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Carlos Taibo explica las claves del 15-M en las XIII Jornadas Libertarias de CGT-Valencia

«Muchos de los jóvenes indignados han pasado del ciudadanismo al anticapitalismo»

Fuentes: Rebelión

En la mayoría de los jóvenes indignados se ha producido una deriva radical (en el sentido etimológico de la palabra): «Han pasado de la reivindicación ciudadanista, que rechaza sólo elementos concretos del sistema y pide reformas limitadas, a la contestación anticapitalista». Quien realiza esta afirmación es un intelectual comprometido con el 15-M y las luchas […]

En la mayoría de los jóvenes indignados se ha producido una deriva radical (en el sentido etimológico de la palabra): «Han pasado de la reivindicación ciudadanista, que rechaza sólo elementos concretos del sistema y pide reformas limitadas, a la contestación anticapitalista». Quien realiza esta afirmación es un intelectual comprometido con el 15-M y las luchas sociales, Carlos Taibo, que ha participado en las XIII Jornadas Libertarias de la CGT-Valencia con una conferencia titulada «Las alternativas, las nuevas luchas y los sueños de siempre».

Taibo ha resaltado que muchos de los jóvenes del 15-M, cuanto nació el movimiento, se enfrentaban únicamente contra «la epidermis del sistema». Denunciaban elementos como la corrupción o la precariedad que, «aún siendo cuestiones graves, apunta Taibo, no constituyen el problema principal». Pero tras siete meses de reivindicaciones en las calles y plazas, impugnan el núcleo del sistema, su esencia, el mismo capitalismo.

El profesor de ciencias políticas de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) acredita una vasta trayectoria intelectual. Además de sus trabajos sobre la Europa Central y Oriental, la globalización y los movimientos alternativos o el decrecimiento, Taibo acaba de publicar «El 15-M en 60 preguntas», editado por Catarata.

En su origen, el 15-M lo formaban dos corrientes («dos grandes almas», señala Carlos Taibo). En primer lugar -por ejemplo, en el caso de Madrid- los activistas de los movimientos sociales alternativos, integrados por gente de los centros sociales okupados, el ecologismo y feminismo radicales, el pacifismo y el sindicalismo alternativo. Esta corriente, que se define por un perfil generalmente libertario, apuesta por la democracia de base, la autogestión, y la construcción de espacios de autonomía, sin liderazgos externos. Los jóvenes indignados completan el grueso del 15-M. Piden a los gobernantes que les escuchen y, en muchos casos, son personas que se movilizan por primera vez, con discursos más moderados en los que se subraya, aunque no sólo, la desproporción entre su preparación y las oportunidades que el sistema les ofrece.

«La relación entre estos dos cuerpos del 15-M ha sido fluida -explica el profesor de Ciencia Política de la UAM- aunque no exenta de problemas». Aunque, en el devenir del movimiento, muchos indignados han adoptado un perfil más radical, se ha producido una influencia enriquecedora en los dos sentidos, según Carlos Taibo. Y pone un ejemplo que sirve para la generación de militantes de mayor edad: «Hemos aprendido de los jóvenes indignados algo muy importante y que no es muy común. Expresarse con dulzura y simpatía. Los mayores arrastramos tantas derrotas a cuestas que muchas veces no sabemos, y ellos sí lo hacen; han vivificados los movimientos sociales».

En todo caso, el 15-M y sus propuestas han estado en la agenda de los medios de comunicación del sistema y los partidos políticos. ¿Por qué ha preocupado tanto a la gente de orden?, se pregunta Carlos Taibo. «Porque surge del magma de los movimientos sociales pero suscita las simpatías de gran parte de la población». Entre el 60 y el 75% de los ciudadanos simpatizaban con el 15-M antes del verano y, aunque ahora la cifra ha menguado, aún supera el 50%. Según algunos estudios, 8,5 millones de personas han participado en iniciativas promovidas por el 15-M, un movimiento que consideran necesario incluso muchos de los votantes del PP.

Esta aceptación general no implica, en absoluto, que los medios de comunicación oficiales difundan una imagen positiva del 15-M. «Etarras especializados en guerrilla urbana», los denigraba César Vidal, uno de los máximos representantes de la caverna mediática. Los medios de comunicación teóricamente progresistas («El País» o «Público) utilizan, según Taibo, estrategias más sutiles, que pasan por considerar «protestas lógicas» las reivindicaciones del movimiento de los indignados, pero en la mayoría de los casos asociadas a elementos lúdicos, festivos y exentos de cualquier perspectiva anticapitalista.

Para criminalizar el 15-M se le ha asociado a la violencia. «Pero lo cierto es que la única violencia es la que ha padecido el movimiento de parte de la policía», asegura el autor de «El 15-M en 60 preguntas». «A los medios oficiales les preocupa mucho una piedra sobre un escaparate de El Corte Inglés, pero no la de carácter estructural que de modo cotidiano padecen trabajadores, mujeres, inmigrantes, el medio ambiente y los países pobres». Sin embargo, Carlos Taibo afirma que la represión que ha sufrido el 15-M «ha acabado beneficiándole y dándole alas, por ejemplo, tras el desalojo de la inicial ocupación de la Puerta del Sol»; «Es éste un cambio notable, ya que históricamente la represión ha provocado miedo y retirada», apunta el intelectual.

El movimiento ha insuflado aire fresco a una izquierda abotargada y que necesita cargar las pilas con urgencia, ante los efectos devastadores de la crisis. Pero también presenta carencias. Entre otras, la falta de implantación en el mundo del trabajo. «Los trabajadores asalariados pueden ver con simpatía al 15-M, pero sin comprometerse; prefieren continuar con su militancia tradicional y luchar, más que por la autogestión de las fábricas, por la conservar su puesto de trabajo», afirma Taibo. ¿Y la posibilidad de una huelga general? «Estoy a favor, pero no sólo centrada en la producción, también ha de afectar al consumo», sentencia el profesor. Actualmente figura en la agenda del 15-M el debate de si convocar o no una huelga general y, en caso de hacerlo, si debe organizarla el movimiento sólo o de la mano de los sindicatos alternativos.

Como todo movimiento que implica oportunidades, el 15-M también encierra riesgos. Uno de ellos, explica Carlos Taibo, es «ceñirse al discurso cortoplacista que marcan los políticos y los medios de comunicación». Para escapar a esta cárcel discursiva, Taibo apunta las tres reivindicaciones esenciales, que han de subrayarse en todo caso, y que los medios silencian habitualmente: los derechos de las generaciones venideras y del medio ambiente (propuesta vinculada al decrecimiento); la denuncia de la desigualdad de género y los derechos de los habitantes de los países del Sur.

Sea como fuere, el 15-M ha conseguido que las asambleas populares hayan vuelto a las plazas y los barrios para hablar de política, tras décadas de vacío. Que multitudes de ciudadanos se manifestaran en las ciudades cuestionándose la representatividad del sistema político y la legitimidad de los mercados. Y otros logros, a lo mejor no tan evidentes, que señala Carlos Taibo: «La identidad. El 15-M ha forjado muy rápidamente identidades y esto no es fácil; uno puede presentarse por su nombre y afirmar que procede de la asamblea del 15-M de un determinado barrio o pueblo, y así darse a conocer».

Las protestas de los profesores de secundaria madrileños tampoco podrían explicarse sin el nuevo escenario sociopolítico configurado por el movimiento. Y el sentido de la audacia que ha despertado en mucha gente, por ejemplo, cuando 80 integrantes de la asamblea del 15-M en Carabanchel, rodearon a dos policías nacionales para evitar que detuvieran a un inmigrante sin papeles. «Esto hubiera resultado imposible el 14 de mayo», afirma Carlos Taibo. «Se ha ampliado el horizonte de lo que se puede pensar y lo que se puede hacer». Oportunidades, carencias, riesgos, un importante legado -a pesar de la juventud del movimiento- y todo un futuro por delante definen al 15-M.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.