Recomiendo:
0

Libia

No intervienen por solidaridad, sino por voracidad

Fuentes: Nuevo Claridad

Una vez más, nos encontramos ante la justificación de una intervención militar de las grandes potencias mundiales en las razones «humanitarias»: La supuesta protección del pueblo libio ante la represión con que Gadafi y su régimen pretenden sofocar las protestas y demandas de democratización surgidas en su propio país al calor de las revoluciones vecinas. […]

Una vez más, nos encontramos ante la justificación de una intervención militar de las grandes potencias mundiales en las razones «humanitarias»: La supuesta protección del pueblo libio ante la represión con que Gadafi y su régimen pretenden sofocar las protestas y demandas de democratización surgidas en su propio país al calor de las revoluciones vecinas. Pero ese celo protector de las potencias occidentales no se ha activado por la represión de otros dictadores de la zona que también está provocando cientos de muertos ante las protestas de su población respectiva. Este hecho, por sí solo, desnuda la motivación humanitaria y fuerza a tener en cuenta otras razones, de índole económico y político, que pueden explicar de forma más realista los intereses que defienden las bombas que están cayendo sobre territorio libio.

En primer lugar están las razones económicas. Libia no es sólo y mayoritariamente un desierto. Es el primer país africano en reservas de petróleo, estimadas en 46.000 millones de barriles. El doble de las que posee EEUU en su territorio. En 2010 produjo una media de 1,8 millones de barriles diarios y, lo más importante, es un crudo muy rentable pues es de gran calidad y fácil de extraer, hasta el punto de que en algunas zonas el coste de extracción es apenas de un dólar por barril. Esta circunstancia, similar, por cierto, a la que se daba en Irak, es fundamental en un momento en el que el barril ha alcanzado los 122 dólares por barril en el mercado internacional (5.4.2011).

No es casualidad que entre los principales clientes que compran el petróleo libio estén algunos de los países que rápidamente han puesto parte de sus fuerzas armadas a disposición de la intervención. Italia compra el 28% de las exportaciones de petróleo libio; Francia, el 15%; Alemania, el 10%; y España, el 10%. Sólo entre estos cuatro países representan cerca de 2/3 de las exportaciones de petróleo libio, y sus gobiernos y sus clases dirigentes tienen un gran interés en conservar este suministro.

Por otra parte, las principales empresas extractoras que cuentan con licencia en Libia son norteamericanas, a las que se suman alguna francesa, alemana, noruega, rusa, británica y austriaca. El interés económico de EEUU también es directo.

El «aliado» Gadafi

Hasta 2003, Libia era considerado por la administración estadounidense como parte del «Eje del Mal» (junto a Siria y Corea del Norte). Estaba catalogado como un «Estado terrorista». Sin embargo, a partir de la intervención militar de la coalición encabezada por EEUU, Gran Bretaña y España en Irak, Gadafi debió ver las orejas al lobo y dio un giro radical. Utilizó el petróleo para granjearse la amistad de los principales dirigentes occidentales. Aznar jugó un papel clave en la «reinserción internacional» de Gadafi al ser el primer mandatario occidental que le visitó en Trípoli en 2003, tras el levantamiento de las sanciones internacionales. Según los papeles de Wikileaks la diplomacia estadounidense habla de la relación «cálida» que se ha establecido entre Gadafi y el Rey Juan Carlos. Gallardón le recibe con honores y le entrega las llaves de oro de la ciudad. Zapatero no se queda atrás y Berlusconi le organiza buenas francachelas al dictador. Gadafi pasa a ser su aliado, «su» dictador, en la medida que se convierte en el garante de un suministro bueno y barato de petróleo. Francia, España y otros le venden armas por valor de miles de millones para, en primer lugar hacer un buen negocio y, de paso, respaldar a «su amigo».

Pero esta relación idílica parece que empieza a deteriorarse a partir de 2007 cuando Gadafi pretende modificar los contratos que se han firmado sólo tres años antes exigiendo una parte mayor del pastel. Los mismos papeles de Wikileaks revelan el malestar en las cúpulas de las multinacionales del petróleo, así como en la de la diplomacia norteamericana, que hablan de estar «indignados» por las pretensiones de Gadafi. Lógico, les tocaban sus beneficios.

En este contexto, y cuando las revoluciones tunecina y egipcia contagian a la población libia, Gadafi pasa a ser, en su lenguaje, un «activo amortizado». Ya no les sirve para mantener la zona bajo control y asegurar el suministro energético en las condiciones más favorables para ellos.

Al decidirse por la intervención militar, por la guerra, están defendiendo sus intereses económicos pero persiguen otros intereses políticos. En primer lugar, ocultar tras el humo de las bombas que Gadafi era «su dictador». Adoptando el papel de defensores del pueblo libio pretenden ocultar que han apoyado durante décadas a Ben Alí, a Mubarak, a Gadafi, a todos los dictadores de la zona y a quienes tiran todas las bombas que se les antoja sobre el pueblo palestino sin que eso provoque intervención militar alguna de la OTAN o de la ONU; el Estado de Israel.

Un aviso a las masas árabes

Quizás el principal motivo político que ha empujado a las grandes potencias a intervenir en la guerra libia es la preocupación que les provoca la revolución en Túnez y en Egipto. En Túnez, una vez más, la revolución les pilló por sorpresa a pesar de todos los recursos que gastan en servicios secretos y de «inteligencia». En Egipto tenían muy difícil intervenir dada la dimensión del país (más de 80 millones de habitantes) y, de momento, no lo han necesitado en la medida en que el Ejército ha podido distanciarse de Mubarak y mantener el control de la situación. Pero la reacción violenta de Gadafi les ha dado la excusa perfecta para intentar meter una cuña entre ambas revoluciones. Libia no es Egipto. Con una población relativamente pequeña, unos 6,5 millones de habitantes, con una clase trabajadora mucho más débil y con menos tradiciones de lucha que la egipcia y, en parte, formada por emigrantes africanos y asiáticos que han salido del país tras el estallido del conflicto, y con elementos étnicos, tribales,… que siempre se pueden utilizar para dividir, las grandes potencias intervienen creyendo que es una zona más fácil de controlar. Pero tienen sus dudas como demuestra el tímido apoyo que están dando a los llamados rebeldes. Prefieren que se debiliten en la guerra entre ellos y después, gane quien gane, estará en una situación mucho más débil para poder resistirse a sus exigencias.

Con la intervención militar también persiguen dejar claro ante las masas de todos los países de la zona que no van a permitir cualquier cosa. Pretenden poner un freno al rápido contagio revolucionario que ha recorrido, además de los tres países ya citados, Yemen, Omán, Barheim, Siria… y que ha afectado, aunque de momento a menor escala, incluso a Arabia, Marruecos, Argelia, Mauritania o Irán.

Hay demasiadas voces que justifican el mandato de la ONU en el que se ampara la intervención como la única manera de parar la masacre provocada por Gadafi. El PP, en su línea imperialista, apoya sin dudas la intervención, tal y como hizo en Irak. La postura del gobierno del PSOE, abanderando la guerra, ha dado pie a que todos los partidos burgueses muestren abiertamente su verdadero rostro belicista: PNV, CiU, UPyD. Equo, la supuesta alternativa ecologista, no se ha podido estrenar de forma más rastrera. Incluso parte de la izquierda ha demostrado que no es capaz de hacer frente a la presión dominante y también se han sumado al coro militar; Esquerra Republicana e ICV. Todos, apoyando la intervención imperialista. Tan sólo IU y el Bloque Nacionalista Galego (BNG) han tenido el coraje de oponerse en el Parlamento.

No importa que se reconozca que la resolución de la ONU sea de tal confusión que no garantiza que se pueda utilizar con fines imperialistas. Quien determina si una acción militar es supuestamente de protección de la población civil no son los rebeldes, ni siquiera el Consejo de Seguridad de la ONU, sino que son las propias potencias intervencionistas. Según fuentes de la propia OTAN, que ha tomado el mando de las operaciones, de las más de 800 acciones armadas que han realizado en los primeros días en territorio libio, más de 300 han sido contra fuerzas o instalaciones militares de las fuerzas de Gadafi, pero no dicen nada de las otras 500. Ya se sabe de que en alguna de ellas han atacado «por error» a fuerzas rebeldes, y también hay acusaciones de víctimas civiles.

El problema no es que la ONU sea débil, sino que la ONU responde a los intereses de las grandes potencias. Es inoperante en lo que a ellas no les interesa y sólo actúa donde ellos quieren.

Hay otras muchas formas en que se puede apoyar al pueblo libio, empezando por convocar movilizaciones de masas en su apoyo y de rechazo al dictador por todo el mundo para hacer efectivo su aislamiento, hasta el envío masivo y urgente de alimentos, medicinas, bienes de primera necesidad. Pero nada de eso van a hacer en serio las potencias occidentales. Es más rentable destruir las armas que antes le vendieron a Gadafi, están creando nuevo mercado, y dominar sobre las ruinas tras la guerra.

Con la intervención en Libia el imperialismo persigue desviar la atención de las entusiastas e inspiradoras revoluciones tunecina y egipcia y centrar los focos informativos en la destructiva y desorientadora guerra libia con el único fin de sembrar la confusión y pescar en río revuelto.

Fuente: http://www.nuevoclaridad.es/revista/index.php/internacional/346-libiano-intervienen-por-solidaridad-sino-por-voracidad