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Malí. J’accuse a Francia

Fuentes: Rebelión [Imagen: Abdoulaye Maïga, primer ministro interino de Malí, en su intervención en la ONU]

El coronel Abdoulaye Maïga, primer ministro interino de Malí, en representación del gobierno de su país en su intervención ante el plenario general de las Naciones Unidas, el pasado sábado 24, acusó al Gobierno de Emmanuel Macron “de faltar a los valores morales universales y de haber traicionado la pesada herencia humanista de los filósofos de la Ilustración transformándose en una junta al servicio del oscurantismo”.

Además advirtió de que: “El mundo recordará que mi país fue apuñalado por la espalda”. Se refería a vergonzosa retirada de los 5.000 efectivos del ejército francés que en el marco de la Operación Barkhane llegaron al país en 2013 para combatir contra las khatibas integristas, que entonces se vinculaban solo a al-Qaeda, y que tras la aparición del Dáesh, en Irak a principio de 2014 también comenzaron a actuar fuertemente en el norte del Mali. Desde entonces los grupos terroristas se han extendido a Níger, Chad, Burkina Faso y varios países del Golfo de Guinea, generando miles de muertos y millones de desplazados.

La decisión fue tomada de manera unilateral por Francia en junio de 2021 con la excusa de que las autoridades de Bamako se demoraban en establecer una fecha de elecciones para volver al camino democrático -lo que parece no interesarle tanto en Chad- (Ver: Chad, la encrucijada francesa.) una dictadura mucho más amable con París y donde la situación desde el punto de vista formal es la misma, aunque la junta militar malí cuenta claramente con el respaldo de las grandes mayorías del país mientras en Chad la junta reprimirme de manera violenta las protestas contra las nuevas autoridades que de manera casi diaria se dan en N´Djamena. Mientras, su renuencia a aceptar los planteos de la oposición ha frustrado varios intentos de organizar una cumbre que devuelva al Chad al incipiente proceso democrático que había establecido el antiguo dictador, el general Idriss Déby.

Ese sistema democrático que inició Déby -muerto en combate en abril del año pasado- que por otra parte le permitió imponerse en seis elecciones consecutivas con la anuencia de París, fue fracturado por el golpe dado, tras la muerte de Déby, por su propio hijo, el general Mahamat Déby Itno, líder del Consejo Militar de Transición (CMT), que gobierna el país desde abril del 2021, lo que el Elíseo no sólo no condenó, sino que como con Déby padre lo ha cobijado con sumo interés, quizás por las importantes inversiones en la explotación del uranio chadiano.

La deserción francesa dejó al Comité Nacional para la Salvación del Pueblo (CNSP) encabezada por el actual presidente, el coronel Assimi Goïta, en la disyuntiva de combatir en solitario las cada vez más poderosas khatibas wahabitas, financiadas entre otros por Arabia Saudita y otros regímenes del Golfo Pérsico, o llamar a las fuerzas del Grupo Wagner, una empresa de seguridad (mercenarios) de origen ruso, para continuar con el asesoramiento y entrenamiento de las tropas de las FAMa, (Fuerzas Armadas de Mali).

Más allá de las informaciones de la prensa occidental, que acusan a los rusos de acciones contra la población civil y de manera constante denuncian la aparición de fosas comunes y clandestinas donde los rusos ocultan a sus víctimas, se están produciendo avances en los distintos frentes, más allá de los renovados bríos de los muyahidines del Estado Islámico para el Gran Sahara y de la filial de al-Qaeda en el Sahel, el Jamā’at Nuṣrat ul-Islam wa al-Muslimīn (Grupo de Apoyo al Islam y los musulmanes) o JNIM, por sus siglas en francés.

Además Maïga señaló que Francia, vieja metrópoli de Mali, “mantenía prácticas neocoloniales, condescendientes, paternalistas y revanchistas”, a diferencia de Moscú, con quien se han establecido vínculos de “cooperación ejemplares y fructíferos”.

El Primer Ministro malí también responsabilizó al Secretario General de la ONU, el portugués Antonio Guterres, a la CEDEAO (Comunidad Económica de Estados de África Occidental) y a los presidentes de Guinea-Bissau, Umaro Sissoco Embaló, de Costa de Marfil, Alassane Ouattara y de Níger, Mohamed Bazouum, de operar contra su país.

En el caso de Guterres, este desechó las denuncias del gobierno malí, cuando se conoció la detención de una cincuentena de presuntos militares de Costa de Marfil, en el aeropuerto de Bamako, sospechados de ser mercenarios. El incidente ha desatado una crisis diplomática entre los coroneles malíes y el presidente Ouattara, (Ver: Francia en Mali, del repliegue estratégico a la contraofensiva), al que también Maïga ha acusado de mantener el poder “para sí mismo y su clan modificando la Constitución para obtener un tercer mandato”. Y en el caso de la CEDEAO, cuya presidencia en la actualidad la tiene Sissoco Embalo, ha señalado que el presidente de Guinea-Bissau se ha extralimitado en su mandato obedeciendo ciegamente los designios de las Naciones Unidas.

Maïga también acusó a Francia de haber cometido crímenes en las operaciones de la Barkhane, por lo que su país, el pasado 15 de agosto, presentó una carta ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en la que se exigía una reunión de emergencia, la cual no fue concedida hasta ahora, para que Mali pudiera presentar pruebas que demostrarían los abusos cometidos por los franceses en el país. Abuses tales como poblaciones masacradas que la manipulación mediática hizo pasar por terroristas muertos en combate. Al mismo tiempo cuenta con pruebas en que involucran a Francia en el traspaso de inteligencia y armas a grupos terroristas, lo que se estaría verificando por el incremento de sus acciones.

Concluyó que: “Me gustaría decir que el pueblo de Malí ha decidido tomar su destino en sus propias manos. Apoya plenamente al Gobierno en la reconstrucción de Malí y en el regreso a un orden constitucional pacífico y seguro en marzo de 2024 luego de elecciones libres, transparentes y creíbles”.

A confesión de partes…

Ya lo confesó, a finales de 2018, John Bolton, entonces asesor de Seguridad Nacional del presidente Donald Trump: “Estados Unidos en África no tiene nada que ver con el apoyo a la democracia y el desarrollo. Solo se trata de contrarrestar a Rusia y China”.

Para eso es que Washington, como tantas veces lo hizo para otras cuestiones de injerencia política y económica, utiliza a las viejas potencias coloniales, Reino Unido y Francia y con el resto de sus vasallos englobados en la Unión Europea (UE).

Con ese fin el Parlamento de la UE está intentando impedir la construcción del oleoducto de unos 1.500 kilómetros que correría entre Uganda y Tanzania, reclamado ahora, “por fin”, de violaciones de los derechos humanos y cuestiones ambientales, por lo que instan a los países involucrados a abandonar el proyecto, financiado, entre otros, por la poderosa China National Offshore Oil Corporation Ltd.

Estados Unidos está intentado bloquear otras muchas inversiones chinas en el continente, como la construcción de puertos, vías férreas, financiación de explotaciones petroleras y creación de polos industriales, al tiempo que más allá de la vuelta de sus efectivos militares a Somalia ha hecho aportes por millones de dólares a las Fuerzas Armadas de Níger, a las que también suministra diferentes clases de entrenamiento. Respalda la dictadura de Chad, incentiva vía Marruecos los conflictos con Argelia y la República Árabe Saharaui Democrática, impidiendo la concreción de un gobierno de unidad en Libia, y el recrudecimiento del conflicto en Etiopía y otras naciones del continente que han comenzado un vertiginoso camino de desestabilización.

Francia, en muchas de sus antiguas colonias africanas, se ha convertido en una presencia detestable, como sucede particularmente en Níger, donde unos 3.000 soldados franceses siguen desplegados, son cada vez más frecuentes las manifestaciones en las que ondean banderas rusas y las consignas antifrancesas desbordan límites que desde la guerra de Argelia (1954.-1962) no se registraban.

Aunque el pedido de la población nigerina para que Francia abandone su país parecería apuntar a las mismas motivaciones de fracaso que París ha tenido en la lucha contra los fundamentalistas, ya que este país sufre de manera regular ataques por el oeste tanto de las franquicias de al-Qaeda y el Dáesh por el oeste como por Boko Haram y el grupo Estado Islámico en África Occidental (ISWAP) a pesar de que desde hace años varias bases militares francesas y estadounidenses intentan contenerlos, por lo que no resultaría extraño que pronto Níger también clame, como Mali, el valiente grito de Emile Zola J’accuse.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.