Un negro habitará la Casa Blanca. Todas las encuestas indican que el demócrata Barack Obama, de 46 años, se impondrá al republicano John McCain, de 71, en las elecciones del 4 de noviembre. Su partido también alcanzará mayoría parlamentaria absoluta en las elecciones simultáneas de 435 miembros de la Cámara de Representantes para un nuevo […]
Un negro habitará la Casa Blanca. Todas las encuestas indican que el demócrata Barack Obama, de 46 años, se impondrá al republicano John McCain, de 71, en las elecciones del 4 de noviembre. Su partido también alcanzará mayoría parlamentaria absoluta en las elecciones simultáneas de 435 miembros de la Cámara de Representantes para un nuevo período de 2 años y en la renovación de un tercio del Senado, 33 de 100 senadores por 6 años. (1) Pero la elección presidencial definitiva ocurrirá el 15 de diciembre, cuando lo decidan 538 Grandes Electores del Colegio Electoral, pues en EEUU no existe elección presidencial directa.
Obama ha tenido un mejor desempeño en los debates, hizo una audaz penetración en los bastiones republicanos y tiene un discurso más convincente frente a la recesión que convirtió a la economía en el eje de la campaña, desnudando la responsabilidad de George W. Bush en la tragedia que golpea a los estadounidenses más pobres. A su favor influyen su mayor disponibilidad de fondos y su juventud y alcanzará la presidencia a la misma edad que John Kennedy y Bill Clinton.
También lo favorecen el nuevo contingente de votantes, que superará lejos los 177 millones de 2004, e incluso su impronta étnica y origen pobre. El demócrata anuncia que los ricos pagarán más impuestos para financiar programas en favor de de 40 millones de excluidos del sistema de salud y promete una revisión de los tratados de libre comercio arguyendo que han agudizado el desempleo estadounidense por trasladar cientos de industrias a países donde las corporaciones pagan salarios menores por más trabajo humano. El 42% de los encuestados pide revisar el tratado entre EEUU, Canadá y México, conocido como Nafta, por su sigla en inglés. Lo que es bueno para las corporaciones hace perder a los trabajadores.
El senador McCain, «héroe» que lanzó napalm contra los civiles en Vietnam, recomienda menos impuestos para las grandes corporaciones, en la línea de Ronald Reagan, Bush padre y todos los republicanos. A menudo, Bush habla para «tranquilizar» a «los mercados» -no al pueblo-, pero las bolsas continúan más «volátiles». Su gobernabilidad toca fondo en su último trimestre al frente de un imperio en crisis por la escandalosa corrupción del capital financiero que ha desenmascarado al capitalismo salvaje con más eficacia que mil escritos de economía política, incluidos los del nuevo premio Nóbel de Economía, Paul Krugman, acérrimo adversario de la política neoliberal.
¿Política exterior más blanda?
Obama asegura que no tendría empacho en negociar con Mahmud Ahmadineyad, de Irán, y Raúl Castro, de Cuba, los «enemigos» más emblemáticos de EEUU. Anuncia una salida «responsable» de Iraq, donde en 5 años la invasión de EEUU ha dado muerte a más de un millón de civiles sin que ningún medio haya entregado esta noticia, pero al mismo tiempo anuncia el traslado masivo de las tropas a Afganistán para extirpar al Talibán, tarea que Bush no hizo en 7 años de ocupación. Se espera que Obama «suavice» la política exterior que hizo de EEUU un gendarme del mundo desde que el colonialismo europeo fue sustituido por el neocolonialismo imperial estadounidense con bases militares en 69 de los 192 países del planeta. (2)
Las grandes corporaciones del «complejo militar industrial» identificado así por Dwight Eisenhower continuarán motorizando la economía y la política exterior con el negocio perpetuo de fabricar para la guerra. Como profetizó este presidente republicano en 1961, «el potencial para la perniciosa acumulación de poder en manos ilegítimas existe y no cesará de existir». Eisenhower, a quien podría considerarse un «guerrerista moderado», llegó más lejos, porque también advirtió: «No debemos permitir jamás que el peso de esta influencia ponga en peligro nuestras libertades ni nuestros procesos democráticos. No debemos dar nada por sentado. Una ciudadanía bien informada y vigilante es la única manera de inducir el correcto engranaje de la inmensa maquinaria de defensa industrial y militar con nuestros métodos y objetivos pacíficos, con el fin de que la seguridad y la libertad puedan prosperar a la vez». Bush controló los medios e impuso leyes desconocidas que limitan las libertades civiles con el pretexto de la «guerra al terrorismo».
Obama construyó un discurso centrista que suele aludir a Irán y Venezuela como beneficiarios del gasto petrolero de EEUU, quizás porque abundan los electores ignorantes, racistas y reaccionarios, sobre todo en el Medio Oeste. Ese discurso «imperial centrista» fue explotado con éxito por Bill Clinton (1993-2001) y también por Bush, quien omitió referirse al aborto en 2000, enrabiando a sus huestes conservadoras. Pese a todo, existe la esperanza de que el imperio sea menos agresivo con Obama. Lo más irritante para los conservadores será que un negro y toda su familia se instalen en la casa de los presidentes de un país cuyos dirigentes suelen ser asesinados, desde los presidentes Abraham Lincoln (en 1865), James Abram Garfield (1881), William McKinley (1901) y Kennedy (1963), su hermano Robert (1968) y Martin Luther King (1968), entre muchos otros políticos.
Sistema electoral nada democrático
La democracia no es el paradigma de la propaganda, aunque los libros escolares de EEUU aseguran es una «república», no una «democracia». El ciudadano no elige directamente al presidente, sino que vota por un partido que controla a los electores que designan al jefe de Estado en el Colegio Electoral, sin obligación de respetar la preferencia marcada por los ciudadanos. Esta práctica escapa de las normas aceptadas universalmente y contradice la prédica «democrática» de Washington.
La Corte Suprema de Florida dictaminó en 2000 que «el ciudadano individual no tiene derecho federal constitucional a votar por electores del Presidente de los Estados Unidos», pues su voto es un «privilegio» otorgado por el Estado [de Florida] no reconocido por la Constitución. Esta «doctrina» legaliza la exclusión de millones de electores por haber estado presos o pertenecer a minorías étnicas, en un país cuya población carcelaria asciende a 2,3 millones, 762 presos por 100.000 habitantes.
Muchos estadounidenses ignoran que realmente eligen a 538 electores, uno por cada senador (100) y por cada representante de la cámara baja (435), más tres del Distrito Columbia (Washington DC, la capital), que no elige senadores. El Colegio puede designar al menos votado: ocurrió con Benjamín Harrison en 1888 y se repitió en 2000, cuando el más votado no fue Bush sino Al Gore.
El presidente surge de 270 votos, la mitad más uno de los electores. Si hay empate con 269 sufragios, la elección pasa a la Cámara de Representantes, donde cada estado tiene un voto. Así ganó Benjamín Harrison en 1888, con menos votos populares. En 2000, Bush fue elegido por la Corte Suprema, la última instancia, algo que no ocurría desde 1876, con Rutherford Hayes.
La re-elección de Bush en 2004 fue definida en Ohio con trampas en las máquinas de votación. El fraude constante ha sido ocultado por la gran prensa y sólo denunciado en medios alternativos y libros como Fooled Again (Trampa Otra Vez), de Mark Crispin Miller, académico del Proyecto Censurado de California. Para Miller, Bush y sus «militantes teocráticos» convirtieron el fraude en una «guerra santa» para imponerse en la elección 2004.
El ganador «Toma Todo»
El candidato que obtiene más votos se lleva a todos los electores, así la mayoría sea de un voto o de un millón. Sólo Maine y Nebraska autorizan el reparto proporcional de los votos, excepto dos, que son atribuidos al candidato mayoritario. No existe un sistema nacional de sufragio homologado y legislación de cada estado enmaraña más esta cuestión.: se usan diferentes papeletas y diversos tipos de máquinas, incluso en los condados del mismo estado.
La designación del Colegio se efectúa más de un mes después de las elecciones, el primer lunes siguiente al segundo miércoles de diciembre, que este año cae el 15. Este sistema nació con la Constitución de 1787, cuando los «padres fundadores» se inclinaron por un grupo de notables para evitar «la corrupción del sistema político».
El 2000, el Congreso recibió tres propuestas para la elección directa del presidente y el vicepresidente, previendo una segunda vuelta si el vencedor obtenía menos del 40%. La propuesta más coherente fue del representante republicano de Illinois Ray LaHood, un ex profesor de secundaria que sentía vergüenza cuando enseñaba a sus alumnos un sistema electoral que considera arcaico. «El hecho de que un mes después de que la gente haya votado, un grupo selecto y elitista de gente elija al presidente es como una bofetada en la cara», dijo entonces. «Mi propio partido no apoya la reforma, pero para mí es una cuestión de principios», añadió.
En 1969, Richard Nixon estuvo a punto de perder ante George Wallace, un derechista independiente de Alabama. Entonces la Cámara aprobó un proyecto para abolir el Colegio, pero fue enterrado por el Senado. El voto directo favorecería a las minorías, pero la reforma constitucional necesita dos tercios en la Cámara y en el Senado y luego, mayoría simple en tres cuartos [38] de los parlamentos de los 50 estados.
Los grupos minoritarios
Los hispanos aumentaron a 42,7 millones en 2006, el 14,4% de los 296,4 millones de habitantes de EEUU, con casi 4 millones más que los negros, que son 39,7 millones, o el 13,4% de la población, informó la Oficina de Censos en octubre 2008. Los hispanos casi llegan a la mitad de los 98 millones de las minorías, con 65% de predominio mexicano, 11% de centro y sur americanos, 4% de cubanos y 10% de «otros hispanos».
Una de cada tres personas de EEUU pertenece a una minoría étnica y generalmente no residen en los grandes estados. Buena parte de los negros y los hispanos viven en Mississippi, Texas, Alabama y Las Carolinas, donde votan en general por los demócratas pero sus votos no cuentan porque esos estados son mayoritariamente republicanos. La elección 2000 se disputó en 17 estados: «El resto no vio ni la sombra de los candidatos», aseguró Harold Gold, profesor del Smith College de Massachusetts. La estrategia de Obama privilegió la conquista de votos en los «estados enemigos».
Las encuestas, la publicidad y los debates son los principales ejes de campaña. Obama concentró sus fuerzas en nueve estados que en 2004 votaron por George W. Bush. Su desafío eligió a Carolina del Norte – donde Bush ganó en 2004 por 13 puntos- como sede para preparar el segundo debate, efectuado en Nashville, Tennessee, el 7 de octubre, confrontación que fue vista por 63 millones de personas, 10 millones más que el primero, del 26 de septiembre, en Oxford, Mississippi, pero 7 millones menos que el de Sarah Palin y Joseph Biden, los aspirantes a la vicepresidencia, el 2 de octubre, según mediciones de rating.
McCain intenta conquistar cuatro estados que votaron por los demócratas en 2004: Pennsylvania, New Hampshire, Wisconsin y Minnesota. Decidió abandonar la pelea en Michigan, en parte por la encrucijada republicana creada por la recesión. Curiosamente Obama tiene más capacidad de reunir fondos de campaña para pelear en muchos estados a la vez, mientras McCain concentra sus gastos en conservar Missouri e Indiana, estados que los republicanos consideraban asegurados.
Al cierre de este informe, Obama contaba con estados que aportan 189 electores y con opciones buenas en otros que suman 71, para un total de 260 votos, estimó el New York Times. Le faltaban 10 para la meta de 270 electores. McCain llevaba ventaja en estados que aportan 160 electores y estaba bien posicionado en otros que aportarían 40 más, para un total de 200. El resultado era incierto en seis estados que suman 78 electores: Florida, Ohio, Virginia, New Hampshire, Nevada y Colorado.
La ventaja de Obama en las encuestas llegaba a 10% (53-43), pero la distancia suele acortarse en la votación popular de los demócratas. En 1992, Clinton aparecía con 19%, pero ganó por 6 puntos. Carter, en 1976, exhibía 13 y ganó por 2.
Obama exhibe más posibilidades de alcanzar los 270 votos, y tendrá más si McCain no logra ganar ninguno de los estados que votaron por los demócratas en 2004, donde la diferencia sigue siendo estrecha. La crisis financiera derribó la esperanza de McCain de conducir la campaña al terreno de las credenciales e «inexperiencia» de su joven rival.
Notas:
1) De los 33 senadores «Clase II» que expiran su período este año hay 12 demócratas y 21 republicanos. Un tercio del Senado se renueva cada dos años, en dos «clases» de 33 y una de 34.
2) O século XXI ¿socialismo o barbarie?, Istvan Mészáros, Boi Tempo Editorial, San Paulo, Brasil, 2003, pp 55.