Traducido por Anahí Seri
Día tras día, millones de usamericanos se sumergen, sin ser conscientes de ello, en una cloaca intelectual, social, cultural, económica, política y espiritual tan maloliente y tóxica que incluso los microbios que con más voracidad se alimentan de los residuos humanos, el vómito y la carne inanimada, rehuirían esta alcantarilla revulsiva.
Muchos investigadores, analistas y autores, inteligentes y con excelente currículum han escrito libros, ensayos e informes en los que documentan la pasmosa multitud y variedad de crímenes cometidos por los Estados Unidos a lo largo de su historia. Dado que una nación es una entidad compuesta por numerosos elementos y dinámicas, no podemos echarle la culpa, sin más, al gobierno, a los republicanos, a la derecha religiosa, a los demócratas, a George Bush, a Bill Clinton o a cualquier otro componente particular. Así pues, casi todos los usamericanos son responsables en cierta medida. Obviamente, algunos (por ejemplo Bush y Cheney) son mucho más culpables que otros porque ejercen un tremendo poder y actúan con cinismo y sin conciencia, sabiendo muy bien cuánto sufrimiento están infligiendo a la Tierra y a sus habitantes capaces de sentimientos.
Dado que sólo un 4%, aproximadamente, de la población, comparte con Bush su incapacidad sociopática de sentir empatía o culpa, ¿de dónde viene este poderoso canto de sirenas que motiva a tantos seres humanos inherentemente decentes a lacerar sus almas, una y otra vez, en las afiladas rocas de la complicidad, con actos que infligen un sufrimiento innecesario a miles de millones de humanos y animales?
¿Cómo nos pudimos llegar a convertir en una aberración estadística hasta el punto de ser una nación de bárbaros morales ricos en recursos, con avanzada tecnología, pero mezquinos, intelectualmente atrofiados, donde un porcentaje significativo de la población se comporta como sociópatas, al apoyar de forma directa, o ignorar apáticamente, los males de los que son cómplices? ¿Tiene que ver con el agua que bebemos? ¿Tenemos una tara genética? ¿Representa nuestra población la vanguardia del siguiente paso en la «evolución» moral de la humanidad?
Sarcasmos aparte, la razón que subyace a nuestra depravación es nuestra conciencia falsa, desviada y fracturada que nuestro sistema maligno comienza a meternos a martillazos en la cabeza en el momento en que damos nuestra primera bocanada de aire. Ese ataque psicológico implacable persiste hasta nuestro último aliento.
Unas ilusiones y engaños casi inquebrantables permiten que un puñado de empresas y plutócratas sin escrúpulos manipulen a casi 300 millones de personas para que les ayuden a conseguir su objetivo de dominar y explotar el mundo, como se esboza en el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano.
Permítanme que desconstruya apenas unos pocos ejemplos de las casi innumerables hebras con las que se ha tejido esta red de mentiras perniciosas que abarca nuestra falsa conciencia:
Los padres de la patria fueron unos paladines nobles, casi santos, de la gente «común», y forjaron una nación que ofrecía libertad e igualdad para todos
Nuestros fundadores fueron en su mayoría arístocratas que formaron una república constitucional de, por y para varones blancos propietarios de tierras. Se excluyó a los indígenas americanos, a los pobres y a las mujeres. La esclavitud fue reconocida como actividad legal. Muchos de los fundadores que reverenciamos, apoyaron y facilitaron el genocidio de los indígenas americanos para poder expandir nuestras fronteras.
La codicia y el egoísmo son virtudes
El capitalismo, que aquí en los Estados Unidos ha alcanzado una fase avanzada totalmente reprobable, se basa intelectualmente en la ridícula noción de que la gente que actúa movida por dos de los rasgos más despreciables de la humanidad, la codicia y el egoísmo, aumenta el bien común. La situación actual que se vive en los Estados Unidos demuestra lo contrario. A pesar de las leves dosis de socialismo que han mitigado el sufrimiento feroz causado durante la Era Dorada por un capitalismo relativamente libre de restricciones, y a pesar del hecho de que somos la nación más rica en la historia de la humanidad, sigue habiendo más de un millón de personas sin hogar, hay millones que sufren hambre e inseguridad alimentaria, casi cincuenta millones carecen de acceso a nuestra atención médica escandalosamente cara, nuestros principales indicadores de salud están entre los más bajos de las naciones industrializadas, los sistemas de colegios públicos urbanos están en estado de crisis y descomposición, y, como el Katrina puso de manifiesto con claridad, no nos importa gastarnos la mayor parte del dinero de nuestros impuestos, que tanto nos cuesta ganar, en asesinatos industrializados, culpar a las víctimas y dejar morir a los que sufren, incluso aquí en casa.
América es el país de la oportunidades
¿Que a muchos de nosotros nos va mejor que a la mayoría de la gente del planeta? En el sentido material, sí. Ahora bien, téngase en cuenta que las razones principales por las que muchos usamericanos disfrutan de prosperidad son que robamos un gran pedazo de un continente rico en recursos (el cual tiene una situacion geográfica tal que hace casi imposible una invasión masiva) y que construimos gran parte de nuestra próspera economía sobre las espaldas de esclavos negros. El capitalismo voraz nos ha permitido colonizar y explotar económicamente a muchas naciones del mundo en desarrollo, lo cual explica la gula nauseabunda que exhibimos: sólo representamos el 5% de la población del mundo y consumimos el 25% de sus recursos. Oink, oink.
¿Existe la movilidad económica hacia arriba en nuestra sociedad? Sí. Pero las historias de pordioseros que llegan a ser millonarios son extremadamente raras. Las dinastías aristócratas existen en los Estados Unidos, y les va muy bien. No hace falta fijarse más que en George W. Bush o Paris Hilton para darse cuenta de que estamos muy lejos de ser la meritocracia que algunos entusiastas de los medios de comunicación como Oprah nos quieren hacer creer que somos. La tan querida Oprah es, en apariencia, una multimillonaria hecha a sí misma, benigna y benevolente, emblemática de los USA en cuanto «país de la oportunidades». Su filantropía desde luego que tiene mérito. Pero ella anula sus aportaciones positivas con creces al promover la idea de que si una mujer negra como ella lo puede conseguir, cualquiera puede. (Y por cierto, tú que no lo «has conseguido» como Oprah, ¿qué demonios te pasa?) La forma en que avaló The Secret y su forma de promover el empleo del «pensamiento mágico » para lograr el «sueño americano» fue intolerable.
America salvó al mundo del fascismo durante la II Guerra Mundial
Pongamos las cosas en su debido lugar. Una serie de grandes corporaciones y plutócratas dinásticos de los Estados Unidos, entre ellos el abuelo del Bush nº 43, Prescott Bush, hicieron importantes aportaciones financieras a la causa nazi antes de que en 1942 se aprobara la Ley de Comercio con el Enemigo. También debemos recordar que los Estados Unidos se negaron a mover un dedo para ayudar a los pobres y a la clase trabajadora en España cuando lucharon por preservar su gobierno, elegido democráticamente, del ataque fascista de Franco, la Iglesia y la élite adinerada.
Perdimos unas 500.000 personas luchando contra las fuerzas imperialistas fascistas en la II Guerra Mundial. Rusia sacrificó 20 millones de seres humanos. De no ser por Rusia, seguramente estaríamos ahora hablando alemán.
Además, los Estados Unidos se encuentran ahora en una situación que anticipa el fascismo. Nos estamos convirtiendo justamente en esa amenaza de la que supuestamente salvamos al mundo.
América necesita mantener su gigantesco complejo industrial militar para garantizar su seguridad y difundir la libertad y la democracia
Los Estados Unidos gastan cada año más dinero en «defensa» que todos los demás países del mundo juntos. Con el enorme arsenal de armas que poseemos, es más que ridículo sugerir que nuestra seguridad está gravemente amenazada a nivel existencial.
Mantenemos bases militares en 130 países. Invadimos Irak y Afganistán de forma preventiva (un crimen de guerra por el cual ahorcamos a los nazis). Y sin embargo, tenazmente intentamos perpetuar la estúpida noción de que no somos un imperio. El capitalismo requiere crecimiento perpetuo, por tanto las naciones capitalistas no tienen más remedio que ser imperialistas para expandir sus mercados, aumentar sus beneficios y encontrar esclavos a sueldo más baratos. Utilizamos las legiones del imperio para extender la miseria de los «mercados libres», el consumismo, la explotación y la violación del medio ambiente.
América es una nación cristiana
Mientras muchos se enredan en discusiones interminables sobre la separación entre iglesia y estado, o sobre si los Estados Unidos se fundaron, o no, como nación cristiana, hay una cuestión igualmente profunda que recibe mucha menos atención.
¿Cuál es la naturaleza del cristianismo que manifiesta colectivamente nuestra nación, nación en la cual un gran número de habitantes se definen a sí mismos como cristianos?
Nuestras rígidas raíces puritanas aún mantienen un férreo control sobre nuestra psique, lo cual disminuye nuestra capacidad de experimentar abiertamente los placeres sensuales, carnales de la vida sin sentir culpabilidad por estar violando un tabú. Al negarnos a nosotros mismos una indulgencia razonable, se disparan los excesos y bacanales que conducen a una galopante adicción a la pornografía, las drogas y el alcohol.
El aislamiento, la rabia y el vacío espiritual engendrado por nuestra cultura consumista, narcisista y obsesionada por la violencia, cataliza sucesos como los que se produjeron en Columbine y Virginia Tech. Con lamentos y lloros, los medios de comunicación dominantes expresan una y otra vez su estupefacción cuando la gente salta hasta estos extremos. Al fin y al cabo, los seres humanos que viven en un entorno hipercompetitivo, espiritualmente vacío, tienen una capacidad infinita de absorber insultos, soledad, rechazo, exclusión, intimidación y odio sin reaccionar violentamente, ¿no?
Uno de los principios básicos que defendía Cristo era practicar la regla de oro. Ay…. Habiendo matado a millones de seres humanos a lo largo de la historia, nos quedamos muy cortos en cuanto al cumplimiento de esta regla.
Tal vez la sabiduría espiritual más inspiradora que legó a la humanidad el carpintero judío vino en forma de las bienaventuranzas. ¿Cómo las manifestamos en los Estados Unidos?
Los pobres de espíritu se consideran impotentes e irrelevantes en una cultura que se nutre del egoismo y el autobombo.
A los que sufren persecución por la injusticia se los anima a superarlo, a tomarse unas píldoras para enmascarr el dolor y «seguir adelante».
Los mansos son aplastados por las muchedumbres agresivas y codiciosas.
Los que tienen hambre y sed de justicia se encuentran con que sus esfuerzos por saciar su hambre y aplacar su sed son en vano, pues deambulan por una tierra espiritualmente yerma que parece no tener fin.
Los misericordiosos se consideran débiles, y son víctimas de quienes abusan de su compasión para lograr su propio beneficio.
Los limpios de corazón son explotados como recompensa por su decencia.
Los pacíficos sufren el ridículo, pues se los tacha de idealistas, cobardes y colaboradores con el último enemigo que nuestra plutocracia ha creado para justificar sus guerras interminables.
A pesar de la naturaleza brutal y el poder aparentemente sin límites de esta mastodóntica nación, aún hay esperanzas para la humanidad y el mundo. Mientras la clase adinerada, los militares arribistas, los líderes cristianos fundamentalistas, los grandes empresarios, el AIPAC (Comité Americano-israelí de Actividades Políticas), los funcionarios «electos» y los que se prostituyen en los medios de comunicación dominados por las corporaciones, difunden una agenda sociopática manteniendo el simulacro de los Estados Unidos como el «líder del mundo libre», hay abundante evidencia de que se está tomando cada vez más conciencia de su perfidia y malevolencia. La indignación moral que ha estado cociéndose durante años bajo la superficie amenaza ahora con hervir a borbotones, gracias a la mayor concienciación que internet permite.
Las personas de los Estados Unidos no son monstruos ni anomalías. El 96% de nosotros tenemos una conciencia y somos capaces de actuar por empatía. Es simplemente una cuestión de tiempo, y tal vez unas cuantas dosis más de dolor, hasta que la realidad acabe con lo que queda de esa ficción que nos han inculcado que abracemos como los Estados Unidos de América.
Jason Miller es un esclavo a sueldo del Imperio Usamericano que se ha liberado intelectual y espiritualmente. Es el editor asociado de Cyrano’s Journal Online http://www.bestcyrano.org/ ) y publica Thomas Paine’s Corner dentro de Cyrano’s en http://www.bestcyrano.org/THOMASPAINE/ . Se puede contactar con él en [email protected]
Anahí Seri es miembro de Cubadebate y Rebelión.