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Cada cuerpo roto, cada alma destrozada de un joven saharaui tendrá cómplices

«Miseria ellos, miserables todos»

Fuentes: El Periódico de Aragón

En la vida hay dos tipos de miseria. La primera es la miseria material: el no poseer, el no tener. La segunda es la miseria espiritual: el no ser, el abdicar de valores primordiales como la conjunción entre lealtad, compromiso y sentido de la justicia. Actualmente en los campos de refugiados de Tinduf –y como […]

En la vida hay dos tipos de miseria. La primera es la miseria material: el no poseer, el no tener. La segunda es la miseria espiritual: el no ser, el abdicar de valores primordiales como la conjunción entre lealtad, compromiso y sentido de la justicia. Actualmente en los campos de refugiados de Tinduf –y como advierte ACNUR– se vive una situación dramática, con medios de subsistencia a la baja, con medios para la educación y la sanidad ya casi inexistentes, sin ningún recurso extra con que adornar el obligado paisaje desértico y sedentario. Generaciones muertas, de espera eterna, en un pedazo de arena. Sin nada, salvo voluntad y fe. 120 años de colonización y más de 30 años de descolonización frustrada, de incumplimientos jurídicos y traiciones por parte de la clase política española. Medio siglo con decenas de resoluciones de Naciones Unidas y sentencias internacionales (TIJ) que hablan de descolonización, de identidad étnico-cultural y de derecho a un Estado.

La pasada semana el presidente Zapatero voló a Marruecos, abrazó al sátrapa y bajó muchos peldaños en el escenario de la felonía histórica: apoyó un plan de «autonomía» para la demolición completa del derecho a la libertad y la autodeterminación del pueblo saharaui. Un pueblo y un movimiento de liberación que tenía en jaque al ejército de Marruecos y, sin embargo, renunció a la guerra y aceptó un plan de paz a cambio de un proceso institucional. Nada se cumplió. Naciones Unidas, bajo presión de Francia, Estados Unidos y España quebrantó su propia legalidad una y otra vez. Todos salvaguardando oscuros intereses promovidos por esa satrapía-Estado llamada Marruecos.

Marruecos es país donde los opositores desaparecen, la tortura es una constante y donde el habeas corpus ha sido convertido en anécdota. Situación que viven día a día los saharauis en los territorios ocupados. Todo ello se lo recordó el Consejo General de la Abogacía al Presidente de Gobierno. Marruecos es un sistema donde el monarca hereditario controla el poder ejecutivo, determina las principales funciones del poder legislativo y nombra indirectamente a las principales magistraturas del Estado. Es país que recibe ayudas millonarias PESC y no cesa de recibir inversiones. Sin embargo, ese pozo negro-negro que es el Majzen (oligarquía económico-política como sistema-grupo de presión) consigue que su país continúe en el Indice de Pobreza Humano de Naciones Unidas por debajo de La India, Sudán o El Congo. Mienten los politólogos de salón y prebenda que hablan de «democracia». Mienten los políticos que hablan de progreso social o derechos humanos.

Producen asco y escalofrío las imágenes sonrientes de nuestros ministros, empresarios y algunos intelectuales con el sátrapa norteafricano y su corte de acólitos. Señor Zapatero, ¿Pero de qué autonomía habla? En Marruecos no se tiene la mínima noción de distribución territorial del poder, allí donde hasta la autonomía municipal es una quimera, y en donde la única distribución territorial que se conoce es la de los diez palacios reales que hay esparcidos desde Rabat a Marrakech. No es sólo cuestión de Zapatero, por supuesto, sino de todos los gobiernos que ha habido, desde el siniestro y melifluo franquista Arias al inefable Aznar pasando por el histrión González.

Yo le recordaría al PP que mientras tenían plaza en el Gobierno Central dejaron de votar en las Cortes de Aragón más de un documento (simbólico), a favor de la libertad del pueblo saharaui, incluido un simple apoyo formal al referéndum popular (2003). En la última proposición no de ley, que CHA presentó sobre «apoyo al pueblo saharaui», los partidos dominantes han seguido el mismo guión: al servicio de intereses de poder, de gobierno o de oposición. En algún caso incluso avalando la venta de armas al siniestro régimen, a lo que ha apuntado también el voto del PAR. ¿La venta de armas es un juego comercial sin trascendencia? Eso parece creer la mayor parte de nuestra clase política, pero cada cuerpo roto, cada alma destrozada de un joven saharaui tendrá cómplices.

Solo una heroica capacidad de resistencia y una militancia sobresaliente en el espíritu comunitario posibilitan que el saharaui haya podido aguantar estoicamente en un pedazo de arena, tras una haima. Solo su insuperable vocación para la paz. Miseria material y grandeza espiritual tras los ojos luminosos de sus niños, tras los contornos nobles de mujeres y hombres. Al revés que otros, «los otros», todos los otros: riqueza material y miseria, mucha miseria. No hay excusa.

*Francisco Palacios es profesor de la Universidad de Zaragoza. Miembro de Um Draiga