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Arabia Saudí

Mi minarete es mayor que el tuyo

Fuentes: Asia Times Online

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Londres arde. Wall Street arde. Los mercados globales arden. Mientras Roma arde, la Casa de Saud hace chanchullos -sueños de expansión de la tortura y de construir un minarete monstruo combinado con regaños a Siria por reprimir a su propio pueblo. La «comunidad internacional» no dice ni pío; cuando eres una dinastía familiar medieval sentada en un océano de petróleo, puedes hacer casi todo lo que te dé la gana.

La declaración oficial del enfermo rey saudí Abdullah exigiendo que acabe el derramamiento de sangre en Siria ya ha encontrado un sitio seguro en los anales de la hipocresía del Siglo XXI. El discurso del rey, refiriéndose al régimen de Bashar al-Assad, señala que «o elige la sabiduría de buena voluntad, o cae a las profundidades del caos y de la pérdida». El rey también llama a «reformas rápidas y exhaustivas» ante las protestas que han costado las vidas de más de 1.600 personas.

Ni a Monty Python en su época de apogeo se le podía haber ocurrido presentar un sketch de la mega-represora Casa de Saud impartiendo lecciones de democracias a los árabes crédulos.

Se trata de un régimen que dio refugio al derrocado dictador tunecino Zine el-Abidine Ben Ali; que se enfureció con el gobierno de Barack Obama por haber abandonado al dictador egipcio Hosni Mubarak; que invadió Bahréin en un arrebato neoimperialista invocando un tenebroso acuerdo militar del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) para salvar a la dinastía al-Khalifa de manifestantes por la democracia; que impidió manifestacione pro democráticas en la propia Arabia Saudí; que invitó a otras dos monarquías árabes empobrecidas y privadas de petróleo, Jordania y Marruecos, a formar parte del acaudalado CCG; realizó una implacable acción contrarrevolucionaria para destruir cualquier posibilidad de una Primavera Árabe en el Golfo; y escoge activamente al próximo gobernante en Yemen, imponiendo un «plan de transición» parido por el CCG, que no tiene nada que ver con los deseos de los manifestantes por la democracia yemeníes.

Mientras predica «reformas» en Siria, la «reforma» en la propia Arabia Saudí significa que el rey gasta decenas de miles de millones de dólares para librarse hasta de la posibilidad de disenso. Además, la Casa de Saud desprecia incluso la posibilidad misma de la democracia en Siria. Lo que quiere -a toda costa- es que los suníes monopolicen el poder en Siria, de preferencia a través de laos Hermanos Musulmanes, en detrimento de los alauís vinculados a Assad en Siria o los chiíes en Irán.

Damasco bajo Assad está estrechamente alineado con Teherán. Por mucho que sea un repugnante Estado policial, Siria es una república secular. La Casa de Saud desprecia a las repúblicas árabes seculares -de la Siria de Assad a la Libia de Muamar Gadafi-. No es nada soprendente que la Casa de Saud -así como Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos- hayan estado financiado la tendencia clave de los Hermanos Musulmanes de la oposición siria, así como a los más desagradables elementos salafistas.

El resultado final es que el rey Abdullah -seguido por sus acólitos en el CCG, también conocido como el Club Contrarrevolucionario del Golfo, y la impotente Liga Árabe- ya ha posicionado a las acaudaladas monarquías del Golfo para una Siria controlada por suníes, posterior a Assad. Washington no está exactamente descontento, ya que está a punto a dar a Assad su aviso de despido.

Apuntando muy alto

Mientras tanto, en Jeddah -contra toda justificación económica o ecológica- se construirá una torre de más de un kilómetro de alta por importe de 1.230 millones de dólares para celebrar el predominio saudí. Es algo que no se puede inventar; los constructores no serán otros que el Grupo Bin Laden. El difunto Osama debe de estar pataleando en su tumba en el Mar Arábigo.

El cerebro del proyecto es el príncipe Alwaleed bin Talal, sobrino del rey Abdullah, en el puesto 19 de los hombres más ricos del mundo, y el empresario árabe más acaudalado, con fuertes inversiones, entre otras, en News Corporation de Rupert Murdoch, Citigroup y Apple.

La torre, con un diseño inspirado en una planta del desierto, será el más alto del mundo -derrotando por 172 metros al Burj Khalifa 2009 de Dubai-. Es cuestionable si ese monstruoso minarete saudí refleja la adoración a Alá o la adoración a la riqueza petrolera y a los mercados financieros.

Tal como están las cosas, las torres más altas del mundo están en Asia o en el Golfo. La Burj Khalifa, de 828 metros de altura, va seguida de la Torre Canton en Guangzhou (600 metros), Taipei 101 en Taipei (508 metros), el Centro Financiero Mundial de Shanghái (492 metros) y el IFC en Hong Kong (484 metros). Los días del predominio de las Torres Gemelas Petronas en Kuala Lumpur (410 metros) han pasado hace tiempo.

Tortura en casa

Sin embargo el máximo logro de la Casa de Saud tiene que ser lo que reserva en términos de criminalización para cualquier posibilidad de disenso en el reino. La nueva legislación «antiterrorista» que todavía no se ha aprobado condenará  por lo menos a 10 años de cárcel a cualquiera que dude de la integridad del rey o del príncipe heredero.

El Ministerio del Interior -dirigido por el siniestro príncipe Nayef- tendrá virtualmente poderes ilimitados. La tortura -que ya es un hecho- prácticamente se institucionalizará. La detención y el aislamiento -sin acceso a abogados- se ampliarán a 120 días o ad infinitum, dependiendo del juicio de un tribunal especial, bajo acusaciones que van desde «poner en peligro la unidad nacional» a «dañar la reputación del Estado». Decapitaciones -dispensadas alegremente sobre todo a los trabajadores asiáticos- proliferarán.

Hay que culpar de la paranoia de la Casa de Saud a la Primavera Árabe; a la emergencia de un Iraq dominado por los chiíes; a la resistencia de la República Islámica de Irán; y a la inquebrantable percepción en Riad de una conspiración chií, organizada por Teherán, para aplastar a las monarquías del CCG.

Todo esto es lo que significa «reformas» en Arabia Saudí; una versión árabe de «estás con nosotros o contra nosotros». Los cínicos beberán a la salud de la hermandad de Arabia Saudí y de West Texas tan amada por George W Bush. Amnistía Internacional pronostica de modo pesimista que tendrán lugar violaciones masivas de los derechos humanos. Inmersa en un deslumbramiento de tortura y minaretes, la Casa de Saud los ignorará solemnemente a todos.

Pepe Escobar es autor de » Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War » (Nimble Books, 2007) y « Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge «. Su último libro es « Obama does Globalistan » (Nimble Books, 2009). Puede contactarse con él en: [email protected] .

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Fuente: http://www.atimes.com/atimes/Front_Page.html

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