticas que adopta. Por la capacidad cuasi espontánea de estos movimientos para articular las apuestas de orden político, económico, identitario y social, ellos ofrecen una posibilidad increíble de proponer una sociedad alternativa.
Cuando los jóvenes parados de Siliana o de Makther relacionan el derecho individual al trabajo con las problemáticas del desarrollo regional y la historia de la crítica del poder central de estas regiones, cuando estos mismos jóvenes relacionan el fenómeno del paro con una apuesta de redistribución administrativa y de descentralización de la decisión política, están ofreciendo una buena ilustración de complicación de las apuestas económicas, políticas e identitarias. Como dice uno de ellos: «la batalla política es evidentemente para la repartición del pastel y esto no nos interesa. Nosotros queremos trabajo, queremos salir de la miseria y del desprecio del poder central desde la independencia y no estamos dispuestos a callarnos hasta que nuestras reivindicaciones no sean satisfechas.
Por otra parte, una rápida vuelta a las nuevas coordinaciones emergentes en unión con estos movimientos sociales como el grupo manifiesto 20 de marzo, el movimiento nueva generación o el forum de los derechos económicos y sociales demuestran la emergencia de una nueva visión de la política que rompe tanto en el plano organizativo como en el plano intelectual con las organizaciones políticas clásicas. Se fijan como objetivo central la renovación en cuestión de esta separación usual entre las apuestas del cambio democrático y las luchas sociales así como una ruptura definitiva con el modo de organización piramidal.
Por lo tanto, las movilizaciones para apoyar a los parados van a articularse en la defensa de los heridos de la revolución; la defensa de las libertades individuales va a estar íntimamente ligada a las reivindicaciones de justicia social, y la movilización por los derechos de los migrantes está articulada en los criterios formulados por la serie de acuerdos de cooperaciones euro-mediterráneas. Y esta articulación entre los diferentes niveles y formas de luchas ha sido soberbiamente expuesta a través del eslogan que se cantó un día en Redeyef, en enero de 2008: «Ahla Gaza/Redayef, ramz el3izaza (la gente de Gaza/Redayef NT) (símbolo de dignidad)».
El conjunto de estas luchas y movilizaciones portan en ellas los gérmenes de un nuevo tipo de movilización socio-político cuyo mensaje es claro: el rechazo del modelo neoliberal y sus socios internos y externos. Estos movimientos son una maldición para las élites políticas que luchan por el poder, pero son una verdadera oportunidad para el proceso revolucionario. Sin embargo, el desafío que permanece es: ¿este proceso revolucionario que pone en escena relaciones dialécticas y complejas entre económica y política, liderazgo y espontaneidad, acción colectiva organizada clásica y emergente, luchas de clases y derechos individuales, va a ser capaz de escapar a la fragmentación de las luchas, de resistir a la máquina de la confiscación política y de federar un gran movimiento que pueda canalizar la energía de las masas y proponer una verdadera sociedad alternativa?