Las vallas mentales
“Primero, los malos. Dicen que Europa ejerce una atracción centrípeta sobre África, pero debería decirse que es África la que padece una fuerza centrífuga desde Europa. Dicen que nos invaden nuestra vida, pero debería decirse que les expulsamos de su vida. Luego, los buenos. Dicen que es solidaridad, pero debería decirse corresponsabilidad. Dicen que es cubrir una necesidad, pero debería decirse devolver un expolio. Dicen que actuemos con tolerancia, pero debería decirse que procedamos con transigencia. Y ustedes, ¿qué piensan que dicen tanto los buenos como los malos y qué opinan que deberían decir?” (RGC, EL PAÍS – Opinión – 31/10/2005)
Las dos fronteras geográficas que suman a un elevado contraste étnico y cultural una mayor tensión migratoria, o por su símil electrónico, una mayor intensidad -y a mayor intensidad, con mayor impulso es catapultado un electrón de un polo al otro- son las de EEUU con Latinoamérica y de la UE con África [1].
En particular, el PIB per cápita (Ppc) español (27.703 $, 2022 [2]) es siete (7) veces mayor que el Ppc medio ponderado de Marruecos, Argelia, Túnez, Libia y Egipto (4.055 $, 2022). Siendo España, Francia e Italia los mayores receptores de migrantes norte-africanos, el Ppc medio ponderado de estos tres países europeos (33,901 $, 2022) es ocho (8) veces superior al de aquellos cinco países norte-africanos.
Tales diferenciales económicos dan razón, explican y justifican la presión migratoria, pues como dice Yerima, una de las personas migrantes concernidas:
“Si tienes una familia, tienes que asegurarte de que tendrá alimentos, casa, medicina y educación. Yo tengo una hija. La gente podrá preguntarse qué clase de padre soy para haber dejado a mi esposa y a mi niña, pero ¿qué clase de padre sería si me hubiera quedado y no pudiera darles una vida decente?” (Yerima, migrante africano, Noticias ONU, Mirada global. Historias humanas, 21/10/2019 Migrantes y refugiados, la negrita es nuestra)
Según la PNUD, más del 90% de los africanos que migraron a Europa por rutas irregulares, (vía por la que acceden sólo el 7% del total de inmigrantes [3]), y pese a ser conscientes del riesgo mortal inherente a esos viajes, se volvería a arriesgar con tal de “darles una vida decente” a los suyos. Una vida decente. Lo mismo piensan los que entrando de forma regular, luego optan por quedarse más allá del periodo permitido.
Detrás de aquel que migra regular o irregularmente no hay consideraciones políticas o ideológicas, y tampoco conspiraciones étnicas o religiosas
Esta es la primera valla mental a romper: detrás de aquel que migra regular o irregularmente no hay consideraciones políticas o ideológicas, y tampoco conspiraciones étnicas o religiosas. Les impele a salir de su sociedad, de su entorno familiar el muy humano “darles una vida decente” a los suyos. Eso, y no otra cosa, es lo que empuja a estas personas a migrar, y no les importa cuán arriesgada vaya a ser la ruta ni cuán trágico pueda ser el viaje.
Pero hay más.
¡No -sólo- es el pecunio, estúpido!
“La manera de intentar reducir el peso de la migración es conocer sus causas. Son… las políticas de gobierno las que atrapan a la gente en la pobreza, no desarrollan nada. Las escuelas que no existen, la falta de servicios de salud, la corrupción, la represión. Eso empuja a la gente a emigrar.” (Serge, migrante africano, Noticias ONU, Mirada global. Historias humanas, 21/10/2019 Migrantes y refugiados, la negrita es nuestra)
Decíamos en el 2005, y mantenemos, que Europa ejerce una acción centrífuga dentro de los países, en particular, de África. Pero no sólo es la economía.
Según el informe de IOM del 2020, realizado bajo la supervisión de Frank Laczko, Director, IOM Global Migration Data Analysis Centre (GMDAC), Berlín, sobre “Migración en África Occidental y del Norte a través del Mediterráneo”, el perfil del candidato a emigrar es el de un joven, bien educado, con ingresos superiores a la media, mujer (48%), varón (52%), sin cargas familiares.
Según dicho informe, el factor más citado como motivo para emigrar es el de pobreza/dificultades sociales, seguido de falta de oportunidades en educación, búsqueda de cónyuge, encontrar trabajo, disfrutar de una vida mejor, reunificación familiar y perspectivas comerciales o empresariales.
Excepto en Marruecos y Túnez, donde uno de los motivos significativos que alegan para migrar a Europa es “un mejor entorno democrático”, en el resto de países africanos analizados por el estudio citado apenas si mencionan razones políticas como “democracia”, “persecución política” o “guerra civil”.
El factor más citado como motivo para emigrar es el de pobreza/dificultades sociales, seguido de falta de oportunidades en educación
Otro estudio de 2008, Irregular Migration from West Africa to the Maghreb and the European Union: An Overview of Recent Trends. Prepared for IOM by Hein de Haas International Organization for Migration, Geneva, 2008, advierte en el mismo sentido que
“Más que una respuesta desesperada a la indigencia, la migración es generalmente una elección consciente de individuos y hogares relativamente acomodados para mejorar sus medios de vida. Del mismo modo, la imagen común de los inmigrantes africanos irregulares como víctimas de traficantes y contrabandistas es inconsistente con la evidencia de que la gran mayoría de los inmigrantes se desplazan por iniciativa propia. La trata es relativamente rara y los contrabandistas no suelen formar parte del crimen organizado internacional, sino pasadores locales que operan solos o en pequeñas redes.” (traducido [4] con el servicio de Google Translator, la negrita es nuestra)
Quedarnos solo en la cuestión pecuniaria es otra valla mental que nos puede llevar a querer comparar la inmigración en la España del s XXI con la emigración española de los años sesenta, y proponer por ello un paralelismo entre el proceso migratorio bajo la cobertura del acuerdo hispano-aleman [5] del Gastarbeiter (Trabajador invitado), en buena parte gestionado y controlado por las autoridades franquistas del momento. Y al hacerlo, plantear soluciones inabordables, cuando no contraproducentes.
África s. XXI vs. España 1960
La sociedad española de 1960, si bien estaba atrasada respecto a una Europa occidental beneficiada por el plan Marshall, si bien padecía una dictadura represiva, estaba a las puertas de una radical transformación económica (primera diferencia), fomentadora de otra social, que se inició a finales del los 50 con un “programa de modernización basado en la apertura del país a los flujos del capital internacional” (programa ejecutado por los «tecnócratas» del Opus Dei -gobierno nombrado en 1957- a través del Plan de Estabilización y Liberalización).
La modernización del sector agrario propició “entre 1960 y 1973” un éxodo del mundo rural “de siete millones de personas, el 20% de la población española”, de los que unos cinco fueron a las grandes ciudades industriales españolas y el resto a los países más prósperos de Europa occidental.
La dictadura de Franco intentó, con fortuna variable, controlar la emigración (segunda diferencia) hacia el exterior, promoviéndola entre los sectores sociales menos preparados y más desfavorecidos e impidiendo, bajo amenaza de pena de delito, que los trabajadores cualificados migraran al extranjero. Con el acuerdo firmado con Alemania
“el régimen franquista creyó disponer del instrumento ideal para modelar según sus intereses el flujo de trabajadores al país europeo que, por sus altos salarios, pronto se convertiría en el destino preferido por los españoles que buscaban ocuparse en el extranjero. El gobierno de Madrid estaba interesado en evitar la sangría de obreros especializados, muy apreciados en Europa pero también imprescindibles para una industria nacional en expansión. Su deseo era que el reclutamiento se llevara a cabo preferentemente en regiones rurales con alta tasa de paro y que el emigrante medio fuera un hombre joven de escasa formación.” (la negrita es nuestra, y muestra una tercera diferencia)
Cuarta diferencia. Según apunta Franzisca Zanker [6], analista colaboradora de Casa África, “las tasas de retorno desde la UE a África son las más bajas en comparación con otras regiones del mundo e incluso han disminuido en la última década”, y es así porque las partes interesadas, tanto las personas migrantes, ellas especialmente, como los propios estados no parecen ver ninguna utilidad, más bien al contrario, en ese retorno a una sociedad que no ofrece oportunidades y en la que sigue siendo tristemente cierto que “las escuelas no existen, [hay] falta de servicios de salud, corrupción, represión”.
Franco intentó controlar la emigración hacia el exterior, promoviéndola entre los sectores sociales menos preparados e impidiendo que los trabajadores cualificados migraran al extranjero
En el caso español “hacia 1980 sólo quedaban en Alemania dos de cada diez españoles llegados al país desde 1960 […] Evidentemente existe una relación directa entre la decisión de regresar y la expectativa de encontrar trabajo en el país de origen, como bien demuestra, a la inversa, el caso de los turcos en Alemania, cuya baja tasa de retorno tiene que ver con la falta de perspectivas laborales en Turquía.”
Quinta y última diferencia. Leyes para la protección por enfermedad común, profesional, maternidad o accidente laboral: con todas sus carencias, la sociedad española se fue dotando de protección a través de los servicios de Retiro Obrero (1919), el Seguro Obligatorio de Maternidad (1923), Seguro de Paro Forzoso (1931), Seguro de Enfermedad (1942), Seguro Obligatorio de Vejez e Invalidez (SOVI) (1947) Ley de Bases de la Seguridad Social (1963) y Ley General de la Seguridad Social (1967).
Sólo en una cosa pueden parecerse algo: Según afirma la socióloga y demógrafa Beatriz Alvear Trenor “los flujos migratorios subsaharianos son más intrarregionales e intracontinentales que extracontinentales”. La migración intracontinental en África es aproximadamente cinco (5) veces superior a la extracontinental [7]. En la España de los años 60 la migración interna era unas dos veces y media (2,5) superior a la que tenía como destino el extranjero.
¿Qué debemos hacer?
Lo primero, como bien dice Serge, migrante africano, entender, es decir, conocer las causas. Si nos quedamos en lo pecuniario, nos estamos quedando en la superficie, estamos señalando los síntomas, pero no la enfermedad. Y si bien es necesario tratar los síntomas, que pueden ser tan letales como la enfermedad, si no atinamos a dar con la enfermedad…
No es la mera economía la que expulsa de los países africanos a sus ciudadanos, no es -sólo- la búsqueda de un empleo, sino la demanda de una vida mejor por parte de “individuos y hogares relativamente acomodados”. Es salir de una pobreza, de la falta de servicios y oportunidades por lo que un joven -mayormente con el perfil de buen nivel de estudios, ingresos superiores a la media, mujer o varón indistintamente y sin cargas familiares, pero informado de las oportunidades que una sociedad avanzada puede ofrecer- será centrifugado de su medio, de su familia.
Aquel diferencial de potencial, que como símil electrónico asociábamos a la diferencia del PIB per cápita a uno y otro lado del Mediterráneo, también sucede, y tal vez sea de mayor importancia por ser algo subjetivo, en referencia a los tipos de sociedades que se dan en ambos mundos. Y eso, vivir, y ser visto por el resto que se puede vivir, en una sociedad abierta -además de consumista, que también-, con servicios y derechos – por errores y fallos por enmendar que tengan-, con oportunidades y alternativas -por mediatizadas que estén por etnia o clase- y ver que en su sociedad tal cosa ni se da ni esperan que pueda darse es la fuerza centrífuga que los expulsa de sus países. No es tanto una fuerza centrípeta, no es tanto una atracción como una repulsión que sufren desde y contra su realidad. Por eso ni es una conspiración ni el solo pecunio lo explica.
Como en el símil electrónico, tenemos dos estrategias para minorar ese diferencial de potencial. Una, implementar una resistencia, pues a mayor resistencia, menor intensidad, y menos electrones circularán.
Para que Europa dejara de ser esa sociedad apetecible y amable que es para propios y extraños, no le quedaría más remedio que dejar de serlo para propios y extraños
Esta es la estrategia, o peor, la única estrategia que parece estar en la mente de nuestros líderes: la de aumentar la resistencia de Europa a la migración -africana, por el tema que nos compete, pero no solo africana- como forma de que su intensidad minore. La explicación de esta estrategia es obvia: si moverse, migrar, es tan doloroso para el migrante como quedarse, si podemos mostrar que los costes, la resistencia en forma de riesgos en la travesía, pero también de impedimentos en el acceso a servicios, derechos y oportunidades, son tan claramente superiores a los beneficios, entonces las personas, agentes racionales que sopesan el balance de coste beneficio, aceptarán no migrar.
Es obvia, pero es una explicación falsa. Ni las personas somos en ninguna circunstancia agentes racionales, ni tenemos toda la información para hacer un verdadero balance de costes beneficio ni, finalmente, podemos negar a los migrantes el acceso a servicios, derechos y oportunidades sin destrozar nuestra propia sociedad. Para que Europa dejara de ser esa sociedad apetecible y amable que es para propios y extraños, no le quedaría más remedio que dejar de serlo para propios y extraños. Por eso es difícilmente pensable, salvo que acontezca una tragedia casi inimaginable, que la estrategia de aumentar la resistencia sea la solución.
La otra sería eliminar toda resistencia, es decir, cortocircuitar para que, una vez todos los electrones se han movido, la intensidad por migrar sea cero.
Permitir una entrada libre, abogar por eliminar las fronteras sin más, dar carta de ciudadanía sin otro requisito que el pisar tierra europea eliminaría un síntoma, pero no solo no atacaría la enfermedad, sino que crearía otra igual de peligrosa en los países europeos. Y la crearía porque como ya hemos dicho ninguno de nosotros, por amplio o restringido que sea ese nosotros, o mejor: ningún ser humano es un ser enteramente racional ni se mueve por consideraciones meramente racionales. Y tampoco estamos en la Alemania -ni en la Europa- de los 60 con un puro y galopante desarrollismo que permita gracias al crecimiento económico asumir ilimitadamente nueva mano de obra. Más bien suenan políticas de contener, si no limitar, el crecimiento a la par que se da en mayor o menor medida un paro estructural (2022, España, 12,9%; Italia, 8,1%; Francia 7,3%, UE 6,1%), situación que los nuevos horizontes tecnológicos más bien consolidarán e incluso agravarán.
Una entrada libre no encontrará a un ser racional, centrado y desapasionado abriendo la puerta, sino a un humano asustado y dispuesto a mostrar su lado más fiero
Sería una entrada libre que, con una sociedad lastimada por una mayor precariedad, pérdida general de poder adquisitivo, inestabilidad en el empleo, desaparición del ascensor social, salarios que no evitan la pobreza relativa, todo ello provocado por las estrategia de salida de las sucesivas crisis de los últimos 15 años, y constreñida por necesarias políticas energéticas ante el cambio climático y la eficiencia en el consumo, no encontrará a un ser racional, centrado y desapasionado abriendo la puerta, sino a un humano asustado y dispuesto a mostrar su lado más fiero, el que espera engatusar la extrema derecha. El que ya está explotando la ultraderecha.
Esta alternativa también es una explicación falsa que parece olvidar al primus inter pares de la ética del deber, Kant, y su aserto sobre la condición humana: «Con un leño torcido como aquel del que ha sido hecho el ser humano nada puede forjarse que sea del todo recto».
Entonces ¿Qué podemos hacer?
Responder a ¿Qué hacer? es fácil. Lo difícil es responder a ¿Cómo hacerlo?
La migración está significando una descapitalización social y política de los países fuente. No es estrafalario pensar que en África –tanto la migración extra-continental como la intra-regional- actúa como válvula de escape que libera de presión política y social a sus mandatarios. Válvula que disipa la contestación colectiva en respuesta individual. Totalmente legítima (“¿qué clase de padre sería si me hubiera quedado y no pudiera darles una vida decente?” (Yerima, migrante africano), pero individual. Es así mismo una opción política, tal y como lo expresó el economista y geógrafo de la Universidad de Washington Charles Tiebout: votan con los pies. Se desplazan allá donde piensan -o creen- que verán cumplidas sus expectativas vitales. Y recordemos, no sólo las pecuniarias, sobre todo las sociales, y en menor nivel, las políticas.
Si ahí está la clave de la migración, ahí está la respuesta.
¿Qué hacer? Contribuir a que las condiciones sociales, y por ello, económicas de los países origen mejoren lo suficiente como para que la normal resistencia que tenemos a abandonar a los nuestros y a nuestro entorno sea suficiente como para que las tensiones migratorias sean gestionables de forma no dramática y aún menos trágica.
¿Cómo hacerlo? Transigiendo con una política propia del despotismo ilustrado: el proteccionismo económico entendido como discriminación positiva para favorecer el crecimiento y la modernización de las sociedades africanas.
Nos atrevemos a sugerir una lectura de los procesos de acumulación pre-capitalista (s. XIV a XVI) y capitalista (s. XVII) para así extraer alguna enseñanza. Y nos referimos concretamente a cómo éstos procesos siempre fueron de la mano de políticas proteccionistas cuyo ánimo y leitmotiv era crear tejido social, industrial y económico propio. Políticas que, al cuidar entre algodones los incipientes pasos del capitalismo comercial y del industrial, permitieron la creación de una suficiente masa crítica de sociedad moderna desde la que despegar económica y socialmente. Sabemos, efectivamente y sin duda alguna, que ese proteccionismo fue a cargo de alguien, y que ese ‘a cargo’ debe ser tenido en cuenta para minorar su impacto, controlando a qué sustrato social de las sociedades africanas puede afectar negativamente unas políticas proteccionistas dadas.
¿Cómo hacerlo?: el proteccionismo económico entendido como discriminación positiva para favorecer el crecimiento y la modernización de las sociedades africanas
Las opulentas sociedades del llamado Occidente tienen un amplio margen para soportar un cierto impacto de las necesarias políticas proteccionistas sobre las mercaderías, tanto agrícolas como manufacturadas, de los países africanos: permitamos -incluso aboguemos por- imponerlas desde las sociedades atrasadas y, no lo obviemos, mayoritariamente agrícolas. En cambio, estas sociedades atrasadas no disponen de ningún margen para hacer frente a un librecambismo desregulado: la ley de la selva económico-financiera no impone libertad, impone cruel evolución.
Se hace necesaria, pues, una cierta regulación del proteccionismo a favor de los países no desarrollados, controlado desde la experiencia histórica que tenemos, control que debiera impedir la parte negativa (cohechos, prevaricaciones, en general: mordidas), ayudado por microcréditos a las mujeres (huyendo de los Fondo de Ayuda al Desarrollo, FAD, pues lo usual es que financien a las propias empresas de los países desarrollados: los créditos FAD mayoritariamente se destinan a financiar exportaciones de bienes y servicios del país que los concede, una especie de “os damos dinero para que nos compréis a nosotros”) junto a una paciencia blindada y un ‘hacer camino al andar’; y en paralelo: una rebaja muy sustancial de nuestras ayudas a -por lo menos- la exportación de nuestros productos agrícolas, junto con una autocontención en la imposición de cultura y política.
Veamos, por ejemplo, cómo China y la India están avanzando: políticas proteccionistas (bien), aplicadas sin freno ni control (mal, pero útil para la acumulación: sus dirigentes deberían controlarlo), y su cultura es tratada con guante de seda (bien) pero sin crítica, no sea que se enfaden (mal, pero útil: nuestros dirigentes deberían controlarlo).
Por todo ello, aunque debe ser dicho con la prudencia necesaria, entendemos que el proteccionismo, u otra política similar, es imprescindible para que África, su ciudadanía, tenga una oportunidad: y sus ciudadanos se merecen que nos responsabilicemos, pues algo -más bien, mucho- tenemos que ver con lo que allí ocurre.
“Hay amplio consenso en que la paz requiere también una serie de factores que la afiancen (el concepto de la paz positiva), como la justicia, los derechos humanos y la rendición de cuentas, entre otros […] Desde entonces, se reconoce ampliamente que los países en que abundan los conflictos y la violencia suelen ser asimismo los que presentan los peores resultados en distintas dimensiones del desarrollo socioeconómico. El vínculo es evidente también en el sentido contrario: los niveles bajos de desarrollo socioeconómico están asociados con niveles altos de inseguridad y conflicto. Además, está cada vez más claro que la promoción de la paz y la seguridad posibilita el desarrollo, y que el desarrollo refuerza la estabilidad.” (Informe sobre las migraciones en el mundo 2022, página 183, la negrita es nuestra)
Cualquiera de las otras dos soluciones, imponer más resistencia o eliminar toda resistencia a la migración, cambiará profundamente y para mal nuestra sociedad y no ayudará en absoluto a la ciudadanía africana. Peor todavía: de manos de la ultraderecha, que parasita y saca votos de las dos estrategias, conllevará para los europeos unas pérdidas en temas sociales y políticos, en derechos, libertades y dignidad que trabajo tendremos para revertirlas: nuestra Unión Europea dejará de ser ese lugar amable y acogedor para propios y extraños.
Si no trabajamos por la prosperidad en origen de los ciudadanos africanos, al final será verdad lo que nuestros viejos nos decían cuando llevados por la ley del mínimo esfuerzo eludíamos esforzarnos: por no trabajar ¡Cuánto se trabaja!
Notas:
[1] En los mapas interactivos y en los análisis de flujos del Informe sobre las migraciones en el mundo 2022, y salvando los casos excepcionales de Arabia Saudita y Emiratos Árabes, cuya enorme inmigración es mayoritariamente de su entorno étnico-cultural, se puede apreciar la corriente que sale de los países africanos y latinoamericanos hacia Europa y EEUU respectivamente.
El PIB per cápita (Ppc) de la UE (35.996 $, año 2023) es unas trece (13) veces superior al Ppc medio ponderado (2.698 $, año 2022) de los principales puntos de salida de la emigración africana hacia Europa (lista no exhaustiva: Argelia, Camerún, Chad, Costa de Marfil, Egipto, Gambia, Guinea, Guinea Ecuatorial, Guinea-Bissau, Libia, Malí, Marruecos, Mauritania, Níger, Nigeria, Senegal, Túnez…). El Ppc de los EEUU es seis (6) veces mayor que el de México (62.789 $ vs 10.077 $, 2022) y algo más de siete (7,5) veces superior al Ppc medio ponderado (8.392 $, año 2022) de los principales puntos de salida de la emigración del resto de América hacia EEUU (lista no exhaustiva: Brasil, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Perú, República dominicana… no hay datos económicos de Venezuela).
[2] Todos los PIB per cápita están expresados en US$ a precios constantes de 2010, fuente: base de datos del Banco Mundial.
[3] En España, la media de entrada irregular en el periodo 2016-2022 se ha situado en el 5,5% del total de inmigración (0,22M sobre 4,04M), fuente: Ministerio del Interior (Inmigración irregular en España, estadísticas, datos y gráficos, Datos actualizados el 2 de octubre de 2023). En la Unión Europea, el ratio entre entradas irregulares y totales en los años 2016-2022 se situó en el 7,8% (1,67M sobre 21,34M), fuente: Comisión Europea (Estadísticas sobre la migración a Europa – Migración hacia y desde la UE).
[4] “Rather than a desperate response to destitution, migration is generally a conscious choice by relatively well-off individuals and households to enhance their livelihoods. Likewise, the common portrayal of irregular African migrants as victims of traffickers and smugglers is inconsistent with evidence that the vast majority of migrants move on their own initiative. Trafficking is relatively rare, and smugglers are usually not part of international organized crime but locally based passeurs operating alone or in small networks”)
[5] Los conceptos, ideas o datos sobre la emigración de españoles a Alemania en los años 60 de sXX han sido extraídos del ensayo de Antonio Muñoz Sánchez Una introducción a la historia de la emigración española en la Republica Federal de Alemania (1960-1980) (revista Iberoamericana. América Latina, España, Portugal, año 2012, vol 12, n 46, pág 23-42). Doctor en Historia del Instituto Universitario Europeo de Florencia e investigador posdoctoral del Instituto de Ciências Sociais de Lisboa. Su principal área de trabajo son las relaciones hispano-alemanas en la segunda mitad del siglo XX.
[6] Politóloga en el Instituto Arnold Bergstraesser de la Universidad de Friburgo e investigadora asociada en el GIGA. Sus intereses de investigación incluyen la gobernanza de la migración, los procesos de paz y la sociedad civil con especial enfoque en el África subsahariana.
[7] Migrantes intrarregionales africanos: 16,6M, repartidos en 7,5M en África Occidental, 4,5M en África Oriental, 1,8M en África del Norte, 1,5M en África Central y 1,3M en África del Sur. Migrantes africanos totales, 20M. Migrantes extracontinentales africanos, 3,4M, fuente: Real Instituto Elcano para datos intrarregionales y Organización Mundial del Trabajo para datos totales (Flujos migratorios actuales en África Subsahariana: predominio de la migración intra-africana sobre la extra-africana, Beatriz Alvear Trenor, 27/11/2008).