Después de arremeter contra Staffan de Mistura, Rabat ha puesto tales condiciones para que siga ejerciendo su labor que, en la práctica, lo está recusando como hizo con dos de sus predecesores
Staffan de Mistura debe de pensar que de la larga lista de cargos que ha desempeñado en Naciones Unidas el que ejerce ahora es el más difícil. Antes fue representante especial o personal del secretario general de la ONU para el sur de Líbano, para Irak y después Afganistán. Desde octubre de 2021, es el enviado del secretario general para el Sáhara Occidental.
De Mistura, de 77 años, sueco e italiano a la vez y exviceministro de Asuntos Exteriores de Italia, ha podido hacer bien poco desde que hace 29 meses António Guterres, el secretario general, le eligió para este puesto. Da la impresión de que hará aún menos en el futuro porque, como titula el diario digital marroquí Le Desk, a ojos de Marruecos De Mistura «ya ha quedado descalificado».
Ser mediador, por cuenta de Naciones Unidas, entre Marruecos y el Frente Polisario enfrentados por el Sáhara Occidental, es una tarea ardua. En casi 2,5 años de mandato, De Mistura solo ha podido viajar una vez a esa antigua colonia española de la que se ocupa a causa de las drásticas condiciones impuestas por la diplomacia marroquí.
Anunciada oficialmente para julio de 2022, De Mistura se vio obligado a cancelar su primera visita a El Aaiún, la capital del Sáhara, porque la diplomacia marroquí le puso múltiples trabas. Las presiones de EEUU lograron, por fin, que fuera allí y a Dajla (antigua Villa Cisneros) 14 meses después, pero a condición de reunirse con todas aquellas asociaciones saharauis que proclaman su orgullo de pertenecer a Marruecos. Pese a todo, logró hacer un hueco en su agenda para entrevistarse con alguna de las que abogan por la autodeterminación del pueblo saharaui, como la que encabeza la activista Aminatú Haidar.
Muy a finales de enero pasado, De Mistura viajó a Pretoria para intercambiar puntos de vista con un gobierno sudafricano que, después del argelino, es el más firme apoyo del Polisario en África. La diplomacia marroquí dio entonces rienda libre a su animosidad hacia el mediador de Naciones Unidas.
El ministro marroquí de Asuntos Exteriores, Nasser Bourita, y el embajador de Marruecos ante Naciones Unidas, Omar Hilale, se turnaron para arremeter contra De Mistura por haber osado desplazarse a Pretoria y le formularon de paso varias advertencias. Sudáfrica es «una voz disonante, sin influencia ni peso alguno en este asunto», recalcó Bourita el mes pasado. «Cuando se trasgreden [algunas reglas] Marruecos toma las medidas adecuadas«, añadió.
«Marruecos ha advertido de las consecuencias de su viaje a Sudáfrica sobre el proceso político»
«Múltiples elementos descalifican a Sudáfrica (…)» empezando «porque ese país reconoce la entidad quimérica» fundada por el Polisario, insistió Omar Hilale. «Pretoria ha sido y sigue siendo tóxica», añadió. «Marruecos ha advertido claramente de las consecuencias de su viaje sobre el proceso político«, concluyó.
Para averiguar en qué consisten esas consecuencias, hay que leer los diarios marroquíes con mejor relación con el ministerio que encabeza Bourita. «Rabat ha decidido no mantener relaciones con De Mistura, a menos que él no plantee un calendario formal para la celebración de mesas redondas [de negociación] que incluyan a Argelia y que cesen las provocaciones armadas por el Polisario (…)», escribe Le Desk.
Son dos condiciones imposibles de cumplir, según opinan fuentes diplomáticas, que confirman la primera de ellas. Argelia rehúsa participar en una negociación sobre el Sáhara en pie de igualdad con Marruecos porque sostiene que no es parte del conflicto. Su papel es de apoyo al Polisario, que es, insiste, con quién debe negociar la diplomacia marroquí como sucedió años atrás. La segunda exigencia es aún más inalcanzable porque significa que la guerrilla saharaui debería suspender la guerra de muy baja intensidad que libra contra Marruecos en el Sáhara desde noviembre de 2020.
Sin recusar así abiertamente a De Mistura, la diplomacia marroquí le impide seguir trabajando. Confía, probablemente, en que acabe renunciando a su cargo. Tiene experiencia en desembarazarse de los mediadores. Ya lo logró en 2004 cuando James Baker, que había sido nada menos que secretario de Estado de EEUU, dimitió. Había logrado que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobase por unanimidad un plan, que llevaba su nombre, y que incluía una solución escalonada al conflicto. Marruecos se negó a aplicarlo y nadie le presionó para que lo hiciera.
Christopher Ross, otro diplomático estadounidense que también trató de mediar, no acababa de dimitir como anhelaba Rabat. La diplomacia marroquí no tuvo más remedio, para deshacerse de él, que declararle persona non grata para poner fin así en 2017 a la misión que le había encomendado el entonces secretario general, Ban Ki-moon. Como explicó Ross en una carta, publicada el mes pasado en un digital marroquí, que le había vapuleado, «Marruecos parece aplicar el principio según el cual si yo no estoy con él, estoy contra él».
Hasta finales de enero, el ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, no paraba de reiterar su apoyo a De Mistura. «No creo que haya un solo país en el mundo con el que Staffan de Mistura mantenga un diálogo más intenso» que con España, declaró en la Comisión de Asuntos Exteriores del Congresoo. Desde que se produjo el encontronazo entre el enviado de Naciones Unidas y la diplomacia marroquí, Albares guarda silencio.
En su rueda de prensa en Rabat, el presidente Pedro Sánchez habló del Sáhara, pero omitió mencionar a Naciones Unidas y al enviado al que el secretario general ha encomendado que se ocupe de ese conflicto.
Sánchez ni Albares no han llegado, sin embargo, tan lejos como José Manuel García-Margallo, ministro de Asuntos Exteriores (2011-2016). En una rueda de prensa en Rabat, en junio de 2012, secundó prácticamente las críticas marroquíes contra Christopher Ross, entonces aún mediador de Naciones Unidas. «Sería bueno que avanzase en el dosier más rápido y se centrase en los temas centrales de ese contencioso en vez de perderse en temas accesorios», declaró dando así satisfacción a sus anfitriones marroquíes.
Al mes siguiente de que la diplomacia marroquí lanzase esa salva de diatribas contra Staffan de Mistura, el PSOE abrió a principios de marzo las puertas de su sede de la madrileña calle Ferraz a una delegación del Movimiento Saharaui por la Paz (MSP) al que el Centro Nacional de Inteligencia describió, en un informe de 2021, como una «organización pantalla» de la Dirección General de Estudios y Documentación, el servicio secreto exterior marroquí.
En Ferraz se celebraba esos días el Consejo de la Internacional Socialista con cuyos asistentes, Hach Ahmed Baricalla, que encabeza el MSP, se hizo múltiples fotos que después subió a la web del movimiento. El Frente Polisario, que es observador en la Internacional Socialista, no estuvo presente en la sede del PSOE en Madrid.