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Cronopiando

Náusea infinita

Fuentes: Rebelión

Hace más de cuatro años que el gobierno de los Estados Unidos comenzó el secuestro de personas en muy diversos países, conduciéndolas a una base establecida ilegalmente en territorio de Cuba y que habilitó como el campo de concentración y exterminio más repugnante e inhumano que uno recuerde. Cuando las primeras imágenes de aquellos presos […]

Hace más de cuatro años que el gobierno de los Estados Unidos comenzó el secuestro de personas en muy diversos países, conduciéndolas a una base establecida ilegalmente en territorio de Cuba y que habilitó como el campo de concentración y exterminio más repugnante e inhumano que uno recuerde.

Cuando las primeras imágenes de aquellos presos fueron conocidas, Donald Rumsfeld, en una rueda de prensa inolvidable, apelaba a su más fino humor para explicar que les cubrían las orejas en procura de que no les molestara el ruido de los aviones aterrizando y despegando; les tapaban la boca para que no quedaran expuestos al polvo; les cubrían los ojos para que no se deprimieran con lo que vieran; y les encadenaban los pies para evitar que fueran a caerse y lesionarse.
Y Europa, ese mundo que se dice paradigma de todas las virtudes humanas y divinas, miró para otro y cambió el tema.
Hace más de cuatro años que cientos de presos son torturados ante la indiferencia general de ese mundo occidental y cristiano que se presenta como precursor y salvaguarda de todos los acuerdos y convenios que en materia de derechos humanos se han suscrito.
Presos que no tienen derecho a su identidad, a los que se ha despojado hasta del nombre, que no han sido acusados o juzgados, que carecen de asistencia legal.
Cuatro años en los que los grandes medios de comunicación encontraban más rigor informativo en la protesta de veinte mujeres cubanas en La Habana, que en las multitudinarias movilizaciones de mujeres en México, de indígenas en Bolivia, de estudiantes en Chile, de picoteros en Argentina, de profesionales en Colombia, de campesinos en Ecuador, de maestros en Uruguay , de obreros en Guatemala, de los sin tierra en Brasil, de los desesperados en Haití, Dominicana, Nicaragua…del millón largo de cubanos manifestándose en La Habana frente a la Oficina de Negocios de los Estados Unidos, en demanda de respeto.
Cuatro años en los que las instituciones europeas encontraban más oportuno conceder sus premios de la paz a la labor de las damas de blanco cubanas, que a las familias de los secuestrados en Guantánamo, o a las familias de los cinco patriotas cubanos secuestrados en cárceles de Estados Unidos luego de que sus propios tribunales dictaminaran la anulación de los juicios por las muchas irregularidades cometidas, o a las familias de los presos vascos que, cumplidas sus condenas, son secuestrados por leyes que se estiran y encogen al gusto y al disgusto del cliente, y con la anuencia de la parlamentaria democracia al uso.
Cuatro años en los que El Vaticano, atento siempre a pronunciarse en favor de la vida y los derechos humanos, y cuyos papas reciben y consuelan a tantas víctimas del terrorismo homologadas, todas dotadas de sus correspondientes denominaciones de origen, callaba, sin embargo, en relación a las más de 700 personas secuestradas en Guantánamo para las que nunca hubo ni un humano recuerdo ni una divina inquietud.
Tres presos aparecen suicidados en Guantánamo, el mismo día y a la misma hora. Uno de ellos, había sido secuestrado en Afganistán siendo menor de edad y, al parecer, casi cinco años más tarde, iba a ser liberado aunque todavía no se le había comunicado la decisión tomada en su caso. Al igual que los otros dos no había sido acusado de nada.
El gobierno de los Estados Unidos declara que los tres suicidas «no tenían aprecio por sus vidas ni por las de quienes les rodeaban» y que «es muy difícil entender por qué no habían protestado sobre su situación».
Y ante el crimen y la burla que desde hace cuatro años se ejecuta en Guantánamo, Europa, cómplice del delito, la que se dice esencia de la tolerancia y el respeto que, finalmente, se deja oír, pulcra y recatada como nunca, y «hace un llamado», «reitera», «insiste», «pide», «solicita», «requiere», «recaba»…
Tan digna y enérgica respuesta, obviamente, iba a generar demandas parecidas en otros países y ya la monarquía saudí, de donde eran oriundos dos de los suicidados, ha hecho saber que «se esforzará en recuperar los cuerpos sin vida de los dos sauditas para sepultarlos».