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Mali, la Ucrania africana

Fuentes: Rebelión

Quizás parezca exagerado el título de este artículo, pero a la luz de la información que los medios occidentales, particularmente norteamericanos, franceses e ingleses, están brindando, el presidente ruso Vladimir Putin ha resuelto exterminar cualquier expresión de vida en el país saheliano, aunque su verdadera intención, ya lo sabemos, sea apoderarse de todo lo que quepa entre Ras Ben Sekka (Túnez) al Cabo de las Agujas, (Sudáfrica) y desde Cabo Hafun (Somalia) a la península de Cabo Verde en Senegal.  Y eso solo por ahora, ya que fuentes muy confiables estiman que el líder ruso pretende deleitarnos con sus atrevidos pasos de hip hop desde el mismísimo teatro Apollo en el corazón del Harlem, en algún momento de este año.

La monumental guerra mediática que el Pentágono ha estrenado meses antes de la contraofensiva rusa en Ucrania ha impedido conocer el verdadero desarrollo del conflicto, lo que permitiría a alguna cabecita calenturienta, y deseosa de reconocimiento internacional, publicar algo como lo dicho más arriba, en algún momento de este año.

Lo cierto es que tras la huida en derrota de Francia del norte de Mali y la llegada del Grupo Wagner, una empresa de seguridad (mercenarios) rusa, no dejan de aparecer fosas comunes donde los rusos malentierran a sus asesinados.

Según un informe de las Naciones Unidas (ONU), entre enero y marzo quinientos civiles han muertos en ataques tanto de las FAMa (Fuerzas Armadas de Malí) como de los grupos rigoristas que la operación francesa Barkhane -que ocupó militarmente el norte de ese país durante diez años- no pudo contener. Siguiendo con el informe, las Naciones Unidas detallan el “rápido” desmoronamiento de la seguridad en ese sector y lo desesperante de la situación, ya que ese número de asesinatos significa el crecimiento de un 324 por ciento respecto al trimestre anterior. Al mismo tiempo la Misión de la ONU en Malí (MINUSMA) había documentado al menos 320 violaciones de derechos humanos por parte de las FAMa en ese mismo período, cuando en los tres meses anteriores solo se había producido una treintena.

La gravedad de la situación de seguridad ha sido obvia desde 2012 no solo en el norte de Mali, sino en vastas áreas de Burkina Faso y Níger, por lo que entre dos y medio y cuatro millones de personas han debido abandonarlo todo para escapar de la acción de estos grupos tributarios de al-Qaeda y del Dáesh.

El informe de la ONU establece que el disparo de estas cifras responde al fracaso de la junta militar que gobierna el país, sin el auspicio de Francia, desde mayo del año pasado, tras ratificar el curso dado con el golpe de agosto del 2020, ese sí con el auspicio de París.

Relatos escalofriantes como lo sucedido en Moura, un pueblo de unos diez mil habitantes en el centro del país que desde 2015 controla prácticamente el grupo Khatiba Macina, parte integrante del Jama’at Nusrat ul-Islam wa al-Muslimīn (Grupo de Apoyo al Islam y los musulmanes) JNIM (por sus siglas en francés), tributario de al-Qaeda, imponiendo a su antojo la sharia (ley coránica) cobrando el zakat (limosna) y obligando a hombres y mujeres a respetar esas normas.

Las matanzas, los ataques indiscriminados contra la población civil y los atentados  con explosivos se han convertido en el pan cotidiano de esas comunidades expandiéndose libremente por el territorio sin considerar hasta diciembre que las operaciones francesas podrían gravitar en contra. El ataque a Moura tiene resonancias de la “matanza” de Bucha, en Ucrania, donde la construcción mediática ha levantado un monumento a la mentira en tiempos de guerra. Los testigos, solo identificados por un nombre de pila o su oficio, relatan cómo el ejército malí, acompañado por uniformados blancos que hablaban un idioma extraño que no era inglés ni francés -tampoco especificaron si olían fuertemente a vodka o recitaban a Mayakovski- tras sobrevolar el pueblo con cinco helicópteros comenzaron a disparar a quienes se agrupaban en una popular galbal (feria de ganado) que convoca cada domingo a miles de personas de los pueblos vecinos, matando a decenas de civiles sospechados de pertenecer a las khatibas terroristas. Si hablamos de una población fija de 10.000 personas y multitud de visitantes, pongamos por poco dos o tres mil personas, la puntería de los ametralladores del Wagner ha de ser prodigiosamente mala para no haber producido una verdadera masacre en las instalaciones de la feria.

Además de las ejecuciones sumarias, las fuerzas de seguridad presuntamente también violaron, saquearon y detuvieron arbitrariamente a muchos civiles durante la operación, agregaron fuentes de la MINUSMA.

Durante los siguientes cinco días las tropas malíes y los hombres del Grupo Wagner, según el Departamento del Tesoro de EE. UU., una fuerza de representación del ministerio de Defensa ruso, saquearon casas, hicieron prisioneros entre los aldeanos y los asistentes al mercado que finalmente fueron ejecutados en el lecho seco de un río. Según algunos testigos el número de muertos sobrepasarían los trescientos, a los que se disparó a quemarropa sin siquiera ser identificados ni interrogados, sólo seleccionados por su etnia o vestimenta. Según más testigos los “extranjeros” también habrían asesinado indiscriminadamente a muchos aldeanos al momento de los saqueos.

Según las autoridades de Bamako, la redada contra los extremistas en Moura, entre el 27 y el 31 de marzo último, habría dejado 203 muyahidines muertos y unos 50 detenidos. La matanza de civiles, según las fuentes occidentales, habría sido disimulada tras la incineración de los cuerpos, operación a cargo de los rusos.

En un comunicado del Grupo Wagner, que pertenece a Yevgeny Prigozhin, un empresario ruso vinculado al presidente Putin, nada de lo denunciado es cierto. La prensa atlantista no pierde oportunidad de asociar comercialmente a Prigozhin con Putin, tal como si Erik Prince, fundador de la multinacional Blackwater o como le toque llamarse hoy, perseguida en distintos tribunales del mundo por sus crímenes comprobados, no pudiera tener vínculos con cualquier presidente norteamericano. Es oportuno recordar, por ejemplo, que la hermana de Prince, Betsy DeVos, fue Secretaria (ministra) de Educación del presidente Donald Trump.

¿Por qué Ucrania?

La fuerza del Wagner en Mali es de aproximadamente 1.000 hombres distribuidos en 15 diferentes campamentos de las FAMa, con tareas de entrenamiento y asesoramiento de la tropa local, misión que es diametralmente diferente de la Operación Barkhane, en la que participaban 5.000 hombres del ejército francés destinados a tareas estrictamente de patrullaje, inteligencia, contención y persecución de los terroristas.

Los paramilitares rusos llegaron al país a principios de año como respuesta del presidente malí el coronel Assimi Goïta, a la extorsión de Emmanuel Macron de retirar a sus hombres si la junta no accedía a sus reclamos de instalar una agenda electoral. Está comprobado que en los países africanos las democracias burguesas occidentales precisamente no son la mejor forma de gobierno. Si no que cualquiera señale en qué nación africana existe un verdadero gobierno republicano. Lo que de ningún modo se reclama a los nuevos gobernantes del Chad, quienes se encuentran en una posición casi igual a Mali, solo diferenciada por los estrechos lazos que N’Djamena mantiene con París, la antigua metrópoli. La decisión de Bamako de cortar lazos con París respecto a la seguridad no solo se limita al llamado al Grupo Wagner, sino además a retirar sus efectivos del Grupo Sahel Cinco (GS5), una fuerza formada por efectivos de los ejércitos de Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger, conformado en 2017 y a retirarse también de la MINUSMA, la fuerza de las Naciones Unidas compuesta por unos 13.000 hombres que operan en el área desde 2013, con logros extremadamente modestos.

A principios de marzo se habían descubierto 30 cuerpos carbonizados cerca de la base militar de Diabaly, donde ya operaban rusos y malíes. Semanas después un número similar de hombres fueron secuestrados por las mismas tropas según denunciaron las fuerzas de la ONU y el ejército francés, aunque ni siquiera han compartido una foto para ilustrar la acusación. Así las atrocidades ruso-malíes se multiplican hasta nuestros días sin obviar el ya clásico fusilamiento de niños, en este caso siete en la aldea de Bandiagara el pasado abril.

Frente a este marco de situación y como si recién despertara de una larga siesta, el portugués Antonio Guterres, en sus ratos libres Secretario General de la ONU, declaró que teme al vacío provocado por la retirada de la fuerza francesa de la Operación Barkhane, como si cuando estaban activas hubieran solucionado algo. También la ONU anunció la muerte de un Casco Azul jordano de la MINUSMA en el ataque a un convoy en Kidal, donde además fueron heridos otros tres efectivos. La misión de mantenimiento de la paz de la ONU en Mali es la que más bajas ha sufrido, con un total de 172 muertos. Este último ataque ha sido el quinto que en menos de una semana recibe la MINUSMA en la zona de Kidal.

Desde que llegaron los mercenarios rusos las muertes de civiles inocentes en Malí se ha disparado sospechosamente bien documentadas, con testigos sin nombre ni rostros, con escasas o ninguna imagen y cadáveres que desaparecen enterrados en el desierto o carbonizados, mientras que la matanza de Bounti el 3 de enero de 2021, cuando una boda fue atacada por misiles desde un helicóptero francés produciendo cerca de 25 muertes de civiles, sigue en tinieblas de la otra guerra en que Estados Unidos y la OTAN pretenden vencer con la mentira como su arma más letal.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.