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Entrevista a Mahfud Ali Beiba, presidente del Parlamento saharaui

«No es lógico que la ONU equipare al invasor y al invadido, al que viola las leyes internacionales y al que exige que se cumplan»

Fuentes: Rebelión

14 de noviembre, 33 aniversario del Acuerdo Tripartito de Madrid

Mañana se cumplen treinta y tres años de la firma del Acuerdo Tripartito de Madrid, por el que España dividió su colonia del Sáhara Occidental y la entregó a la ocupación de los ejércitos de Marruecos y Mauritania. En todo este tiempo los hombres y las mujeres saharauis se han enfrentado a la guerra, al exilio y a la represión más brutal, dentro de los territorios ocupados de su país, pero han sabido luchar por su identidad.

Para el presidente del Parlamento saharaui, Mahfud Ali Beiba, que en esta entrevista repasa la historia de su país y de su gente, a lo largo de estas tres décadas, ese es el elemento que define y caracteriza el futuro de su pueblo, la lucha inquebrantable de los saharauis, la decisión de ejercer su derecho a la autodeterminación y a conquistar su independencia y la soberanía sobre su territorio.

Treinta y tres años después de la firma de los Acuerdos Tripartitos de Madrid, ¿qué valoración cabe hacer de aquel hecho, tanto de lo que significó en su día como de las consecuencias que se han derivado de él a lo largo de este tiempo?

Creo que no hace falta decir que esos Acuerdos constituyen uno de los episodios más negro en la memoria colectiva de los saharauis. Fueron el anuncio de una traición que no esperábamos porque, en aquel momento, incluso las voces más autorizadas de la política española habían afirmado que iban a acompañar al pueblo saharaui hasta su autodeterminación.

Pero es que, además hay un capítulo muy interesante de este proceso que hay que tener en cuenta a la hora de sintetizar el análisis sobre la firma del Acuerdo Tripartito y es que, más o menos un año antes, se habían iniciado unas negociaciones entre el Frente Polisario y España (a través del Ministro de Exteriores, Cortina Mauri), en una localidad próxima a la frontera con Argelia, con el general Gómez Salazar, que era el Gobernador del Sáhara en aquel entonces. Estas negociaciones tenían como objetivo la apertura de un proceso de diálogo para llegar a un programa transitorio entre ambas representaciones. En esa reunión, celebrada en el mes de octubre de 1975, en la que hubo intercambio de detenidos y prisioneros por ambas partes, se llegó un acuerdo en torno a un programa transitorio que empezaba con la formación de una Comisión Mixta (de la que Barahim Ghali y yo fuimos nombrados los representantes del Polisario) encargada de abordar la articulación de un plan que englobaba aspectos militares, sociales y económicos durante un período de diez años. Incluso, se llegaron a aplicar algunas partes de ese plan. Por un lado la que hacía referencia a que los representantes del Polisario podían entrar legalmente al territorio en número de dos miembros por cada ciudad y por otro la que daba al ejército saharaui, incorporado a la negociación, una zona del territorio del Sáhara (desde Ausserd hacia el este) para que se estableciera en ella.

En este contexto, la delegación del Polisario se trasladó al Aaiún para tener un nuevo encuentro con el general Gómez Salazar y abordar tanto la formalización de la Comisión Mixta, pues la parte española aún no había designado a sus representantes, como la culminación del intercambio de detenidos y prisioneros. Como fuimos por carretera, los miembros de la delegación saharaui fuimos comprobando que la población saharaui, en ciudades como Tifaritti o Smara, acogía con manifestaciones y expresiones de júbilo el proceso que estaba naciendo.

De hecho el general Gómez Salazar se mostraba preocupado porque decía que las manifestaciones iban a provocar a Marruecos y, a pesar de que nosotros le aseguramos que ese no era el fondo ni el objeto de aquellas manifestaciones, quedó claro que la intención era la de ponerles freno a aquella afirmación espontánea de la voluntad del pueblo saharaui. Una vez en El Aaiún, tuvimos un encuentro con el Secretario General y acordamos con él una nueva cita para tres días más tarde, el tiempo suficiente para consultar con la sociedad saharaui, con la Juventud y, sobre todo con la Asamblea General del Sáhara.

En aquellos momentos existía en el territorio una organización política que se llamaba Movimiento Militar Democrático y algunos activistas de esta organización trabajaban, desde el Sáhara, en el servicio de Comunicación con Madrid. Fueron ellos los que nos trajeron el telegrama que decía que el tema del Sáhara había quedado zanjado y que la orden era arrestar a los delegados del Polisario. Cuando ese telegrama llegó a nuestras manos, los delegados del Polisario estábamos reunidos con un grupo de líderes estudiantiles en un lugar de El Aaiún y, al salir de allí, a sabiendas ya de que no habría reunión con Gómez Salazar, nos dimos cuenta de que la ciudad estaba tomada por los militares, se habían puesto alambradas en todos lados y el panorama era el de un cerco total.

Lo que quiero resaltar con este relato es que la traición que el Gobierno de España hizo a los saharauis en 1975 fue doble y que no sólo se reflejó en la firma de los Acuerdos Tripartitos de Madrd, sino también en la ruptura de ese proceso negociador del que ya se habían aplicado algunas fases.

Dicho esto, también hay que añadir un dato en la contextualización histórica de este episodio lamentable protagonizado de la administración del Estado Español: en el Acuerdo Tripartito de Madrid había una cláusula secreta que decía que la Asamblea General del Sáhara, en cierto modo y al estilo colonial, una institución legislativa, iba a legitimar esos acuerdos. Pues bien, cuando los miembros de la Asamblea tuvieron conocimiento de esta cláusula, decidieron reunirse, catorce días después de la firma del Tripartito (el 28 de noviembre de 1975) para disolverse y crear el Consejo Nacional Saharaui Provisional, que fue la antesala del Parlamento que ahora yo presido y que, por esta causa, tiene la característica de haber nacido antes que la propia RASD.

Aparte de esto, es fundamental afirmar que tantos años después, y a pesar de todo, el pueblo saharaui no sólo sobrevive, sino que mantiene en alto las mismas banderas de lucha que entonces, la descolonización y la independencia.

La deuda que España contrajo entonces con el pueblo saharaui está todavía pendiente y lo que hago aquí no es necesariamente culpar a un Gobierno más que a otro, es sólo constatar que la descolonización del Sáhara no se ha completado y este hecho implica directamente a los Gobiernos españoles, a todos. En este sentido, entiendo que las democracias están para solucionar los errores de las dictaduras y por eso, en mi opinión, es más inexplicable que esta parte de la Historia, compartida por España y por el Sáhara, siga aún inconclusa.

Ha dicho usted que es necesario resaltar que, pese a la firma de este Acuerdo, el pueblo saharaui sobrevive, ¿puede deducirse de ello que el objetivo no explicitado de esos acuerdos era la desaparición física o moral de su pueblo, que la identidad de las gentes del Sáhara Occidental quedara borrada?

Por parte de España no, no creo que hubiera esa intención, y tampoco en el caso de Mauritania. Otra cosa ocurre con Marruecos, y cuando digo esto no tengo temor alguno a equivocarme porque los hechos que se sucedieron desde entonces han puesto de manifiesto que lo que perseguían los marroquíes era el genocidio del pueblo saharaui.

Considero necesario, aquí, llamar la atención sobre dos hechos de coyuntura histórica. Por un lado hay que reconocer que el lobby pro marroquí que había penetrado en las más altas esferas del Gobierno era mucho más activo que el grupo pro saharaui que tenía su cota mayor de influencia en el entorno del Ministerio de Exteriores, y, en medio, estaban los militares, que se habían quedado fuera de juego.

Por otro, a Estados Unidos le preocupaba que lo que había pasado en Portugal (la Revolución de los Claveles) se transmitiera a España y que ése fuera el comienzo de la expansión del comunismo, venido del sur, hacia Europa. Hay que tener en cuenta que había elementos similares (a saber, una dictadura y una guerra colonial en África), que determinaron que EEUU conminara a España a abandonar el Sáhara y a reforzar al régimen marroquí como base de contención frente al comunismo que provenía del entorno africano, y que, en verdad no existía, salvo en la mente de los políticos de ese país.

Al margen de los elementos que acaba de citar, pero sumado ellos, ¿puede concluirse de los hechos sucedidos entonces que España, en el contexto de la puesta en marcha del proyecto continuista de la transición, no estuviera dispuesta a afrontar una guerra colonial con el Frente Polisario cuyos resultados no auguraban nada bueno para la metrópoli?

Bueno, los preparativos sobre el terreno lo que indicaban es que se iba a defender la colonia. Se habían hecho alambradas, campo de minas e, incluso, se habían reforzado las tropas españolas en el Sáhara, incluidos los efectivos saharauis que formaban parte de ese ejército. Además, los propios militares consideraban el abandono del Sáhara como una herida hecha a su honor y así nos lo llegaron a manifestar algunos mandos de la época, en la ciudad de Smara.

Por lo que respecta a los saharauis, hasta el último momento el mártir El Louali nos propuso que fuéramos a ver al entonces príncipe, Juan Carlos, porque estábamos convencidos de que los hechos que estaban sucediendo no representaban la postura oficial de España, sino más bien a la correlación de fuerzas que se había inclinado en favor de uno de los grupos de presión operativos, dentro de las estructuras del estado y, por supuesto, a las líneas políticas marcadas desde el exterior.

Por tanto, creo que el elemento catalizador del abandono español del Sáhara no fue otro que la presión de las grandes potencias; concretamente de Estados Unidos y Francia. No de forma gratuita, la bandera más grande que pudo verse en todo el tiempo que duró la Marcha Verde fue la estadounidense.

Todo el desastre histórico y humano que siguió a los hechos que usted narra no impidió que la vida del pueblo saharaui se articulara en torno a un Estado, la RASD, una de cuyas instituciones, el Parlamento, usted preside desde hace dos legislaturas. Háblenos de ese Estado, de los elementos que rodearon su declaración como tal.

Bueno hay que decir que esa articulación es un poco peculiar porque el hecho de que un Parlamento nazca antes que el propio Estado es una cualidad distintiva de la sociedad saharaui. Sin embargo, esta cualidad no surge de manera espontánea, sino que está marcada por aspectos históricos, y también por circunstancias del presente, que, como es lógico pensar, determinan su proyección hacia el futuro.

En referencia a los aspectos históricos, los saharauis, por la zona geográfica a la que pertenecemos, estábamos rodeados por poderes que no tienen nada que ver con el sistema propio saharaui. Así, Marruecos era una monarquía; en el este, Argelia era un emirato y en el sur, Mauritania también era emirato. El caso saharaui siempre fue distinto, el poder tuvo en su inicio un carácter popular, con lo que se conoció como el Consejo de los Cuarenta, que, digamos, marcaría la tradición democrática de nuestras instituciones desde su nacimiento. Esa tradición, esa manera de funcionar es la que explica, hoy por hoy, que el Frente Polisario sea un movimiento que engloba a todos los saharauis y no sólo a sus élites como ocurre en los partidos políticos clásicos. Dentro de ese movimiento, que no es monocolor, coexisten todos los planteamientos y el debate es continuo y abierto.

En cuanto a la creación del Estado saharaui como tal, en un principio fue algo teórico partiendo, en primer término, de que el país colonizador (España) había salido del territorio el 26 de febrero de 1975 y que para nosotros el colonialismo, políticamente hablando, había acabado ese día. Por eso proclamamos, en la madrugada del 26 al 27 de febrero, el Estado saharaui, porque dábamos por abolida la etapa colonial de nuestra historia. En segundo lugar, para los saharauis era prioritario que no hubiera un vacío de poder; hasta esa fecha había habido una administración y a ella le seguía otra, que era la legítimamente nuestra.

Como tercer punto, las circunstancias que se estaban dando nos decían que había que situar bien los hechos, que quedara explícito que dos Estados africanos, Marruecos y Mauritania, estaban agrediendo a un tercero. Así que la creación propia del Estado saharaui, independientemente de que fue anunciada por el Consejo Nacional Saharaui Provisional, como representante de la voluntad de las gentes del territorio, también tenía sus fines políticos y jurídicos.

El mártir El Louali dijo entonces que si el Estado Saharaui conseguía el reconocimiento de diez países, su independencia sería inevitable, tarde o temprano. Pues bien, con esa convicción seguimos hoy luchando.

Paralelamente se logró que el Frente Polisario, cuyo estatus de movimiento de liberación estaba en debate dentro de la Organización para la Unidad Africana, siguiera siendo considerado como tal y que la declaración del Estado Saharaui no frenara ese otro reconocimiento por parte de la comunidad internacional.

Cómo son las relaciones entre las instituciones de la RASD y el pueblo saharaui

Se han dado varias fases. Durante los 17 años de guerra, el Consejo Nacional se limitó a hacer pronunciamientos de carácter nacional y de gran calado en la esfera internacional, pero a partir del alto el fuego, nos dimos cuenta de que había que poner en funcionamiento las instituciones como una manera de prepararnos, la dirigencia y el pueblo juntos, para el día en que conquistáramos la independencia. Cuando se tomó esta decisión empezamos a ejercer las mismas tareas que cualquier Parlamento convencional, esto es, control del ejecutivo y legislación.

Ahora bien, en el momento actual, todas las instituciones son, por decirlo de alguna manera, armas de lucha en sí mismas y, por consiguiente, en lo que respecta al Parlamento que presido, en él se ha abierto un espacio de diplomacia parlamentaria, que hay que rellenar con acciones que aboguen por la causa, que contribuyan de manera directa a difundir la lucha saharaui y a despertar el mayor número de conciencias en su dirección.

Aparte de esto, como cualquier otra institución política, nos abrimos a las distintas capas de la sociedad, a las organizaciones de jóvenes, de mujeres, con el objetivo de fomentar la sociedad civil, de robustecerla en su conjunto; esta es la principal labor del Parlamento desde 1995.

Tras la finalización del mandato de Peter Van Walsum, debe ser nombrado un nuevo enviado especial del Secretario General de Naciones Unidas para la cuestión del Sáhara Occidental. A la vista del papel desempeñado por las últimas personas que han ocupado este cargo, ¿qué puede esperarse del nuevo representante propuesto por Ban Ki Moon, Christopher Ross, a quien Marruecos todavía no ha reconocido?

Existe un margen que depende de la acción de cada cual. Toda persona puede hacer que las cosas de las que se responsabiliza salgan bien o, por el contrario, se estropeen. En este caso, hay una serie de factores que son fundamentales y que constituyen el entorno de la acción de éste y de todos los enviados especiales de la ONU para el Sáhara Occidental.

En primer lugar el marco siempre ha de ser el de las Naciones Unidas, es decir que ninguno de ellos representa los intereses de uno u otro país, sino los del conjunto de la comunidad internacional. En segundo término está el medio por el que se debe alcanzar la solución al conflicto, que también está definido y que tiene que ser el diálogo, la negociación; nunca el precondicionamiento, ni la imposición por ninguna de las partes.

Por último está el objetivo, que es el derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui; no puede ser otro. Con estas cartas sobre la mesa, el problema real está en la propias Naciones Unidas y en el hecho de que la cuestión del Sáhara esté incluida en el capítulo VI (relativo a la resolución pacífica de conflictos) y que, por tanto, su solución dependa de la aceptación de las dos partes implicadas.

En este sentido si no se buscan las vías para imponer el fin del conflicto, no habrá fin para esta negociación, sobre todo teniendo en cuenta que una de las partes, en este caso Marruecos, ya ha dejado claras sus intenciones; esto es, que no hablará en términos distintos a los que se contemplan en su propuesta de autonomía.

Ocurre además que, como parte de su funcionamiento, las Naciones Unidas deben informar, tanto a sus miembros como a la opinión pública mundial, de los asuntos que se están tratando en su marco y responder de ellos. Pues bien, aquí surge el interrogante de cuál es la razón que hace que un tema como el del Sáhara Occidental lleve tanto tiempo estancado en esa instancia y que no se haya señalado con el dedo al culpable de esa situación. Opino que Naciones Unidas deberían tomar medidas en este tema porque no tiene sentido tratar a las dos partes de este conflicto de la misma forma. Hay un país invasor y un país invadido, hay una parte que no cumple la legalidad internacional y otra parte que la exige y no estamos en el mismo nivel.

A modo de conclusión, háganos un balance de los aspectos que ha mencionado en torno a la historia, el presente y el futuro de su país, la República Árabe Saharaui Democrática, y de su gente, el pueblo del Sáhara Occidental.

Puedo decir sin que me tiemble el pulso que he invertido 35 de los 55 años que tengo en este proceso y que sé que no ha sido en vano porque en este tiempo se ha consolidado la identidad saharaui. Hoy por hoy, desde La Habana, hasta el golfo arábigo, desde Finlandia, hasta Sudáfrica, toda nuestra gente se sabe parte, no ya del pueblo saharaui, sino parte del Polisario, como representante legítimo de este pueblo.

Somos un pueblo que tiene un pasado de confrontación con el colonialismo que todos los saharauis hemos interiorizado y que al Polisario (como movimiento de liberación, que, en distintas etapas, ha visto frustrados sus objetivos) le ha dado su aspecto contemporáneo, moderno y, también, su difusión y sus apoyos en el mundo.

Ese pasado es el que nos proyecta hacia un futuro que puedo decir que llegará, aunque no pueda precisar cuándo. La seguridad que tengo en ese futuro me la da la actitud del pueblo saharaui, la lucha incesante que los marroquíes no han podido quebrar en los territorios ocupados, unida a la resistencia de nuestra gente en las duras condiciones del exilio, en los campamentos de refugiados de Tindouf.

Se podrían decir muchas cosas, pero creo que la más importante es que la ocupación marroquí no ha podido doblegar la mentalidad de los saharauis, su identidad como pueblo y el empeño por conquistar su autodeterminación y su independencia.