Aquellos que odiaron, deshumanizaron, lincharon, quemaron -incluyendo niños y niñas- y esclavizaron a los negros (cuando EE.UU. era «grande»), son los mismos que hoy odian a los inmigrantes indocumentados; son los mismos que odian a quienes se organizan, a quienes protestan por sus derechos, a quienes en las calles demandan dignidad. Los reaccionarios antiinmigrantes odian […]
Aquellos que odiaron, deshumanizaron, lincharon, quemaron -incluyendo niños y niñas- y esclavizaron a los negros (cuando EE.UU. era «grande»), son los mismos que hoy odian a los inmigrantes indocumentados; son los mismos que odian a quienes se organizan, a quienes protestan por sus derechos, a quienes en las calles demandan dignidad. Los reaccionarios antiinmigrantes odian al trabajador indocumentado porque saben muy bien que los indocumentados son un peligro para la derecha retrógrada, son un peligro para la llamada «supremacía» blanca, son un peligro para la ideología ultraconservadora de EE.UU. Los millones de inmigrantes indocumentados son una amenaza para el intento del retorno a aquellos tiempos nostálgicos, de cuando EE.UU. era «grande», de cuando los blancos (por ley) podían comprar y vender negros como mercancía.
Que quede claro a los reaccionarios antiinmigrantes, no, no es culpa de los padres del dreamer haberlo traído a EE.UU. cuando aún era muy pequeño. La verdadera culpable es la intervención norteamericana en México, en el resto de América Latina y en otras partes del mundo. En otras palabras, EE.UU. es el principal culpable de que 11 millones de personas se hayan visto obligadas a abandonar sus países de nacimiento.
Que quede claro a los reaccionarios antiinmigrantes, EE.UU. no da de comer a los inmigrantes, son los inmigrantes quienes dan de comer a EE.UU. El indocumentado no toma ventaja de EE.UU, es EE.UU. quien toma ventaja del indocumentado, al usarlo como mano de obra barata, al explotarlo en su lugar de trabajo, al arrebatarle sus derechos, al usarlo de chivo expiatorio para obtener ganancias en el terreno político y luego querer desecharlo.
Ni con muros, ni con deportaciones, ni con discursos antimexicanos, ni con discursos antiinmigrantes podrán detener el flujo migratorio hacia EE.UU. Si en verdad quieren poner un alto a la emigración de mexicanos y latinoamericanos, dejen entonces de derrocar gobiernos, dejen de meter sus grandes narices en otros países, dejen de asesinar líderes progresistas, dejen de robar los recursos naturales, dejen de entrometerse en la vida social, política y cultural de América Latina, dejen de patrocinar a gobiernos marionetas, apátridas y entreguistas.
Con Bush o sin Bush, con Obama o sin Obama, con Trump o sin Trump, con DACA o sin DACA, con neonazis o sin neonazis, con reaccionarios antiinmigrantes o sin reaccionarios antiinmigrantes, la lucha por la liberación de 11 millones de trabajadores inmigrantes continúa.
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