Christine Lagarde y Mariano Rajoy mencionaron a Níger y Uganda en vano, como si fuera el único recurso que le quedara a Europa para seguir siendo Europa. El imperialismo siempre recurrió a un África imaginada para construirse como «Occidente», y a su vez las periferias europeas sufren, aún hoy, procesos similares de manos de las […]
Christine Lagarde y Mariano Rajoy mencionaron a Níger y Uganda en vano, como si fuera el único recurso que le quedara a Europa para seguir siendo Europa. El imperialismo siempre recurrió a un África imaginada para construirse como «Occidente», y a su vez las periferias europeas sufren, aún hoy, procesos similares de manos de las potencias centrales (y las periferias de las periferias, de sus metrópolis centrales). En la jerarquía de las razas, la «latina» tal vez no fuera la suprema, pero al menos se consolaba pretendiendo situarse por encima de los descendientes de Cam. Esta competición es una de las herencias envenenadas de la modernidad.
Los ugandeses y la prensa internacional ya se encargaron de ridiculizar a Rajoy. A Uganda no le han «rescatado» el sistema bancario, mucho más modesto que el español, es cierto. Pero no olvidemos que durante muchos años tanto a Níger como a Uganda sí que les aplicaron sendos programas de ajuste estructural, que siguen la misma lógica que los que ahora se están imponiendo en la periferia de la eurozona, aunque el contexto económico y social sea muy diferente.
Níger
«Christine Lagarde no precisó que Níger ha estado sometido a las exigencias del FMI durante más de 25 años. No puede ignorar que la responsabilidad de que los niños y niñas de Níger no tengan acceso a una escolaridad normal recae en su mayor parte en el FMI«, recuerdan Damien Millet y Eric Toussaint, del Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo (CADTM). Después de todo este tiempo, Níger sigue siendo uno de los países más pobres del planeta, con uno de los índices de desarrollo humano más bajos.
Es cierto que el servicio de la deuda externa bajó, mediante la aplicación del programa de aligeramiento de la deuda HIPC o PPAE (Países Pobres Altamente Endeudados), hasta el 15% a finales de 2009, pero hoy ha vuelto a subir hasta el 23% del PIB, cifra moderada comparada con el pasado. Pero las reformas estructurales forzaron la reducción de las superficies destinadas a la producción local de alimentos, acabaron con los sistemas de estabilización de precios (no olvidemos que la Unión Europea dispone de la PAC), liquidaron la autosuficiencia en cereales, suprimieron las subvenciones a los productos básicos y abrieron los mercados locales a las empresas multinacionales. Las privatizaciones permitieron, por ejemplo, que Vivendi (luego Veolia) se apropiara del servicio de aguas de las principales ciudades. Hoy uno de cada dos nigerinos no tiene acceso a agua potable, pese a la existencia de importantes reservas de agua subterránea. En 2005 el IVA aumentó hasta el 19% en alimentos, productos de primera necesidad y agua potable, provocando una revuelta popular. Los recortes en educación contribuyeron a la persistencia de una de las tasas de analfabetismo más elevadas del mundo. El Estado se quedó sin recursos para afrontar las hambrunas cíclicas que asolan al país (2005, 2010), afectado por las sequías y la liberalización del sector agrícola.
Níger es además un espectador pasivo de la sobreexplotación de sus recursos naturales. Ahora suministra a Francia -por medio de Areva- hasta un tercio del uranio que consume en sus reactores nucleares, en un proceso extractivo que contamina las áreas circundantes, que ha generado tensiones con las tribus tuareg por el nulo beneficio que ha aportado para las poblaciones locales. Las cifras positivas de crecimiento económico que se esperan para este año (11%) se explica fundamentalmente por las inversiones mineras y petroleras. En Níger los datos macroeconómicos tienen muy poco que ver con el bienestar real de sus habitantes.
Uganda
Si Níger representa el típico fracaso de las políticas estructurales promovidas por el FMI y el Banco Mundial, Uganda se nos muestra en cambio como uno de los raros casos de éxito. El Producto Nacional Bruto per cápita creció un 132% entre 1985 y 2011 y la extrema pobreza en términos de ingreso pasó del 56% de la población en 1992-3 al 24,5 en 2011 %, a pesar de contar con uno de los mayores crecimientos demográficos. En algunos indicadores de salud y educación, el progreso también ha sido estimable. El acceso a los medicamentos antirretrovirales para tratar a las personas infectadas por el VIH podría alcanzar este año el 80 % de los pacientes y el acceso al agua potable ha subido del 57% de la población en 1999-2000 al 74% en 2009-2010. El número de niños escolarizados en la escuela primaria creció de 2,7 millones en 1997, año en que el gobierno introdujo la política de Educación Primaria Universal, a 8,2 millones en 2009. Uganda fue el primer país donde se aplicó la citada iniciativa PPAE.
Sin embargo, la reducción de la pobreza ha sido bastante desigual, hasta el punto de que el Banco Mundial habla ahora de la necesidad de que el crecimiento sea «inclusivo». La desigualdad en el ingreso creció un 11,8 % desde 1992-3 hasta 2005-6. La pobreza en las zonas rurales (27.2%) es muy superior a la pobreza en áreas urbanas (9.1%), y la región del norte -donde surgió por cierto la guerrilla de Joseph Kony- muestra tasas de pobreza extrema de hasta el 46.2%. Buena parte de la población sigue siendo vulnerable al incremento de los precios de los productos básicos, lo que de tanto en tanto provoca revueltas urbanas. Un informe publicado por la Foundation for Human Rights Initiative (FHRI) en abril de 2011 reveló que la mayoría de los trabajadores del país están trabajando en condiciones deplorables y que en la práctica no se les reconocen derechos laborales elementales. Aunque oficialmente el desempleo sea del 4-5%, esta cifra debe manejarse con mucha cautela, pues solo el 20% de la población activa está asalariada y únicamente el 5% de los trabajadores tienen un empleo fijo. En cuanto al sistema educativo, la mitad de los estudiantes no finaliza la educación básica. Y mientras muchos ugandeses no pueden permitirse acceder a tratamiento médico, el gobierno se gasta 110 millones de euros al año en enviar a sus altos cargos y amigos a hospitales en el extranjero.
La revista liberal The Economist, en un ya célébre editorial de diciembre de 2011, «Africa Rising«, recomendaba a los africanos que «hay que sacar la tierra de la propiedad comunal y entregar títulos de propiedad privada a campesinos individuales para que puedan conseguir créditos y expandirse«. Nuevos cercamientos y financiarización de la tierra, para atraer capitales. Uganda es un adelantado en la materia, pero como suele ocurrir, quien se hace con los títulos de propiedad son los más fuertes, esto es, las grandes corporaciones. La legislación liberalizadora y privatizadora está favoreciendo el acaparamiento de tierras en Uganda en detrimento de las comunidades locales y las instituciones tradicionales de gestión comunitaria de la tierra. Por ejemplo, según Oxfam una sola empresa, la británica New Forests Company, expulsó de sus tierras a más de 20.000 personas para desarrollar plantaciones forestales de eucalipto destinadas a la exportación. La campeona es la china Heibei Company, con 40.500 hectáreas destinadas a producir cereales para su consumo en China.
Una particularidad de Uganda reside en que, al contrario de lo que sucedió en otros países, el ajuste estructural sirvió para consolidar el poder del Movimiento de Resistencia Nacional (MRN) de Yoweri Museveni. Cuando accedió al gobierno el Estado se encontraba devastado por años de guerra civil y dominaba la economía informal (magendo). La ayuda internacional, liderada por unos Estados Unidos que vieron en Uganda la puerta de entrada en el corazón del continente africano, permitió reflotar el Estado, aunque con parámetros liberales. La elite ugandesa supo hablar el lenguaje de sus financiadores externos, con quienes mantiene una relación simbiótica. También se benefició económicamente de su participación en las guerras de la actual República Democrática del Congo mediante el tráfico de sus recursos mineros. Y fue el autoritarismo consensual del MRN -ajeno a los riesgos del multipardisimo- el que permitió una aplicación eficaz del programa de ajuste. El régimen neoliberal, alimentado al principio por la ayuda exterior, contribuyó a la emergencia de una clase media urbana articulada en realidad en torno al acceso directo e indirecto de los recursos del Estado. Una parte de este grupo social se ha beneficiado del boom inmobiliario en Kampala y otras ciudades.
Ya sea el fracaso de Níger o el ambiguo éxito de Uganda, las dos o tres décadas de ajuste dieron como resultado poblaciones rurales desposeídas para el extractivismo minero (Níger) o agroforestal (Uganda), un incremento de las desigualdades, una mayor dependencia externa -aunque en Uganda sea muy beneficiosa para unos pocos- y al final nuevas reglas de juego favorables para los poderosos de dentro y de fuera. Cambiar esto, sin el fetiche del PIB, es lo que debería hacer reflexionar y unir a nigerinos, ugandeses… y, sí, españoles.
Fuente: http://www.javierortiz.net/voz/samuel/niger-y-uganda-el-ajuste-del-sur