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Malí, ¿La eterna canción?

Fuentes: Mondialisatrion.ca

Traducido para Rebelión por Caty R.

En cincuenta y dos años de independencia Malí ha estado dirigido durante 33 años por los militares, 23 años de dictadura severa bajo Moussa Traoré (1968-1991) y 10 años de una burocracia militar laxista bajo el mandato de Amadou Toumani Touré (2002-2012).

El nuevo golpe de Estado de los jóvenes oficiales, el 22 de marzo de 2012, a 40 días de la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2012 y a cuatro días del vigésimo primer aniversario del derrocamiento de Moussa Traoré, probablemente hundirá al país en una nueva etapa turbulenta.

35 años después de la muerte simbólica del padre fundador de la nación, Modibo Keita, precisamente por los militares, Malí parece atrapado en una nueva espiral de violencia llena de incertidumbre, como si el país estuviera condenado a seguir errando por no haber expiado aquel acto sacrílego.

Heredero de un triple imperio, el imperio de Ghana, el imperio de Malí y el imperio de Songhai, foco histórico del imperio Mandinga que forjó, bajo Soundiata Keira, la Carta del Manden, antepasada de las reglas de la buena gobernanza moderna, Malí vive la nueva irrupción tuareg como una reminiscencia de pesadilla de la invasión de 1706 que conoció la desintegración del imperio Songhai de Askia Mohammad, por el golpe de las fuerzas bereberes procedentes del norte de África para islamizar el oeste de África.

Como consecuencia de la eliminación de Muammar Gadafi, Malí sufre de lleno el latigazo de los efectos del reflujo masivo de los grupos armados de tuaregs de Libia. Reclutados para preservar la seguridad en el sur de Libia y apoyar el crecimiento económico libio, auténticos trabajadores soldados de Gadafi, su regreso masivo hacia su antigua zona de despliegue, Malí y Níger, ha originado una modificación del orden regional.

Antiguos vigilantes del imperio islámico, donde constituían en primer lugar las fuerzas de despliegue rápido, los tuaregs, literalmente en árabe «Al-Tawareq-Los rápidos», acarician el proyecto de desgajar de Malí el territorio del Azawad, en el norte del país.

Geográficamente, a miles de kilómetros de la capital maliense, Bamako, en competencia con al-Qaida del Magreb Islámico (AQMI), el Movimiento Nacional de Liberación del Azawad (MNLA) ha desarrollado en Ménaka, Gao y Tombuctú, una acción dirigida a reunificar bajo su égida a todos los componentes del conjunto de las poblaciones azawadies: songhays, tuaregs, árabes, peuhls, con el fin de formar La Unión Popular del Azawad.

Jugando al efecto de sorpresa dirigido al mismo tiempo a acreditar sus reivindicaciones y a impresionar a la población, Ansar Ed Eddine (partidarios de Dios) infligió una serie de reveses militares a las tropas gubernamentales fragilizando considerablemente el poder central y mostrando con claridad su incompetencia.

El primer aviso fue la humillante derrota de Aguelhok, donde cayó la base del ejército el 24 de enero de 2012 por falta de municiones. Excitado por ese primer éxito, Ansar Ed Edine remachó el clavo asestando una estocada estratégica en Tessalit, ganando una batalla decisiva en una ciudad estratégica próxima a la frontera de Argelia dotada de una base y un aeródromo militar.

Tres unidades del ejército tuvieron que batirse en retirada en Argelia el 4 de marzo, abandonando el control de la base y el aeródromo en manos del MNLA y dejando sobre el terreno un fuerte contingente de muertos y heridos, sin contar los prisioneros y los desertores.

En dos meses de combates, el ejército maliense ha perdido el control de la mayor parte del Azawad, con pérdidas de militares muertos, capturados o desertores estimadas por lo menos en mil hombres.

Superponiéndose a las burlas sucesivas infligidas por Francia y Mauritania con su ejercicio del derecho a perseguir a los combatientes de AQMI en territorio maliense, la pérdida del campo militar de Amachach, el 10 de marzo de 2012, en la región de Kidal, supone una humillación suprema que ha instalado un ambiente de desconfianza hasta el más alto nivel del ejército maliense.

El general Gabriel Poudiougou, jefe del Estado Mayor general de los ejércitos, rojo de ira frente a la repatriación por parte de Argelia, el pasado 16 de marzo, de más de 100 militares malienses en el aeropuerto de Bamako, ordenó que los combatientes regresaran al campo de batalla en el frente de Gao, amenazándoles con el pelotón de ejecución ante esa segunda repatriación de militares malienses por parte de Argelia desde enero.

Los combates han provocado el éxodo de casi 195.000 personas desde mediados de enero de 2012, según la OCHA, la Oficina de Coordinación de las Naciones Unidas para los Asuntos Humanitarios, acentuando la crisis alimentaria que afecta a más de tres millones de malienses debida a la sequía prolongada en el norte del país.

Frente a los reveses sucesivos del ejército, la crisis política y social que se perfila y amenaza con arrasar el país, un grupo de intelectuales liderados por la prestigiosa militante Aminata Traoré, exministra de Cultura, ha tomado la palabra proclamando su oposición al desmembramiento de Malí, denunciando de paso la desmoralización de los combatientes y su desmotivación.

Latente desde la década de 1990, el conflicto entre el norte y el sur de Malí se exacerbó con el hundimiento de Libia y su paso, por una increíble ligereza occidental, a un gobierno islámico con la intervención de la OTAN.

Una exacerbación amplificada por prestar oídos a la voluntad de un exdirigente tuareg, Iyad Ag Ghali, de querer instaurar la Sharia en Malí y sobre todo por la laxitud del presidente Amadou Toumani Touré, a quien sus detractores acusan de haber utilizado a los tuaregs de Libia para hacer frente a la rebelión del norte de Malí, suscitando la desconfianza de los oficiales intermedios.

La oposición maliense reprocha al Presidente su nepotismo, su corporativismo, su gestión laxista del poder del Estado, el desorden de su administración rematado por la corrupción. Aquél que aparecía como el hombre del relevo en la etapa de la transición democrática ha pagado el precio. Despojado por sus hermanos de armas de la misma forma que él actuó con su predecesor Moussa Traoré.

En contradicción con su papel principal, Amadou Toumani Touré, entonces coronel del ejército, en efecto fue el instrumento decisivo de la primera primavera africana poniéndose al frente de un consejo de transición para la salvación del pueblo que se retiró sabiamente al cabo de poco más de un año a favor de los civiles y de elecciones libres multipartidistas.

Sombrío presagio, el golpe de Estado de ese grupo de suboficiales del campo militar de Kati, a 15 kilómetros de Bamako, se ha caracterizado sobre todo por el pillaje en los ministerios y en los negocios privados.

Frente al doble desafío representado por el despertar de la revolución tuareg, enmarcada especialmente por el Movimiento de Liberación del Azawad (MNLA) y el activismo de los katibas de AQUMI (al-Qaida del Magreb Islámico), Malí corre el riesgo de salir muy debilitado, enfrentado al continuo avance de la ofensiva tuareg en el norte.

La creación de un santuario de AQMI en una región Sahara-Sahel donde la caída de Gadafi acentuó la desestabilización, amplificada además por la circulación de un fuerte arsenal, conllevaría un cambio geoestratégico de la zona en las fronteras de seis países (Argelia, Libia, Malí, Mauritania, Níger, Senegal) de la antigua África occidental francófona.

Cerca de 40 partidos políticos se preparan para disputarse el voto de los malienses, un país inclinado hacia el nacionalismo, partidario de un resuelto panafricanismo y de un no alineamiento reivindicado y asumido que sin embargo padece un parlamentarismo heredero de las prácticas corrosivas de la extinta Tercera República Francesa.

Clasificado entre los países más atrasados del planeta, Malí se enorgullecía en cambio de una experiencia democrática, muy imperfecta pero auténtica, inaugurada en marzo de 1991 con el derrocamiento del régimen del general Moussa Traoré.

Frente a un mundo árabe en ebullición, una Europa en crisis sistémica, en ausencia de una reforma drástica del sistema político maliense dirigida a la instauración de un poder ejecutivo fuerte con poderes consistentes, a falta de un revulsivo moral, Malí corre el riesgo de caer en una larga crisis de languidez.

Crisis inoportuna en todos los aspectos, ya que, paradójicamente, Malí estaría destinado, por su historia y su configuración geográfica, a constituir el epicentro de una nueva confederación africana, antídoto de la balcanización de África y barrera contra las injerencias de los occidentales y las de sus aliadas las petromonarquías, tanto Arabia Saudí con sus compras masivas de tierras de cultivo como los demás emiratos cuyo vector de penetración es el salafismo bajo la cobertura de las finanzas islámicas.

¿Efecto del adoctrinamiento, del reclutamiento, del arrastre por emulación, del mimetismo, del celo proselitista o de la lubrificación de las relaciones? Sea como sea, tres de los principales dirigentes de la rebelión proceden del cuerpo diplomático maliense y han servido en las monarquías petroleras, consecuencia de la estrategia errática occidental y de la instrumentalización de la religión musulmana con fines políticos y para la inmunidad de las petromonarquías por parte de los países occidentales.

Un año después de la intervención militar occidental en Libia, se siguen sintiendo los efectos de la onda expansiva con la desestabilización del pre-carré africano de Francia, la protesta de la dinastía Wade en Senegal y la proliferación islamista en la zona del Sahel.

En estos momentos de peligro, hay que esperar que la jugada de los golpistas actúe como un electrochoque que despierte la conciencia cívica de los malienses y los incite, a los militares a la defensa de la patria, y a los civiles a la defensa de la república y la democracia.

Reclutar a los islamistas de al-Qaida para combatir el ateísmo de la Unión Soviética antes de llevar a cabo una guerra de diez años contra el terrorismo de su antiguo aliado de al-Qaida para acabar haciendo intervenir a la OTAN para instaurar la Sharia en Libia… esperábamos más perspicacia por parte de un hemisferio que se declara heredero de la inteligencia ateniense, el orden romano y el racionalismo cartesiano francés.

Un poco de integridad y perspicacia podrían haber ahorrado a Malí esta nueva prueba, lo mismo que un ápice de sabiduría africana habría hecho, sin duda, un poco de bien a la humanidad.

Autor de L’Afrique en procés d’elle même, Golias, Koro Traoré es titular de un diploma de la ENA de París (Promoción Mahatma Gandhi, Estrasburgo, 2011). Exencargado de misión en la presidencia de la República de Malí como asistente del Secretario General (2002-2008) y después encargado de misión en el Gabinete del Primer Ministro (2008-2009).

Fuente: http://www.mondialisation.ca/index.php?context=viewArticle&code=TRA20120326&articleId=29973