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Los que realmente gobiernan son los grandes cenáculos financieros, los grupos de presión

Miseria y miserables en la noria electoral

Fuentes: El Periódico de Aragón

Vivimos una situación en que muchos pasan hambre, otros viven al día –en paro– no sabiendo qué será de ellos dentro de dos meses, otra parte ven descapitalizados todos sus ahorros familiares y una inmensa multitud está sepultada bajo hipotecas a cadena perpetua, inmovilizados y aterrados socialmente. Es una inmensa multitud, víctima de este sistema […]

Vivimos una situación en que muchos pasan hambre, otros viven al día –en paro– no sabiendo qué será de ellos dentro de dos meses, otra parte ven descapitalizados todos sus ahorros familiares y una inmensa multitud está sepultada bajo hipotecas a cadena perpetua, inmovilizados y aterrados socialmente. Es una inmensa multitud, víctima de este sistema que los ha violentado socialmente. Sin embargo, esta clase política dominante que nos gobierna, ha decidido que esto pasa por «haber vivido por encima de nuestras posibilidades». Eso dicen. Dicen que es nuestra maldita culpa: la del parado, del hipotecado perpetuo, del mileurista, o la culpa del becario perpetuo…

Por otro lado vemos que hay una minoría que se ha enriquecido obscenamente. Son empresarios de la construcción que multiplicaron por cien sus patrimonios, son ejecutivos de cajas de ahorro que las hundieron y cobraron indemnizaciones y jubilaciones de millones de euros, son especuladores gold-position que urdieron estrategias piramidales, son multinacionales telefónicas que estafan a sus clientes con engaños cotidianos, son multinacionales energéticas que pactan precios al alza con total impunidad, son politiqueros y nobleza malversando caudales públicos, son bancos que reciben financiación pública mientras presentan balances de miles de millones de euros de beneficios.

Esta bipolar situación llevaría a una serie de preguntas sobre víctimas y verdugos:

¿Tiene la culpa el trabajador español de que su casa de 70 metros sea la vivienda-promedio más cara de la Unión Europea y del resto de continentes?

¿Es culpa de la incompetencia genética del trabajador que la contratación se haya precarizado hasta dejarla en contrato libre por días?

¿Los miles de licenciados treintañeros mileuristas han vivido por encima de sus posibilidades?

¿Tiene la culpa el jubilado que sus míseras pensiones se vean degradadas por desproporcionadas subidas al 200% de servicios públicos como luz, agua o IBI, en menos de una década?

¿Tiene la culpa el trabajador que estando todavía en plena orgía de beneficios se bajara su prestación por desempleo e indemnización por despido?

¿Es el absentismo laboral del obrero el que ha conducido a la posibilidad de devaluar el convenio colectivo dejando al trabajador a merced del empresario fullero?

¿El funcionario cuasi-mileurista o licenciado dos-mileurista, con 20 años de servicio, debe pagar de su salario la improvisación ignorante del gobierno y el dictado de otros presidentes extranjeros?

¿El empresario autónomo es un idiota cuando se ve incapaz de pasar por mil trámites burocráticos de unas administraciones públicas de obsceno crecimiento exponencial clientelista?

¿El pequeño empresario debe sufrir el derroche de las administraciones públicas-políticas cuando ve postergado sine die el cobro de sus facturas, hasta el ahogamiento financiero definitivo?

¿Es culpable el trabajador de que su jubilación merme al sabotear la tropa gobernante la caja de la Seguridad Social con prejubilaciones forzadas producto de masivos procesos de privatización o de EREs sistemáticos en las tres últimas décadas?

¿Los cinco millones de parados son culpables por falta de competitividad y pericia de padecer dicha situación?

¿Es el ciudadano culpable de que la sanidad pública dilate tratamientos y citas por meses o años, en lo que es una radical violación del derecho a la integridad física por parte de todo un modelo de Estado «social» en quiebra?; todo ello mientras se regalan decenas de millones de euros a grandes empresas del fútbol o se emplean en macroproyectos para divertimento y lucro de gobernantes y clientelas.

Al parecer la clase política mayoritaria PP-PSOE (con acompañamiento coreográfico de ciu.s, pnv.s o par.s), han decidido que sí, que somos culpables. Que los trabajadores, los autónomos o los pequeños empresarios son culpables de todo, y por eso hay que someterlos a un marco legal que les imponga los castigos mencionados. Porque es bueno recordar algo: la base de este castigo colectivo son normas aprobadas (o abstenidas) por los partidos mayoritarios que están en los parlamentos. Sin esas normas no habría ni víctimas míseras ni verdugos miserables sino otras políticas que generarían otro modelo.

Pero, claro, los pobres ciudadanos no habíamos caído en que otras normas no son posibles. Esta clase política –autoproclamada impotente– alega que estas medidas son inevitables. Es decir, reconoce que no puede hacer otra cosa porque, al parecer, está maniatada. A merced de «fuerzas» que se le escapan. La conclusión resulta tragicómica: son esas «fuerzas» las que realmente gobiernan, son los grandes cenáculos financieros, son los poderosos grupos de presión. Pues bien señores, reconozcan su impotencia, denuncien, recuperen el viejo concepto de soberanía e incluso la antigua concepción de dignidad nacional. Y si no renuncien, que gobierne directamente Wall Street, la Comisión Trilateral o el Club de Bilderberg. O bien comiencen a abrir los escenarios a la voluntad y sabiduría de la sociedad civil-popular. En caso contrario confirmaremos todos los indicios: son cómplices y culpables… miserables.

Francisco Palacios es Profesor de Derecho Constitucional y miembro de ATTAC