Una vez más, las miradas en Occidente se vuelcan hacia los países vecinos del norte de África. En esta ocasión ha saltado a la palestra informativa Mauritania y el terrorismo. Pero la situación viene siendo inestable desde hace tiempo. En primer lugar, el país intenta recomponerse de una crisis política que atraviesa desde el golpe […]
Una vez más, las miradas en Occidente se vuelcan hacia los países vecinos del norte de África. En esta ocasión ha saltado a la palestra informativa Mauritania y el terrorismo. Pero la situación viene siendo inestable desde hace tiempo. En primer lugar, el país intenta recomponerse de una crisis política que atraviesa desde el golpe de Estado perpetrado el 6 de agosto de 2008 por la misma persona que ahora dirige el país y tras unas elecciones poco claras el pasado 5 de agosto; su nombre es Mohammed Ould Abdelaziz.
La arquitectura política débil y las desigualdades latentes sacan a relucir problemas estructurales que ahora quedan relegados por las prácticas de al-Qaeda en el Magreb. Por ejemplo, la pobreza, que afecta a prácticamente el 50% de los mauritanos, según el informe Africa Outlook de 2009. Las autoridades se han dedicado, dentro del Marco Estratégico de Reducción de la Pobreza, a implementar las medidas necesarias para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio para 2015. Pero los indicadores sociales señalan un progreso insuficiente para lograr esos objetivos. El Índice de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo es de tan sólo un 0,55, y Mauritania ocupa el puesto 137 en una lista de 177 países.
La esclavitud pervive
La esclavitud en el país sigue la senda a la pobreza. También se ha elaborado una estrategia tras la aprobación de la ley relativa a la abolición de las prácticas esclavistas en febrero de 2008 y del Plan de Inserción Económica y Social de los 24.000 refugiados que retornan desde Senegal o Mali.
Para Amadou Alassane Mbow, secretario general de la Asociación Mauritana de Derechos Humanos, esta práctica se da sobre todo en las zonas rurales pero también en los ámbitos urbanos y está relacionada con la mentalidad de la gente. «La práctica tiene consecuencias muy graves y además está siendo utilizada por las comunidades árabe-bereber. Hay que abolirla, no se puede continuar con esta muestra dantesca de servidumbre. Además, serían necesarias leyes de acompañamiento para las personas que quisieran librarse de esta condición de esclavos. El alcance de esta práctica no se puede calcular».
Mbow destaca que hay dos perspectivas interesantes a trabajar en los derechos humanos: la primera, trabajar para la protección y promoción y la segunda, un programa de concienciación ciudadana para cambiar las mentalidades en la sociedad mauritana, una mentalidad feudal histórica. «Tiene que quedar claro que poner la democracia en marcha no es tan complicado porque la sociedad mauritana ya lo experimentó desde 2006 a 2008. ¿Será entonces que no interesa?». La clave, según Mbow, son los movimientos sociales. «El último golpe de Estado se ha enfrentado a una oposición real popular formada por partidos políticos, sindicatos, asociaciones de derechos humanos y asociaciones de mujeres, que llamaron al boicot en las últimas elecciones. Hay que seguir trabajando en este sentido».
El mutismo de la prensa para denunciar las prácticas irregulares y violaciones del Gobierno se reduce en un común denominador: la centralización de los medios de comunicación por parte del Estado. En Mauritania se sigue luchando por la libertad de prensa, regulación que todavía no ha reformado el nuevo régimen. Desde las asociaciones pro derechos humanos tienen una argumentación clara: «Queda mucho por hacer y, mientras, siguen ocurriendo violaciones constantes de las que la población no se entera. Tiene que haber una legalización de los medios opositores al régimen», sentencia Mbow.
Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/Mauritania-entre-la-esclavitud-y.html