La lucha del legendario pueblo Tuareg por recuperar la soberanía de Azawand, un territorio mayor que Francia, no ha cesado nunca. En los cientos de años que llevan de despojo se han enfrentado siempre a los usurpadores tanto sean árabes, franceses o malíes. Su verdadero y rico territorio ocupa una gran franja entre el Sahara […]
La lucha del legendario pueblo Tuareg por recuperar la soberanía de Azawand, un territorio mayor que Francia, no ha cesado nunca. En los cientos de años que llevan de despojo se han enfrentado siempre a los usurpadores tanto sean árabes, franceses o malíes. Su verdadero y rico territorio ocupa una gran franja entre el Sahara y el Sahel, que hoy esta particionado en ocho países, y representa una extensión similar a la de Argentina. Desde el fondo de la historia los hombres de azul han marchado en búsqueda de sus reivindicaciones hasta ponerse en el centro de la actualidad.
La noticia finalmente es que se han sellado los «Acuerdos por la paz y la reconciliación» entre los representantes de la «Coordinadora de Movimientos de Azawad» (CMA) y las autoridades del gobierno central, lo que aparentemente dará a Mali, una paz que desde marzo de 2012 había perdido. Occidente particularmente: Francia, España, Italia y los Estados Unidos se congratulan por el logro. El ministro de Defensa francés, Jean-Yves Le Drian viajara el lunes a Bamako para apoyar el acuerdo de paz y darle ese toque de glamour francés que nunca debe faltar en ninguna justa diplomática, al tiempo que parte de los setecientos mil desplazados por los tres años de combate podrán volver a sus hogares, por así decir.
Tras más de seis meses de negociaciones, el sábado veinte de junio en una ceremonia a sala llena y televisada, se pudo ver a Sidi Brahim Uld Sidati, el Secretario General del Movimiento Árabe de Azawad, firmar el documento junto al presidente Ibrahim Boubacar Keita.
Aparentemente se ha puesto fin al levantamiento de abril de 2012, que exigía, una vez más, los derechos sobre el ancestral territorio de Azawad, por el que unilateralmente los tuareg declararon entonces la escisión del territorio revindicado.
Bamako, ha cedido a algunas de las exigencias Tuareg como un programa de desarrollo económico para los próximos quince años, dadas las desventaja climáticas y geográfica; descentralización burocrática, transferencia de poderes ejecutivos; la integración de los rebeldes armados al ejército, en algunos casos respetando los puestos de mando o la de participar en programa «Desmovilización, Desarme y Reintegración» por el que se le permitiría a los combatientes adaptarse a la vida civil y la muy simbólica, pero de un peso político clave, la de aceptar el término berebere «Azawad» (la tierra de trashumancia) para designar el norte del país, que de alguna manera es delinear oficialmente los límites de las pretensiones tuareg en Malí.
El mapa de la patria tuareg, en realidad no se limita solo a lo reclamado a Mali, los hombres de azul consideran también parte de su país a importantes regiones de Marruecos, Argelia, Túnez, Mauritania, Níger, Burkina Faso, las Islas Canarias y un sector en el norte de Nigeria.
Estos tratados bajo el nombre de «Acuerdo por la paz y la reconciliación» presentado el 1 de marzo en la ciudad de Argel, intenta poner fin a una larguísima disputa del pueblo Tuareg, a quién le fue arrebatado su territorio cuando Malí fue conformado como hoy lo conocemos bajo la egida francesa. Estos acuerdos pretenden estabilizar de una vez el gran desierto del norte del país, centro de numerosas revueltas tuareg desde 1960 exigiendo su autonomía.
Los tres ciclos de negociaciones llegaron a este acuerdo para poner fin a los históricos y recurrentes conflictos armados en el norte del país.
La última de las rebeliones en abril 2012, aprovechando un golpe de estado contra el presidente Amadu Tumani Turé, el mismo día que la democracia en Mali cumplía veinte un años. El Movimiento Popular del 22 de marzo (MP22) conformado ad hoc, para este fin decidió dar apoyo político al movimiento encarnado por la oficialidad joven que encabezaba el capitán Amadu Haya Sanogo, mascarón de proa de la nueva junta el Comité Nacional para el Restablecimiento de la Democracia y la Restauración del Estado (CNRDRE). La situación terminó precipitando las elecciones de donde emergió en agosto de 2013 el actual presidente Ibrahim Boubacar Keita.
Fueron largos meses de combates entre los tuareg, el ejército malí, y grupos vinculados a al-Qaeda que estaban comenzado a radicarse en la región. La situación obligó a Francia a iniciar las operación militares Serval, a la que siguió la Barkhane, para limpiar la región de salafistas y de alguna manera contener las ambiciones del pueblo Tuareg.
Naciones Unidas también hizo su aporte a la contención tanto de los salafistas como del MNLA, con la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Malí (MINUSMA) establecida por el Consejo de Seguridad en abril 2013.
Tanta preocupación de parte de Paris y sus aliados de la OTAN por Azawad, como siempre tienen muy poco de humanista y mucho económico.
Azawad además de ser la cuna de los legendarios imuhagh como también se denominan a los tuareg, es una enorme y riquísima cantera de hidrocarburos y recursos minerales como el cuarzo, carbonatos, bauxita, mármol, fosfatos, litio, hierro, níquel, estaño y plomo, además de yacimientos de petróleo, gas, uranio y oro. También cuenta la existencia de «tierras raras» un recurso conformado por diecisiete elementos químicos sumamente estratégico para industrias como la electrónica, automotriz y de telecomunicaciones.
Para Francia el interés fundamenta pasaba por sus importantes explotaciones de uranio, las minas de Arlit y Akouta, que están siendo operadas por la estatal francesa Areva, líder mundial en la producción de energía nuclear y que explota el uranio de Malí y Níger en la región tuareg de Agadez, frontera de ambos países.
El interés occidental en la región, no es solo por razones económicas, el peso político al mismo tiempo desestabilizador, que podría tener la nación tuareg en sus vecinos, ya que son musulmanes moderados, místicos, con fuertes tradiciones pre-islámicas, al tiempo que tienen una conformación libertaria .
Los tuareg rechazan el islamismo radical, sabiendo que intentaran erradicar su ancestral cultura Imazighen. Los duros combates que mantuvieron los hombres del MNLA durante el levantamiento de 2012 como batalla de Gao, con grupos vinculados a al-Qaeda, que operan en la región con diferentes denominaciones como: Ansar al-Din, (Defensores de la Fe) el AQMI (Al-Qaeda para el Magreb Islámico) o el MUJAO ( Movimiento para la Unicidad y la Yihad en África Occidental) son prueba de ello.
Los Tuareg, no solo, se deben enfrentar al extremismo salafista, a los intereses de Bamako y los grandes consorcios occidentales en pos de los grades recursos energéticos de sus territorios, sino también por el temor político que genera en las élites del Magreb.
Por esta razón es que Argelia ha financiado a varios de los grupos salafistas que enfrentaron a los Tuareg en Azawad.
Un estado imuhagh puede representar más inestabilidad política además de privarlos de importantes yacimientos de recursos naturales. El movimiento MNLA es democrático y laico y es respetuoso de los derechos de todos los grupos étnicos de la región, como los Moros, Songhai y Peul.
Sin duda un pésimo ejemplo para países como Argelia, en que la siempre sensible región de la Kabylia, de cultura bereber, sería un foco inmediato agitación. Lo mismo puede pasar en Mauritania y Marruecos y en la región de Fezzan en Libia. En este encadenamiento de agitación política habría que contar Canarias, donde los tuareg tienen una larga historia especialmente en Tenerife.
También hay que tener en cuenta que por el territorio reclamado, cruzan muchas de las rutas del narcotráfico, con que se financian los grupos salafistas. Tanto Cárteles africanos como europeos reciben la droga en barcos que llegan desde América del Sur a puertos de Guinea y Guinea-Bissau, para después enviarlos por vía terrestre hacia el Mediterráneo.
Cinturón del hambre
África, es sin duda el continente a conquistar por el salafismo tanto sea la versión al-Qaeda o Estado Islámico y quizás la franja de Sahel se configure como el eje fundamental de esa conquista. La larga faja, que abarca desde el Atlántico al Indico, partiendo en dos el continente al norte el Magreb que se incluye en el Sahara, mayoritariamente islámico y al sur África Subsahariana, negra, con fuerte presencia cristiana y animista.
Desde Mauritania hasta Eritrea, se extienden miles de kilómetros habitados por unos diez millones de personas, que padecen no solos de las arbitrariedades del clima, sino mucho más de los grandes consorcios occidentales que se aprovechan de sus ricos subsuelos, sin dejar más que algunos mendrugos para sus gobernantes corruptos.
Senegal, Malí, Mauritania, Guinea, Burkina Faso, Níger, Nigeria, Chad, Camerún y Sudán conforman la Franja de Sahel, también conocido como el «cinturón del hambre», es una de las regiones más pobres del mundo y con peores condiciones de vida. De un total de ciento setenta y nueve países analizados, por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) la Faja se reparte entre los últimos treinta.
El Sahel está encerrado en dos paréntesis de terrorismo al occidente, en el norte de Nigeria, el grupo integrista Boko Haram, que ha jurado fidelidad a Estados Islámico y tiene influencia en Beni, Níger, Chad y Camerún, en el Oriente el grupo somalí al-Shaabab, aliado al al-Qaeda Global, y cuenta con fuerte presencia en Kenia, y más menguada en Etiopia, Sudán del Sur, Uganda llegando hasta Tanzania. En el margen norte del continente desde Egipto a Marruecos, cada uno de los países cuenta con actividad salafista, siendo Libia el epicentro de la presencia de Estado Islámico en el continente.
Más allá de las notorias implicancias del Departamento de Estado norteamericano, y otras oficinas europeas en la creación y manutención de estos grupos, utilizados en sus inicio para el derrocamiento de Gaddafi y la guerra en Siria, hoy los pactos firmado con los Tuareg, habla de la urgencia de occidente por resolver graves coyunturas que palpitan en el corazón de África.
Las grandes potencias tienen mucho que ocultar y también cuidar. Quizás por eso el jefe de la Misión de Naciones Unidas el tunecino Mongi Hamdi, después de la firma de los tratados de paz declaró «todavía habría momentos de duda y el desaliento, de tensiones y la desconfianza, en el camino hacia la paz». La región cuenta con otro elemento que sin duda atrae particularmente el interés de los salafistas, durante años y particularmente Francia ha abandonado en Azawad desechos nucleares, peligrosos ya no solo para la población y el medio habiente sino porque de hacerse con parte de ese material, las bandas salafistas podrían reconvertirlo en armas mucho más letales que con las que cuentan.
En su momento uno de los fantasmas que se agitaron para la intervención occidental en Mali, fue para impedir el acceso de estas bandas al uranio que naturalmente tiene la región.
Europa que hace años viene deshaciéndose de ese tipo de basura enterrándolo en países del tercer mundo o arrojándolos sobre sus costas, en el caso de África usa sectores de Nigeria, Somalia y Mali, para deshacerse de esa basura hoy es demasiado importante y como siempre muy peligrosa.
De caer en manos de terroristas, si todavía no lo ha pasado, los residuos nucleares que Francia abandonó en el «desierto» la potencia letal de al-Qaeda y Estado Islámico podría aumentar geométricamente. Más allá del flagrante atentado medio ambiental contra la población y la geografía, reciclados y bien operados convertirían lo de Charly Hebdo en una travesura infantil.
Washington y sus aliados europeos junto a Arabia Saudita y Qatar ha dotado a estas organizaciones de armamento de última generación, pero nadie espero jamás tanto.
Todo está dado en el Sahel para convertirse en el nuevo epicentro del «terrorismo internacional» hambre, población desarticulada, gobiernos corruptos y mucha riqueza en sus subsuelos. Si no pueden controlarlos a los salafistas el Sahel se convertirá definitivamente en Sahelistan.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC. Colabora con «Revista Hamartia», Rebelión: http://www.rebelion.org/ ; «El Correo de la Diáspora argentina: http://www.elcorreo.eu.org ; y: América Latina en Movimiento: http://www.alainet.org/
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