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Más allá del gesto heroico de Mamoudou, es África la que acude en auxilio de Occidente

Fuentes: Umoya

El sábado 26 de mayo de 2018 se desarrolló una escena espectacular en plena ciudad de París en la calle Marx-Dormoy, en el distrito XVIII. Gritos estridentes de los vecinos, después muchos transeúntes ante un niño de cuatro años, suspendido del cuarto piso de un edificio. En ese preciso momento, un sin papeles de 22 […]

El sábado 26 de mayo de 2018 se desarrolló una escena espectacular en plena ciudad de París en la calle Marx-Dormoy, en el distrito XVIII. Gritos estridentes de los vecinos, después muchos transeúntes ante un niño de cuatro años, suspendido del cuarto piso de un edificio. En ese preciso momento, un sin papeles de 22 años, llamado Mamoudou Gassama y de origen maliense sale de su casucha para comprar el pan. Sin vacilar, sin contentarse con hacer fotos con su GSM (teléfono móvil), instintivamente se pone, en apenas 30 segundos, a escalar la fachada de un edificio hasta el cuarto piso para salvar a un niño de cuatro años suspendido en el vacío. Cuando los bomberos llegaron al sitio, todo había acabado.

El vídeo casero de su acto de valentía realizado por un transeúnte dará la vuelta al mundo en los medios convirtiéndose en viral con millones de clics. Es veinticuatro horas más tarde cuando Mamoudou Gassama contará con sus propias palabras lo que pasó: «vi mucha gente gritando, y coches que tocaban el claxon. Salí, corrí para ver cómo salvarlo. Conseguí llegar al balcón, así subí y, a Dios gracias, lo salvé. Tuve miedo cuando salvé al niño y luego, cuando estaba en el salón, me eché a temblar, no lograba tenerme en pie, tuve que sentarme».

Esta historia me hace pensar en el relato semejante de Lassana Bathily, otro maliense empleado en el supermercado casher de la cadena Hiper Cacher en el que los clientes son esencialmente judíos. El viernes 9 de enero de 2015 hacia las 13 horas, trabajaba en el sótano de la tienda en el momento de la llegada de Ahmed Coulibaly, un terrorista que matará a cuatro personas y secuestrará a los otros clientes. Lassana Bathily, en el sótano habría guiado entonces a varios clientes hacia una cámara frigorífica que se puede cerrar desde dentro, ayudando a esconderse a un grupo de seis personas, entre ellas un bebé. Otros rehenes, que intentaron esconderse en la segunda cámara frigorífica que no cierra por dentro, son forzados a subir a la tienda y descubren los cuerpos de las víctimas.

Lassana Bathily llega a salir del Hiper Cacher gracias a un montacargas y una salida de emergencia. Es interceptado por los policías del RAID. Les da espontáneamente informaciones sobre la configuración de la tienda, las llaves de ésta (entre las que están las de la persiana metálica automática entonces bajada). Estas llaves van a ser utilizadas en el asalto por el RAID y la BRI para levantar la persiana de hierro de la puerta de entrada principal. Todos estos elementos son primordiales y decisivos para el salvamento de los rehenes.

Estos numerosos gestos heroicos de los jóvenes africanos que ponen su vida en riesgo para salvar otras vidas dan la clave de una nueva interpretación del encuentro de África con Europa. En este proceso de autodestrucción devastaste donde se entrena la actual élite política, toda África se niega a verse perseguida por una imagen caricaturesca y un estatuto de tierra de violencia que verdaderamente no refleja su alma profunda.

Las élites africanas, negándose a aplicar la fuerza de la ley en las diferentes peripecias de crisis, imponen al continente negro el estatuto de patología generalizada de una África enferma y miserable en el concierto de las naciones.

El doble gesto espectacular de Mamoudou y de Lassana pretenden ser una reescritura de la historia de África por África. África de todos modos la de abajo, constituida por estos sin papeles deshonrados por todos y tratados como subhombres o simplemente como chusma, sin derecho y sin consideración ninguna, llegados a la ventura al viejo continente para buscar nuevas alianzas que pueden salvar a sus pueblos y familias de la asfixia generada por la violencia de nuevas reglas socioeconómicas de la globalización. En realidad, no están al asalto para salvar únicamente sus propias vidas ni la de los suyos. Están allí para salvar la VIDA sin mas. «No reflexioné sobre el peligro que corría. Quería salvar una vida» repetía esa mañana Mamadou ante el presidente Emmanuel Macron, visiblemente admirado de este héroe africano.

Estos numerosos gestos de ayuda humanitaria traducen la voluntad de estos africanos anónimos de producir un discurso auténtico de África sobre ella misma y por ella misma. Es un verdadero combate contra los falsos clichés que el mundo quiere colgarle con vistas a re -formalizar la identidad africana- la verdadera -caracterizada por el servicio de la Vida. La vida con mayúscula, llamada a ser defendida en toda circunstancia, sin tener en cuenta el color de la piel de la víctima, ni sus orígenes ni sus tendencias religiosas.

Recuerdo muy claramente otra historia vivida en Roma. Un compatriota congoleño que trabajaba en la ciudad eterna hizo venir a sus parientes de vacaciones prolongadas en 2008 y justo al lado de la casa donde vivían, un sexagenario italiano acababa de perder a su mujer. Después del entierro de su esposa, este señor convertido en un viudo inconsolable comenzó a deprimirse y a volverse alcohólico. Estos parientes de origen congoleño, además muy creyentes, van a organizarse para correr en su ayuda. Durante largos meses, van a hacerle compañía por las tardes y rezan con él la oración del rosario. Este italiano saldrá rehecho y testimoniará públicamente ante sus compatriotas italianos. «Estoy vivo gracias a esta pareja african » repetirá a todo el quiera oírlo.

La filosofía africana tradicional de «kimuntu» (ubuntu en África austral) es la matriz explicativa de estos numerosos gestos que vemos multiplicarse en la diáspora por parte de los que a menudo son tratados como subhombres. Los africanos han aprendido a distinguir entre la pobreza (falta de bienes materiales) y la miseria (privación de humanidad). En la primavera de 2003, mientras que los americanos se habían decidido a lanzar toneladas y toneladas de bombas sobre poblaciones inocentes de Bagdad, no estamos dispuestos a olvidar el comentario de este vendedor callejero en Dakar, expresando su visión de la superpotencia mundial: «¡Los americanos dan pena!». Está todo dicho … Dan pena tanto por los daños colaterales infligidos por su cultura de destrucción al resto del mundo como por los signos visibles de algo que está muerto en ellos, este algo que los africanos de Norte a Sur, de Este a oeste llaman sabiamente «lo humano » y que vale más que todo el oro del mundo.

El gesto cometido anteayer por Mamoudou o en 2015 por Lassana y tantos otros que no son mediatizados se inscriben en esta filosofía de kimuntu que da a todo adulto africano el deber sagrado de ocuparse y de proteger colectivamente la vida de los más pequeños.

Son pues gestos normales en África porque allí un joven en dificultad o el cogido en flagrante mientras comete una incorrección en público puede ser reprendido por cualquier «tío» o adulto, en ausencia de sus padres.

En medio de tanta negación y por muy paradójico que esto pueda parecer, África todavía dispone de una arma política eficaz: su benevolencia hacia el prójimo, su compasión frente al que está en peligro; su hospitalidad, su vitalidad, su humanismo hacia el prójimo, su lazo social y su calor humano capaz de transformar el invierno europeo en concierto de risas. El apoyo y la ayuda recíproca, la matriz cultural africana: «soy lo que soy en virtud de lo que somos colectivamente» constituye este genio propio de África y puede convertirse en la clave en favor de las civilizaciones que han acumulado riquezas pero que han perdido el alma.

Como Lassana, Mamoudou va a adquirir, en los próximos días, la nacionalidad francesa y, la guinda del pastel, un empleo entre los bomberos gracias a su gesto lleno de humanismo. Pero mirando bien las cosas en profundidad, probablemente es en el terreno cultural y espiritual en el que África está conquistando el consenso del mundo. África está corriendo en socorro de un Occidente carente de humanidad.

Texto original en francés.

Fuente: https://umoya.org/2018/06/20/mas-alla-del-gesto-heroico-de-mamoudou-es-africa-la-que-acude-en-auxilio-de-occidente/