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Mentiras de la diplomacia estadounidense

Fuentes: Diario ¡Por esto! (Mérida)

Sorprende la credulidad de los estadounidenses. Son capaces de asimilar mentiras tan grandes como la de aquellas armas de destrucción masiva que nunca aparecieron en Irak, la alianza criminal de Saddam Hussein con Osama bin Laden y, peor aún, la posibilidad de que un reducido grupo de invisibles terroristas de escasa calificación técnica y científica […]

Sorprende la credulidad de los estadounidenses. Son capaces de asimilar mentiras tan grandes como la de aquellas armas de destrucción masiva que nunca aparecieron en Irak, la alianza criminal de Saddam Hussein con Osama bin Laden y, peor aún, la posibilidad de que un reducido grupo de invisibles terroristas de escasa calificación técnica y científica pueda haber llevado a cabo los execrables actos del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, de una complejidad que solo contadísimos expertos militares en el mundo altamente desarrollado podrían ser capaces de armar.

Somos muchos los que en el mundo desearíamos ver un despertar de la conciencia de colectiva estadounidense hacia la objetividad y el repudio de las mentiras como medio de manipular a la población que han venido aplicando las élites norteamericanas tanto en política interior como internacional.

Parecería que en las más recientes elecciones presidenciales de EEUU, se ha reflejando un incipiente repudio de la población al sistema bipartidista que los manipula.

En la campaña electoral 2016, desde las primarias en las que participaban decenas de aspirantes a la silla presidencial hasta la etapa final entre el candidato de la derecha «disidente» Donald Trump como Bernie Sanders, identificado como representante de la «extrema» izquierda, la oligarquía pensaba que todo sería igual que siempre: una especie de circo romano en el que se sacan unos a otros los trapos sucios a fin de que quienes dispongan de más dinero para pagar la propaganda escalen comprando el desprestigio de su oponente. Ese método es el mismo que ha venido utilizando la política exterior de Estados Unidos para ablandar en la arena internacional a los candidatos a cualquier posición de gobierno que no sean de su agrado en países soberanos, incluso en los que son sus aliados.

¿Qué recuerdan los ciudadanos estadounidenses y una buena parte de los de otros países donde la información internacional es dominada por las agencias de noticias de Estados Unidos acerca de Saddam Hussein, de Irak, y Muamar el Gadafi, de Libia?

Ellos habían sido los dirigentes principales de sus respectivos países, que eran de los más avanzados económicamente en el Medio Oriente y África. Pero luego de un período en que habían sido buenos amigos de Washington, Occidente les sometió a intensas campañas mediáticas de satanización que les marcaron como parias internacionales para luego derrocarlos y ejecutarlos sumariamente; uno tras un proceso cuasi-legal y el otro masacrado por bandidos «amantes de la libertad».

Lo curioso de la defenestración de estos líderes, acusados por las campañas de occidente en su contra de ser odiados por su propia gente, es que tras sus salidas, el sectarismo, la muerte y la desesperación se apoderaron de sus respectivos países. Sus naciones, que antes estaban entre las más avanzadas socialmente de la región, devinieron estados fallidos, con violencia, servicios de salud y bienestar inadecuados y un enorme deterioro de las condiciones de vida para sus pobladores.

En la actualidad, el nombre que ocupa la parte superior de la lista de Washington es Kim Jong-un, líder de la República Popular Democrática de Corea (RDPC), nieto del fundador de la RPDC, Kim Il-sung, figura reverenciada como líder de la resistencia contra los invasores japoneses. Es la tercera generación de su familia en el cargo de líder en Corea del Norte.

Líderes y medios occidentales invariablemente ironizan sobre esta sucesión hereditaria, mientras convenientemente, pasan por alto los más de 80 años de la regla hereditario en Arabia Saudita, la familia Husseins que gobierna en Jordania desde su independencia y sucesiones familiares semejantes de líderes estadounidenses y europeos que nunca son ridiculizados por la prensa occidental.

La RPDC durante mucho tiempo ha seguido el camino de la filosofía Juche, o sea el de la autosuficiencia. En sus relaciones con otros países, Norcorea se basa en sus experiencias de la guerra de Corea de mediados de siglo XX.

La destrucción casi total de la parte norte de la península coreana por Estados Unidos con su política de «poderío aéreo y tierra arrasada», dejó a la RPDC sin otra alternativa que encontrar un elemento disuasivo para un eventual intento enemigo de repetir la historia. Ese elemento disuasivo lo encontraron en el desarrollo de armas nucleares. «Teniendo en cuenta que Estados Unidos y la OTAN intentan reordenar el mundo a su imagen y semejanza, a la luz de la desaparición del la Unión Soviética, esa decisión parece ser en retrospectiva, prudente y eficaz», como reconoce Zoltan Zaguedy, acreditado analista marxista estadounidense.

Blog del autor:http://manuelyepe.wordpress.com/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.