El saqueo y el expolio es un triste capítulo más de la historia del continente africano. El pillaje y la malversación, que fue iniciada por los europeos durante la etapa colonial, fue seguida por algunos líderes africanos que alcanzaron el poder tras la independencia. Tales son los casos de Idi Aminen Uganda o Jean-Bédel Bokassa […]
El saqueo y el expolio es un triste capítulo más de la historia del continente africano. El pillaje y la malversación, que fue iniciada por los europeos durante la etapa colonial, fue seguida por algunos líderes africanos que alcanzaron el poder tras la independencia. Tales son los casos de Idi Aminen Uganda o Jean-Bédel Bokassa en la República Centroafricana. Sin embargo, entre todos ellos destacó uno, que llegó a ser coronado con el dudoso honor de rey de los ladrones: Mobutu Sese Seko.
Mobutu Sese Seko, presidente todopoderoso del Zaire (actual República Democrática del Congo) alcanzó el poder en 1965 por medio de un golpe de estado y se mantuvo como líder indiscutible hasta 1997. Esto es, gobernó la friolera de 32 años. Aunque pensándolo bien, donde digo gobernar, podría decir hundir a su propio país en la pobreza a través del saqueo y el expolio.
Pero no adelantemos acontecimientos. Primero habría que preguntarse cómo logró Mobutu permanecer en el poder durante tanto tiempo. Y la respuesta es de lo más sencilla: alineándose con Occidente y Estados Unidos, que financiaron al presidente y su gobierno durante años, mirando hacia otro lado, a fin de evitar la expansión del comunismo.
De esta forma el Zaire se convertía en un corta-fuegos anticomunista en el mismo corazón de África. En esa lógica de la Guerra Fría, el presidente vivió una situación muy cómoda que le permitió impulsar sus dos grandes proyectos. El primero, conocido como «Zairización», fue una revolución cultural en la que renovó completamente la tradición africana del Congo. En este proceso, cambió el nombre de su país que en 1971 pasó a denominarse Zaire, y rebautizó las ciudades de tradición colonial: Léopoldville, Stanleyville, y Elisabethville pasaron a ser conocidos como Kinshasa, Kisangani, y Lubumbashi, respectivamente. Esta revolución, que pretendía alejarse culturalmente de la tradición occidental llegó a los límites de abolir los nombres cristianos por nombres de raíz.
Su segundo proyecto, además del culto a la personalidad, los asesinatos cometidos y todos los crímenes contra la humanidad que se produjeron durante su desgobierno, se basó en el robo continuo; en el expolio despiadado y salvaje de su propia tierra y de sus compatriotas. De hecho, el logro de Mobutu fue institucionalizar el robo, convirtiéndolo en parte del Estado, algo que irremediablemente sucedía y era cotidiano. Sólo así se entiende que las arcas de Mobutu (y sus cuentas de Suiza) alcanzaran los 5.000 millones de dólares estadounidenses al final de su mandato.
Este sistema de robo estatal se conoce como Cleptocracia, es decir, el gobierno de los ladrones, y sin duda alguna entre 1965-1997 el Zaire se convirtió en el mejor exponente de este. Sin embargo, Mobutu nunca ocultó sus actividades. Tal fue el descaro del presidente que nunca negó la depredación y el saqueo que él mismo estaba llevando a cabo en el Congo. Lo reconoció públicamente y de hecho dio a sus compatriotas las claves del éxito: «robar poco a poco, para que los demás no se den cuenta». Así, y con el beneplácito de su presidente, los congoleños fueron invitados a seguir los pasos de su líder y de su gobierno.
Precisamente, mientras los bolsillos del presidente estaban a punto de reventar, el país más rico de África se convertía en el quinto país más pobre del mundo. Pero no sólo se empobreció, sino que el país se hundió en el abandono y el caos. De esta forma, todo orden social, estructura económica u organismo del estado se desmoronó. La selva comenzó a devorar el asfalto de las viejas carreteras, se abandonaron las líneas férreas y Air Congo pasó a servir al amo y señor del Zaire, teniendo siempre a disposición de sus caprichos el puñado de aviones de los que disponía la empresa.
Las minas dejaron de explotarse, reduciendo su productividad un 80%, con la consecuente depauperación de los ya de por sí arruinados congoleños. Además, la desaparición casi total de los medios de transporte y comunicación, incluidos los barcos que surcaban las aguas del río Congo, extinguieron el comercio.
Igualmente, se dejó de pagar a los funcionarios, que entraron en la lógica del sistema mobutista, y se entregaron a la corrupción a fin de obtener algún beneficio. Los soldados tampoco fueron pagados y de hecho fueron invitados por el presidente a obtener ellos mismos su botín a través del saqueo de ciudades y pueblos. Esto a su vez produjo una descapitalización de la economía y un aumento de los ataques a la población civil, sobre todo a las mujeres, que se convirtieron en las principales víctimas debido a crímenes de toda índole sexual.
La cleptocracia alcanzaba así su apogeo, arruinando el país donde los europeos habían instaurado, previamente, la tradición del saqueo. Por su parte, Mobutu Sese Seko dejó al estado una deuda pública de 13.000 millones de dólares de los cuáles la mitad habían ido engordando los números de Suiza. Para 1997, cuando el gobierno mobutista se vino abajo por el avance de las tropas tutsis y rebeldes lideradas por Laurent-Désiré Kabila, Mobutu debió preguntarse dónde estaban los pilares que habían sujetado su estado cleptocrático durante 30 años. Quizás no pudieron sostener la avaricia de un gobierno de cleptómanos. O quizás, simplemente, alguien se llevó hasta los cimientos de su estado corrupto.
Fuente: http://www.guinguinbali.com/index.php?lang=es&mod=news&task=view_news&cat=2&id=4179