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Memoria histórica y desmemoriados

Fuentes: Gara

Ultimamente la memoria histórica está de moda. De pronto todos parecen querer recordar la República, la guerra civil… Izquierda Unida, Batzarre, el PSOE incluso, realizan y acuden a actos reivindicativos de la memoria, donde se habla de reparación, de justicia, de recuperar el ideario de aquellos hombres y mujeres cargados de tantas razones políticas y […]

Ultimamente la memoria histórica está de moda. De pronto todos parecen querer recordar la República, la guerra civil… Izquierda Unida, Batzarre, el PSOE incluso, realizan y acuden a actos reivindicativos de la memoria, donde se habla de reparación, de justicia, de recuperar el ideario de aquellos hombres y mujeres cargados de tantas razones políticas y sociales.

¿Hablan en serio? Porque, si hablan en serio, algunos parece que tienen memoria de limaco. Este verano se celebra el 75 aniversario de uno de los debates más apasionantes de la República en Navarra y en todo Euskal Herria: el debate sobre el Estatuto Vasco. Los ayuntamientos republicanos se sumaron al mismo con la adhesión de todos los ayuntamientos y grupos políticos. Aquellas actas municipales reflejan la división absoluta entre derechas e izquierdas en todos los temas: la reforma agraria; el deslinde comunal; las bases del trabajo agrícola; la jornada de ocho horas; la educación religiosa; la supresión de las procesiones; el voto de la mujer; las casas baratas para los humildes; los bautizos, matrimonios y entierros laicos; la disolución de la Guardia Civil; las nuevas obras públicas; las órdenes religiosas… Pues bien, en el único tema en que apenas hubo discrepancias fue en el del Estatuto Vasco, en cuya necesidad, con los matices que se quiera, coincidían todos los navarros.

«El País Vasco integrado por las actuales provincias de Alava, Guipúzcoa, Navarra y Vizcaya constituye una entidad natural y jurídica con personalidad política propia y se le reconoce como tal el derecho a constituirse y regirse por sí mismo como Estado Autónomo dentro de la totalidad del Estado español», rezaba el primer Estatuto de la Sociedad de Estudios Vascos, aprobado por la aclamación de 427 municipios en la fiesta de Lizarra del 14 de junio de 1931.

Los socialistas y republicanos que presidían la nueva Gestora de Diputación propusieron otro proyecto similar de estatuto, en el que participaron desde la izquierda a los monárquicos navarros. Fue votado en cada ayuntamiento y luego conjuntamente el 10 de agosto del mismo año. Conviene repasar las cifras: de 220 ayuntamientos navarros presentados, 200 apoyaron el Estatuto Vasconavarro; hubo tres municipios en favor del Estatuto navarro, y 15 por ningún estatuto. Lo decía hasta Rafael Aizpún: Navarra era euskaldun.

Tras nueva Constitución Española, que obligó a modificar el texto, en la asamblea en enero de 1932 el 64,46% de los delegados navarros se mostró de nuevo a favor, aunque aumentaron las deserciones, no por el Estatuto Vasco en sí, sino por sus contenidos más o menos laicos o religiosos, que lo dejaron al pairo de los huracanes que sacudían la República.

Al final, el tema religioso y el enfrentamiento con las directrices republicanas hicieron que, después de tres asambleas con el voto abrumadoramente favorable, Navarra quedara fuera del Estatuto por una mínima diferencia. Y trampeada, según demostró Jimeno Jurío en su libro «Navarra jamás dijo no al Estatuto Vasco». Quedan para la historia las palabras iniciales de Constantino Salinas, el líder histórico del socialismo navarro, que muestran lo lejos que estaba de imaginar el resultado de la asamblea:

«Quiero ante todo dar la bienvenida en nombre de Navarra, saludaros en nombre de esta provincia que, como dice el artículo uno del proyecto de Estatuto que va a someterse a vuestra discusión, tiene con Alava, Guipúzcoa y Vizcaya estrecho parentesco de orden étnico, cultural, político y económicoŠ los lazos que, a juzgar por estas incontenibles aspiraciones del País Vasco al promulgar conjuntamente por la autonomía, serán tan fuertes, que es de presumir que a lo largo de la historia venidera de las cuatro provincias no habrá vicisitudes que puedan quebrantarlas».

Fuera del Estatuto Vasconavarro, los republicanos navarros se dieron cuenta de inmediato de que la derecha más fascista, encabezada por «Diario de Navarra» y Víctor Pradera, se había salido con la suya, e intentaron enderezar el entuerto. La ocasión la tuvieron con el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936. El Frente Popular Navarro se dirigió al Gobierno al tener conocimiento de las trabas que se ponían a la unión de Navarra al Estatuto común: «La enemiga de esta posibilidad ­decía el FPN­ procede de las derechas que sistemáticamente han venido boicoteando la formación de Estatutos, que se opusieron al Estatuto Vasco Navarro, que se han opuesto después al vasco y que ahora quieren dificultar la incorporación de Navarra al Estatuto Vasco, que ya en ocasiones anteriores, en principio, acordaron los ayuntamientos navarros». Rechazan un estatuto navarro, ya que «este estatuto aislado vendría a confirmar y afianzar el dominio de las derechas en Navarra… a mantener sojuzgado al pueblo navarro, a impedir que el contacto y trabazón con la democracia vasca diera a las izquierdas de Navarra una mayor representación y fuerza». Por todo ello pedían al Gobierno que no desamparase a las izquierdas navarras y procurasen «facilitar la entrada de Navarra en el Estatuto Vasco, proporcionando una mayor comunidad de fuerzas de izquierdas y de afanes de democratización social entre las cuatro provincias».

Firmaban el escrito el presidente del Frente Popular Navarro y los representantes de Izquierda Republicana, Unión Republicana, Acción Nacionalista Vasca, PSOE, PCE, Juventudes de Izquierda Republicana, Juventudes Socialistas, Juventud Comunista y UGT. Un mes más tarde tres de ellos fueron fusilados y el resto se libraron escapando al exilio o a la clandestinidad. Y desde el exilio y la clandestinidad siguieron demandando el estatuto para las cuatro provincias hasta que, en 1981, el PSOE decidió traicionar su pasado y sumarse a las tesis de Pradera y Del Burgo, tesis que también parecen haber contaminado a Izquierda Unida.

Dice Martín Fierro que olvidar lo que uno quiere es una forma de tener memoria. Por eso es lógico que la derecha navarra quiera olvidar aquella primavera republicana. Lo que no se entiende es que los que tanto hablan de recuperar la memoria sean tan desmemoriados y quieran remembrar el republicanismo sin los contenidos que tuvo en Vasconia, y que hoy siguen estando en el centro del debate político.

Una Navarra aislada y separada del resto de Euskal Herria es lo contrario de lo que defendieron las izquierdas republicanas navarras. Recordar esto es recuperar la memoria. Olvidarlo es echar más paladas de tierra sobre las fosas comunes.

* Jose Mari Esparza Zabalegi es Editor