Recomiendo:
0

No hay derecho…

Fuentes: Rebelión

España viene siendo un barco con muchas vías de agua aún por obturar: heridas profundas dejadas por una guerra civil que los hijos y nietos de los vencedo­res impiden cauterizar; rencillas derivadas de mentali­dades opuestas conformadas con arreglo a cunas, cli­mas y educaciones dispares; mentalidades, unas histó­ricas, determinadas por atavismos y costumbres pri­mitivas que aún […]

España viene siendo un barco con muchas vías de agua aún por obturar: heridas profundas dejadas por una guerra civil que los hijos y nietos de los vencedo­res impiden cauterizar; rencillas derivadas de mentali­dades opuestas conformadas con arreglo a cunas, cli­mas y educaciones dispares; mentalidades, unas histó­ricas, determinadas por atavismos y costumbres pri­mitivas que aún perduran, y otras sobrevenidas por la política y, sobre todo, por la presión que sobre la so­ciedad española sigue ejerciendo la religión de corte nacional-católíco.

Pues bien, en medio del naufragio ahora consumán­dose y que sólo la euforia de unos años locos pudo ocultar a la consciencia colectiva, millones de ciuda­danos y familias viven destrozados por el derroche, por la incompetencia, por la malicia y por el sistemá­tico saqueo de numerosos cargos públicos y otros pri­vados relacionados con la banca. Millones malviven o sobreviven, mientras unas decenas de miles viven a cuerpo de rey, incluído, naturalmente, el rey, sus pa­rientes y los beneficiarios del nepotismo.

En la tertulias y debates radiofónicos y televisivos los periodistas de los medios conservadores, que son la inmensa mayoría, acusan constantemente de recu­rrir a la demagogia al argumentar, a quienes se esfuer­zan por sensibilizar la conciencia social acerca de lo nefasto de la acción de los sucesivos gobiernos y de las consecuencias para los que lo han perdido todo en poco tiempo. Y hablan como si la democracia fuese un hecho en este país, como si la democracia fuese un modelo que se presta a ser impuesto por decreto, y como si millones de ciudadanos eclécticos y reflexi­vos no estuviésemos asistiendo al bochornoso espec­táculo del abuso y permanente sodomía social de unas clases sobre otras; abuso, por cierto, protegido por las instituciones y por las leyes cocinadas precisamente en beneficio de la clase política, de la clerigalla, de los aristócratas y de los plutócratas.

En España las distancias se ahondan, y el día a día se hace cada día más insoportable. Y no sólo por mo­tivos económicos y «rescates» -otra farsa del capita­lismo financiero- sino por la tensión que imprimen a la vida real la insolencia y los desafíos de los políticos de ambos partidos principales, del empresariado y de los medios afines frente a los más desfavorecidos y perdedores de una economía de casino que nos está lleando a otra de guerra.

La alienación que promueven justo los medios ofi­cialistas y los entretenimientos rutinarios, no es bas­tante ya para contener la indignación y la lucidez que resplandecen en la calle y en las redes sociales.

Venezuela y Chávez vienen desde hace años inten­tando denodadamente equilibrar la convivencia entre las clases sociales adversarias, a base de igualarlas en lo posible de hecho y de derecho. Pero España precisa de varios Chávez para acometer los cambios profun­dos que, sin ellos, perpetúa el dominio de un talante depredador, atrasado, intolerante y cavernario… Y, le­jos de perfilarse en el horizonte algún carácter capaz de superar la miseria moral, intelectual, social y polí­tica que asoma por todas partes8o, más bien se esboza la amenaza de otro golpe de estado.

España es uno de los trozos del mundo más dignos de ser visitado y contemplado en un viaje de placer, pero el menos apetecible de pertenecer a él con la de­voción que el lugareño profesa a su terruño. Eso ex­plica perfectamente el deseo irrefrenable y generali­zado de indepen­dencia de algunos territorios que no la tragan…

Jaime Richart. Antropólogo y jurista

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.