Traducido para Rebelión y Tlaxcala por Caty R.
El escritor Boyla Baenga nació en 1957 en Zaire. Vive en París y en 1986 recibió el Grand prix littéraire d’Afrique noire por su primera novela, Cannibale. Es autor de varias obras más, entre ellas: La Profanation des Vagins [1] y Afrique, le très faible maillon [2].
Emigración: el infierno y el paraíso
¿Dónde está el infierno?
¿Dónde el paraíso?
Para algunos candidatos a la emigración clandestina a Canarias, España se ha convertido en el paraíso. En todos los casos, la puerta de entrada al mundo paradisiaco que es Europa, trocada en una especie de nueva tierra prometida. Un paraíso terrestre, el nuevo jardín del edén, el templo del consumo masivo donde la vida diaria sería fácil. Donde la gratuidad sería la norma. Donde se habrían suprimido, o incluso erradicado, el sufrimiento y la miseria. En resumen, todo al alcance de la mano. Cualquiera puede realizar todas sus aspiraciones, todas sus fantasías de éxito material. Ver Barcelona y morir, parece ser la consigna de estos emigrantes «de tercera». El «blaugrana», color del prestigioso equipo de fútbol de Barcelona, se ha convertido en su emblema.
Embarcados en «piraguas de fortuna» fletadas por traficantes y mafiosos locales, los aspirantes al paraíso sólo sueñan con dejar el infierno africano con su letargo que, según ellos, se asemeja a las llamas del infierno cristiano, su comitiva de guerras civiles y pobreza devastadora, sin olvidar la miseria organizada y mantenida por jefes indígenas y sin perder de vista las pandemias como el sida, el paludismo o la meningitis. Todos los candidatos al paraíso europeo parecen persuadidos de que Europa en general y España en particular son sus únicas posibilidades de supervivencia, lo que demuestra, por cierto, una desesperanza digna de lástima.
Sin embargo, estamos frente a un comportamiento suicida, como lo demuestran las hecatombes que causan los viajes en esas embarcaciones, la muerte en masa de los pasajeros clandestinos que salen de Mauritania, de Mali y ahora de Senegal, que desafían el oleaje del océano Atlántico, arriesgando su vida en el intento de arribar al supuesto paraíso y huir del infierno africano. Algunas cifras sobre esta catástrofe humana: en 45 días han llegado 1.200 africanos. El 40% de las embarcaciones naufragan. Se recuperan algunos cadáveres en el océano.
De noviembre de 2005 a marzo de 2006 perecieron entre 1.200 y 1.300 africanos. Según otra fuente, de los 22.000 africanos que desembarcaron en Canarias, un sexto de sus compañeros de «viaje» murieron, algunos deshidratados. Y parece que 15.000 africanos subsaharianos esperan su turno para embarcarse hacia el paraíso español. Sin embargo, en Europa, el paraíso imaginario, Francia, Alemania y los Países Bajos se indignaron ante la regularización de 600.000 trabajadores sin papeles por el Gobierno socialista de Zapatero. Impotente, la Vicepresidenta del Gobierno Español, María Teresa Fernández de la Vega clamaba: «no es problema de un país, sino de todo un continente».
Un problema de dos continentes habría sido más exacto. En efecto, el infierno europeo existe. Basta enfrentarse a su kafkiano sistema administrativo de la inmigración. La tarjeta de residente permanente ya no es el «ábrete sésamo» de hace poco. A eso se añade la crueldad de la vida diaria. Si pensamos en los problemas de alojamiento y empleo, en los diplomas que no sirven para nada… En cuanto a la educación de los hijos volvemos a la tragedia, los resultados escolares en los medios de los inmigrantes son catastróficos.
Por eso, para enfrentarse a la emigración peligrosa, las madres africanas luchan para disuadir a sus hijos, a sus hermanos de que emigren en estas condiciones y sobre todo para crear actividades económicas, en particular la pesca, con el fin de retenerlos en las poblaciones candidatas al viaje del infierno africano al infierno europeo. Nono Lotange, una de las figuras emblemáticas del movimiento de los «sin papeles», acaba de crear el Fraternité, Français, Immigré (FFI) cuyo lema es «África, tierra de posibilidades», con el fin de aportar una contribución a las poblaciones candidatas a la emigración proporcionándoles asistencia técnica y económica para desarrollar su propia actividad en su tierra.
Todas estas iniciativas demuestran, a pesar del drama de Canarias, una nueva actitud africana frente a las catástrofes humanas, el subdesarrollo y la pobreza masiva. ¿Dónde está el infierno? ¿Dónde el paraíso? Como escribía Amadou Kourouma: «Allah n’est pas obligé».
[1] «Cachez ce vagin que je ne saurais voir…»
El célebre cuadro de Gustave Courbet es desgarrado todos los días por diversas soldadescas africanas. El Continente Negro se ha convertido en un infierno para las mujeres y los niños. Los crímenes sexuales masivos en serie y las repetidas violaciones colectivas son terribles armas de destrucción masiva en las sucias e innumerables guerras que asuelan África. Y la vagina ha ascendido al rango de blanco militar estratégico que hay que alcanzar, manchar, destruir y profanar totalmente. La destrucción del «Origen del mundo» con el kalashnikov o el machete es el único imperativo de los señores de la guerra.
Es urgente que se deje de repetir la horrible cantinela de que en todas las guerras, desde los tiempos más remotos, siempre ha habido violaciones colectivas perpetradas por soldados errantes y ociosos. También tenemos que dejar de recalcar hasta la náusea el hecho de que en todos los ejércitos del mundo desde la antigüedad (Roma, Atenas) la utilización de niños soldados es una constante universal e invariable de todos los conflictos.
La trivialización de la violencia sobre las mujeres nunca llegó a tales cumbres de barbarie. Jamás habíamos alcanzado el horror absoluto de destruir la vida con medios tan rústicos. Estas prácticas «militares» monstruosas jamás alcanzaron tales proporciones como en las guerras africanas de rapiña. Las violaciones colectivas de las mujeres por niños soldados armados sólo con su pene, su kalashnikov y otras armas ligeras nunca llegaron a tales extremos. En efecto, los crímenes sexuales son tan masivos como repetitivos. Fenómeno que además admite, por una parte, la utilización sistemática de niños soldados transformados en asesinos de la vida, en «sepultureros del origen del mundo»; resumiendo, en profanadores de vaginas, y por otra, la libre circulación de los miles de armas ligeras y minas antipersonas, que se han convertido en los juguetes de los 120.000 niños soldados africanos. La guerra es su deporte favorito. La violación colectiva a gran escala su «juego» preferido y el crimen sexual masivo, su único placer. El kalashnikov es su órgano de disfrute: su pene mortífero y caníbal. La destrucción del «Origen del mundo», «del lugar de donde viene» toda la Humanidad, es un nuevo rito iniciático criminal. Cuadro negro trágico, lejos de Courbet. Pero, como dice Lacan, «el inconsciente se estructura en un lenguaje», Boyla: http://www.afrik.com/article6784.html
Reseña de la obra La profanation des Vagins, por Olivia Marsaud:
En su último ensayo, el escritor congoleño Bolya denuncia la violación como arma de guerra y arma de destrucción masiva en África y en el mundo en general. La profanation des Vagins es un libro duro y documentado que fustiga el silencio de la comunidad internacional sobre este asunto y da pistas para reflexionar.
La profanation des Vagins es un libro puñetazo como Bolya sabe escribirlos. Es un grito de alarma, un horrible compendio de detalles y testimonios. Un libro sobre la violación como arma de destrucción masiva. Con el apoyo de informes especiales, encuestas y documentos oficiales, recortes de periódicos y testimonios, Bolya entrega una amarga crónica del terrorismo sexual que se ha convertido en «cotidiano». «La violencia sobre las mujeres jamás fue tan bárbara ni tan común. (…) Los crímenes sexuales se han vuelto tan masivos como repetitivos», escribe.
Su pluma denuncia a los depredadores sexuales, los profanadores de vaginas, los señores de la guerra, los pederastas de guerra y otros «tarados de la tierra»… Bolya recalca que, «lejos de ser una fatalidad, la violencia sexual masiva es una ‘estrategia deliberada'» y que las mujeres se convirtieron en blancos y sus cuerpos en territorios. Que en Colombia, Sierra Leona, Chechenia, Darfur o Birmania, las violaciones masivas, colectivas, los embarazos forzosos, la creación de «campos de violaciones» (como en la antigua Yugoslavia) y la esclavitud sexual son instrumentos de genocidio y de limpieza étnica.
Niños soldados, niños violadores
Las cifras que da el autor, y que ya han tenido eco en la prensa mundial, provocan náuseas. En Ruanda, por ejemplo, según la ONU, entre 250.000 y 500.000 mujeres fueron violadas en 90 días durante el genocidio de 1994 y se han censado 15.000 embarazos forzosos. De las mujeres que sobrevivieron al genocidio el 80% fueron violadas y más de la mitad de éstas resultaron infectadas por el virus del sida. La ponente especial de la República Democrática del Congo, Lulia Mytoc, precisa que las víctimas de violaciones en este país tienen una edad que va de los 4 a los 80 años. Paralelamente la edad de los violadores tiende a bajar, por el reclutamiento en masa de niños soldados en las guerras africanas. Estos niños, «cachorros de la guerra», «sepultureros de su propia vida», se han convertido en «niños violadores a su pesar».
Bolya fustiga el silencio de la comunidad internacional y se pregunta: ¿hay dos justicias internacionales? ¿Por qué ninguno de los profanadores de vaginas, como Fodey Sankoh o Charles Taylor de Liberia, jamás respondieron de sus actos delante de un Tribunal de Justicia Internacional? África es la «fosa común del derecho y del deber de injerencia», deplora el autor, que aboga por una «justicia real e internacional de competencia universal» y el fin de las leyes internacionales de distintos raseros, citando como ejemplo una condena histórica: la de Jean-Paul Akayesu, antiguo alcalde de Taba, en Ruanda, reconocido culpable de violación por el TPIR (Tribunal Penal Internacional para Ruanda), en 1998. El TPIR considera los crímenes sexuales de los que era culpable, como «instrumentos de genocidio». Una jurisprudencia de la que Bolya da amplios extractos en el anexo de su libro. Para recordar a los depredadores sexuales que son presentados con la consideración de criminales de guerra y deben ser juzgados como tales. Para que las violaciones no sigan calificándose como daños colaterales de los conflictos contemporáneos, sino de crímenes contra la humanidad.
http://www.afrik.com/article8271.html
[2] Reseña del libro Afrique, le très faible maillon por Baba Wamé:
Con Afrique, le très faible maillon, el escritor congoleño Bolya lanza un jarro de agua fría sobre los ilusos de la situación africana. Su obra no es un ensayo más sobre África a la deriva, sino un análisis frío acerca de la decadencia programada del Continente Negro.
«El África negra está bien encaminada. Su negra economía va de maravilla. Su producción inexistente está en plena expansión». Desde el prólogo, titulado «la zona sin ley más grande del mundo», Bolya marca la pauta. A lo largo de 200 páginas, el autor de l’Afrique en kimono et l’Afrique à la japonaise relata, apoyándose en cifras, los desaguisados de la globalización en África, los desastres del liberalismo, el pillaje de las obras de arte y la inconsciencia de los señores de la guerra y de las mafias. El cuadro que pinta Bolya es espeluznante, «África hoy: 32 países de 45 en guerra, propagación vertiginosa del virus del sida, crecimiento exponencial de las economías paralelas, rápido agotamiento de los recursos y un desarrollo empantanado…» Con este tanteo África, como en el concurso televisado de la primera cadena francesa TF1, merece perfectamente el sentencioso «Hasta la vista» de Laurence Boccolini que acompaña la salida del eslabón más débil.
Un panfleto didáctico
Al estilo de Zola, el autor de Afrique, le très faible maillon no se conforma con enumerar los múltiples males que minan el Continente Negro, sino que además «acusa»; señala con el dedo por un lado a los jefes de todos los estados de África y por otro a los padrinos de la mafia rusa, los vendedores de armas, los podridos laboratorios farmacéuticos, los ricos coleccionistas de arte primitivo, los aficionados a la carne fresca en las aceras de las ciudades occidentales y a todos los que se niegan a mirar cara a cara la realidad africana. Porque para Bolya, si África es el eslabón más débil, toda la cadena está en tela de juicio.
Fácil de leer y acertadamente estructurado en siete capítulos, con títulos a cuál más punzante, Afrique, le très faible maillon es un panfleto didáctico. Un ensayo que pretende sacudir a todos aquellos que se ponen una venda en los ojos para no ver la realidad de África y la globalización salvaje. Al final Boyla escribe: «no es la pobreza la que será erradicada, sino 800 millones de africanos». http://www.afrik.com/article5163.html
Fuente: http://www.afrik.com/article10379.html
Caty R. es miembro de los colectivos de Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, la traductora y la fuente.