Barack Obama tiene que andarse con cuidado y no enemistarse con Israel si quiere llegar a la presidencia, como han hecho todos sus antecesores en las últimas décadas. Tener un padre musulmán no juega a su favor en ciertos ambientes y tampoco le favorece hacer cierto tipo de declaraciones.
«Creo que hay una tensión dentro de la comunidad proisraelí cuando se afirma que eres antiisraelí a menos que adoptes una incuestionable posición proLikud, y eso no puede ser la medida de nuestra amistad con Israel», ha dicho el senador de Illinois. Este tipo de declaraciones son «problemáticas» en Israel, y así se lo ha hecho saber el diario Haaretz, donde se afirma que Obama se está «inmiscuyendo» en la política interior del Estado judío. Los israelíes están nerviosos con la carrera y la valentía de Obama, y una buena prueba es que la comunidad judía de Estados Unidos ha puesto casi todo su dinero en la candidatura de Hillary Clinton, que corre el riesgo de sufrir la definitiva el 4 de marzo en las primarias de Texas y Ohio.
La comunidad judía en EEUU es especialmente influyente en algunos estados, como California, Nueva York y, sobre todo, Florida, que ha sido clave en los dos últimos comicios presidenciales.
El mismo Haaretz lleva a cabo una encuesta permanente donde varios analistas locales votan a su candidato preferido desde el punto de vista israelí. En primer lugar se encuentra el senador republicano John MacCain, puntuado con 7,7 sobre diez; le sigue Clinton con 7,5, y muy por detrás está Obama con sólo 5,1.
En Israel viven 120.000 judíos con nacionalidad norteamericana que en las primarias demócratas celebradas esta semana han votado mayoritariamente por Clinton, concretamente el 54%, frente al 45% que lo hizo por Obama. Comparativamente, la mayoría de los estadounidenses expatriados en el mundo votaron a favor de Obama, el 66%, frente al mísero 33% que obtuvo Clinton. Sólo en Israel, la República Dominicana y Filipinas ganó la senadora de Nueva York.
El Gobierno de Ehud Olmert se cuida mucho de no pronunciarse sobre la campaña de EEUU pero tampoco ha intervenido de ninguna manera para frenar las feroces críticas que han recaído sobre Obama, especialmente desde que éste se ha convertido en el candidato demócrata con mayor proyección. Las críticas de Obama a los lobbys que mandan en Washington tampoco han sentado muy bien en Israel.
La prensa israelí publica que en las últimas semanas los principales asesores de Obama han mostrado su «disgusto» por la actitud de Israel y de la comunidad judía estadounidense de presentarlo como un candidato «malo para Israel», según el diario Yediot Ahronot.
Los asesores de Obama sostienen que los israelíes han montado una «campaña de calumnias» o «difamaciones» personales que se traduce en publicaciones en blogs y en medios de comunicación y que presentan a Obama de una manera «negativa».
Insisten en que el Gobierno de Olmert no sólo no sería ajeno a la campaña sino que la estaría incitando desde la sombra. Se menciona en concreto un artículo del ex embajador de Israel en Washington, Dany Ayalon, que recientemente publicó The Jerusalem Post, donde se decía que Obama «no es claro en relación a lo que piensa» y debe ser tratado con «recelo». Paradójicamente, Obama podría ser bueno para el proceso de paz. Los israelíes sólo están simulando que negocian con los palestinos pero si al final de año vieran las orejas del lobo podrían acelerar un proceso que ahora mismo no conduce a ninguna parte.
Las declaraciones de Obama diciendo que el Likud no debe ser el parámetro de los amigos de Israel pueden tener consecuencias si el senador llega a la Casa Blanca. En Israel todos los sondeos indican que el Likud de Binyamin Netanyahu vencerá con holgura en los próximos comicios.Como no es descabellado que ocurran esos dos posibles, Obama y Netanyahu podrían verse obligados a cohabitar durante varios años. Netanyahu es un hombre de principios inflexibles y no parece muy probable que Obama sea capaz de doblegarlo.
Los israelíes esperan que los presidentes de EEUU estén a su derecha y sean más sionistas que ellos mismos. Los dos últimos presidentes, Clinton y Bush, han cumplido a la perfección su función. ¿Será Obama capaz de ponerle una perspectiva más racional al conflicto de Oriente Próximo?