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Nadie dijo que fuera fácil, pero tampoco imposible

Fuentes: Rebelión

Hace escasamente 4 días, la patronal madrileña (CEIM) amplificaba sus exigencias al cojunto de la CEOE y sentaba las bases de lo que el nuevo gobierno, (todo apunta que será de color azul) surgido de la cita pseudemocrática del 20-N, tiene que hacer para seguir respondiendo a los intereses de esa clase rica y opulenta […]

Hace escasamente 4 días, la patronal madrileña (CEIM) amplificaba sus exigencias al cojunto de la CEOE y sentaba las bases de lo que el nuevo gobierno, (todo apunta que será de color azul) surgido de la cita pseudemocrática del 20-N, tiene que hacer para seguir respondiendo a los intereses de esa clase rica y opulenta que sigue imponiendo su poder en el conjunto del estado español. Tampoco lo van a tener muy difícil ya que sus socios, esa suerte de «partido pogresista sagastino» al mejor estilo del siglo XIX, que les cede el poder cada 4 u 8 años, han hecho buena parte del trabajo sucio. Una de la reformas laborales más agresivas contra los derechos conquistados, una reforma de la constitución que consagra a la mayoría social al pago de una deuda que no ha generado, una reforma de las pensiones cuyo objetivo, tras el aumento de la edad de cotización y el retraso de la edad de jubilación (67 años), es potenciar el sistema privado de pensiones y aumentar los beneficios de la banca y un largo etcétera, vienen a allanar el camino de lo que el «partido conservador Canovista» nos tiene preparado. A todo esto y por si fuera poco, como colofón de casi cuatro años de legislatura y sin debate parlamentario alguno, resulta que España contribuye, teniendo más de 5 millones de parados, al gasto de más de 100.000 millones de euros para la puesta en marcha de un sistema de defensa militar llamado «escudo antimisiles». Esto supone la puesta en escena de la sumisión más lamentable de España y el conjunto de Europa a los intereses económico- militares de los EEUU, para seguir manteniendo su posición de gendarme internacional. Parece que al PSOE se le olvidó el «no más sangre por petroleo» tan coreado en las protestas contra la invasión de Irak y asistimos impunemente al asesinato de civiles e invasiones de países, en nombre de la paz y la democracia para que «ellos» obscenamente sigan obteniendo la mayor tasa de beneficios a pesar de la crisis sistémica por la que el capitalismo internacional está atravesando, sumiendo a miles de millones de seres humanos en la extrema pobreza.

Volviendo al tema. Las propuestas «anticrisis» de la plutocracia se radicalizan, despidos más baratos y restricciones a la huelga ,copago en sanidad y apoyo a la Educación privada… Señores, la hoja de ruta está perfectamente trazada. Todo ello siguiendo el dictado de exigencias foráneas de Alemania, Francia, Estados Unidos o el FMI. Frente a todo esto los caminos de lucha contra las políticas antisociales de los distintos gobiernos contemporáneosal servicio del sistema capitalista son divergentes. Un nuevo movimiento popular denominado «15-M», asambleario, horizontal, heterogéneo en su composición y heterodoxo en sus exigencias y alternativas se entrelaza con respuestas claramente clasistas encarnadas en las fuertes movilizaciones obreras en Grecia y la reciente convocatoria de huelga general en Portugal. El 15 de mayo nacía en nuestro país una nueva expresión del descontento generalizado del pueblo con el sistema que domina nuestras vidas. Cientos de miles de personas unificadas bajo el lema «no nos representan» en referencia a los partidos que dominan el sistema representativo español, inundaba calles y plazas para exigir un cambio. Casi seis meses después, el 15 de octubre, otra marea humana se moviliza en las calles, fruto de un esfuerzo por parte del movimiento, que aunque poco organizado, con sus errores y sus aciertos, demuestra la capacidad y el poder de convocatoria que tiene, al saber aglutinar y canalizar, a través de sus exiguos instrumentos organizativos,(asambleas, grupos de trabajo, comisiones etc) las exigencias de la mayoría social. El 15-M, objetivamente(y el que no lo quiera ver está ciego), ha supuesto una cierta transgresión del concepto clásico de «movilizar a las masas». Ciertamente ningún partido tiene la hegemonía o cumple el papel de vanguardia, pero tampoco nos engañemos, no es algo espontáneo o que surge de la nada, tiene sus dirigentes y liderazgos naturales, muchos de ellos preparados y experimentados en luchas sociales precedentes y otros surgidos del propio bagaje de la lucha, adquirido durante estos 6 meses.

Por otro lado, las organizaciones sindicales, al menos las CCOO,de la UGT mejor ni hablar, siguen enquistadas en el camino de la negociación y el pacto. En la dinámica de la desmovilización de las bases sindicales y los «almuerzos de trabajo» cupulares y «por arriba» con las distintas patronales de los diferentes sectores productivos. Es inaudito que en un contexto social como el actual, el sindicalismo supuestamente de clase no esté concienciando, no sólo a sus bases, sino al conjunto de la clase trabajadora para contestar de manera organizada los ataques que estamos sufriendo, y para ejemplo de lo que hay que hacer tenemos a nuestros hermanos griegos del PAME. Ante esto, las organizaciones políticas que se reivindican como transformadoras y de la izquierda alternativa no domesticada, se encuentran estancadas ante la incapacidad de dejar de cocerse en su propia salsa y dar un salto cualitativo que siente las bases de un proyecto político, nitidamente revolucionario, coherente con sus principios y altamente flexible con la manera de organizarse en función de la coyuntura concreta y el nivel de exigencia que la lucha de clases requiera en cada momento. Hay que dar un paso al frente, dejarse «narcisismos» estúpidos, y asumir un doble papel: Por un lado estar donde esta el pueblo, movilizarse junto a él y contribuir desde nuestra experiencia de lucha, a la configuración de un movimiento que realmente quiera cambiar sin ambajes y sin «salidas a la islandesa» el sistema ,tenga por objetivo el socialismo y no contribuya a ser una válvula de escape sistémica y desorganizada a los problemas acuciantes y estructurales realmente existentes y, por otro lado, enarbolar la bandera de la unidad de las diferentes causas con la causa general de la clase obrera, defendiendo con toda claridad frente a conceptos como los de «precariado», «multitud», etc, provenientes de no pocos adalides de la izquierda posmoderna, la centralidad de la clase trabajadora como sujeto principal y fuerza motriz del cambio social hacia otra realidad. Tenemos una obligación, y si se me apura me atrevería a decir que histórica, de construir una sociedad nueva al servicio del ser humano en su conjunto y que destierre de una vez por todas, a esa minoría opresora que sólo sacia su sed con el sudor de los trabajadores y el sufrimiento del pueblo.

Nadie dijo que fuera fácil, pero tampoco imposible.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.