Zazi Sadou, que formó parte de quienes fundaron el Rassemblement Algérien des Femmes Démocrates, una combatiente que defiende los derechos de las mujeres, nos explica en esta entrevista el papel de estas abuelas, madres, hermanas, esposas, que, al lado de los hombres, luchan por un país en el que la democracia y la libertad […]
Zazi Sadou, que formó parte de quienes fundaron el Rassemblement Algérien des Femmes Démocrates, una combatiente que defiende los derechos de las mujeres, nos explica en esta entrevista el papel de estas abuelas, madres, hermanas, esposas, que, al lado de los hombres, luchan por un país en el que la democracia y la libertad sean un derecho para todas y todos.
Soir magazine: No podemos comenzar nuestra entrevista sin pedirte que te presentes, sobre todo para nuestras y nuestros jóvenes lectores.
Zazi Sadou: Soy una ciudadana argelina y demócrata convencida. La defensa de la justicia social y de la igualdad de derechos forman parte de mis creencias fundamentales. Me impliqué en el movimiento social desde mi más temprana juventud en el instituto. Durante los años 1990 participé en la fundación del Rassemblement Algérien des Femmes Démocrates (RAFD, Agrupación Argelina de Mujeres Demócratas) de la que fuí portavoz de 1993 a 2004. Una agrupación que llevó a cabo, a cara descubierta, el combate anti-integrista y que denunció la manipulación de nuestra fe con fines políticos. Esos años de sangre y cenizas dejaron huellas indelebles en nuestro país, más en particular con la aplicación de la política de amnesia/amnistía aplicada por Bouteflika.
Zazi Sadou, que defendió siempre los derechos de las mujeres, se eclipsó hace algunos años de la escena política ¿Podemos conocer la razón?
Nunca he dejado de defender la igualdad de derechos entre las mujeres y los hombres en nuestro país y otros. He permanecido a la escucha de los ecos del mundo. Las mujeres despliegan una creatividad y una energía fantásticas para existir, liberar a sus países de las dictaduras y de la opresión, defender su integridad física, hacer progresar las leyes y transformar las relaciones sociales, en particular en los países de cultura musulmana.
La mujer debe ser reconocida como un ser humano a parte entera. No es una «menor» de por vida. Estamos en un siglo de transformaciones políticas, económicas y de sociedad en las que tienen todo su lugar para establecer leyes que consagren definitivamente la igualdad en nuestra sociedad. Para responder a tu pregunta más personal, no he abandonado jamás el terreno de las reivindicaciones y de defensa de las mujeres aún sin estar en primera línea. Aportando simple y modestamente mi contribución en cada ocasión en la que he podido ser útil al combate democrático, a mis hermanas de combate y a todas y todos a quienes mi voz pueda servir.
Hablando de los derechos de las mujeres, estas últimas son rápidamente asimiladas al movimiento feminista. ¿Puedes darnos tu propia definición de este movimiento?
¿Qué es el feminismo? Remito esta cuestión a vuestros lectores y lectoras. Cuando un padre de familia tiene como descendencia solo hijas, cuando es propietario de una vivienda, de un coche y de un pedazo de tierra, se plantea la cuestión del devenir de su familia si fallece. Este padre de familia, consciente de la fragilidad del destino de sus hijas y de su esposa, decide en su alma y conciencia proteger los intereses de sus hijas y su madre poniendo bajo protección jurídica su techo y la posibilidad de recursos para que sus hijas y su esposa no sean despojadas y puestas en la calle por una práctica social bajo cobertura de aplicación de la ley.
Todas y todos somos testigos de las ignominias cometidas en nuestro país contra centenares de mujeres, echadas a la calle tras el fallecimiento de sus esposos. Entonces ¿este padre de familia no es «feminista» cuando decide, en vida, asumir ante sus semejantes el acto más justo posible y repara la injusticia de los hombres contra sus hijas y su madre?
El debate polémico de hoy es revelador, de nuevo, de una real manipulación de nuestra fe por círculos políticos, más allá del movimiento islamista. ¿Por qué no entender que leyes desigualitarias y totalmente injustas rigen las relaciones entre las argelinas y los argelinos? Es una verdad. Lo hemos demostrado en numerosas ocasiones. Las mujeres están sometidas a las mismas reglas que los hombres cuando están ante un tribunal penal. Son sometidas a las mismas reglas generales de los diferentes códigos civiles, acciones económicas, etc. Pero en cuanto se trata de la esfera familiar y privada, toda la batería del dispositivo legal del Código de la familia es puesta en marcha para consagrar la inferioridad y mantener a las mujeres en estado de «menores de por vida», con el pretexto de que somos musulmanes. ¿Es que nuestra fe es una fe de injusticia cuando emancipa al esclavo? ¿Es que el islam no ha tenido ilustres mujeres dirigentes y jefas de guerra que han dirigido ejércitos?¿Es que este asunto no es un objeto de fijación travestido por quienes consideran que las mujeres son un peligro en primer lugar para ellos mismos y sus propios intereses?
La igualdad de derecho no es un asunto de «pudor». Es una cuestión de justicia. No tenemos derecho a considerar que las mujeres que hablan de ello y que militan para ser reconocidas como seres humanos son extraterrestres que vienen de Marte. No tenemos necesidad de cerebros importados de fuera o de cooperantes técnicos para pensar nuestra sociedad y saber precisamente lo que es fundador de nuestra cultura, nuestra identidad y nuestras prácticas sociales. Las argelinas no tienen que demostrar nada. Cada vez que el país ha estado en peligro, las mujeres han sido admiradas como heroínas porque han estado en el lugar en que sus conciencias les han llevado. Desde 1962 han elegido su campo. Sin dudar, han tomado partido por la independencia, la libertad, la dignidad y el reconocimiento de sus derechos en nuestra sociedad. Entonces dejemos de polemizar sobre este tema y de anatemizar a las argelinas que reivindican pacíficamente no seguir siendo consideradas como seres infrahumanos.
No puede haber democracia sin justicia social, libertades individuales y colectivas y derechos iguales.
Nadie puede dejar de reconocer la presencia de las mujeres en el movimiento de revuelta que vive Argelia desde el 22 de febrero, muchas reivindican sus derechos expresados en sus consignas. Reivindicaciones que no son prioritarias, estiman ciertos manifestantes e incluso algunas manifestantes. «No es el momento», dicen. ¿Qué piensas de esto?
Acabo de desarrollar una parte de la respuesta en la pregunta precedente.
¿Es el momento de plantear esta reivindicación cuando un movimiento masivo, popular, pacífico llena las calles y nuestros corazones? Digo que sí, pues la esencia misma de este movimiento es el rechazo absoluto a las injusticias, a la hogra [el desprecio, el abuso de poder, la injusticia ndt], a la humillación. En este marco, las mujeres como todas las demás categorías sociales tienen el derecho y la legitimidad para exigir el cambio de este sistema por una nueva Argelia más justa, que garantice derechos iguales. Sí hay que debatir sobre las formas de acción, ¿por qué no? Es discutible sobre la forma, pero no sobre el fondo. Con respeto y sin violencia. Lo que les ha ocurrido a unas jóvenes militantes es inaceptable. Insultando y marginando a las mujeres, todas las sociedades toman el riesgo de mantener en ellas los gérmenes de la dictadura y del despotismo. Reflexionemos conjuntamente sobre todo ello.
Nuestro país solo podrá hacer frente a su destino si existe la fraternidad, el respeto entre sus componentes, la igualdad de derechos y de oportunidades para todas y todos. Comenzando por la de reconocernos a nosotras ser respetadas como argelinas a parte entera en la familia, en el trabajo y en la calle. Reconocernos como una parte indispensable en la construcción de un nuevo país. Mirarnos con respeto y consideración. Y abandonar los anatemas y las acusaciones sin fundamento.
Concentrémonos en lo que es nuestro marcador fundamental, que todo el mundo nos reconoce. Somos un pueblo dispuesto a levantarse para erguir la cabeza, no abdicar ante el despotismo y defender la libertad. Todas las libertades.
Traducción: Faustino Eguberri para viento sur