Recomiendo:
0

Sobre la estera de los otros, la inseguridad es estructural

Mañana Malí

Fuentes: Rebelión

«Queremos que nuestras sociedades alcancen un grado superior de desarrollo, pero desde ellas mismas, por crecimiento interno, por propia necesidad, por progreso orgánico, sin que nada externo venga a truncar este crecimiento o a alterarlo o comprometerlo». (Aimé Césaire -Carta a Maurice Thorez- Octubre 1956)


El 25 de mayo, día de África, se inscribe este año en un contexto de emancipación de la palabra a propósito de uno de los temas que irritan: la utilidad de las Operaciones para el Mantenimiento de la Paz (OMP) de Naciones Unidas.

«¿Para qué sirven los cascos azules?» ha preguntado el presidente guineano Alpha Condé, durante la trigésima cumbre de la Unión Africana (UA), el 28 de enero de 2018, en Addis-Abeba (Etiopía) en tanto que Presidente en ejercicio de la organización panafricana.

El África de los pueblos debe hacerse cargo de esta espinosa cuestión con vistas a contribuir, activamente, a silenciar las armas, tal y como la UA lo contempla en la agenda 2063, en los mejores plazos sin menoscabo de poder alcanzarlo antes del año 2020 en toda la extensión del continente.

En Malí la cuestión es de una actualidad candente. El desconcierto que hoy es palpable tanto en el interior del país como en sus diásporas, en vísperas de la elección presidencial que ha de tener lugar el 29 de julio de 2018, no es de recibo. El enfoque cultural, ético y estético que nosotros proponemos apunta a recordar que en este país disponemos de los medios humanos, intelectuales y culturales para evitar la escalada.

Nos consideramos un movimiento para el despertar de las conciencias y la educación ciudadana en lo relativo a los desafíos económicos, culturales y geoestratégicos de las elecciones en las que la exclusión y/o la ignorancia explican muchos de los excesos y derivas.

El presidente de la Comisión de la UA, Moussa Faki Mahamat insiste sobre «la urgencia para África de tomar las riendas de su propia necesidad de paz y seguridad«. Este es nuestro credo, empezando por el desarrollo «llave en mano» cuyo fracaso, que era inevitable, ha engendrado inseguridades alimenticias, sanitarias, monetarias, medioambientales y emocionales.

«Dormir sobre la estera de los otros, es como dormir en el suelo» destaca el profesor Joseph Ki-Zerbo. El tiempo del desarrollo endógeno y autocentrado, que estaba en el corazón de su combate, sin duda ha llegado. Los estragos en la voluntad de hegemonía económica, cultural y tecnológica son palpables en todas partes y, de una gravedad extrema, bajo nuestros cielos. Para él, «el desarrollo lejos de ser el resultado mecánico de una transferencia de dispositivos y de ingresos, lejos de ser la capacidad de endeudamiento o de consumo estúpida y entregada a los productos de los otros, es el fruto de una constelación de factores o de condiciones entre los cuales el más evidente para nosotros, hoy, es la democracia real«.

La seguridad obedece a las mismas exigencias endógenas y de democracia real. Es una prótesis en el marco de la guerra contra el yihadismo en Malí, como resultado de las soluciones prestadas y de la negación de la democracia que caracteriza las relaciones entre el Estado maliense y la «comunidad internacional». Queremos caminar sobre nuestras dos piernas, por y para nosotros mismos, en la dirección que hayamos acordado.

En el tema del sentido de la marcha de nuestro país que nos interpela hoy más que nunca, Mahamadou Karamoko Bamba, del movimiento N’Kô, ilustra de una hermosa manera, en estos términos, la importancia del conocimiento y de la solidaridad en la búsqueda del sentido de esta marcha. «Una hormiga intentaba transportar un saltamontes muerto, pero no lo conseguía. Llamó a sus congéneres, pero, juntas, no sabiendo qué dirección tomar, tampoco lo consiguieron. Una vez acordada la dirección a tomar, levantaron y transportaron el saltamontes«.

¿Qué nos hace falta saber y recalcar en tanto que ciudadanos/as electores/as para no volver a equivocarnos de desafíos y prioridades? Es primordial saber que la economía ha dominado definitivamente la política. Las empresas corrompen orientando el desarrollo en línea con sus intereses, financiando las elecciones y dando instrucciones a los Estados, desde los más potentes a los más pequeños.

Los desafíos son, en otros términos, más determinantes que nuestras papeletas de voto. Dicen mucho sobre el mandato del presidente saliente Ibrahim Boubacar Keita, y pesarán extraordinariamente sobre el destino del país a lo largo del próximo quinquenio y, probablemente, durante mucho tiempo.

Debemos la agudeza y la complejidad de esta crisis al hecho de que Malí es una cuestión de política interior en Francia, cuyos dirigentes prometen a sus conciudadanos/as firmeza a través de la fuerza Barkhane en la lucha contra el yihadismo en el Sahel. La misma firmeza les es prometida en la caza de los/as emigrantes «económicos». De igual forma, nuestro país, en el marco del capitalismo global y financiero, es un desafío de política internacional para la antigua potencia colonial. «Francia no quiere oír hablar de perder sus ventajas y sus espacios de mercados en África ni frente a otras potencias coloniales ni frente a las emergentes. Nuestro país solo se sostiene en la globalización gracias a los tres grandes grupos que constituyen el eje de la recuperación económica y de la reducción de la deuda de la nación«, recuerda Nicols Bavarez. (Le Monde, 9 de noviembre de 2010).

La violencia de los hechos reaviva en la mayoría de nosotros la memoria de la lucha de liberación nacional y la voluntad de recuperar los principios morales de antaño.

Son escasos los candidatos a la elección presidencial que no se identifican con el padre de la nación, Modibo Keita. Generalmente se hace referencia a su rectitud moral y a su proyecto político de construir un Malí soberano en el plano político, económico, monetario y militar. Pero aún más escasos son quienes reivindican la inspiración socialista y panafricanista de su proyecto económico y la línea roja de la presencia de tropas extranjeras en nuestro suelo que él trazó pidiendo, el 20 de enero de 1961, su partida. Ella ha sido cruzada en 2013 de manera aún más descarada.

Premonitoria es la posición panafricanista del presidente Modibo Keita cuando, a propósito del Congo, declara: «Estamos convencidos de que lo que será mortal para África, luego para todos nosotros, será el despliegue de la intervención extranjera. Pues sabemos que ningún pueblo puede aceptar ser humillado, sentirse en cada momento bajo la dominación de una potencia extranjera, de otro pueblo. Es el caso actual del Congo. Personalmente debo deciros que estoy muy preocupado por esta situación, no solamente por el Congo mismo sino también por los Estados vecinos y, más tarde, por todos nosotros» (Conferencia de prensa del 21 de agosto de 1964).

No habiendo cambiado el imperialismo de objetivo sino de hábitos, nada nos dice que el presidente Modibo Keita podría en las circunstancias actuales hacer piña con su pueblo sin ser desestabilizado al igual que en el pasado.

Para circunscribirnos a los dos jefes de Estado que han tenido que gestionar la presente crisis, el presidente interino, Dioncounda Traoré, no había pedido el despliegue de tropas sobre el terreno, pero ha tenido que asumir la responsabilidad. Laurent Bigot, subdirector para el África del Oeste en el Ministerio de asuntos exteriores (2008-2013) lo atestigua. «Dioncounda Traoré y las autoridades de Malí están bastante crispadas. Él es bastante reticente a una intervención militar completa en territorio maliense. Les damos los términos de la carta que nos convendría«. Llega al Elíseo como telegrama diplomático encriptado, pero no convenía, «intercambiamos con las autoridades malienses que nos rehacen una carta en el mismo día mediante la cual Malí pide, oficialmente, el apoyo militar del ejército francés«. (Reportaje de Claire Tesson y Jean Marc Philibert «Le Malí, cuando Francia entra en guerra»). En cuanto al presidente Ibrahim Boubacar Keita, era reticente a la instalación de la misión de la ONU y ha pedido su retirada progresiva por no ajustarse su mandato a la naturaleza de la amenaza. El Consejo de seguridad, que no lo aceptó, ha mantenido a la MINUSMA y ha aumentado el número de cascos azules.

Jean François Bayard informa que «Nicolas Sarkozy cortó de hecho la ayuda al desarrollo (a Malí). Ha contribuido igualmente al debilitamiento de la autoridad del presidente Amadou Toumani Touré exigiéndole la firma de un acuerdo de readmisión de emigrantes clandestinos, inaceptable políticamente a ojos de su opinión pública, y combatiendo sobre el territorio de Malí junto al ejército mauritano, a partir de 2010, sin siquiera advertirle».

La degradación de la seguridad sobre el terreno acaba de abrir una brecha importante en la perspectiva militarista de salida de la crisis.

El comandante de la fuerza Barkhane, es decir una de las voces más autorizadas, Bruno Guibert, ha declarado, tras el ataque al «Super Campo» de la MINUSMA en Tombuctú el 14 de abril de 2018, que «no habrá solución militar en este país«. «Que cada cual levante sus cartas, que se desvelen los rostros, de forma que sepamos quién es el enemigo de este país y de su pueblo. El día en el que todos los actores políticos compartan con la MINUSMA y Barkhane una visión común en la materia, todo será mucho más simple» ha declarado igualmente el jefe de Barkhane (Opex360.com).

Este cara a cara entre nuestros actores políticos y las fuerzas extranjeras ha durado demasiado. Nosotros lo rechazamos.

Que Francia, Europa y Naciones Unidas se quiten también las máscaras, Malí es la primera víctima colateral, en África subsahariana, de la violación de la resolución 1973 del Consejo de Seguridad en el marco de la intervención franco-británica en Libia.

El antiguo ministro francés de asuntos exteriores, Dominique de Villepin ha nombrado, de forma explícita, las primeras responsabilidades: «… Es tiempo de que Estados Unidos y Europa extraigan lecciones de la experiencia. Desde Afganistán, hace trece años que hemos multiplicado las intervenciones militares (Afganistán, Irak, Libia y Malí). En 2001 había un foco central de crisis terrorista. Hoy hay casi una quincena. O sea, los hemos multiplicado. ¿Por qué? Porque hoy el Estado Islámico es la criatura monstruosa de la inconstancia y de la arrogancia de la política occidental«. (BFMTV le 12/09/2014).

¿No hay acaso motivos para inquietarse cuando el Presidente de la comisión de asuntos exteriores y de las fuerzas armadas del Senado francés, Christian Cambon, piensa proponer al Ejecutivo prestar » atención a no poner una esperanza excesiva en el G5 Sahel » y que » Si Barkhane se va, la región volverá a estar amenazada?» (Opex360.com). ¿Estamos dispuestos a sufrir durante otros diez o quince años, quizás más como en la República Democrática del Congo, una presencia militar extranjera ineficaz, costosa y atentatoria contra la soberanía nacional? Christian Cambon estima que una «acción política y diplomática vigorosa es necesaria».

¿No sería necesario, al contrario, que el presidente Emmanuel Macron diese una mayor oportunidad a la paz entre Malienses, a la seguridad en Francia y en Europa, ligando el acto a la palabra? ¿No ha declarado que con él «…será el fin de una forma de neoconservadurismo importada a Francia desde hace diez años«, y que «la democracia no se construye desde el exterior a espaldas de los pueblos»?

Pero la negación de la democracia ha marcado cada etapa en la gestión de esta crisis. Tampoco ha sido posible recuperar las armas que habrían permitido a los FAMA plantar cara a las bandas armadas y salvar su honor. Esta solución unida a un apoyo aéreo puntual y sincero de Francia habría permitido evitar la escalada y el riesgo de hundimiento de Barkhane, más aún cuando los soldados franceses han liberado Tombuctú sin un sólo disparo. (Reportaje de Claire Tesson y Jean Marc Philibert «Malí, cuando Francia entra en guerra»).

Los militares malienses parecen eternos aprendices que la EUTM tiene por misión entrenar. Aún cuando los resultados obtenidos desde 2013 están lejos de ser convincentes, los 600 militares europeos permanecerán porque según la misión del Senado francés «… no hay otra solución que reconstruir el ejército maliense sin desmoralizarse incluso si a veces se tiene la impresión de regar la arena«¡¡¡!!! (Opex360.com).

La Unión Europea acaba de prorrogar dos años el mandato de la EUTM extendiendo su programa a la fuerza conjunta del G5 Sahel y doblando su presupuesto, que ha pasado de 33,4 millones de euros a 59,7 millones de euros para el período comprendido entre el 19 de mayo de 2018 y el 19 de mayo de 2020.

La cuestión de los medios que no parece plantearse en relación a la misión europea es crónica a nivel de la MINUSMA: la misión más mortífera de la ONU carece continuamente de ellos. Su autoprotección absorbe lo esencial de sus recursos. Al igual que para la EUTM, el mandato de la MINUSMA será renovado.

Compuesta por 5.000 soldados, la fuerza conjunta del G5 Sahel está sostenida por Barkhane, cuyo jefe explica que «…Salvo lo que Francia ha dado como equipamiento, no se ha hecho gran cosa. Esta fuerza conjunta no tiene siquiera presupuesto de funcionamiento. Carecen de todo. ¿Cómo queréis crear la logística de una fuerza cuyos ejércitos constitutivos están ellos mismos desprovistos? Era un engaño creer que sería rápido, y que se haría sin un tutor fuerte«. ¿Qué quiere decir un tutor fuerte? Según Pierre Conesa «…Barkhane es un abismo financiero que se excava con regularidad. Hay que decir que estas guerras son, en lo esencial, fracasos y, cuando no lo son, se inscriben en una duración imprevisible.» (El coste exorbitante de las guerras de Francia. Pierre Conesa www.liberation.fr-16/03/15).

Una solución política auténticamente maliense exige un anclaje social y cultural sólido. Como en Ruanda donde los Gwachacha han demostrado su eficacia en materia de paz y de reconciliación, Malí tiene la capacidad de afrontar este desafío. Pero desde 2013, se nos ha prohibido hablar con los yihadistas. «Sé que puede haber tentación de entablar negociaciones. ¿Negociar con los terroristas? Ni hablar. Cualquier pérdida de tiempo, cualquier proceso que se alargue indefinidamente no podría sino hacer el juego a los terroristas» según el presidente François Hollande (le 26 de septiembre de 2012).

No debemos negociar con los terroristas pero tampoco debemos hablar entre malienses. La tregua lograda por el presidente maliense -que ha contado con las familias fundadoras de Bamako y los jefes religiosos ante la amplitud del movimiento «An tè a banna»- ¿ha sido desautorizada por la «comunidad internacional»? En Nueva York, en septiembre de 2017, durante una reunión ministerial al margen de la Asamblea General, el Secretario General de Naciones Unidas subrayó, entre otras cuestiones, que el aplazamiento del referéndum sobre la revisión constitucional, «si es útil para desactivar tensiones, retardará aún más la puesta en marcha de algunas disposiciones del acuerdo de paz que necesitan de cambios constitucionales«.

¿Hace falta recordar, tratándose de desarrollo, que Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI), Ansar Dine, el Movimiento por la Unicidad, la Yihad en África del Oeste (MUJAO) así como el Movimiento Nacional por la Liberación del Azawad (MNLA) han venido a colocar sus banderas en las tres regiones del norte mientras que el Estado y sus socios técnicos y financieros, Banco Mundial, Banco Africano del Desarrollo (BAD), ONU, USA, UE y otros se consagraban a políticas económicas pretendidamente virtuosas, incluso ejemplares? Exigiendo menos Estado, la privatización de la empresas públicas y la recaudación de los gastos de sectores tan esenciales como la educación, la salud, el agua potable y el saneamiento, el sistema neoliberal ha puesto en peligro el tejido económico y la cohesión social y creado las condiciones del éxodo forzado, del yihadismo, del narcotráfico y su corolario: la violencia contra las mujeres. El algodón es un caso de manual.

Jean François Bayart destaca con acierto que «Francia tiene una parte de responsabilidad en el hundimiento del Estado maliense. Ha sostenido en los años ochenta programas de ajuste estructural de inspiración neoliberal que han destruido la escuela y la salud pública y, de esta forma, abrieron un camino real a las instituciones islámicas de sustitución. Ha endosado la liberalización de la industria del algodón pretendida por el Banco Mundial que ha acelerado el éxodo rural y la emigración, bloqueando siempre esta última incluso cuando «las remesas de los expatriados superan «la ayuda pública al desarrollo». (Crónica de una quiebra programada, Le Monde, 23 de enero de 2013).

La solución política maliense no podría limitarse a la buena organización de la elección presidencial en 2018 y a la puesta en marcha de la totalidad del acuerdo de paz de Alger.

No es el Acuerdo de Argel sino el Acuerdo de París sobre el clima y la desmilitarización del Sahel lo que garantizará de forma duradera la paz y la seguridad en Malí y en África, en Francia y en Europa. Una alianza entre todas las fuerzas vivas, todas las buenas voluntades de uno y otro lado del Mediterráneo que hará de los seres humanos y de la ecología el centro del desarrollo sostenible.

En un mundo globalizado enloquecido, es el conocimiento por todos/as los/as malienses de los desafíos mundiales y el derecho a hablar entre nosotros sin injerencia ni exclusión de nadie lo que dará cuenta de este fenómeno.

Son cuestiones de vida o muerte, para las que el modelo económico dominante no tiene soluciones, que empujan a sectores enteros de nuestras sociedades a emigrar o a servirse del yihadismo o del narcotráfico.

Los importantes ingresos que los artesanos tuaregs, dogon, peuls, bamanán sacaban del turismo y del artesanado ya no existen, habiendo sido declarado Malí zona de riesgo por Francia bastante antes de 2012.

Las comunidades agrícolas y pastorales que se enfrentan cada vez más en el centro del país, y los jóvenes que recurren al yihadismo o al narcotráfico cuando no emigran, son los abandonados de un modelo de desarrollo económico no ajustado a sus necesidades y fuente de inseguridades económicas, alimenticias, sanitarias, sociales, emocionales y medioambientales.

No es la Alianza por el Sahel, fundada sobre las mismas prácticas neoliberales, la que garantizará trabajo a los jóvenes, agua, tierras agrícolas y pastos a los agricultores y ganaderos.

La «buena gobernanza» que está en todos los labios nada tiene que ver con la calidad del Estado, del liderazgo y de los servicios públicos accesibles para la gran mayoría. Se trata, en el marco del capitalismo mundializado, de reformas que aseguren a las grandes empresas con frecuencia extranjeras, las privatizaciones, la desregulación y la libre circulación de capitales.

La connivencia de intereses entre actores políticos y espacios de negocio es casi permanente. Tienen la misma agenda. Cuando no se crea un partido, se crea una empresa y, a veces, ambos. Sólo hay posibilidad de enriquecimiento fácil y rápido a través de puestos electivos y nominativos que dan acceso a los mercados públicos y a la financiación exterior. Y nada cuesta a nadie autoproclamarse emprendedor/a, más allá de subcontratar con aquellos y aquellas que tienen las competencias requeridas pero no las redes. ¡Hasta qué punto la juventud tiene buena escuela! Hay que sacarla de este avispero explorando con ella alternativas a la dependencia económica, monetaria, militar y cultural.

Los que dan lecciones de gobernanza, como hizo en marzo de 2014, el Secretario General de la ONU, adjudican de común acuerdo varios contratos por un valor total de 34,7 millones de euros a los grupos franceses THALES y RAZEL-BEC para la realización de trabajos de infraestructura en el norte de Malí (CADMT International y Survie).

Al ritmo al que van las cosas, todos perdemos: Malí y sus hermanos de infortunio del G5 Sahel por descontado, pero Francia y Europa también.

Nos dirigimos igualmente a los pueblos hermanos de Francia y de Europa, por humanidad y en lucha por sus derechos, para destacar en palabras de Issa N’Diaye que «Tenemos, frente al Capital, el mismo destino. Debemos tejer una solidaridad de luchas entre los pueblos del Norte y del Sur, entre mujeres y hombres, entre jóvenes y viejos, entre Humanos«.

Malí apenas ha precedido a Francia en la privatización del ferrocarril y de nuestra compañía de aviación. Los ferroviarios, los usuarios y los habitantes de las localidades que bordean la vía férrea Dakar/Níger han sido a menudo empujados a la precariedad y la extrema pobreza. La región de Kayes, de donde son originarios la mayoría de los y las emigrantes malienses en Francia, está en el centro de esta problemática.

Ha llegado con seguridad el tiempo de lo que Joseph Ki Zerbo llama «el estallido de la inteligencia para la defensa y la ilustración de la materia gris en la asunción del continente por nosotros mismos». De ahí saldrá, esperamos, una generación de ciudadanos/as electores/as capaces de designar, al mismo nivel que los actores políticos, sus socios técnicos y financieros (PTF).

Nuestros numerosos candidatos a la elección presidencial totalizan una suma considerable de conocimientos, de experiencias y de competencias que podría contribuir a salvar auténtica y duraderamente a Malí.

No busquemos en la línea de llegada, es decir en el balance de los sucesivos presidentes, democráticamente elegidos, una ética en materia de desarrollo de la que no hemos señalado las exigencias en el momento de confiarles el destino del país. «No sirve de nada abrumar a los dirigentes del momento. Nosotros somos responsables de su fracaso«, destaca Issa N’Diaye (El poder es a punta de fusil).

Los espacios de debate ciudadano con los diferentes componentes de nuestra sociedad y los candidatos que lo deseen podrán contribuir a la instauración de un clima social sereno y a la reducción del déficit de conocimiento y de diálogo que nos suponen el impasse económico, militar y de seguridad.

Al prevalecer la economía sobre la política, la salida reside en la inversión de los flujos financieros en favor de nuestros países, en la gestión y la asignación rigurosa de los medios del Estado.

En la perspectiva del indispensable desarrollo autocentrado y duradero, todos somos inversores porque más que los capitales extranjeros que riman con externalización, mala gestión y corrupción, nuestro compromiso moral, intelectual y físico es potencialmente creador de riquezas, factor de reconciliación y de paz duradera.

«Hagamos igualmente que el mercado africano sea el mercado de los africanos. Producir en África, transformar en África y consumir en África. Produzcamos lo que necesitamos y consumamos lo que producimos en lugar de importarlo». (Thomas Sankara)

La tarea es difícil, nuestro sueño de futuro no ha envejecido. Atrevámonos con una nueva utopía. No esperemos a que un presidente salga elegido en el dolor, el miedo y el odio. Nuestra memoria colectiva, nuestro imaginario y nuestros conocimientos determinan nuestras elecciones, nuestra manera de vivir juntos y de proyectarnos hacia el futuro. Comencemos desde hoy a escucharnos unos a otros, a hablar los unos a los otros, a cuidar los unos de los otros y a amar aún más a nuestro país. Sabiendo lo duro que es, reguémoslo con amor y perseverancia tal y como Bouna Boukary nos exhorta.

«¡Fíjate! Un día se nos pidió

Regar una roca

Hasta que verdeara

Pues la roca es dura.

Una roca es eterna.

Los perezosos se retiraron

Diciendo en todo momento «es una locura»

Nosotros, empezamos ese mismo día,

Y durante cinco años fue un suplicio

Y cuando la roca se cubrió de musgo

Era medianoche, medianoche de septiembre

Y la hemos bautizado Malí.»

(Bouna Boukary Diouara -Le rocher en feuille- enero 1977)

Firmantes: Aminata D. Traoré (Essayiste) Seydou Badian Kouyaté (Écrivain), Mahamadou Karamoko Bamba (Penseur africain/Trésor vivant) Issa N’Diaye (Philosophe), Richard Toé (Consultant en communication), Youssouf Traoré (Administrateur civil à la retraite), Ismaël Diabaté (Artiste-peintre), Adama Samassekou (Linguiste), Boubacar Coulibaly (Économiste), Mamadou D. Traoré (Enseignant à la retraite), Ismaël Samba Traoré (Éditeur), Mandé Alpha Diarra (Écrivain), Boubacar Boris Diop (Écrivain), Hamidou Magassa (Écrivain), Coumba Touré (Écrivaine), Diadié Yacouba Dagnoko (Enseignant à la retraite), Sékou Bougadari Traoré (Professeur physico-chimie), Demba Moussa Dembelé (Économiste), Cheick Oumar Sissoko (Cinéaste), Nathalie M’Dela-Mounier (Enseignante), Awa Meité (Artiste), Broulaye Bagayoko (Économiste), Abdoulaye Sangaré (Avocat), Gaoussou Diallo (Enseignant), Moussa Diawara, Amadou Traoré (Journaliste), Omar Sylla (Enseignant/Éditeur), Mamadou Goïta (Économiste), Many Camara (Chercheur), Filifing Sacko (Acteur culturel), Denis Dougnon (Sociologue/Éducation), Brema Ely Dicko (Sociologue), Sidiki Kouyaté (Journaliste), Mamadou Sylla (Imprimeur), Naffet Keita (Anthropologue), Mamadou Bani Diallo (Critique littéraire), Lassana Cissé (Professionnel du patrimoine), Josué Mander Sandjiman (Economiste), Mariam Sidibé (Professeur), Massa Coulibaly (Artiste/Comédien), Juan Montero (Philosophe et traducteur du manifeste en espagnol), Antonio Lozano (écrivain)