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La lucha por la vida de Aminetu Haidar

Más allá de lo posible

Fuentes: Rebelión

1. Aminetu Haidar está en El Aaiún, en su casa, con su pasaporte y con su dignidad. Ha dicho que es una victoria de la legalidad internacional y de los derechos humanos. De acuerdo, pero es también y sobre todo la victoria de un ser humano, de su entereza, de su coraje, con la ayuda […]

1. Aminetu Haidar está en El Aaiún, en su casa, con su pasaporte y con su dignidad. Ha dicho que es una victoria de la legalidad internacional y de los derechos humanos. De acuerdo, pero es también y sobre todo la victoria de un ser humano, de su entereza, de su coraje, con la ayuda de gente solidaria frente a dos Estados y dos políticas de Estado.

Esta dimensión de desafío personal, concreto, en la que la dimensión colectiva, política sin duda, se encarna no en un líder carismático, sino en una militante de un pequeño país ocupado, la señalaron los hermanos Bardem, y llevaban razón. Por cierto, si hablamos de gente solidaria, hay que poner en primer plano a esos, y esas, que llamamos cordialmente «los artistas». Su compromiso con la causa saharaui (que, vamos a reconocerlo, ha venido ocupando un papel muy pequeño en las acciones solidarias de la «izquierda alternativa) viene de lejos; ahora muchos de ellos lo han convertido en un acompañamiento cercano y fraterno con Aminetu, allí mismo, una actitud que no forma parte del repertorio de la izquierda política anticapitalista. Lástima. Además, Guillermo Toledo ha sido un corresponsal fiable que nos ha dado informaciones valiosísimas para desmontar las trampas en las que Exteriores intentó que cayera Aminetu.

Aminetu ha vencido al régimen que la torturó, la secuestró, la expulsó de su tierra y quiso humillarla exigiéndola vasallaje al rey-sátrapa. Éste es uno de esos raros acontecimientos que parece que limpian el mundo, que generan esperanza.

Pero hay una dimensión más en esta victoria que no podemos olvidar: es una victoria contra la real-politik, contra el se ha hecho «todo lo posible» o «la correlación de fuerzas no permite» que Aminetu lograra las exigencias tan elementales y radicales que han sido la energía de su combate (me he referido a estos temas en un artículo anterior http://www.vientosur.info/articulosweb/noticia/?x=2664).

La lucha política de la izquierda, cuando merece ese nombre, consiste en ir más allá de lo que el sistema sanciona como «posible». Aminetu asumió objetivos legítimos y se dispuso a luchar por ellos sin admitir que nadie le dictara su imposibilidad. Que haya vencido debería ser un formidable impulso para las luchas y los proyectos que nacen en condiciones desfavorables, con más razones que fuerzas, porque muestra que la propia lucha puede abrir brechas en el muro de la resignación, en ese mensaje de la inutilidad de la rebelión, del «no hay vida política fuera de las instituciones» con el que se nos adormece cada día.

2. Esta victoria ha sido también un revelador sobre el sistema político español: el gobierno, desde luego, pero no sólo el gobierno. Es hasta divertido ver y escuchar a Moratinos haciendo piruetas para confesar finalmente que sabía con anticipación todos los pasos que el gobierno marroquí fue dando en el secuestro y expulsión de Aminetu, pero que se opuso a ellos, si bien terminó aceptando «por razones humanitarias» su desembarco en Lanzarote, el cual es por otra parte «perfectamente legal», etc., etc. Es bonito también ver a todo un ministro español buscando protección tras una nota en la que una humilde mujer saharaui le había mostrado su «agradecimiento» (nota que con toda probabilidad se la han extraído con sacamuelas; antes de subir al avión Aminetu ya tuvo buen cuidado de volcar su gratitud en la gente solidaria, excluyendo a cualquiera de los ministros y adjuntos españoles que la habían acosado). Quizás valga la pena, más adelante, hacer una especie de agenda comentada de las andanzas del gobierno durante este mes. No conviene olvidar estas cosas, aunque sólo sea porque ellos no se olvidan de lavar su imagen cada tarde y cada mañana, y ya estamos en plena campaña sobre el «impecable» trabajo de la diplomacia española, Moratinos el ministro que siempre dice la verdad y esas cosas.

3. Pero es interesante ir más allá del gobierno. En primer lugar, comparando la proposición no de ley aprobada por el Congreso el pasado día 15 «sobre la solidaridad con la señora Aminetu Haidar» con la nota de prensa difundido por la secretaría de Estado de Comunicación apenas dos días después, tras la salida de Aminetu de Lanzarote. El punto 5 del texto del Congreso dice: «5.- Seguir defendiendo las resoluciones aprobadas por el Congreso de los Diputados en el sentido de que el estatuto definitivo del Sahara Occidental respete la legalidad internacional y sea el resultado del libre ejercicio del derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación mediante referéndum de acuerdo con la Carta de Naciones Unidas y las resoluciones del Consejo de Seguridad.» Por su parte, la nota de prensa, además de avalar el compromiso del Rey y el gobierno de Marruecos «con la democracia y la consolidación del Estado de Derecho» y ratificar el apoyo a que Marruecos obtenga el estatuto avanzado en sus relaciones con la UE, termina con esta frase impagable: «Mientras se resuelve el contencioso, en conformidad con la posición de Naciones Unidas, España constata que la Ley marroquí se aplica en el territorio del Sahara Occidental.» La palabra mágica es «constata». O sea, para que ustedes lo entiendan, el gobierno español apoya en la intimidad el derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui, pero a la hora de hacer política «constata» la ocupación del Sahara, un problema que tampoco es tan grave, porque el gobierno «constata» también el compromiso de ese régimen con la democracia y la consolidación del Estado de derecho. Dice Moratinos que el gobierno no ha hecho ninguna «concesión» a Marruecos y, por una vez, hay que darle la razón. Efectivamente, el gobierno desde el comienzo de la crisis a la nota de prensa, pasando por lo del «interés general» ha mantenido su política tradicional respecto a Marruecos, con todo su cinismo y todas sus complicidades. Esa será también su política futura.

Entonces, ¿por qué el grupo socialista se empeñó en lograr una posición de consenso en el Congreso y para lograrla no le importó que contuviera posiciones totalmente ajenas a la política del gobierno? Hubo algún ingenuo que habló de «desautorización del Congreso al gobierno». ¡Qué tontería! La resolución parlamentaria estaba controlada por el gobierno hasta la última coma. Y al gobierno español, como por otra parte al marroquí, le tienen sin cuidado unas palabras de más o de menos sobre el derecho de autodeterminación; ambos gobiernos saben que esas palabras no van a afectar a la política, ni a los «intereses comunes». En realidad, el objetivo real de la moción parlamentaria era acorazar al gobierno si Aminetu hubiera muerto. Ahora debe estar ya cogiendo polvo en algún archivador.

La moción tuvo un efecto colateral malsano, cuyo impacto ha quedado muy reducido por la evolución de los acontecimientos, pero que no conviene olvidar. Antes de que se hubiera secado la tinta del «consenso parlamentario», ya se estaba constituyendo otro «consenso» para que las instituciones de la izquierda controlaran las movilizaciones de solidaridad, excluyendo a organizaciones comprometidas con la solidaridad con Aminetu desde el primer momento y en las situaciones más difíciles. No es extraño que el PSOE quisiera tener bajo control movilizaciones cuya dinámica natural, con Aminetu en huelga de hambre, hubiera sido muy duramente crítica con el gobierno. Tampoco extraña que CC OO y UGT, que el día 12 limitaban su solidaridad con Aminetu a «razones humanitarias» (los usos de lo «humanitario» en todo este proceso merece un tratamiento especifico, que habrá que hacer más adelante), estuviera también en ese camino. Pero que IU participara en el asunto es una prueba más de que la refundación no ha cambiado nada y que las alianzas políticas que realmente le interesan están en sede parlamentaria.

No está claro si habrá o no manifestación el sábado 19. Pero las condiciones de la convocatoria, con un manifiesto peinado de cualquier referencia que pudiera sonar a crítica al gobierno, incluyendo expresiones de la propia Aminetu, y en la que figuran finalmente en letra infinitesimal organizaciones indudablemente comprometidas con la causa saharaui, mientras que en mayúsculas está hasta el fantasma del Foro Social de Madrid, es un mal signo sobre los problemas pendientes de la izquierda en Madrid.

4. A otro nivel, las invocaciones a la intervención del Rey han mostrado también otros de estos problemas. La enfermiza creencia en el «prestigio» y la «influencia internacional» del Rey forma parte de paisaje habitual de las tertulias y la crónica rosa. Pero ver a políticos veteranos de organizaciones de izquierda tomársela en serio es alucinante. El espectáculo de los portavoces parlamentarios discutiendo sobre si la expresión «al más alto nivel» contenida en la moción del Congreso se refería o no al Rey ha sido de traca. ¿No saben que la «influencia» del Rey sólo existe cuando hay intereses materiales comunes, como es efectivamente el caso con el rey de Marruecos, y está al servicio de esos intereses? ¿No saben que el atrezzo de la Corona impone que sólo se aparezca en escena para recibir el aplauso previamente pactado? ¿No saben que estas absurdas peticiones de intervención real terminan alimentando la mitología monárquica y desactivando la presión social Tiene narices que Paul Laverty y Ken Loach comprendan mejor estos asuntos que algunos republicanos de por aquí.

5. Aminetu ha vencido, pero la causa saharaui, que es su causa, y debería ser también, siempre y en la práctica, la nuestra, está muy lejos de la victoria. Es verdad que la lucha de Aminetu la ha vuelto a poner en la agenda política internacional. Pero es un tema molesto para quienes gobiernan el mundo y procurarán que vuelva cuanto antes al archivo de las cuestiones pendientes, en el mejor de lo casos una cuestión humanitaria, que se resuelve con algunos proyectos de cooperación, pero nunca una cuestión política que desestabilice a los aliados básicos como Marruecos. No podemos dejar que se apague la conciencia renacida de que tenemos un compromiso con el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui y, por eso mismo, con quienes luchan por él y sufren torturas, humillaciones, largos y durísimos encarcelamientos. Para empezar, ese compromiso debería estar bien visible cada día de la próxima presidencia española de la Unión Europea, y muy especialmente en la prevista cumbre, cumbre de la vergüenza, entre Marruecos y la UE.

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.