Nevó en Kenia. Las imágenes no dejaban lugar a dudas: los habitantes de ese país africano saboreaban el hielo, como aquel que dice: «pellízquenme porque estoy soñando». Si ellos no daban crédito a lo que veían sus ojos, tampoco quienes mirábamos la televisión o leímos los despachos de prensa. El fenómeno carece de precedentes en […]
Nevó en Kenia. Las imágenes no dejaban lugar a dudas: los habitantes de ese país africano saboreaban el hielo, como aquel que dice: «pellízquenme porque estoy soñando».
Si ellos no daban crédito a lo que veían sus ojos, tampoco quienes mirábamos la televisión o leímos los despachos de prensa. El fenómeno carece de precedentes en ese país del este africano con costas en el océano Indico.
Cualquiera podría pensar que el clima enloqueció. Para los científicos la nevada en Kenia, un país húmedo, por demás tropical, con una diversidad asombrosa de flora y fauna, constituye una evidencia más del cambio climático.
También es noticia el desprendimiento de una enorme plataforma de hielo en el Artico canadiense, que viaja a la deriva en las aguas de ese mismo océano, como otra prueba de la dramática influencia del aumento de la temperatura global.
La pérdida de ese iceberg milenario con una superficie estimada de 214 kilómetros cuadrados, tres veces la dimensión de la isla de Manhattam, en Nueva York, constituye otra prueba de que los termómetros marcan temperaturas más altas.
Los especialistas sostienen que las transformaciones del clima son más patentes en los polos. El desprendimiento de grandes témpanos tiene como consecuencia que las inmensas plataformas heladas no puedan recuperarse durante el invierno.
El Artico pierde enormes trozos de hielo a una velocidad dramática. El mes pasado cayó al océano la plataforma Markham de 50 kilómetros cuadrados que amputó la costa de la isla Ellesmere.
La Serson, por su parte, perdió dos bloques, y quedó cercenada en un 60 por ciento, equivalente a un área de 122 kilómetros cuadrados.
En julio, de la Ward Hunt se desprendieron dos grandes fragmentos de hielo, y después 22 kilómetros cuadrados adicionales.
Esas transformaciones irreversibles son una muestra de la rapidez conque ocurren los cambios en esa parte del globo, con la subsecuentes consecuencias para el hombre, la flora y la fauna marina y también terrestre.
¿Qué pasaría si continuara la pérdida de los hielos árticos y antárticos? Se producirían notables transformaciones que afectarían la circulación de las corrientes oceánicas, así como la obtención de alimentos para los animales y los seres humanos.
Las regiones polares juegan un papel clave en el sistema Tierra porque intervienen en la circulación atmosférica y oceánica, regulan el clima planetario y tiene un gran valor ecológico, según advierten expertos.
A medida que la temperatura aumente, la superficie derretida será mayor, más agua lubricará la base del glaciar, lo cual reduce la fricción, incrementa su velocidad y eleva el nivel del mar.
Eso constituye un riesgo para los pequeños estados insulares y las ciudades costeras ubicadas bajo el nivel del mar, como ocurre en los casos de Louissiana, en Estados Unidos, Amsterdam, en Holanda, y Georgetown, Guyana, que podrían quedar anegadas.
Paradoja, la administración del estado con mayor influencia en el nivel de impacto contra el entorno ambiental, Estados Unidos, se empeña en restar importancia a esta situación al negarse a ratificar el Protocolo de Kyoto.
La nevada sin precedentes en Kenia puede ser una nueva advertencia de la alteración del clima. Los acelerados deshielos en el Artico representan una evidencia innegable…