Marruecos no solo desea ocupar el territorio, sino acabar con toda la cultura y las costumbres saharauis, con políticas basadas en la violencia, para que renunciemos a nuestra actividad y cultura.
El joven saharaui Brika Bahi, de 32 años, fue secuestrado el viernes 28 de febrero de 2025, alrededor de las 18:50 horas, en el barrio de Taawun, cuando salía del mercado municipal. Un grupo de individuos, presuntamente pertenecientes a los servicios de inteligencia marroquíes, lo interceptó y lo forzó a subir a un vehículo.
He tenido la oportunidad de entrevistar a Brika sobre lo ocurrido. Quise que Brika tuviera la oportunidad de contarlo de primera mano.
Lo primero que quiero preguntarte es: ¿qué fue lo que te hizo pasar del pensamiento a la acción? ¿En qué momento pasaste de no tener redes sociales a compartir la causa saharaui?
Dame un segundo, estoy en una cafetería, está llena de colonos, hay mucha policía infiltrada. Me voy a alejar para poder hablar más tranquilo.
(Pasan un par de minutos…)
A ver, te cuento. Yo llevaba varios años en el activismo, no de forma activa organizando. Solo participaba en manifestaciones en las zonas ocupadas o actividades, desde el 2009. Pero no formaba parte de organizar estas cosas. Con la llegada de las redes sociales y el Tik Tok, empecé a ver muchas cosas, que la causa aún sigue viva.
Además, esto se ha sumado a toda la discriminación que sufrimos los saharauis en los territorios ocupados. Todos vimos el caso de Sultana Khaya, el caso de su violación. Respecto a la discriminación que sufrimos los saharauis en todo tipo de ámbitos en los territorios ocupados, me llevó a mantenerme en esto. Creo que nuestra causa es justa y que debemos luchar por ella. Después de todo esto, lo único que deseo es el fin de la ocupación marroquí.
Una de las razones que me hicieron iniciar la acción —aunque ya antes tenía ese pensamiento en contra de la ocupación— fue que mi abuela, que llevaba muchos años teniendo un terreno a las afueras de El Aaiún, vio cómo el ejército de ocupación marroquí destruyó toda esa zona y la declaró propiedad del Reino de Marruecos. Es un terreno que tiene mi abuela desde antes de la ocupación marroquí.
Ellos me dijeron que tienen derecho sobre esas tierras. Por eso hice un video el año pasado en febrero diciendo que ellos ni siquiera tienen derecho sobre el territorio. Esto es el Sáhara Occidental, y es del pueblo saharaui. Ninguna legalidad internacional los apoya.
A partir de ahí, empecé a iniciar mi activismo de forma más seguida. Ahora mismo, si queremos montar una jaima en las playas o en cualquier zona, esto está prohibido desde Gdeim Izik, desde el 2010. Marruecos no solo desea ocupar el territorio, sino acabar con toda la cultura y las costumbres saharauis, con políticas basadas en la violencia, para que renunciemos a nuestra actividad y cultura.
¿Puedes explicarme en más detalle lo del terreno?
Te voy a enviar documentación y un video donde se explica todo con más detalle.
¿Cómo se está viviendo en los territorios ocupados todo el tema de la vivienda pública? Marruecos está repartiendo lotes de vivienda donde los saharauis están siendo sistemáticamente excluidos. ¿Podrías contar un poco más sobre esta situación?
Cuando pasó todo lo que te conté, nació mi hijo. En nuestras costumbres, el nombre del niño o la niña se pone siete días después del nacimiento. Normalmente, se instala una jaima para celebrar, para que todo el mundo venga a comer, y se sacrifica un cordero.
Cuando llegó el 21 de febrero, para que el 28 se celebrara la fecha del nacimiento, puse la jaima el día 27, una fecha que coincide con la proclamación de la RASD. Las fuerzas de ocupación respondieron rompiendo todo: destruyeron la jaima y la destrozaron completamente. Era una jaima alquilada a una empresa que se encarga de organizar este tipo de celebraciones.
Yo dije en ese momento que no tenía ninguna intención política, que estaba totalmente alejado de la política, pero aun así respondieron con violencia. Me causaron daños materiales importantes, y tuve que pagar una indemnización a la empresa encargada de organizar la festividad.
Además, esto lo hicieron en respuesta a la declaración que había hecho en contra de la destrucción del terreno de mi abuela. Esto lo hicieron para que me diera cuenta del marrón en el que me había metido por defender el terreno de mi abuela. Esto es una política que aplican con cualquiera que se declare profrente Polisario o contra la ocupación marroquí: para que la sociedad te excluya, para que, si quieres alquilar un coche, no te vuelvan a dar un coche, porque te lo van a romper y vas a tener que pagar una indemnización; para que la gente con la que estás viviendo te acabe discriminando, para que esto no les salte a ellos en daños físicos o en daños emocionales.
El objetivo de los marroquíes es que la sociedad te tache, para que te vean como alguien con quien no te puedes relacionar por defender esta causa.
Quería volver a preguntarte de nuevo por el tema de las casas y este plan de vivienda pública. Si puedes, comenta esto en detalle.
Después de todo esto, me encargué de culturizarme sobre la cuestión del Sáhara Occidental, de leerme las resoluciones de Naciones Unidas para tener más argumentos con los que justificar la causa e ir en contra del ocupante. Empecé a salir en las redes sociales; en TikTok comencé a hacer directos donde discutía con marroquíes sobre la cuestión del Sáhara. Empecé a tener más visibilidad. Gente como Muhammad Radio Lelilí comenzó a compartir mis fotos y vídeos. Empecé a ser más conocido en los territorios ocupados, y las autoridades marroquíes empezaron a saber quién soy, que soy un activista. El 28 de febrero decidieron detenerme.
¿Cómo fue la reacción de tu entorno cuando decidiste convertirte en activista? Me refiero a tus amigos, vecinos, familia…
Dentro de mi familia hay dos puntos de vista, y ninguno es positivo. Unos creen que estoy loco y otros que soy un suicida, loco por ir en contra del ocupante dentro del territorio donde tiene todo el dominio. Me llaman suicida por eso, por el hecho de empezar desde cero y estar solo.
Esta idea no la tiene solo mi familia, también mi entorno. Los saharauis dentro de la zona ocupada… hay un grupo bastante mínimo de gente que cree en esta idea, que cree en esta lucha, que cree en el sacrificio y en dejarlo todo por la causa. Esa gente es la que me defiende. La mayoría de la gente cree que estoy loco o que soy suicida.
¿Puedes contarnos, con tus palabras, cómo fue el momento en el que te secuestraron?
Para mí eso, realmente no fue una detención, fue un secuestro porque yo sabía que me iban a detener. Lo que no sabía, lo que me pilló por sorpresa, fueron las formas. No me llevaron a un cuartel ni pasé por ningún proceso legal. Me llevaron fuera de la ciudad y empezaron a maltratarme.
El 28 de febrero fui al mercado de la ciudad para prepararme para el Ramadán. Cuando llegué al mercadillo, me sorprendió ver un coche nada más bajar del taxi. Un coche de policía, donde había cinco personas, pero no iban con uniforme militar, sino civil. Cuando a mí me secuestran, no lo hacen en ese coche, lo hacen en un coche azul de la marca Dacia. Fue un secuestro en toda regla. Lo primero que hicieron fue taparme la cara y los ojos, ponerme las manos encima de la cabeza. Un coche con cuatro personas, policías vestidos de traje civil. El coche policial que te mencioné antes estaba delante de este coche.
Cuando estaba en el coche con esas personas, su única función era el secuestro, no me maltrataron ni me hicieron nada, solo me estaban secuestrando. Cuando llegamos al punto, las personas que me iban a torturar estaban esperando ahí. No sé exactamente cuánta gente había, pero calculo que había dos o tres coches esperando a las afueras de la ciudad. Sé que eran bastantes personas, porque para estar ahí tuvieron que ir en varios coches.
Cuando me bajan del coche, lo hacen al revés. Me atan las manos con unas esposas atrás, me quitan la ropa, dejándome desnudo, y me tumban en la arena. Cuando me desnudan completamente, empiezan a torturarme. No me preguntan ni quién soy, ni qué hago, ni con quién colaboro. Ninguna pregunta. Solo empiezan a hacerlo. Me empiezan a dar golpes en los glúteos. Mientras me torturaban, había dos personas que me agarraban de los brazos. Cada vez que gritaba o suplicaba que me dejaran, me tiraban de los brazos más fuerte y me pegaban más. Hasta el punto en el que me mareé. Ahí me dieron en la cara y me echaron agua para que me despertara.
Cuando me esposaron, me taparon la cara y me empezaron a obligar a hacer posturas inhumanas e indignas de un ser humano. Creo que me estaban haciendo fotos para quitarme la dignidad. Además, después me quitaron la venda de la cabeza con amenazas de todo tipo. Empezaron a decirme que si abría un ojo, me matarían. Me siguieron obligando a hacer más posturas inhumanas, con todo tipo de insultos y amenazas.
Después de todo esto, empezaron a jugar con un palo, dando a entender que me lo iban a meter… No lo hicieron, pero estuvieron todo el rato jugando con la idea de hacerlo.
(En este momento, Brika Bahi se rompe. Llora en silencio. Hacemos una pausa. Dejamos que respire, que se recomponga. La entrevista se detiene durante unos minutos.)
En este momento, me tumban boca abajo, en la misma postura en la que me habían puesto al principio. Mi cabeza no la habían tocado; lo único que habían tocado era la zona más íntima: la parte trasera. Para cualquier persona árabe, nuestra dignidad está ahí. Ellos lo saben. Saben que, si te atacan en esa parte del cuerpo, no vas a hacer nada. No vas a contar nada, no vas a hacer fotos, y así la tortura no saldrá a la luz.
Es una zona que, si la enseñas, como persona, pierdes tu dignidad según las costumbres árabes. Este tipo de estrategias les ha funcionado con mucha gente antes que yo. Muchos sintieron vergüenza de denunciar lo que había pasado, de contar ese tipo de tortura.
Entonces me empezaron a decir: “¿Dónde está el Frente Polisario?”, “¿Dónde está el amor por la patria del que hablas en tus directos de TikTok?”, “Grita ahora, a ver si alguien puede salvarte de lo que te está pasando: los saharauis, el Frente Polisario, o esa causa que defiendes en redes sociales”.
Cuando empezaron a hablar conmigo, teniéndome con la cara tapada, esposado y boca abajo, me obligaron a decir frases como “¡Viva el rey!”, “¡Viva el Sáhara marroquí!” y “¡Muerte al Frente Polisario!”. Querían que mostrara un supuesto apoyo a la ocupación, hacerlo parecer real. Todo esto mientras me decían cosas violentas, amenazas, insultos.
Cuando dejaron de obligarme a repetir esas frases en contra de mi voluntad, comenzaron a quitarme la venda de los ojos. Las personas que estaban allí… calculo que eran entre diez y diecisiete. Cuando terminaron de hablar, a una de estas personas le llegó una llamada. Puso el altavoz, y escuché claramente cómo desde el otro lado alguien le decía: “Ahí está el perro, ahí está el perro”. Y le respondió: “Escúpele”. Entonces empezaron a escupirme: en la cara, en las orejas…
Después empezaron a hacerme tocamientos en la parte trasera…
Me dijeron: “Si sigues defendiendo la libertad del Sáhara, la próxima vez no serán este tipo de torturas. Será mucho peor. Incluso podemos matarte”.
Cuando terminaron, me dijeron que se iban a marchar. Empezaron a insultarme a mí y a mi familia. Se fueron yendo poco a poco, hasta que solo quedó el Dacia que me había secuestrado. Solo estaba ese coche. Me dijeron: “Si te vemos levantar la cabeza, te matamos”, para evitar que pudiera ver la matrícula. El coche se fue alejando poco a poco.
Se quedaron un par de personas. Yo no había levantado la cabeza, ni pensaba hacerlo. Aun así, esas personas empezaron a tirarme piedras. Gritaban que me habían visto levantar la cabeza, y siguieron tirándome piedras. Pero yo no la había levantado.
Cuando ellos se marchan, me dejan ahí tirado, en la misma postura: boca abajo, desnudo. Yo pensaba que quizás era una estrategia para volver a maltratarme si me movía, así que seguí en la misma posición durante algunos minutos, sin moverme.
Cuando sentí que realmente se habían ido, empecé a levantar la cabeza poco a poco, para ver si había más gente. Estaba en shock. No sabía si todo aquello era cierto, si había terminado.
Esa noche hacía frío. Pero por los golpes, no lo había sentido hasta entonces.
Me di cuenta de que mi ropa seguía ahí, no se la habían llevado. Estaba mojada, no sé de qué. Al lado encontré mi teléfono roto, sin la tarjeta SIM. Las chanclas sí se las habían llevado. Tampoco se habían llevado mi dinero. No era mucho, pero no lo habían tocado.
No sabía muy bien en qué sitio estaba. Vi a lo lejos unos camiones pasando por una carretera, así que caminé hasta allí. La carretera estaba lejos, pero empecé a andar en esa dirección. Cuando llegué, intenté hacer autostop. Nadie paró. Iba con la ropa mojada, sin sandalias… era una carretera con bastante tráfico, pero aun así nadie se detuvo. En ese momento decidí seguir caminando. No tenía claro si estaba en Dora, en Tarfaya… luego me di cuenta de que ese camino estaba al oeste del río Saguia el Hamra. Esa zona es conocida por tener perros salvajes. Intenté coger el camino más corto, pero a mí me dan miedo los perros. Les tiraba piedras. Por suerte, con el ruido de los coches no se acercaron demasiado. Me rondaban, pero nada más.
Cada vez veía con más claridad las luces de la ciudad de El Aaiún. Algunas personas que me reconocieron por TikTok me vieron y me acompañaron hasta un puesto militar en la entrada de la ciudad. No encontramos un taxi. A las afueras, había una familia saharaui en un Land Rover, decidieron llevarme. No les conté nada de lo que había pasado, para no asustarlos. Me dejaron cerca de un hospital. Desde allí, tomé un taxi que me llevó finalmente hasta casa.
Al llegar a casa, compartí lo ocurrido en mis redes sociales. Encontré mucha solidaridad por parte de los activistas saharauis, en la zona ocupada y fuera. Tuve una semana durmiendo boca abajo, porque no podía hacerlo de otra manera por las torturas. Después de todo esto, intenté ir al hospital para obtener un certificado médico de lo que había sucedido, pero los médicos se negaron a darme ese certificado, ya que dijeron que era totalmente prohibido.