Uno de los defectos básicos de los argumentos de los críticos de las guerras europeo-estadounidendes es el de recurrir a estereotipos, generalizaciones y argumentos sin ninguna base fáctica Introducción La idea más común sobre la guerra europeo-estadounidense en Libia es que «está todo relacionado con el petróleo» (el embargo de pozos de petróleo). Por otro […]
Uno de los defectos básicos de los argumentos de los críticos de las guerras europeo-estadounidendes es el de recurrir a estereotipos, generalizaciones y argumentos sin ninguna base fáctica
Introducción
La idea más común sobre la guerra europeo-estadounidense en Libia es que «está todo relacionado con el petróleo» (el embargo de pozos de petróleo).
Por otro lado, los portavoces de los gobiernos europeos y estadounidense han defendido la guerra aduciendo que se trata de «salvar vidas civiles que enfrentan el genocidio», un acto de «intervención humanitaria».
Siguiendo a los poderes imperialistas, la mayoría de los que pasan por ser La Izquierda en Estados Unidos y Europa, desde demócratas sociales, marxistas, trotskistas y otro surtido de progresistas, afirman seguir y apoyar un levantamiento de masas revolucionario y no a unas cuantas peticiones de intervención activa de los poderes imperialistas o, lo que es lo mismo, la ONU, para presumiblemente ayudar a la «revolución social» para que derrote a la dictadura de Gaddafi.
Estas afirmaciones y las variaciones de esos argumentos carecen absolutamente de sustancia y contradicen la verdadera naturaleza de los poderes imperialistas de USA, Reino Unido y Francia, basada en acrecentar el militarismo, tal como se evidenció en todas las guerras en curso durante la década pasada (Irak, Afganistán, Somalia, etc.). Lo que es revelador en este contexto de intervención militar en Libia es que todos los principales países que se rehusaron participar en la guerra están motivados por distintos tipos de expansión global: fuerzas económicas y de mercado. China, India , Brasil, Rusia, Turquía, Alemania, los países capitalistas más dinámicos de Asia, Europa y el Medio oriente están, en parte, opuestas a la respuesta militar «aliada» porque no ven (con razones sólidas) ninguna amenaza para su seguridad, ven una puerta abierta para acceder al petróleo, un clima de inversión favorable y ningún signo de un resultado democrático y progresista entre las elites dispares que compiten por el poder y el favor de Occidente entre aquellos a los que los medios etiquetaron como «rebeldes».
1- Los seis mitos sobre Libia: Derecha e Izquierda
El principio de los poderes imperialistas y sus portavoces en los medios aducen que están agrediendo militarmente a Libia por «razones humanitarias». Su pasado y su historia recientes historias argumentan lo contrario. Las intervenciones en Irak tuvieron por resultado más de un millón de muertos, cuatro millones de civiles desplazados y la destrucción masiva de toda una civilización, incluyendo los sistemas de distribución de agua, electricidad, los centros de investigación , museos…
Desenlaces similares resultaron de la invasión a Afganistán. Lo que denominaron como intervención humanitaria resultó en una catástrofe humana. En el caso de Irak, el camino hacia la barbarie imperialista comenzó con «sanciones», progresó hacia una «zona de exclusión aérea», luego en divisiones y, más tarde en invasión y ocupación y en el desencadenamiento de una guerra de sectarismo tribal entre escuadrones de la muerte paramilitares de los rebeldes «liberados». Lo mismo se puede decir del asalto imperialista contra Yugoslavia, también justificado como una «guerra humanitaria» contra un «régimen genocida», que llevó a 40 días de bombardeo masivo y la destrucción de Belgrado y otras grandes ciudades, la imposición de un régimen terrorista mafioso en la provincia de Kosovo y el establecimiento en ese mismo lugar de una base militar de USA.
El bombardeo de Libia ha destruido infraestructura civil, aeropuertos, carreteras, puertos, centros de comunicación, al igual que objetivos militares. Las sanciones y los ataques militares han expulsado a decenas de corporaciones multinacionales y han generado un éxodo de cientos de miles de trabajadores y técnicos inmigrantes africanos, de Oriente Próximo y del norte de África, devastando la economía y creando desempleo masivo a largo plazo. Por otra parte, siguiendo la lógica de previas intervenciones militares, la solicitud aparentemente «moderada» de patrullar los cielos vía una «zona de exclusión aérea» lleva directamente a bombardeos terrestres de civiles y de objetivos militares con el objetivo de derrocar al gobierno. Los belicistas imperialistas que están atacando a Libia, al igual que sus predecesores, no están comprometidos con nada que remotamente se parezca a un gesto humanitario: están destruyendo las vidas civiles que se suponía que debían salvar, como sucedió anteriormente el caso en Vietnam.
1- Guerra por petróleo o petróleo para la venta?
Uno de los estereotipos más repetidos por la izquierda, o al menos esos izquierdistas, es que la invasión imperialista es para «apoderarse del control sobre el petróleo de Libia y entregárselo a las multinacionales».
Los hechos sobre el terreno nos cuentan una historia diferente: las compañías petroleras multinacionales de Europa, Asia, EE UU o cualquier otro lugar ya «han tomado» millones de hectáreas de campos petrolíferos en Libia, algunas ya están bombeando y exportando petróleo y gas y están cosechando grandes beneficios para, al menos, la mayor parte de una década. La «explotación por invitación» de las Corporaciones Multi-Nacionales (MNC, por sus siglas en inglés), desde Gaddafi hasta las compañías petroleras más grandes, es un proceso en marcha desde principios de los años ’90 hasta el presente. La lista de grandes compañías de petróleo extranjeras en Libia supera a la de la mayoría de los países de mayor producción de petróleo en el mundo entero. Incluye a British Petroleum con una licencia de siete años en dos concesiones de mil millones de dólares en inversiones planificadas. Cada una de estas concesiones implica la explotación de enormes áreas de Libia por parte de BP, una del tamaño de Kuwait, la otra del tamaño de Bélgica (libyonline.com). Cinco firmas japonesas, incluyendo a Mitsubishi y a Nippon Petroleum, Eni Gas de Italia, British Gas y Exxon Mobil se aseguraron contratos de prospección y explotación en octubre del 2010. En enero del 2010 las concesiones petroleras en Libia beneficiaban mayormente a compañías de EE UU, especialmente Occidental Petroleum. Royal Dutch Shell, Total (Francia), Oil India, CNBC (China), Pertamina de Indonesia, y la noruega Norsk Hydro también están incluidas entre las multinacionales que han obtenido contratos (BBC News, 03/10/2005).
A pesar de las sanciones impuestas por Reagan en 1986, Halliburton trabajó en proyectos de mil millones de dólares desde los ’80. Durante el tiempo en el que el anterior Secretario de Defensa (de EE UU), Cheney, fue consejero delegado de Halliburton, lideró la lucha contra las sanciones arguyendo que «como nación hay enorme valor en tener negocios americanos en todo el mundo» (Halliburtonwatch.com). Las sanciones contra Libia fueron levantadas en 2004, bajo el mandato de Bush. Durante la presente década Gaddafi ha invitado a más compañías extranjeras a invertir en Libia que cualquier otro régimen del mundo. Claramente, con todos los países imperialistas europeos y EE UU explotando ya el petróleo de Libia a escala masiva, el argumento de que «la guerra es por el petróleo» hace aguas… ¡o petróleo!
3 – Gaddafi es un terrorista
En el período previo al ataque militar estadounidense, el Tesoro, liderado por el súper agente israelí Stuart Levey, instituyó una política de sanciones congelando 30 mil millones de dólares en activos libios arguyendo que Gaddafi era un tirano asesino (Washington Post, 24/3/11). Sin embargo, exactamente siete años antes, Cheney, Bush y Condoleezza Rice retiraron a Libia de la lista de regímenes autoritarios y le pidieron a Levey y sus secuaces que retiraran las sanciones. Todas las grandes potencias europeas siguieron sus pasos: Gaddafi fue bienvenido en las capitales europeas, los primeros ministros visitaron Trípoli y Gaddfi correspondió desmantelando unilateralmente sus programas de armas nucleares y químicas (BBC, 5/9/08). Gaddafi cedió al cooperar con la campaña de Washington contra grupos, movimientos e individuos incluidos en la arbitraria lista de terroristas de Washington, arrestando, torturando y matando a sospechosos de pertenecer a al-Qaida, expulsando a militantes palestinos y criticando a Hezbollah, Hamas y otros adversarios de Israel. El Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas le extendió a Gaddafi un certificado de salud. Las elites de Occidente dieron la bienvenida al vuelco político de Gaddafi, pero no lo salvaron de un ataque militar en gran escala. Reformas neoliberales, apostasía política, antiterrorismo, eliminación de armas de destrucción masiva… todo esto debilitó al régimen, acrecentó su vulnerabilidad y lo aisló de cualquier aliado antiimperialista consecuente. Las concesiones de Gaddafi hicieron de su régimen un objetivo fácil para los militaristas de Washington, Londres y París.
4- El mito de las masas revolucionarias
La izquierda, incluyendo a la socialdemocracia, los verdes y hasta a los partidos de la izquierda socialista de Europa y EE UU, siguiendo a sus mentores imperiales, y susceptibles a la propaganda de demonización de Gaddafi de los medios de comunicción de masas, justificaron su apoyo a la intervención militar en nombre del «pueblo revolucionario», de que las masas amantes de la paz «luchan contra la tiranía» y organizando milicias populares para «liberar al país». Nada puede estar más alejado de la verdad.
La raíz del levantamiento armado es Bengazi, un semillero de partidarios tribales y clientes del depuesto rey Idris, quien gobernó con puño de hierro un país semifeudal, quien otorgó una de sus mayores bases aéreas a EE UU (Wheeler) en la cuenca del Mediterráneo. Entre los líderes en pugna del «Consejo de Transición» (que pretenden conducir, pero que tienen pocos seguidores organizados) hay expatriados neoliberales que promovieron la invasión euro-norteamericana y que solo pueden llegar al poder utilizando los misiles occidentales. Ellos esperan poder desmantelar las compañías petroleras públicas asociadas en empresas conjuntas con las compañías multinacionales. Todos los observadores independientes informan de la ausencia de cualquier movimiento reformista (ni hablar de organizaciones revolucionarias o movimiento democrático).
Se informa de que las milicias armadas en Bengazi se han mostrado más activas a la hora de cercar, arrestar y ejecutar a cualquier miembro de la red nacional de civiles activos en los «comités revolucionarios » de Gaddafi, señalándolos arbitrariamente como «quintacolumnistas», que en comprometer a las fuerzas armadas del régimen. Los líderes más importantes de las masas «revolucionarias» de Bengazi son dos desertores recientes de lo que la izquierda llama el «régimen asesino» de Gaddafi: el anteriormente ministro de Justicia, Mustafa Abdul Jalil (quien procesó a disidentes hasta el día anterior al levantamiento armado), Mahmoud Jebril, un importante gaddafista neoliberal, destacado por invitar a las multinacionales a hacerse cargo de los campos de petróleo, y Ali Aziz al-Eisawa, el anteriormente embajador de Gaddafi en la India, quien cambió de barco cuando pareció que el levantamiento podía tener éxito. Estos autoproclamados líderes de los «rebeldes» son partidarios acérrimos de la intervención euro-estadounidense, tanto como previamente habían sido partidarios de la dictadura de Gaddafi y promotores de las tomas de posesión de los campos de petróleo y gas por parte de las MNC. Los jefes del consejo militar «rebelde» son Omar Hariri y el Gral. Abdul Fattah Younis, anterior cargo del Ministerio del Interior, ambos con largas historias (desde 1969) de reprimir cualquier movimiento democrático. No es raro que estos mandos militares desertores hayan sido completamente incapaces de animar a sus tropas, simples reclutas, para sumarse a las tropas leales a Gaddafi, y que todos esperen poder subirse al carro de las fuerzas armadas anglo-franco-estadounidenses.
La ausencia de las mínimas credenciales democráticas entre los líderes de las fuerzas contrarias a Gaddafi está emparejada con su abyecta dependencia y servilismo a las fuerzas armadas imperialistas para que los aúpen al poder. Su abuso y persecución de los trabajadores inmigrantes de Asia, Turquía y especialmente del África subsahariana, sus falsas acusaciones de que son sospechosos de ser «mercenarios», auguran desgracia para cualquier orden democrático posible, o para la recuperación de una economía dependiente del trabajo inmigrante o de cualquier vestigio que quedara de un país unificado con algún parecido a una economía nacional.
La composición del autoproclamado liderazgo del «Consejo Nacional de Transición» no es ni democrática, ni nacionalista, ni es capaz de unir al país. Menos aún es capaz de crear puestos de trabajo, perdidos por el asalto armado al poder, y de sostener los programas de asistencia social y la renta per cápita más alta de África.
5- Al Qaeda
La mayor concentración geográfica de los terroristas de al-Qaida está precisamente en las áreas dominadas por los «rebeldes» (Cockburn: Counterpunch, 24 de marzo de 2011). Durante más de una década, Gaddafi, en sintonía con el respaldo a la agenda «anti terrorista» de Bush y Obama, ha estado en primera línea de la lucha contra al-Qaida. Ahora son ellos quienes se han alistado en las filas de los «rebeldes» que luchan contra el régimen de Gaddafi. Del mismo modo, los jefes tribales, los clérigos fundamentalistas y los monárquicos del este han estado activos librando una «guerra santa» contra Gaddafi y recibiendo armas y protección aérea de los «cruzados» ingleses, franceses y estadounidenses, al igual que los talibanes y los fundamentalistas islámicos le dieron la bienvenida al apoyo de la Casa Blanca de Carter-Reagan para derrocar al régimen secular en Afganistán. La intervención imperialista está basada en «alianzas» con las fuerzas más retrógradas de Libia, con resultados poco claros sobre la futura composición del régimen, y con la perspectiva de una estabilidad política que permita al gran negocio del petróleo regresar y explotar los recursos energéticos.
6- «Genocidio» o guerra civil armada
A diferencia de los levantamientos populares árabes en curso, el conflicto libio comenzó como una insurrección armada, dirigida hacia la violenta toma de poder. A diferencia de otros gobernantes autocráticos, Gaddafi se aseguró el respaldo regional de las masas entre un sector sustancial de la población sobre la base de una bien financiada asistencia social y programas de vivienda. La violencia es inherente a cualquier levantamiento armado y, una vez que se esgrime un arma y se trata de tomar el poder, no existen fundamentos para reclamar que los «derechos civiles» de uno están siendo violados. Entran en juego Las reglas de la guerra, incluyendo la protección de los civiles no combatientes y el respeto por los derechos y la protección de los prisioneros de guerra.
Las infundadas acusaciones de «genocidio» por parte de Europa y EE UU, amplificadas por los medios de comunicación de masas occidentales, y repetidas por los voceros de la «izquierda» cual loros, son contradichas por los informes diarios de un número de muertos y heridos de uno o dos dígitos, resultado de la violencia urbana de ambos bandos, dado que el control de las ciudades y los pueblos va cambiando de un bando a otro.
La verdad es la primera víctima en una guerra civil y ambos bandos han recurrido a mentiras monstruosas sobre victorias, víctimas, demonios y ángeles.
Lo cierto es que este conflicto comenzó como una guerra civil entre dos élites: una autocracia establecida, floreciente, paternalista y neoliberal, con apoyo popular sustancial y, la otra, una elite financiada y entrenada por occidente, respaldada por un grupo amorfo de tribus regionales, clérigos y profesionales neoliberales sin credenciales democráticas ni nacionalistas.
Conclusión
Si no es el humanitarismo, el petróleo o los valores democráticos, ¿cuál es la fuerza impulsora de la intervención imperialista de Europa y EE UU?
Hay una pista en las elección selectiva de la intervención armada. En Bahrein, Arabia Saudita, Yemen, Jordania, Qatar, Oman, gobernantes autocráticos aliados de y respaldados por los gobiernos imperiales de Europa y EE UU han arrestado y asesinado impunemente a manifestantes pacíficos. En Egipto y Túnez, EE UU financia a una junta cívico-militar autoproclamada y conservadora para que impida una transformación social democrática y nacionalista profunda, para que promueva «reformas» económicas neoliberales dirigidas por cargos electorales pro imperialistas. Mientras los críticos liberales acusan a Occidente de «hipocresía» y «doble rasero» por el bombardeo de Libia, pero no en el caso de los carniceros del Golfo, en realidad los gobernantes imperialistas están usando idéntico rasero imperialista en todas las regiones. Ellos defienden a los regímenes clientes y estratégicos en donde poseen bases aéreas y navales, dirigen operaciones de inteligencia y plataformas logísticas para proseguir las guerras en curso en Irak y en Afganistán y para amenazar a Irán. Atacan a Libia porque aún se niega a colaborar con las operaciones militares de Occidente en África y el Oriente Próximo.
El aspecto central está en que cuando Libia permite que la mayoría de las grandes multinacionales europeas y estadounidenses saqueen su riqueza petrolífera, aún no es un activo geopolítico estratégico. Tal como escribimos en artículos anteriores, la fuerza motriz de la construcción del imperio estadounidense es militar, no económica. De hecho, se han sacrificado intereses de miles de millones de dólares en la implantación de sanciones contra Irak e Irán; la guerra de Irak cerró la mayor parte de la explotación de petróleo durante más de una década.
El ataque a Libia dirigido por Washington (la mayoría de las incursiones aéreas y los misiles están a cargo de aviones y submarinos de EE UU) es parte de un contraataque general contra los movimientos populares y prodemocráticos árabes más recientes. Occidente está respaldando la represión de los movimientos prodemocráticos en todo el Golfo, está financiando a la junta egipcia, proimperialista y proisraelí; está interviniendo en Túnez para asegurar que cualquier nuevo régimen quede «correctamente alineado». Respalda el despotismo en Argelia y los ataques diarios de Israel contra Gaza. Y ahora, en Libia, apoya un levantamiento de ex gaddafistas y monárquicos derechistas que prometen alinearse militarmente con los constructores de imperios de EE UU y Europa.
Los poderes regionales y globales impulsados por un mercado regional y global dinámico se niegan a entrar en este conflicto porque pone en peligro su acceso al petróleo, incluyendo la actual explotación a gran escala de fuentes de energía bajo el mandato de Gaddafi. Alemania, China, Rusia, Turquía, India y Brasil están creciendo a mucha velocidad al explotar nuevos mercados y recursos naturales, mientras que los estadounidenses, ingleses y franceses gastan miles de millones en guerras que desestabilizan mercados y fomentan guerras de resistencia a largo plazo.. Reconocen que los «rebeldes» no son capaces de obtener una victoria rápida, o de crear un ambiente estable para las inversiones a largo plazo. En el poder, los «rebeldes» se convertirían en clientes políticos de sus padrinos militaristas imperiales. Por otra parte, el empuje militar de los invasores imperialistas tiene consecuencias graves para las economías de mercado emergentes. Estados Unidos apoya a los rebeldes de la provincia china del Tibet y a los separatistas «rebeldes» de Uyghur en todas partes. Washington y Londres respaldan a los separatistas del Cáucaso ruso. La India está alerta por el apoyo militar estadounidense a Pakistán y sus reivindicaciones en Cachemira. Turquía se opone a los separatistas curdos apoyados por Estados Unidos y suministra armas a sus oponentes iraquíes.
El precedente libio de una invasión armada imperialista a favor de sus clientes separatistas presagia problemas para el mercado de las potencias emergentes. Es una amenaza viva para el floreciente movimiento libertario árabe. Y el golpe definitivo para la economía estadounidense: tres guerras pueden quebrar cualquier presupuesto más pronto que tarde. Pero, sobre todo la invasión socava los esfuerzos de los demócratas, los socialistas y los nacionalistas libios para liberar al país de la dictadura y los reaccionarios a quienes apoya el Imperio.
Traducido por: Alina Palamarczuk