Curtido por el sol, la arena y la rudeza de la guerra en el desierto, Mohamed Abdelaziz , muerto a los 68 años, fue el hombre que llevó la lucha por la independencia saharaui de los campos de batalla a los pasillos de la ONU, donde aún sigue la pelea por la autodeterminación. Enfermo de […]
Curtido por el sol, la arena y la rudeza de la guerra en el desierto, Mohamed Abdelaziz , muerto a los 68 años, fue el hombre que llevó la lucha por la independencia saharaui de los campos de batalla a los pasillos de la ONU, donde aún sigue la pelea por la autodeterminación.
Enfermo de cáncer de pulmón, el histórico guerrillero y político dirigió el destino de su pueblo hasta el último aliento pese a que los continuos dolores le obligaron a guardar cama y a ausentarse para ser tratado en hospitales europeos.
Numerosas incertidumbres y sombras rodean la vida del hasta hoy presidente de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) y líder del Frente Polisario, desde la ciudad en la que nació un 17 de agosto de 1947 a las relaciones que mantuvo con el gobierno de Argelia.
Algunas fuentes apuntan a que su localidad natal fue Marrakech, en Marruecos, aunque la biografía oficial sitúa su origen en la ciudad de Smara, que formó parte del protectorado español y fue ocupada en 1975 por las tropas marroquíes.
Hijo de una familia humilde, estudió medicina y se licenció en la Universidad Mohamad V de Rabat, donde entabló contacto con los círculos independentistas saharauis e inicio sus primeras acciones en favor de la autodeterminación.
Según sus biógrafos, en 1968 ya formaba parte de la fundación del Movimiento Nacional de Liberación Saharaui liderado por Mohamed Sidi Brahim Basiri, el primer grupo que utilizó la lucha armada contra el colonialismo español.
Y en 1973 se unió al círculo de fundadores del Frente Popular de Liberación de Saguia El Hamra y Río de Oro, más conocido como Frente Polisario, una organización enraizada en el socialismo árabe que creía en la lucha armada como herramienta de libertad.
Iniciada la llamada «Marcha Verde», con la que el entonces rey de Marruecos Hasan II arrebató el Sahara Occidental a España, Abdelaziz destacó en el campo de batalla, tanto en el enfrentamiento con Mauritania como en la guerra con Marruecos.
Tras los «Acuerdos de Madrid», una parte del territorio saharaui había quedado bajo domino de Nuakchot y otra bajo control de Marruecos, lo que llevó al Frente Polisario a proclamar la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) y a declarar la guerra a ambos países.
El 9 de junio de 1976 fue elegido secretario general del Frente Polisario, cargo que mantuvo hasta su muerte y para el que fue reelegido este mismo año pese a que su avanzada enfermedad había reducido su actividad y apariciones públicas.
Hombre apegado al desierto, de carácter afable y familiar, aunque de maneras autoritarias, su leyenda de guerrero se gestó a partir de 1978, fecha en la que dirigió los combates en las regiones del sur, que obligaron a Mauritania a ceder territorio y firmar un alto el fuego.
Los éxitos en la arena le llevaron a la presidencia de la RASD, a la que accedió en 1982 y desde la que se dedicó a abrir un frente de combate menos cruento e igualmente productivo: la lucha política en el seno de las instituciones internacionales.
Conseguido ese año el reconocimiento de la Unión Africana, Abdelaziz fue elegido en 1985 vicepresidente y cuatro años después logró que el entonces secretario general de la ONU, Javier Pérez de Cuellar, y el presidente de la OUA, Kenneth Kaunda, se implicaran personalmente en las negociaciones para un alto el fuego con Marruecos.
El cese provisional de las hostilidades se rubricó el 6 de septiembre de 1991, momento en el que se inició la que hasta ahora es la penúltima etapa de la larga lucha por la libertad del pueblo saharaui.
Abdelaliz, que ha visitado España en múltiples ocasiones y se ha entrevistado con altos cargos de la administración española, optó por la vía de las negociaciones en busca de la celebración de un referéndum de autodeterminación.
Quince años después, la comunidad internacional, con la ONU a la cabeza, se muestra proclive a ese consulta, a la que se opone con obstinación Marruecos.
Precisamente, el secretario general de la ONU, Ban Ki Mun, fue uno de los últimos líderes mundiales en reunirse con Abdelaziz durante su visita a los campos de refugiados saharauis el pasado mes de marzo.
El diplomático surcoreano desató entonces la ira de Marruecos al utilizar la palabra ocupación para referirse al territorio que reclama el movimiento saharaui, hecho al que respondió Rabat con la retirada de parte de los miembros de la MINURSO, la fuerza de la ONU que vigila el alto el fuego.
Pero no todo han sido elogios para el fallecido presidente, que nunca tuvo empacho a la hora de exigir a España que asumiera su responsabilidad por haber abandonado el Sáhara a su suerte en 1976, año en el que las tropas coloniales española se retiraron y dejaron la vía expedita a Marruecos.
En los últimos años, tanto Abdelaziz como la vieja guardia del Frente Polisario, eran criticados por los jóvenes, que le acusaban de haberse acomodado, de eludir las reformas y de haber olvidado la opción de las armas.
Para gran parte de las nuevas generaciones, 40 años de exilio en el desierto de Argelia es un periodo suficiente, sobre todo porque desde su posición el proceso político se halla varado en un laberinto sin salida creado por Marruecos.
Abdelaziz, que siempre se mostró contrario al terrorismo, deja viuda, siete hijos y un legado muy denso con el que deberá lidiar su sucesor, que será elegido en un consejo extraordinario una vez pasen los cuarenta días preceptivos de duelo.
Mientras, la dirección y la lucha del pueblo saharaui quedará en manos del Presidente del Consejo nacional saharaui (Parlamento), Jatri Adduh.