Hace apenas más de un año, Alexandria Ocasio-Cortez (diputada de Nueva York por el Partido Demócrata) sacudió a toda la clase política al derrotar en las primarias al candidato oficial, Joe Crowley, que llevaba diez legislaturas en el cargo. Al presentarse abiertamente como socialista democrática con un programa de economía redistributiva, sanidad universal, acción decidida […]
Hace apenas más de un año, Alexandria Ocasio-Cortez (diputada de Nueva York por el Partido Demócrata) sacudió a toda la clase política al derrotar en las primarias al candidato oficial, Joe Crowley, que llevaba diez legislaturas en el cargo. Al presentarse abiertamente como socialista democrática con un programa de economía redistributiva, sanidad universal, acción decidida contra el cambio climático y abolición del Servicio de Inmigración, esta mujer encendió una mecha bajo un Partido Demócrata moribundo, convirtiéndose en una sensación mediática y despertando el entusiasmo de las personas progresistas y la juventud a lo largo y ancho del país.
Frente a la increíble respuesta a la victoria inesperada de Ocasio-Cortez, la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi (diputada de California por el Partido Demócrata), arrojó un jarro de agua fría sobre tanto entusiasmo. «Han elegido en un distrito», declaró. «Así que no nos dejemos llevar por la ilusión de ser expertos en demografía y todo eso.» Saltando ahora al presente, el desprecio de Pelosi por Ocasio-Cortez y su papel en el partido vuelve a los titulares de los medios. Esta vez, la controversia se ha desatado por un comentario de Pelosi, en una entrevista con la periodista Maureen Dowd, del New York Times, sobre Ocasio-Cortez y su «banda» de nuevas diputadas del mismo partido: Ayanna Pressley (Massachusetts), Ilhan Omar (Minesota), y Rashida Tlaib (Michigan): «Toda esa gente tienen su público y su mundo en Twitter. Pero no tenían seguidores. Son cuatro y esos han sido los votos que han obtenido.»
Este comentario provocó una respuesta de Ocasio-Cortez y su jefe de equipo, Saikat Chakrabarti, en la que defendían la reputación de las cuatro nuevas diputadas progresistas, calificando las palabras de Pelosi de «absolutamente irrespetuosas». El subsiguiente toma y daca ha reproducido el tradicional catálogo de críticas del aparato del Partido Demócrata a la banda, y algunos miembros han acusado a Ocasio-Cortez de jugar «la carta racial» por sugerir que la dirección del partido estaba «señalando» a las mujeres de color recién elegidas. Incluso intervinieron los operadores de la cuenta oficial de Twitter del grupo Demócrata en la Cámara de Representantes, denigrando a Chakrabarti por atreverse a criticar a los diputados moderados del partido por sus posturas en las votaciones.
Algunos medios han afirmado que el conflicto se debe a tensiones intergeneracionales o (por parte de Pelosi) simplemente al deseo de proteger a los diputados del partido frente a las críticas. Sin embargo, la disputa refleja de hecho algo mucho más profundo: Ocasio-Cortez y sus aliadas defienden políticas contundentes de transformación que, de aplicarse, subvertirían totalmente el sistema económico y político actual. Esta actividad entra en conflicto abierto con un Partido Demócrata cuya dirección prefiere mantener el estado de cosas tal como está.
Romper con el sistema
Veamos el contexto político de la actual disputa verbal. El comentario de Pelosi sobre los cuatro votos se refería a un proyecto de financiación de las fronteras; Ocasio-Cortez y las demás diputadas de la banda votaron en contra con el argumento de que con él se financiaría la vigilancia fronteriza en vez de atender a las necesidades humanitarias de las personas migrantes. La versión definitiva de la ley aprobada por Pelosi contemplaba incluso menos dinero para las personas migrantes que la versión anterior de la Cámara, con unas pocas míseras concesiones negociadas por la presidenta, incluida la promesa del vicepresidente Mike Pence de que «los diputados serán informados en el plazo de 24 horas de la muerte de un niño bajo custodia de EE UU».
Contrastemos este compromiso distópico con los objetivos políticos declarados de Ocasio-Cortez con respecto a la inmigración: abolición de las leyes que criminalizan la entrada en EE UU sin la debida documentación; aumento sustancial de la ayuda oficial a Centroamérica; supresión del Servicio de Inmigración (ICE) -el brazo brutal del régimen de deportación estadounidense del que ella dice que «viola sistemática y repetidamente los derechos humanos»- e incluso la disolución del Departamento de Seguridad Interior, un organismo sacrosanto para los partidos Republicano y Demócrata desde su creación después del 11 de Septiembre.
Este enfoque de la inmigración choca frontalmente con décadas de posicionamiento del Partido Demócrata en torno a la cuestión, que se ha centrado siempre en la militarización de la frontera, criminalizando a quienes se atrevan a cruzarla, y en la deportación de los inmigrantes para ganarse la fama de dureza. Pero el enfoque de la inmigración del Partido Demócrata no se limita a sus posicionamientos retóricos. También tiene que ver con el hecho de que muchos diputados de este partido cuentan con la financiación de las mismas empresas de gestión de las cárceles privadas que aseguran el horrible sistema de campos de detención en EE UU.
Está el caso del diputado Henry Cuellar (Texas), quien de acuerdo con OpenSecrets ha recibido 88.990 dólares de GEO Group y de CoreCivic America desde 2012. Cuellar, uno de los Demócratas más conservadores de la Cámara, se enfrenta ahora en las primarias a Jessica Cisneros, aspirante de izquierda que ha trabajado de abogada para inmigrantes con el apoyo de Demócratas por la Justicia, el mismo grupo que ayudó a Ocasio-Cortez a ganar las elecciones y uno de cuyos cofundadores es Chakrabarti.
Cisneros ha declarado que rechaza el tipo de donaciones de empresas en que se ha apoyado Cuellar desde hace mucho tiempo, y su plataforma incluye poner fin a la separación de familias inmigrantes y oponerse al muro fronterizo. Si sale elegida, contribuirá a cerrar el grifo de dinero de las cárceles privadas que fluye a las cajas del Partido Demócrata e impulsará un enfoque más progresista de la inmigración, emulando el tipo de política de confrontación y contraria a las grandes empresas que representan Ocasio-Cortez y su grupo.
Es esta perspectiva la que provoca tantos quebraderos de cabeza en los suntuosos despachos de los Demócratas centristas de todo el país. Saben que Ocasio-Cortez y quienes le apoyan, la corriente Demócratas por la Justicia, no pretenden sustituir simplemente a algún diputado de aquí o allá, sino que aspiran a crear un entorno político en el que los Demócratas que priorizan las políticas favorables a las grandes empresas sobre las demandas de la población trabajadora se consideren tóxicos, y están dispuestas a asumir riesgos para alcanzar este objetivo.
Una diferencia notable
Informaciones recientes revelan que la labor de Ocasio-Cortez y la izquierda del Partido Demócrata surte efecto. Desde la victoria de Ocasio-Cortez el año pasado, numerosos candidatos Demócratas rechazan las donaciones de empresas para sus comités de campaña. Después de que Ocasio-Cortez publicara el llamamiento a abolir el Servicio de Inmigración en 2018, Demócratas de toda la vida como la senadora Kirsten Gillibrand (Nueva York) y el diputado Mark Pocan (Wisconsin) se apuntaron a la iniciativa. En enero de este año, Ocasio-Cortez lanzó la idea de aplicar un tipo fiscal marginal del 70 % a las grandes fortunas; aunque esto está muy lejos de lo que ha defendido el Partido Demócrata durante décadas, los sondeos muestran que más de la mitad de la población apoya esta medida, y en los meses siguientes el senador Bernie Sanders (Vermont) y la senadora Elizabeth Warren (Massachusetts), aspirantes a la elección presidencial, han avanzado sus propios programas ambiciosos para hacer pagar a los ricos.
Y luego está el Green New Deal (nuevo contrato social verde). Uno de los primeros actos de Ocasio-Cortez, después de ganar las elecciones generales, fue la participación en una sentada en la oficina de Pelosi, uniéndose al Sunrise Movement, para reclamar medidas inmediatas y contundentes del Congreso para combatir el cambio climático. Al cabo de pocas semanas, el tema del Green New Deal estaba aparentemente en boca de todos, desde los grandes medios de comunicación hasta las altas esferas del poder. Más que hablar de impuestos sobre el carbono y magros créditos para las energías renovables, como hacía el Partido Demócrata desde hacía tiempo, la clase política estaba debatiendo ahora sobre una transformación global del sistema energético estadounidense que afectaría a casi todos los ámbitos de la economía.
Mientras Pelosi desdeñó el plan calificándolo de «el sueño verde o lo que sea», no hay duda de que el liderazgo de Ocasio-Cortez en esta cuestión ha contribuido a reorientar el debate en torno al cambio climático dentro del Partido Demócrata. Ha ampliado el posible alcance de las medidas y subrayado la urgencia de responder a la crisis. De hecho, en un tema tras otro, el uso eficaz por parte de Ocasio-Cortez de las redes sociales y su plataforma en el Congreso han contribuido a popularizar las prioridades de la izquierda -desde la atención sanitaria para todos hasta la universidad gratuita, pasando por un Plan Marshall para Puerto Rico-, desafiando al ala moderada del partido, que sigue siendo esclava de los intereses de la gran empresa.
El hecho de que una diputada recién elegida, que accedió a su escaño imponiéndose a un poderoso rival, haya sacudido de esta manera el tablero político tenía que despertar la ira de las figuras consagradas del Partido Demócrata. Sin embargo, la reacción de los centristas del partido va más allá del mero resentimiento o de la envidia. En realidad, temen un programa político que amenaza con hacer añicos el consenso político neoliberal que domina a ambos partidos desde hace 40 años.
Días antes de que diputados del Partido Demócrata se metieran con Chakrabarti, una semblanza publicada en el Washington Post reproducía esta cita suya: «Lo interesante del Green New Deal es que originalmente no era para nada una cuestión climática… En realidad lo concebimos como una manera de cambiar todo el entramado económico.» Con su promesa de garantía federal del empleo, atención sanitaria universal, subsidios masivos al transporte público y a las nuevas industrias de energía renovable, el Green New Deal promete cambiar el conjunto de la economía, haciendo que sea más justa, sostenible y democrática.
No es la visión del progreso que planteaban antiguas luminarias del Partido Demócrata como Rahm Emanuel y sus acólitos, quien según la periodista Maureen Dowd calificó a Chakrabarti de «punk engreído». Pero sí es cada vez más el punto de vista del ala izquierda del partido, que aporta dinamismo y organiza el partido en la base. Propuestas como la atención sanitaria universal, garantía de empleo, universidad gratuita y un nuevo contrato social verde cuentan ahora con el apoyo de la mayoría, no solo entre los Demócratas, sino en el conjunto de la población estadounidense.
Estas políticas redistributivas expansivas representan las demandas de amplios sectores de la población, y representantes políticas como Ocasio-Cortez, Tlaib, Omar y Pressley no hacen más que darles voz y proporcionarles una plataforma. En un momento en que estas líderes están siendo atacadas por el presidente Trump, quien el domingo les dedicó una serie de insultos racistas, es triste que dirigentes del Partido Demócrata lancen invectivas contra la nueva generación de diputadas progresistas. Pero no es extraño que Ocasio-Cortez y sus compañeras sean consideradas una amenaza para la dirección de un partido que se ha hecho amigo del poder de las grandes empresas y ha contribuido a mantener el orden económico y político profundamente antigualitario en este país.
http://www.jacobinmag.com/2019/07/alexandria-ocasio-cortez-aoc-nancy-pelosi-democratic-party
Miles Kampf-Lassin es el editor de la web de In These Times.
Traducción: viento sur