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Miedo y asco en Eurovegas

Fuentes: Rebelión

– No me gusta decirlo…, pero este sitio puede conmigo. Creo que me está entrando el miedo. – Tonterías. Buscábamos el sueño americano y ahora que lo tenemos ¿quieres dejarlo? ¿No ves que estamos en el centro neurálgico? – Eso… es lo que me da miedo. – ¡Mira! ¡Hay dos tías follándose un oso polar! […]

No me gusta decirlo…, pero este sitio puede conmigo. Creo que me está entrando el miedo.

Tonterías. Buscábamos el sueño americano y ahora que lo tenemos ¿quieres dejarlo? ¿No ves que estamos en el centro neurálgico?

– Eso… es lo que me da miedo.

– ¡Mira! ¡Hay dos tías follándose un oso polar!

– ¡No me digas esas cosas! Ahora… Ahora no… Es mi última copa… ¿Cuánto puedes prestarme?

– No mucho, ¿por qué?

– Tengo que irme… Me voy del país.

– ¡Cálmate! ¡Siéntate! Dentro de unas horas estarás bien.

– ¡No me jodas, tío! ¡Esto es serio! ¡Una hora más en esta ciudad y liquidaré a alguien!

– Vale, te prestaré pasta.

– ¡Me quiero ir! ¡Quiero largarme!

– Hecho. Primero paguemos. Levántate despacio. Será un largo paseo.

¿Cuándo para esto?

– ¿Parar? No se para.

– ¡Páralo!

– Esto nunca para, tío. Te cogeré en la próxima vuelta.

 

Este diálogo corresponde a la traducción española de una escena de la película de Terry Gilliam, Miedo y asco en Las Vegas (1998), protagonizada por Johnny Depp y Benicio del Toro. En el bajón de un pedo monumental de mezcalina y completamente borracho, uno de los personajes, en medio de un ataque de pánico, trata de apearse de la barra de un bar instalada en un tiovivo.

El mismo año en que se filmaba la película se estaba construyendo en esta ciudad [1] el Venetian Casino Resort, que cuenta con 6.000 habitaciones y, en pleno desierto, con canales de agua por donde discurren góndolas. El propietario de esta aberración urbanística y medioambiental es un señor llamado Sheldon Adelson, un hombre mayor que se apoya en un bastón, tiene piel de cera y unos ojillos legañosos que no pueden esconder nada bueno. El amigo americano -sionista, esforzado contribuyente del candidato republicano Mitt Romney y del fundamentalismo del Tea Party– acumula investigaciones relativas a tramas de sobornos, prostitución y blanqueo de dinero fruto del honrado trabajo de secuestradores, traficantes y otros emprendedores. Entre lo legal y lo ilegal, el rastro de sangre y dolor, gracias a la colaboración de empresarios y cargos políticos locales, llega a nosotros convertido en «progreso» y «puestos de trabajo».

Las plataformas Eurovegas No y Aturem Eurovegas se han opuesto a una deriva que pretende convertir al Estado español en un gran Parque Temático. Las diecinueve páginas del Informe económico fiscal sobre Eurovegas, elaborado por la primera de ellas, son inobjetables. De los datos y los sólidos argumentos se deduce que el verdadero negocio no es tanto el juego y las industrias colaterales, como la obtención de beneficios fiscales, exenciones, subvenciones y posibilidades de especulación que les deparará el intervencionismo neoliberal. Aun habiéndonos estallado en la cara la burbuja inmobiliaria, los responsables políticos perseveran en tropezar una y mil veces en el mismo ladrillo. En términos de interés general (otra cosa es el particular), están actuando como el tonto del pueblo (de la «aldea global», más bien), al insistir en un modelo de crecimiento que se cae a trozos por todas partes. En dicho informe se recuerda que actualmente Las Vegas cuenta con un 12% de paro (cuatro puntos por encima de la media estadounidense); una de cada 16 propiedades está embargada por los bancos y el 60% de los ciudadanos debe más al banco por su hipoteca de lo que vale su casa. En los últimos cinco años, la facturación de este sector en España ha caído notablemente (si bien, con toda seguridad, el proyecto no cuenta con la demanda interna, sino con el desembarco masivo de la barbarie del turismo). Por otro lado, a pesar de toda la fraseología acerca del «cambio de modelo productivo», se sigue apostando por la descualificación de la mano de obra   y la incentivación del abandono y fracaso escolares (en este caso, todo hay que decirlo, el gobierno es diligente: en el límite, podemos decir que la mejor, la más eficiente e inapelable forma de acabar con el abandono escolar es acabar con la escuela -pública, se entiende).

Aproximadamente dos tercios de la financiación de esta cosa habrá de ser aportada por la banca, unos 4.000 millones de euros. Lo noticiable no habría de ser esta inversión, sino su retirada de los circuitos económicos no especulativos, la imposibilidad de acceder a este crédito por parte de empresas y familias. El coste de la construcción y mantenimiento de las infraestructuras, así como las expropiaciones, corren generosamente a cargo de las administraciones públicas, lo que incrementará su déficit.

Las reformas legislativas que promueve Las Vegas Sands Corporation son sencillamente inaceptables; entre otras: revocación o modificación de las garantías laborales, la ley del tabaco y ley de blanqueo de capitales; reducción del pago de impuestos y de las cuotas a la Seguridad Social. El trato discriminatorio que ello supone para otras empresas podría utilizarse para la extensión de cierto igualitarismo, a saber: igualar a la baja todas las condiciones socioeconómicas y jurídicas. Estas reformas van directas hacia la creación de «un paraíso fiscal en el corazón de España», entrando de lleno en el juego del dumping social y medioambiental a escala global, como buen país tercermundista.

En cuanto a esto último, y aunque exista una importante diferencia de escala y de (des)organización urbana entre la mayor ciudad de Nevada y el proyecto Eurovegas, creo que sí pueden señalarse, tomando pie en el artículo de Mike Davis titulado «Las Vegas contra la Naturaleza» [2], algunas líneas de continuidad: ineficiencia energética y especialización espacial, abdicación respecto a una ética responsable del agua, subordinación del gobierno local a la planificación corporativa privada [3], impulso a la dictadura del automóvil (con sus corolarios de «descentralización del consumo y la cultura» y «atrofia constante del centro de la ciudad») [4] y fomento de la desigualdad social.

El Informe sintetiza a la perfección el proyecto de esta economía política: «Dentro de la maquinaria neoliberal en la que estamos inmersos, el hundimiento de las economías de los países de la periferia los deja expuestos a un nuevo colonialismo, el financiero, a través de chantajes como el de LVS a cambio de una inversión que «mejorará» la actual situación económica, serán las transnacionales promotoras las que irán marcando las pautas de las modificaciones legislativas y sociales, conformando a medio plazo una nueva estructura económica ultra-liberal. La ciudadanía, y las administraciones que en teoría se encargan de su organización y cuidado, perderán el poder decisorio frente a las condiciones cada vez más ultra-liberales de las empresas a cambio de traer a nuestro territorio sus negocios. El resultado, total libertad para el capital y precarización social y régimen de esclavitud para la clase trabajadora, o lo que es lo mismo, disponer de nuestras vidas para beneficiar a una élite que se reparte los cada vez más escasos recursos, en lugar de apostar por un modelo más racional, humano y solidario: poner la economía al servicio de la vida».

Cuando nos estábamos recuperando de la intuición de Esperanza Aguirre, Mas contraatacó con «Barcelona World», que se construirá, coherentemente, en Tarragona. Lluis Recoder, consejero de Territorio y Sostenibilidad, expuso, junto al consejero delegado de la empresa Veremonte, Xavier Adserà, y el subdirector de La Caixa, Lluís Rullan, un proyecto que, en palabras de aquel, «nos va como anillo al dedo», dijo durante el rito nupcial entre la clase político-financiera catalana y la empresa valenciana presidida por Enrique Bañuelos, «uno de los máximos símbolos de la época dorada del boom inmobiliario español». [5] La genial idea consiste en la construcción de seis complejos turísticos temáticos sobre diferentes áreas geográficas: Europa, EUA, China, Brasil, Rusia e India. Habrá hoteles, restaurantes, centros de convenciones y «quizá», casinos. El emplazamiento es idóneo en cuanto a sus infraestructuras de transporte. Cuenta con tres campos de golf y está muy próximo al exitoso Parque Temático Port Aventura y una de las «playas más bonitas». El desafío es recibir cada año diez millones de visitantes, siendo el centro de «ocio familiar» más grande de Europa. És tot tan bonic... Se prevé que la inversión sea de 4.500 millones de euros de nada, creando 20.000 puestos de trabajo directos. La situación es tan absurda que, probablemente, si de incentivar la economía se tratara (y no de seguir succionando recursos públicos hacia manos privadas, al punto que este capitalismo bandolero le va a terminar dando la razón a Proudhon: la propiedad es el robo), si de eso se tratara, decimos, la mejor idea sería repartir esos 4.500 millones de euros entre 200.000 personas.

Hemos asistido en estos meses a una patética subasta que, aun en la oscuridad de sus gestiones privadas, ha ejemplificado la rendición incondicional de la política ante el, literalmente hablando, «capitalismo de casino». El patetismo se convierte en algo grotesco cuando, de forma paternalista, entran a saco, a menudo de forma teatral, impostada, en la capitalización emocional del sufrimiento de los parados. «¡Dos cientos mil, dos cientos cincuenta mil, dos cientos setenta mil puestos de trabajo y dos huevos duros!», agita la chulapona presidenta ma-dri-le-ña, cebándose en el miedo y ansiedad de miles de trabajadores. El President retaba de forma soberbia a la oposición de IniciativaEUiA a explicar en las colas del INEM su rechazo al proyecto. Para quienes no tienen nada, para quienes han sido abandonados por el Estado a la intemperie del mercado laboral, un sueldo lo es todo. Estaremos dispuestos a firmar, junto al salario base, la amputación de una mano o la adquisición de un enfisema pulmonar o un cáncer a cambio de «un puesto de trabajo» (amianto, benceno, arsénico, cadmio, sílice, radiaciones, aluminio, carbón, caucho…). Exhibir la aquiescencia respecto del proyecto de quienes dependen a vida o muerte de un salario como muestra de su idoneidad es obsceno y perverso.

Nacional-católicos y demócrata-cristianos (cortesanos y terratenientes castellanos de la tierra de los Alvargonzález, burguesía periférica, temerosa de Dios y la clase obrera) seguramente se amparen en una miserable, rastrera hermenéutica. Ya saben de qué va la historia. Los fariseos quieren pillar al hombre: «¿Es lícito dar tributo a César, o no?» Viéndoles venir, según un tal Mateo, Jesús responde: «¿Por qué me tentáis, hipócritas?» Prudente (no quería morir… aún), el de Nazaret, ante un denario, afirmó aquello de «Dad, pues, a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios». «Todo es negociable», que diría un político de Convergència i Unió. Digamos, un 50% para cada uno, y aquí paz y después gloria. No soy creyente; pero la interpretación correcta me parece obvia: nada es del César, todo es de Dios. Querer repartir impíamente el corazón del fiel y las riquezas de este mundo entre ambos, como apunta Ferlosio en alguna parte, no es siquiera ponerle una vela a Dios y otra -digamos, parafraseando- a Sheldon Adelson, sino dos velas al tipo este.

Ay, Alcorcón… mi Alcorcón… con sus descampados, las chicas de las que nos enamoramos de pequeños, la cadena trófica del matonismo en los recreos, el fútbol en los parques, los bocadillos interminables de la tarde, la amistad, el alcoholismo de nuestros padres, la adicción a las benzodiacepinas de nuestras madres, sus silencios… Alcorcón… «Ciudad-dormitorio», periferia obrera, pueblo vertical, extremeño, andaluz y castellano, ¡proletariado! No sé yo ya qué quedará de eso… Quizá llevamos entonces una vida de mierda. Lo que viene ahora, en expresión de Ferlosio, es «puro infierno». [6]

Notas:

[1] Las Vegas: «Una ciudad que finge no ser nada más que lo que es, una norme máquina de intercambio: espectáculo a cambio de dinero, sensaciones a cambio de dinero, dinero a cambio de más dinero, y placer a cambio de cual sea el precio abstracto de mañana». D. Foster Wallace, del artículo «Gran hijo rojo» (en Hablemos de langostas, Mondadori, 2007, p. 16).

El microscopio hiperrealista de este autor disecciona en el texto la industria de la pornografía a través de la crónica de los premios anuales de la Adult Video News, una de las principales «convenciones» (que tanto subraya Esperanza Aguirre como factor moralizante y académico en compensación al juego) que tienen lugar en la ciudad de los casinos. El porno, según el autor, es ahora «un lobby con fuerza política en la misma medida que General Motors o RJ Reynolds-Nabisco)» [p. 28]. La nota 23 es interesantísima para pensar la deriva de esta «industria», en la que la humillación y la violencia hacia la mujer amplía constantemente su «cuota de mercado», siendo cada vez más masiva y más «extrema». La dirección «extremadamente peligrosa» en la que se mueve este negocio es la del snuff film.

[2] «Las Vegas contra la Naturaleza», Ciudades muertas, Ed. Traficantes de Sueños, 2007.

[3] Las inversiones empresariales «…con sus enormes costes sociales en lo que se refiere a la congestión del tráfico, el consumo de agua y electricidad, los hogares y las escuelas- obligan al sector público, fiscalmente malnutrido, a ir siempre por detrás, esta asimetría estructural del poder entre las corporaciones del juego y el gobierno local está expresada de la manera más dramática en la financiación de las nuevas infraestructuras públicas para promover la expansión de los casinos y el crecimiento del turismo. […] A diferencia de los dogmas económicos neoclásicos y de la moderna teoría de la ‘elección pública’, el desarrollo económico controlado por las corporaciones en un mercado de gobiernos locales débiles y competitivos es inherentemente ineficiente» (pp. 110 y 111).

[4] Ib., p. 113.

[5] La información procede de Elperiodico.cat (08/09/2012). Bañuelos es un hombre que se hizo a sí mismo, que, cual Ave Fénix, resurgió de sus cenizas tras el batacazo de la Inmobiliaria Astroc. Junto a las Koplowitz y Amancio Ortega, es uno de los adalides de la «marca España», al figurar en la lista de billonarios que realiza la revista Forbes. Se le atribuye la siguiente frase: «me dejas desnudo en Central Park y al día siguiente me paseo por Manhattan en limusina». Valdría la pena probar, ¿no?

[6] «Luz de neón», El País, 09/07/2012.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.