Recomiendo:
0

OTAN global y el catastrófico fracaso en Libia, lecciones para África en la forja de la Unidad Africana

Fuentes: Mathaba News

Traducido para Rebelión por Rosa Moro

En octubre de 2011, días después del brutal asesinato del líder libio, el coronel Muammar Gadafi, el Secretario General de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, declaró que la misión de la OTAN en Libia había sido una de las más exitosas en la historia de la organización. En este libro , el profesor Horace Campbell se propone analizar esa afirmación y analizar la totalidad de la guerra de la OTAN contra el pueblo de Libia, en el contexto de los esfuerzos africanos por asegurar la unidad política y económica de África.

Muammar Al-Gadafi , era un hombre del ejército. Provenía de una tradición de lucha armada en el Tercer Mundo contra el imperialismo. Una tradición que, por su naturaleza, ha sido de planes secretos y alianzas ocultas. El profesor Campbell es un hombre de letras. Un hombre que ha dedicado su vida a la resistencia contra el imperialismo basada en un activismo escrito abierto y público. A menudo es difícil para estas dos tradiciones comprenderse una a otra. Hay una tendencia de cada una de ellas a subestimar los logros de la otra.

Este mal entendimiento lleva al profesor Campbell a repetir ciertas afirmaciones que han sido corrientes entre la izquierda occidental, como que Al-Gadafi había hecho las paces con las fuerzas imperialistas y había adoptado el neo-liberalismo. Esto, a pesar del hecho de que el mismo profesor cita un cable de WikiLeaks, enviado a Washington en 2008, desde la embajada estadounidense en Trípoli, que expresaba el punto de vista de que «no habrá reformas políticas o económicas reales hasta que Al-Gadafi no salga de la escena política». Es cierto que había personas de mente débil y gente corrupta en el gobierno de Libia, que habían caído en la mentira del neoliberalismo, pero eso viene a demostrar que Gadafi no era un tirano todopoderoso como a algunos les gusta presentarlo, él tuvo que luchar por su posición dominante, y no siempre ganaba.

Otra desafortunada afirmación es que Al-Gadafi se refería a la gente de Benghazi como «ratas» y amenazaba con masacrarles. Esto simplemente no es verdad. Al-Gadafi se estaba refiriendo a las masas racistas linchadoras, que, en el segundo día de sus «manifestaciones pacíficas», cogieron a 50 trabajadores de la construcción migrantes negros, los encerraron en un cobertizo, y los quemaron vivos. Él no se estaba refiriendo a la gente decente de Benghazi, la gran mayoría. Incluso después de estas atrocidades racistas, Al-Gadafi ofreció la paz a aquellos que depusieran las armas. Ordenó a sus fuerzas que se retirasen de Benghazi y permitieran una ruta de escape hacia Egipto.

Como ha demostrado el profesor Maximilian Forte, en su libro » Slouching Towards Sirte – NATO’s War on Libya and Africa » (Derivando hacia Sirte, la guerra de la OTAN contra Libia y África), aviones del ejército francés atacaron un convoy del ejército libio que salía de Benghazi. Las tropas que quedaban en la ciudad habían recibido órdenes de no responder al fuego, tanto fue así, que cuando un cuartel militar fue atacado por los «manifestantes pacíficos», que utilizaron un suicida para volar la entrada, los soldados se dejaron capturar en lugar de responder con fuego». Los soldados negros fueron separados y linchados. Es cierto que las autoridades libias cometieron un error en Benghazi. Pero el error no fue utilizar una fuerza excesiva, fue no haber separado rápidamente y aislar a esos terroristas racistas y utilizar toda la fuerza del estado contra ellos- como cualquier estado hubiera y debiera haber hecho.

Ha habido muchas de estas revueltas en Benghazi a lo largo de los años, iniciadas por grupos yihadistas relacionados con Al Qaeda. Sin embargo, en sociedades en gran medida tribales como la de Libia, estos grupos están estrechamente ligados a un grupo tribal en particular. Al-Gadafi siempre había manejado estas revueltas de una formar muy particular. Hacía una pequeña demostración de la fuerza del Estado para mostrar a los yihadistas que no tenían ninguna posibilidad de ganar, y después les permitía escapar, así evitaba tener que matarlos. 2011 fue diferente, se había asegurado a los líderes de Al Qaeda, por parte de sus enlaces del M16 y de la CIA, que si creaban suficientes asesinatos y caos, prácticamente tendrían asegurado el apoyo de la OTAN.

Mencionaré un malentendido más en el libro del profesor Campbell, antes de pasar a sus muchos aspectos buenos. Al-Gadafi no se auto declaró Rey de Reyes. Esto fue un honor conferido a él por los ancianos (‘Elders’) tribales de Kenia. No significa que le considerasen su gobernante, sino como un primero entre iguales. La concesión puede verse en YouTube, y cualquiera que lo vea, se sorprenderá de la humildad con que Al-Gadafi recibió el honor. Estoy bien seguro de que el profesor Capmbell sería el último en negar a los pueblos nativos el derecho a honrar a sus amigos. El honor fue particularmente importante para Al-Gadafi, ya que él sabía que la Unidad Africana no podría tener lugar sin el apoyo de los líderes tribales, en los cuales los africanos de a pié, por lo general, tienen más confianza que en los líderes electos.

Por estos errores, y algunos que no he mencionado, aconsejaría a cualquiera interesado en Libia, que primero lea «Slouching Towards Sirte, NATO’s War on Libya and Africa», del profesor Maximilian Forte, que es impecable en su investigación y análisis, y después el libro del profesor Campbell.

El libro del profesor Campbell no es tanto sobre Libia como sobre la OTAN y sus ambiciones. Como el propio Campbell deja claro, la guerra de la OTAN contra Libia y contra África empezó mucho antes de 2011. Es, y siempre ha sido, una guerra para mantener a África desunida y débil, y así incapaz de ser dueña y señora de su propio destino. En efecto, es una guerra para deshacer lo alcanzado en los años 50 y 60, y devolver África al estatus quo de finales del siglo XIX.

Incluso antes de que la ONU levantase sus sanciones contra Libia, en 2003, Al-Gadafi había concebido un gran plan, la unificación de África. No era una idea nueva, por supuesto, pero Al-Gadafi tenía un plan particular -usar la fuerza de su propia extraordinaria personalidad y el poder de los beneficios del petróleo de Libia, para hacer ese sueño realidad. Después de décadas de lucha armada contra el imperialismo, en los años ’90, Al-Gadafi había llegado a estar más interesado en las posibilidades de eso que ahora se llama «poder blando». Hizo las paces con Chad y otros países vecinos con los que había estado en conflicto, y gradualmente los atrajo hacia una nueva esfera de influencia que él había desarrollado. Cuando terminaron las sanciones, grandes cantidades de dinero estuvieron a disposición para respaldar este «poder suave». La Jamahiriya Socialista Libia construyó escuelas, hospitales, carreteras, hoteles, sistemas de comunicaciones, granjas comerciales, etc, por toda África. Puso el primer satélite de África en órbita, ahorrando al continente miles de millones de dólares que había estado pagando a las compañías de satélites europeas.

En el libro «Slouching Towards Sirte» el profesor Forte ha recopilado cables de WikiLeaks de las embajadas de Estados Unidos en África que demuestran que los diplomáticos estadounidenses estaban extremadamente preocupados porque el «poder blando» de Al-Gadafi les estaba venciendo en todos los frentes. Como reacción a estas victorias, en 2007, la administración de los Estados Unidos estableció el AFRICOM, o Comando para África de Estados Unidos, para dirigir el poder del ejército estadounidense hacia África. Aquí, de nuevo, se enfrentaron a una nueva derrota de Al-Gadafi. Libia se puso al frente de los que insistían en que no se debía permitir que AFRICOM estableciese bases en suelo africano. Tuvo que escabullirse vergonzosamente hacia Stuttgart, Alemania, para construir su sede. Esto fue un desaire que la élite de Estados Unidos nunca olvidará, ni perdonará.

Al-Gadafi sabía que la unidad política debía basarse en la unidad económica. Él era la principal fuerza detrás de la fundación de la Unión Africana, y presionó para la implantación de una moneda única africana y un Banco Central Africano . Estos planes costarían colosales cantidades de dinero, incluso más de lo que Libia estaba ingresando por los beneficios del petróleo. El único lugar de donde se podía sacar esa cantidad de dinero de forma rápida era entrar en el mismísimo foso de tiburones -Wall Street- y la Autoridad de Inversiones Libia, LIA, comenzó a hacer negocios con el más despiadado de todos los tiburones, Goldman Sachs. Al principio, Libia sufrió tremendas pérdidas, pero entonces, como señala el profesor Campbell, Libia fue a por la yugular. Todo el esquema Ponzi de Wall Street se basa en el petrodólar, y el blanqueo de esos petrodólares a través de «mercados oscuros» de Dubái.

El profesor Campbell escribe: «Después de diciembre de 2010, el Banco Central de Libia tomó una posición de control de la Corporación Bancaria Árabe, con sede en Bahréin. La Corporación Bancaria Árabe, pertenecía a la Autoridad de Inversiones de Kuwait, el Banco Central de Libia, la Autoridad de Inversiones de Abu Dabi, y otros accionistas con menores intereses. Cualquier movimiento para tomar decisiones independientes en la Corporación Bancaria Árabe amenazaba la red de especuladores en la industria de los derivados, que dependía del reciclado de los petrodólares de las naciones ricas en petróleo como Kuwait, Libia y los Emiratos Árabes. Libia había ido a la yugular, intentando capturar la base de la bolsa intercontinental».

T oda la saga de la Corporación Bancaria Árabe y Wall Street requeriría solo para ella un volumen entero. Este es un asunto clave para entender por qué Libia fue atacada en 2011, y necesita urgentemente un análisis académico completo. El profesor Campbell debe ser reconocido por llamar la atención de la comunidad académica sobre esta necesidad. ¿Quién tendrá el coraje de sumergirse profundamente en estas aguas tan peligrosas?

A principios de 2011, el Banco Central de Libia había amasado 144 toneladas de oro en Trípoli, y siguió adelante con sus planes de lanzar el Dinar de oro, que, si era aceptado por los demás países africanos, con su inimaginable riqueza mineral, se convertiría rápidamente en la moneda más poderosa del mundo. Campbell cita a Sarkozy diciendo, en un cara-a-cara sobre la guerra de Libia «debemos proteger el euro». El petrodólar también estaba bajo grave amenaza de perder su posición hegemónica sobre los mercados energéticos.

Al-Gadafi había utilizado el «poder blando» y la «diplomacia del dinar» para derrotar a los poderes anglosajones y sus lacayos franceses en África. Había entrado en el foso de los tiburones de Wall Street, y los había vencido también allí. Pero, los poderes imperiales tenían una carta más que jugar -el asesinato.

No es necesario contar el catálogo de mentiras vertidas sobre Libia por unos dóciles medios occidentales y sus cohortes del Golfo. Al Jazeera rápidamente pasó de ser un medio respetado de noticias, a ser el proveedor más grosero y vergonzoso de mentiras. Campbell entra en todos estos detalles. Se une al profesor Forte en detallar de forma formidable el más grave desprecio de la OTAN por la vida de los civiles en Libia, y cómo la OTAN ayudó y fue cómplice inductor de los linchadores racistas y su limpieza étnica de decenas de miles de civiles negros. Cómo los buques de la OTAN violaron las leyes marítimas, al ver cómo se ahogaban 1.500 personas negras en el mar Mediterráneo, cuando intentaban escapar de la carnicería racista, y se negaron a ofrecer ayuda a las víctimas.

Cómo los rebeldes racistas demostraron ser inútiles ellos solos contra el ejército de Libia, (ahora llamados «Fuerzas de Gadafi» por los medios imperialistas), así que 6.000 soldados qatarís, miles de mercenarios extranjeros y cientos de fuerzas especiales de la OTAN tuvieron que vestirse de «rebeldes» para poder capturar Trípoli. Incluso entonces, los ciudadanos de Libia se unieron, llegando a ser miles, en torno al complejo residencial de Gadafi, con nada más que sus cuerpos para proteger el honor de su nación. La OTAN demostró lo que le preocupan los civiles, al disparar a la multitud con ametralladoras desde helicópteros Apache. Uno de los asesinados fue un periodista de 22 años, Mohanned Magam, que recibió un disparo por la espalda desde un helicóptero, mientras intentaba ayudar a otra víctima, Mohanned había sido el principal organizador de la inmensa manifestación anti OTAN, en Trípoli, que tuvo lugar el 1 de junio de 2011, y que la mayoría de los medios occidentales ocultaron, pero que desde entonces ha sido reconocida como la mayor demostración de coraje por parte de civiles bajo el terror de los bombardeos.

No pasó mucho tiempo hasta que las cacareadas mentiras sobre el gran éxito en Libia comenzaron a desmoronarse -incluso ente los ojos de las audiencias occidentales- que ya estaban aburridas de Libia y esperaban a la próxima campaña de bombardeos ante las pantallas de sus televisores. En la noche del 11 de septiembre de 2012, el embajador de Estados Unidos, Chris Stevens se unión a los miles de personas que habían sido torturadas y linchadas por los rebeldes de la OTAN. Stevens parecía haberse creído que era algo así como el personaje de Lawrence de Arabia. Le encantaba estar rodeado de hombres violentos, y tenía poca paciencia con los procesos normales a los que debe adherirse el personal diplomático. Rechazó la protección reglamentaria de los marines de Estados Unidos, y prefirió rodearse de mercenarios, algunos de ellos de las milicias yihadistas nacionales.

Durante el llamado «levantamiento», Stevens prefirió dormir en un hotel que estaba siendo utilizado por las milicias rebeldes, en lugar de quedarse en cualquier clase de estructura diplomática segura. Se enorgullecía del hecho de que la habitación de hotel en la que vivía ahora algunas veces había sido utilizada por el Jefe de la Inteligencia militar de Libia, Abdullah Al-Senussi. Fue su pequeño roce con la celebridad. Tras el asesinato de Al-Gadafi, parecía que se había concentrado en reclutar a jóvenes para ir a luchar a Siria, y en hacer negocios de armas con las milicias, para mandar armas a Siria. No se conoce con exactitud por qué estas milicias decidieron atacarle. Podría ser que un negocio de armas acabase mal, o por el hecho, que después salió a la luz, de que la CIA había estado utilizando lo que parecía el complejo residencial del consulado en Benghazi, como una «prisión oculta» donde retenía a miembros de milicias. Estas cuestiones iban a abrir la caja de los truenos para la administración de Estados Unidos -y llevar a que cayeran varias cabezas de altos mandos, como la del jefe de la CIA, David Petraeus.

Si hay un personaje central en este libro, es el general David H. Petraeus. Gran parte de lo que hay de malo en la OTAN, se refleja en la persona de este hombre -la megalomanía, las prisas por romper toda relación con la realidad, y la casi total falta de brújula moral. La reputación de Petraeus de ser una especie de genio militar se basaba en sus sorprendentes descubrimientos en Irak. Por ejemplo, descubrió que si pagas a «contratistas militares», o lo que es lo mismo, mercenarios, para que hagan ellos los combates, el recuento de muertos que debes presentar al público en los Estados Unidos se reduce drásticamente. El lado negativo de este descubrimiento es que los mercenarios son muy malos a la hora de combatir contra los insurgentes armados, pero muy buenos a la hora de cometer atrocidades contra la población civil desarmada. También descubrió que si atracas el erario nacional completo de un estado petrolero, y utilizas el dinero para sobornar a los insurgentes para que no ataquen a tus soldados, mientras los pagos se realicen a tiempo, probablemente ellos mantengan el pacto.

Sus otros descubrimientos brillantes fueron que el público estadounidense en realidad no quiere la verdad -o, al menos, no se esforzará mucho por averiguarla. Cuanto mayor y más exaltada sea la mentira, más aceptable será. Obama se quedó tan impresionado por Petraeus, que en junio de 2010, le hizo comandante de las Fuerzas estadounidenses en Afganistán. Las cosas no eran tan fáciles aquí, el único erario nacional que merecía la pena atracar era el dinero de la droga del opio. Pero Petraeus, todavía tenía guardada algo de magia. Promovió la idea de que la CIA debería convertirse en la primera línea de la acción ofensiva de Estados Unidos. No que los agentes de la CIA estuvieran ni siquiera cerca de la primera línea de combate. Sino que desde sus cómodos sillones bombardeasen casas, escuelas, bodas, incluso hospitales con sus mandos a distancia o joysticks. Guerra de drones es el nombre de este juego.

Sin embargo, nada de esto era tan excitante como Irak, y Petraeus cada vez pasaba más y más tiempo intentando explicar a sus fans que le adoraban, en los medios occidentales, por qué el ejército mejor armado y entrenado del mundo estaba siendo vencido, en todos los frentes, por tribus mal armadas. Patraeus se refugió de su fútil existencia embobado en los brazos de su biógrafa, Paula Broadwell. Campbell escribe: «Petraeus comprendió los retos del legado de un general, y apoyó el proyecto de Paula Broadwell de escribir su biografía basada en su sentido de la historia». Como pudimos ver después, Paula tenía mayores ambiciones que escribir un libro, ella quería su pequeño papel en la historia.

A pesar de los fracasos de Afganistán, en 2012, la estrella del general Petraeus brillaba en su máximo esplendor. En 2011, Obama le había nombrado director general de la CIA, posición desde la que podía continuar con sus esfuerzos por meter a la CIA en el papel de arma ofensiva principal del arsenal imperial de Estados Unidos. Sus ataques con drones continuaron asesinado a cientos de civiles inocentes -pero eso no era razón para que un hombre no pudiera convertirse en presidente de los Estados Unidos. El profesor Campbell escribe: «En diciembre de 2012 se desveló por fin que Roger Ailes, de Fox News, se había acercado a Patraeus para reclutarle como candidato presidencial para las elecciones de 2012… Rupert Murdock le ofrecería apoyo financiero para su candidatura presidencial». Patraeus, sin embargo, decidió no dar ese paso, y podría haber esperado que su reputación siguiera creciendo en la CIA por al menos otros cuatro años, si no hubiera intervenido el linchamiento de Chris Stevens.

Los medios estadounidenses se refirieron a este incidente simplemente como «Benghazi», como si nada hubiera pasado antes, o desde entonces en Benghazi. Como si Stevens no fuera simplemente uno entre cientos, puede que miles (la OTAN dice que no hace recuento de cuerpos) de personas linchadas en esa ciudad, desde febrero de 2011. La señora Broadwell dejó caer su propia bomba de drone en el regazo de David Petraeus, cuando desveló que la CIA había estado dirigiendo prisiones secretas en lo que se suponía que era el consulado de Estados Unidos». Surgieron preguntas sobre las actividades de Stevens en Benghazi, y por qué los procesos habituales para la protección de diplomáticos habían sido tirados por la ventana». Todas estas cuestiones, en última instancia, se relacionaron con el tipo de régimen militar que Petraeus había estado impulsando todo este tiempo -el reemplazo de soldados por mercenarios, el amplio uso de asesinatos como arma política, la confusión entre los roles diplomático y militar y el uso de bandas locales para llevar a cabo operaciones militares. Puede que, dimitir por un affaire extramarital fuera más fácil que tener que responder a todas estas cuestiones.

El profesor Campbell analiza la disposición de las fuerzas de la OTAN, y descubre que lejos de demostrarse la fuerza de la OTAN, la guerra contra Libia dejó en evidencia su debilidad terminal. De 28 estados miembros de la OTAN, sólo ocho estuvieron de acuerdo en formar parte de la guerra contra Libia. Campbell cita al primer ministro polaco, Donand Tusk, diciendo: «¿No es el caso de Libia otro ejemplo de la hipocresía europea?». Polonia se negó a unirse al acaparamiento de petróleo. De los ocho, solo los dos estados anglosajones y Francia formaron parte real en los bombardeos. Italia permitió que se utilizaran sus bases aéreas para lanzar los ataques de bombardeos. Por supuesto, la realidad de la OTAN es que consiste en Estados Unidos, más sus lacayos. Los británicos y los franceses normalmente son un acompañamiento que presta una especie de hoja de parra política para las campañas imperiales de Estados Unidos. Sin embargo, en el caso de Libia, los británicos y los franceses podían oler el petróleo y estaban desesperados por hacerse con él. Campbell relata que fueron los franceses en particular los que querían la guerra y provocaron la primera sangre, el antes mencionado ataque a un convoy del ejército libio, cuando se retiraba de Benghazi.

Uno de los capítulos más entretenidos del libro trata de los piques y empujones entre los dos mismos granujas, por ver quién se hacía con el trozo más grande del pastel de Libia, una vez se había llevado a cabo el bombardeo. A pesar de las sonrisas ante las cámaras, hubo una intensa rivalidad entre Cameron y Sarkozy. Italia parecía pensar que tenía un precedente histórico en cualquier nuevo descuartizamiento de petróleo, debido al hecho de que era el ex poder colonial. Los franceses habían demostrado gran interés en el agua de Libia y el famoso Great Man Made River (El gran río construido por el hombre), que algunos habían valorado en 70 trillones de dólares, mucho más de lo que vale el petróleo. El gobierno de Estados Unidos parecía menos interesado en el petróleo y el agua, y más interesado en tomar en control de la Autoridad de Inversiones Libia y la Corporación Bancaria Árabe, sin duda actuando a las órdenes de Wall Street.

Así pues, ¿qué podemos decir de la naturaleza del éxito de la OTAN en Libia? Ocho meses de bombardeos por parte de la fuerza aérea combinada de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, 6.000 soldados qatarís, miles de mercenarios, y cientos de fuerzas especiales de la OTAN, ¡y todo ello para vencer a un país con la misma población que Irlanda! O casi la mitad de la población de la «pequeña y galante Bélgica». Al final de ocho meses, 150 bombardeos al día, la mayor parte de la flota aérea de la OTAN acabó en tierra sin poder volver al aire, debido a la falta de piezas de repuesto y el cansancio de su personal aéreo. Sólo un mentiroso o un loco llamarían a esto un «éxito» para la OTAN.

Mientras escribo esto, las llamadas de los traficantes de guerra a un ataque contra Siria se han visto desafilados por el fracaso de un ataque químico de falsa bandera, la hábil diplomacia de los gobiernos de Rusia y Siria, y una gran dosis de realpolitik. Los generales de la OTAN que hayan estudiado el «éxito» contra el pueblo de Libia, serán muy reacios a repetir «éxito» -contra el mucho más poderoso, preparado y curtido en batallas ejército árabe de Siria y sus aliados de Irán, Líbano, Rusia y, puede que, China también. Después de Libia, los analistas militares de Rusia y China no tardaron en leer las implicaciones -la OTAN es una fuerza débil en el mundo, y cada vez es más débil.

Lo que es muy llamativo de este libro es la pequeña parte interpretada por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama. En ninguna parte sale como uno de los principales actores. El honorable ministro Louis Farrakhan ha lamentado que los hacedores de hombres han convertido a Obama en un asesino. Obama no es tanto un asesino, como un hombre que está ahí en pié y hace interpretaciones de John Wayne, cada vez que el ejército de Estados Unidos lleva a cabo alguna atrocidad. Las ruedas de la guerra, puestas en movimiento por la administración Bush, han seguido creciendo más veloces y más destructivas durante el tiempo que Obama ha ocupado el cargo. Si Obama quería reinar entre los «cruzados» en el ejército estadounidense (como Campbell llama a Petraeus y sus compañeros en las aventuras cristianas), nombrando a su chico estrella para comandar en Afganistán y después lo nombró jefe de la CIA, fue una extraña forma de hacerlo. Está claro que el profesor Campbell no sería ni de lejos tan duro con Obama como yo estoy siendo aquí. Él le da el beneficio de la duda.

Una vez más, el capitalismo occidental se enfrenta a una crisis devastadora, y una vez más, mira a la fabulosa riqueza de África como su única esperanza para sobrevivir. Campbell observa las dinámicas políticas y económicas en África y averigua lo mucho que han cambiado desde que terminó el siglo XX. El coronel Al-Gadafi había enviado ondas de choque por toda Europa cuando convenció al estado italiano para pagar una reparación de guerra de 200 millones de dólares por año, durante 25 años, por sus crímenes contra el pueblo libio en su pasado colonial, junto con la devolución de los artefactos culturales robados durante la ocupación colonial.

¿Qué pasaría si cada país africano hiciera lo mismo? ¿Cómo podría Europa responder a una demanda así? ¿Cómo podría Occidente presentarse a sí mismo como el que ayuda a África, cuando no es capaz de pagarle lo que le debe por reparación? O ni siquiera lo admite ante ellos. Y Ya África no está limitada a hacer negocios con Occidente. China, India y Brasil han sido extremadamente activos por toda África. Mientras que Occidente parece no tener nada más que ofrecer a África que bombas, estos países ofrecen desarrollo real. A menudo se ha dicho que la guerra contra el pueblo libio fue en realidad una guerra subsidiaria contra China. Ciertamente hay algo de verdad en eso, pero, quizá, China también no estaba del todo feliz con las ideas de Al-Gadafi, sobre un África fuerte y unida. Ciertamente, no hizo mucho para detener el linchamiento de Libia.

El «éxito» de Rasmussen en Libia ha sido lento en proporcionar a las compañías petroleras occidentales el premio que tanto codiciaban. En verdad, la atmosfera generalizada de violencia y casi total falta de seguridad estatal ha significado que, lejos de que haya más compañías occidentales en Libia, las que ya estaban allí durante la Jamahiriya están huyendo del país- intentando librarse de sus inversiones a un precio increíblemente rebajado para cualquiera que esté lo suficientemente loco como para comprar. Una huelga en la industria petrolera ha llevado al país a una paralización prácticamente total. El este de Libia amenaza con establecer un estado autónomo, y demanda que «su petróleo» sea solo utilizado por el este de Libia. En el sur del país, no se encuentra elemento alguno de ninguna clase de estado. Los suministros de agua del Gran río construido por el hombre de Al-Gadafi han sido cortados, en protesta por el secuestro de una joven por parte de la policía. Hoy, Libia está de facto bajo el control de aproximadamente 1.700 milicias, que someten al pueblo a cualquier ley que quieran inventarse -entre las que se incluye flagelaciones públicas por romper los códigos islámicos. Hay constantes guerras territoriales entre estas milicias, que no solo se cobran las vidas de los miembros de la milicia, sino también la del pueblo, que a menudo se ve envuelto en fuego cruzado. La mayoría de los partidos políticos se han retirado del llamado Congreso Nacional, dejando que los Hermanos Musulmanes mantengan la farsa de un gobierno.

Libia, Somalia, la República Democrática del Congo, Malí -parece que estos estados rotos siguen el paradigma de AFRICOM/OTAN para África. La esperanza ahora está en que Siria pueda unirse a la lista de esos que una vez fueron estados, que «nosotros occidentales» podamos confiar en que quedarán sumidos en la edad oscura y nunca volverán a levantar la cabeza. Quizá, cuando Rasmussen describió la guerra de la OTAN contra el pueblo de Libia como un éxito, simplemente quería decir que el petróleo y el agua de Libia, ya nunca más serán utilizados como medio para unir a África. De ahora en adelante, los recursos de Libia serán utilizados como arma contra África -para financiar una mayor dominación imperialista de África.

A pesar de esto, el profesor Campbell concluye con una nota de esperanza, desafío y respeto por el líder africano y mártir, Muammar Gadafi, puede que adquirida a través de la escritura de este libro. Los africanos, cree él, han llegado a darse cuenta de que ha llegado la hora en que deben intensificar sus esfuerzos por la Unidad Africana. Sólo un África unida puede garantizar a su pueblo la paz, la justicia y la prosperidad que tanto merece y que la gran riqueza natural y humana de África deberá garantizarles, concluye Campbell. «Ahora está claro que la decisión de ejecutar a Muammar Al-Gadafi se tomó para silenciar una voz contra el imperialismo. Después de la humillación y el silenciamiento de los africanos, ahora hay una conciencia de que el trabajo por la libertad y la unidad de África debe ser acometido con mucha más claridad. La ejecución tuvo el efecto opuesto, y el trabajo de expulsar a fuerzas militares extranjeras en África ahora será más intenso».

Publicado en Mathaba News , el 19 de septiembre de 2013.