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Furia ciudadana global

Obama intenta sujetar a los banqueros

Fuentes: La Jornada

Como habíamos previamente formulado, las votaciones en el G-7 van en contra de los pusilánimes políticos instalados en el poder, independientemente de sus siglas partidistas (en inglés les llaman incumbent), y quienes son controlados por los banqueros que dominan la desregulada globalización financiera. Este es el verdadero diagnóstico de la multicrisis global que traduce un […]

Como habíamos previamente formulado, las votaciones en el G-7 van en contra de los pusilánimes políticos instalados en el poder, independientemente de sus siglas partidistas (en inglés les llaman incumbent), y quienes son controlados por los banqueros que dominan la desregulada globalización financiera. Este es el verdadero diagnóstico de la multicrisis global que traduce un genuino cambio de paradigma.

El problema cesó de ser la consabida criminalidad de la banca israelí-anglosajona, encabezada por la inimputable Goldman Sachs, que controla de facto al gobierno de Estados Unidos.

Hoy el problema nodal radica en que no existen políticos capacitados para lidiar con el cambio de paradigma del nuevo orden global por edificar. Las reformas civilizatorias y humanistas del nuevo paradigma del siglo XXI las deben realizar los nuevos políticos que no hayan sido infectados letalmente por la pandemia neoliberal (también en extinción).

De allí que ante la furia ciudadana global, los pusilánimes políticos del ancien régime intenten limitar los daños con medidas caducas que tienen como objetivo final preservar en las asíntotas del poder los intereses patrimonialistas de la omnipotente banca israelí-anglosajona.

En la época de Internet, era previsible el despertar de la furia ciudadana como lo había anticipado Zbigniew Brzezinski, ex asesor de seguridad nacional de James Carter e íntimo de Barack Obama.

¿Se preparan los Rotshchild, atávicos esclavistas banqueros (ver Bajo la Lupa, 8/7/09), para la furia ciudadana global?

A raíz de la furia ciudadana todavía focalizada en las urnas de Gran Bretaña y Estados Unidos, el historiador británico-israelí Simon Schama -muy cercano a la dinastía Rothschild y autor del libro Ciudadanos: una crónica de la Revolución Francesa- diagnostica que el mundo se encuentra al borde de una nueva era de furia, escrito exclusivamente para los lectores neoliberales de The Financial Times (21/5/10): los historiadores advierten que existe seguido un lapso entre la aparición del desastre económico y la acumulación de la furia social.

¿A través de Simon Schama, uno de sus tantos portavoces oficiosos (v. gr. George Soros, Niall Ferguson, Jacques Attali, etcétera), los esclavistas banqueros Rothschild -a nuestro juicio, los patriarcas del sionismo financiero global- advierten el advenimiento de la revolución social planetaria?

Schama compara a los ricos egoístas de la Revolución Francesa con la plutocracia reinante de Wall Steet y la City, y aduce que la catástrofe (sic) financiera, con sus efectos en la economía real, se escenificó en medio de oscuras (sic) transacciones diseñadas para nada, salvo producir ganancias de corto plazo, lo cual agrava el sentimiento de traición social.

En el segundo acto de la furia ciudadana en el esquema de Simon Schama, el control de daños significa colocar en la picota a los perpetradores.

Schama concluye que enfrentamos un momento polvorín (sic): una prueba de la fuerza de las instituciones democráticas en un tiempo de extremo estrés fiscal, cuando se encuentran en juego la supervivencia de la administración Obama en las elecciones de noviembre y la gobernabilidad de Estados Unidos, lo cual exige la profilaxis (sic) de las instituciones.

Obama apenas entró al primer acto del control de daños frente a la furia ciudadana local y global. Después de su histórico triunfo con la reforma en salubridad, ahora intenta sujetar al dragón de Wall Street, encabezado por la inimputable Goldman Sachs, miembro prominente del sionismo financiero global.

No es una batalla menor: Obama confronta al verdadero gobierno paralelo tras el trono y se juega tanto su vida como su presidencia.

Thomas Noyes, de The Guardian (21/5/10), considera que la reforma financiera de Obama coloca a Wall Street en su justo lugar como un servidor de la economía y no como su amo.

La aprobación de la reforma financiera de Obama no fue sencilla, después de mil bloqueos tácticos del Partido Republicano.

El texto de la reforma no es definitivo, ya que todavía sufrirá diluciones semánticas, en las que se especializan los cabilderos de los grupos de interés, tan persuasivos en unciones pecuniarias. Vamos a ver qué queda de los textos originales.

De todas formas, no se puede escatimar el sonoro triunfo de Obama, que por lo menos sujeta, todavía sin domar, al dragón de Wall Street: mucho dependerá de la fortaleza de los amarres, que cuentan con el aplastante apoyo de la furia ciudadana local y global.

Thomas Noyes reconoce que la reforma financiera de Obama cobró vigor después de la revelación del escándalo de Goldman Sachs, cuando urge la supervisión por adultos (sic) de la conducta de Wall Street.

A juicio de Noyes, la más importante disposición de la reforma puede ser la regla Volcker, que restringe la habilidad de los bancos de comerciar con sus propias cuentas, de lo cual Goldman Sachs se volvió el emblema.

Thomas Noyes recuerda que el rescate de Wall Street por el gobierno federal enfureció (sic) a los ciudadanos comunes (sic) quienes sufrieron la recesión creada por la locura (sic) de los bancos, por lo que se lamenta de que la propuesta de mayor alcance para colocar una barrera entre la banca comercial y la banca de inversiones (nota: la doble personalidad esquizofrénica de Goldman Sachs) nunca fue votada. Tal barrera fue erigida por la visionaria enmienda Glass-Steagal de 1933 y eliminada en 1999 por los fundamentalistas neoliberales del Partido Republicano (recordemos un partido mexicanófobo y aliado del PAN, que además financió la campaña presidencial de Calderón) encabezados por el texano Phil Gramm.

La enmienda de Obama no se atreve a desmontar el casino especulativo de los derivados financieros, que acaban siendo mínima y tangencialmente transparentados.

Los senadores de Estados Unidos, en su mayoría ignaros en los asuntos esotéricos de las finanzas posmodernas, nunca entendieron durante las audiencias públicas la necesidad existencial de los derivados, cuyo valor nocional excede varias veces el valor de la economía real.

Sucede que los derivados, verdaderas armas financieras de destrucción masiva de la dupla anglosajona, constituyen el gran negocio para las plazas de Wall Street y la City, quienes despojan así, con el simple teclazo de una supercomputadora, las joyas estratégicas de los valetudinarios países globalizados, como demostramos desde hace mas de 10 años en nuestro libro agotado El lado oscuro de la globalización: post-globalización y balcanización (Editorial Cadmo & Europa, 2000).

Conclusión. En el esquema de Simon Schama, portavoz oficioso de los atávicos esclavistas banqueros Rothschild, apenas vamos en el primer acto del control de daños en el seno del G-7, en pérdida de su gobernabilidad cuando el pacto social fue resquebrajado a favor de los parasitarios banqueros y en detrimento del bien común ciudadano.

El problema mayúsculo advendrá cuando el segundo acto de la furia ciudadana global se empate con la segunda ola, que habíamos anticipado, de la multicrisis que se exacerbó con la balcanización y vulcanización del euro y que pronto alcanzará a Gran Bretaña (de hecho tocada de muerte) y a Estados Unidos, que acelera su decadencia interna y externa.