Estados Unidos. La mayoría de la cobertura en los medios en cuanto a inmigración acepta como un hecho las declaraciones de productores agrícolas, que señalan que no consiguen suficientes trabajadores para sus cosechas. La industria agraria quiere un nuevo programa de trabajadores huéspedes, y sus quejas de escasez de mano de obra sirven para justificarlo. […]
Estados Unidos. La mayoría de la cobertura en los medios en cuanto a inmigración acepta como un hecho las declaraciones de productores agrícolas, que señalan que no consiguen suficientes trabajadores para sus cosechas. La industria agraria quiere un nuevo programa de trabajadores huéspedes, y sus quejas de escasez de mano de obra sirven para justificarlo. Sin embargo, una investigación de la tasa de desempleo actual en comunidades de trabajadores agrícolas pinta un panorama diferente.
Siempre hay variaciones locales en las cosechas y en la cantidad de trabajadores que se necesita para trabajar en ellas, pero la idea de una escasez de mano de obra es, en gran parte, una ficción. He pasado más de una década viajando por las valles de California y aún no he visto fruta pudriéndose en el campo por falta de mano de obra para cosecharla. Lo que sí he visto, en cambio, son unas condiciones horribles para los trabajadores.
Ahora en Estados Unidos se debaten cambios en las leyes migratorias y necesitamos una dosis de realidad. No cabe duda de que está cambiando la demografía de la mano de obra agrícola. Hoy día, más trabajadores que antes migran desde pueblos pequeños del sur de México e inclusive de Centroamérica. Entre las hileras de uvas y árboles de cítricos, puede que escuches mixteco, purépecha o triqui – idiomas indígenas que preceden a la llegada de Colón – tanto como el español.
Estas familias están haciendo de nuestro país un lugar de mayores riquezas, tanto monetarias como culturales. Para aquellos a los que les encanta una salsa picante de mole, o los trajes hermosos y festivales de danzas como la Guelaguetza, eso da razones para celebrar. En los meses fuera de temporada, cuando no hay mucho trabajo en los campos, las tejedoras crean rebozos brillantes al estilo de sus pueblos en Oaxaca.
Pero los salarios que ganan estas familias apenas les dan para sobrevivir. Como dijo Abraham Lincoln, «el trabajo genera toda riqueza,» pero la porción que reciben estos trabajadores es mínima. Los jornaleros agrícolas están en peores condiciones hoy que en ningún otro momento de los últimos veinte años.
Hace 25 años, en la cúspide de la influencia de la Unión de Campesinos [UFW, por sus siglas en inglés], los contratos sindicales garantizaron el doble del salario mínimo de ese entonces. Hoy, el salario por hora de prácticamente todos los trabajos agrícolas es el mínimo – ocho dólares por hora en California, 7.25 en otras partes, según la ley Federal. Si los salarios se hubieran mantenido a partir de ese sueldo base de la UFW, los trabajadores agrícolas hoy ganarían 16 dólares la hora. Pero no lo están ganando.
Si hubiera una escasez de mano de obra tan severa que los productores tuvieran problemas para encontrar trabajadores, estarían elevando sus salarios para hacer más atractivos los trabajos. Pero no lo están haciendo. Y a pesar de sus quejas de que no hay trabajadores, el desempleo rural es alto. La tasa en Delano, la cuna de la Unión de Campesinos, está en un 30 por ciento. En el año 2012, en Valle Salinas, la ensaladera de la nación, osciló entre un 12 y un 22 por ciento. Aun así, los productores quieren traer trabajadores al país con visas que llevan como condición la obligación de trabajar por el salario mínimo, y advierten que serán deportados si se encuentran sin trabajo por más de un breve período. A menudo, la industria dice que si no se le da un nuevo programa para proveer mano de obra contratada a los salarios bajos de hoy, los consumidores tendrán que pagar mucho más por sus frutas y verduras. Pero los salarios bajos no han resultado en precios bajos. El precio de fruta en los supermercados se ha duplicado en las últimas dos décadas.
Los salarios bajos tienen un costo humano. En vivienda, significa que familias viven apretadas en tráilers, o como en una lata de sardinas en departamentos y garages, con muchas personas durmiendo en una sola habitación. Los trabajadores indígenas sufren peores condiciones que la mayoría, junto con los trabajadores que viajan según la cosecha. Los migrantes muchas veces viven en coches, a veces inclusive duermen en los campos o debajo de los árboles.
La vivienda está en crisis en las áreas rurales de California. A lo largo de los últimos 50 años, los productores destruyeron muchos de los viejos campamentos de los trabajadores migrantes. Nunca fueron muy buenos lugares en los que vivir, pero no tener ningún lugar es aún peor.
En los últimos años he visto a niños trabajando en los campos del norte de México, pero en 2013 año los vi trabajando aquí también. Cuando las familias llevan a sus hijos al trabajo, no es porque no valoren su educación o su futuro. Es porque no les alcanza con sólo el trabajo de los adultos.
¿Qué marcaría la diferencia?
Lo harían los sindicatos. La UFW impulsó un incremento en los salarios hace décadas, logrando así el mejor nivel de vida que los trabajadores agrícolas en California jamás han tenido, pero los productores han demostrado ser implacablemente hostiles a las actividades sindicales. Tanto para trabajadores huéspedes como para trabajadores indocumentados, unirse a un sindicato o exigir sus derechos puede ponerlos en riesgo no sólo de ser despedidos, sino también deportados. Hacer cumplir la ley mejoraría las vidas de los trabajadores. La California Rural Legal Assistance [Asistencia Legal Rural de California] hace un trabajo heroico, inspeccionando condiciones de trabajo en los campos y educando a los trabajadores sobre sus derechos. Esa es una lucha ardua. Según la Encuesta de Trabajadores Agrícolas Indígenas, a un tercio de los trabajadores encuestados se le paga menos del salario mínimo. Muchos quedan intoxicados por pesticidas, sufren golpes de calor y trabajan en condiciones ilegales.
Hay que dar a los trabajadores un estatus legal. Los trabajadores agrícolas necesitan una visa de estancia permanente, no una visa de trabajador huésped que se les otorga según su estatus laboral. Esto asegurará su derecho a organizarse sin correr el riesgo de deportación. La organización traerá mayor equidad, estabilidad, y reconocimiento de su importante aportación, así como mayores ingresos. Pero los productores no quieren subir los salarios para atraer más mano de obra. En lugar de eso, quieren trabajadores con visas temporales, no permanentes – un flujo constante de gente que puede trabajar, pero que no se puede quedar, o que será deportada si se queda sin trabajo. Esto es una repetición del fracasado programa «Bracero» de los años cuarenta y cincuenta, o bien de los actuales, como el programa de la visa H2A.
Con un programa de mano de obra temporal, los salarios no subirían. En vez de eso, los trabajadores agrícolas subvencionarán a la industria del sector con salarios bajos, todo en el nombre de mantener a la industria «competitiva». Se considerarán amenazas las huelgas y sindicatos que aumentan los ingresos de las familias.
Ya hemos visto esto. Durante el programa «Bracero», cuando los trabajadores residentes hicieron huelga, los productores trajeron a los braceros. Y si los braceros hacían huelga, los deportaban. Es por eso que César Chávez, Ernesto Galarza y Bert Corona por fin convencieron al Congreso de que terminara con el programa en 1964. La primera huelga en el corte de uvas empezó el año después de que se derogó la ley de braceros.
Hoy, a los trabajadores migrantes que ya viven en Estados Unidos, como los que recientemente hicieron huelga en los Campos de Bayas Sakuma, en el estado de Washington, se les enfrenta con braceros modernos que entraron en el programa H2A. La visa H2A pone límites en los salarios que pagarán los productores.
Los trabajadores temen que, si protestan, no serán contratados para la cosecha del año que viene, y otros vendrán a ocupar sus lugares.
Los trabajadores agrícolas hacen un trabajo valioso y necesitan mejores condiciones y seguridad, no una reforma migratoria que los mantendrá en la pobreza. Otorgar a los empleadores otro programa «Bracero» es una idea fracasada que no debemos repetir. La mano de obra agrícola que pueda sostener familias es una mejor idea.
TRADUCCIÓN: LINDSEY HOEMANN