El próspero ambiente de negocios en el delta del río Níger ha sido la principal víctima de la insurgencia armada, lanzada por grupos que procuran controlar la riqueza petrolera de esta región de Nigeria. La ira se acumula en las comunidades del delta, que se consideran marginadas de las ganancias que producen los recursos naturales […]
El próspero ambiente de negocios en el delta del río Níger ha sido la principal víctima de la insurgencia armada, lanzada por grupos que procuran controlar la riqueza petrolera de esta región de Nigeria.
La ira se acumula en las comunidades del delta, que se consideran marginadas de las ganancias que producen los recursos naturales de su tierra.
Afirman que aún no han visto los beneficios de más de 50 años de explotación petrolera. A pesar de sus enormes recursos en hidrocarburos, las comunidades de la zona figuran entre las más pobres del mundo.
El Centro de Estudios Globales de Energía, con sede en Londres, calculó en su informe de agosto de 2008 que Nigeria, novena en la lista de los mayores exportadores de petróleo, obtendría este año 66.000 millones de dólares por ese concepto.
Prácticamente todo el petróleo nigeriano se extrae en la zona del delta. El gobierno se queda con 55 por ciento de las ganancias. El resto queda en poder de las compañías multinacionales que operan en el área.
El malestar los habitantes de las comunidades locales ha llegado al punto de ebullición. Las demandas pacíficas de una mayor participación en la renta petrolera fueron violentamente reprimidas por el gobierno nigeriano.
Actualmente, el delta del Níger alberga organizaciones armadas que combinan sus demandas de justicia económica y protección ambiental con la destrucción de oleoductos y el robo de crudo al por mayor.
Estos grupos han secuestrado a más de 200 trabajadores petroleros extranjeros y asesinado a cientos de personas.
Este cuadro de inseguridad es uno de los factores que mantienen altos los precios internacionales del petróleo.
Por otra parte, la estatal Corporación Nacional Nigeriana del Petróleo calculó que las exportaciones de crudo se contrajeron 25 por ciento en el último año, como consecuencia de los ataques a oleoductos y el éxodo de trabajadores extranjeros.
Pero se ha prestado escasa atención a los miles de personas que han perdido sus puestos de trabajo en el delta del Níger a causa de la caída de los negocios de las grandes empresas que operan en la zona.
Los trabajadores extranjeros que se desempeñan allí están atemorizados por las acciones de grupos armados como el Movimiento para la Emancipación del Delta del Níger. Antes del comienzo de la crisis había miles de empleados de compañías multinacionales.
«Muchas grandes empresas con empleados extranjeros han puesto fin o reducido sus operaciones, a medida que sus trabajadores abandonaban la región por razones de seguridad», dijo a IPS Sofiri Joab-Peterside, del Centro de Ciencias Sociales Avanzadas, con sede en Puerto Harcourt, capital y centro administrativo del estado de Rios, en el delta del Níger.
Sólo en esa ciudad, tres grandes multinacionales dejaron de operar y despidieron a todos sus trabajadores: la fabricante de neumáticos Michelin, la estadounidense Willbros, de servicios para las compañías petroleras, y la constructora alemana Julius Berger.
Louis Obi, ex gerente de Recursos Humanos de Michelin, señaló que aunque el cierre de la empresa en mayo del año pasado dejó a 1.500 empleados en la calle, la cantidad de personas que indirectamente perdieron su medio de vida duplica a esa cifra.
Joab-Peterside afirmó que los más afectados son los comercios informales que habitualmente trabajan durante la noche, porque las bandas armadas son más activas luego de la caída del sol.
«Quienes se ganaban la vida en los locales nocturnos, como puestos de comida rápida, han sido arrojados a las masas desempleadas. Los pequeños comerciantes, en especial las mujeres, han visto una fuerte caída en su actividad, ya que se ven forzados a cerrar más temprano», agregó.
Las autoridades creen que muchos de los hombres armados que operan de noche se movilizan en motocicletas y, por lo tanto, prohibieron su circulación después de las 6 de la tarde.
Pero la mayoría de las personas que viven en Puerto Harcourt y trabajan o residen fuera de los recorridos regulares de los autobuses recurren a motocicletas con taxímetro, mucho más baratas que los automóviles. «Ahora es caro movilizarse después de las 6 de la tarde», dijo Ahmed Saliu, quien ansía el retorno a la normalidad.
Sin embargo, es poco claro que eso suceda en el corto plazo. Billy Gillis-Harry, presidente de la Cámara de Comercio, Industria, Minas y Agricultura de Puerto Harcourt, teme que la situación empeorará si la crisis se profundiza.
«La agitación local por el control de los recursos, que comenzó al nivel de las aldeas, se ha vuelto una cuestión internacional, pues el precio del petróleo. Debemos evitar que el delta del Níger siga el camino de Medio Oriente», afirmó.
Las sospechas entre las comunidades locales, por un lado, y las de las multinacionales y el gobierno nigeriano, por el otro, indican que la solución de la crisis es dificultosa