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Otra Somalia, otro mundo

Fuentes: Rebelión

El pasado 12 de febrero, Christian Baslev Olesen, responsable de UNICEF en Somalia, advertía ante la opinión pública que, de no recaudar 7 millones de euros, la organización tendría que suspender algunos de sus programas de nutrición y sanidad. Estas declaraciones, curiosamente, coincidieron con el inicio de la gira que George Bush realizó por diferentes […]

El pasado 12 de febrero, Christian Baslev Olesen, responsable de UNICEF en Somalia, advertía ante la opinión pública que, de no recaudar 7 millones de euros, la organización tendría que suspender algunos de sus programas de nutrición y sanidad. Estas declaraciones, curiosamente, coincidieron con el inicio de la gira que George Bush realizó por diferentes países del continente africano, con el «objeto de promover la reforma democrática, los derechos humanos, el libre comercio, la liberalización de las inversiones y las oportunidades…», o, lo que viene a ser lo mismo, como ya vaticinara en julio de 2006, «…hacer que Estados Unidos siga siendo competitivo obteniendo energía de bajo costo».

Al parecer, las investigaciones que llevan realizando desde hace años las corporaciones petrolíferas estadounidenses, han abierto buenas expectativas cara a cubrir las adictivas necesidades energéticas de Estados Unidos. De hecho, pronostican que hacia el 2020 importarán del continente africano el 25% del petróleo que consume el país. A lo que hay que añadirle el incentivo nada despreciable de que ninguno de los países con recursos petrolíferos en el continente, con la excepción de Nigeria, pertenecen a la OPEP, lo que hace que no estén sujetos a límites de producción. Quizás esto explique por qué la producción del continente Africano aumentó un 36% en los últimos diez años, cuando los socios de la OPEP sólo lo hicieron un 16%.

El todavía vicepresidente Dick Cheney, allá por el año 2001, advertía al mundo en su informe Política Nacional de Energía, que la creciente demanda norteamericana de crudo tendría un peso determinante en la política exterior de EEUU. Diez años antes, el entonces jefe de estado mayor para el sudeste asiático, el general Schwarzkopf, destacaba las cualidades geoestratégicas del cuerno de África: «…el embudo estratégico del mar rojo es el centro de los intereses de EEUU (…) ya que los súper petroleros son demasiado grandes para atravesar el canal de Suez».

Durante los últimos años, la administración Bush en Somalia, ha aplicado diferentes políticas en este sentido, desde la subvención del gobierno de los «warlops», o señores de la guerra, lo que aquí conocemos con el nombre común de capos de la mafia, con políticas basadas en el amedrentamiento de la población y la corrupción, hasta bombardeos contra los partidarios de los tribunales Islámicos, constituidos como alternativa real de gobierno gracias al apoyo de la población cansada de los atropellos y abusos del gobierno títere. Todas estas medidas han tenido un objetivo, garantizar las inversiones estadounidenses en el continente, y una prioridad, hacerlo a cualquier precio.

En este sentido, el diplomático llamamiento de auxilio por parte del responsable de UNICEF para Somalia, nos pone al corriente de la abyecta situación en la que se halla la sociedad Somalí. 225 niños de cada mil no supera la edad de 5 años, el gobierno central protegido por los EEUU, gasta el 38% de su presupuesto en armamento, el 2% en educación y el 1% en sanidad, del resto no se sabe nada, la esperanza de vida está en 45 años, menos del 30% de la población tiene acceso al agua potable, el 27% de la población sufre desnutrición «aguda», y ya son más dos millones de desplazados, lo que significa que más del 20% de la población vive en campos de refugiados.

A día de hoy, la petición urgente realizada por Christian Baslev Olesen para Somalia, ha recaudado 1.283.985 euros de la agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (ASAID), 963.236 euros del gobierno Irlandés y 1.304.549 del Departamento Internacional para el Desarrollo del Reino Unido. En total, 3,5 millones de euros, por lo que a pesar de ser sólo la mitad, la agencia de Naciones Unidas para la infancia mantiene, por el momento, sus programas de nutrición y sanidad en Somalia. Mientras tanto, el pasado junio, el Ministro de Exteriores Español, el señor Moratinos, agradece al Primer Ministro Somalí, Nur Adde, su colaboración durante el secuestro del pesquero, «Playa de Bakio», prometiéndole una ayuda de 1,5 millones de euros en alimento de emergencia.

A los EEUU no le faltan competidores. La unión Europea ha copiado el modelo de «buen gobierno», que hace referencia a criterios de estabilidad y fiabilidad jurídico-financiera en aquellos países susceptibles de recibir fondos, elaborado antes por EEUU en su programa de ayuda al desarrollo Millennium Challenge Account, MCA, el cual, según un estudio realizado por el Área de Cooperación y Desarrollo del Real Instituto Elcano, acusa una sospechosa arbitrariedad a la hora de escoger los países que cumplen dichos criterios. Sea como sea, la UE sigue las mismas premisas, promoviendo una nueva estrategia de relaciones basadas en convenios de libre comercio condicionados por los criterios de «buen gobierno». En esta línea, curiosa es la alusión a la conferencia de Berlín de 1885, en la que las potencias europeas se repartieron el continente africano, realizada por el Comisario Europeo para el Desarrollo, Louis Michel, durante la pasada cumbre de Lisboa. Precisamente, una de las ideas que justificaron aquella barbarie fue la filantrópica obligación moral de civilizar el continente. Desde entonces África no ha conocido más que el horror y el espanto.

Lo que sabemos es que garantizar la seguridad de los negocios y de las inversiones en terceros países, es un fin para cuyo logro se han justificado los medios más atroces, inimaginables para las siguientes generaciones tan proclives a olvidar. Así se explica la facilidad que tienen algunas ideas para transmitirse de padres a hijos, y el por qué los defensores del libre comercio hoy son los mismos que en 1885 defendían el filantropismo moral. Es evidente que un mercado de 1500 millones de clientes potenciales, puede estar acerando los colmillos de más de un tiburón.

A este respecto, del baremo de opinión, realizado en diciembre de 2007 por el centro de investigaciones sociales (CIS), se desprenden los siguientes datos: el 85.1% de los españoles cree que España debe cooperar internacionalmente para ayudar a solucionar los problemas que tienen los países menos desarrollados. Frente al 32.8% de españoles que cree que este tipo de colaboración ayuda «bastante» a resolver los problemas del subdesarrollo, el 42% cree que ayuda «poco». De estos últimos, el 78.8% cree que las ayudas no llega a quienes realmente las necesitan.

Personalmente, y a fondo perdido, pienso que debe hacerse todo lo que sea posible por la gente de Somalia, pero, como no puede ser de otro modo, sin resignación. Por eso debemos, más que nunca, ser conscientes de que las injustas e injustificables causas de su situación, se derivan de un hacer político internacional que sobrevive subordinado a la regla económica dominante, ataviándola servilmente con un discurso de moral humanista que, como describiera Claude Levy Strauss, predica pero no practica, cuya ética se rinde sin dilación al beneficio económico privado en toda circunstancia, como hemos podido comprobar los últimos meses con los subsidios estatales al sistema bancario.

Tras estos últimos acontecimientos internacionales en el ámbito económico y político, a muchos se nos abre la siguiente expectativa: ¿Nos encontramos a las puertas de un nuevo proceso democratizador en nuestras sociedades? El profesor norteamericano, Noam Chomsky, asegura que el triunfo de Obama en EEUU, responde a la ilusión de posibilidad de cambio, y al sentimiento de necesidad inherente a que tal cambio se produzca, al menos en una mayoría de votantes Norteamericanos. Desconocemos en toda su complejidad, los pasos que, como humanidad, estamos dando en estos momentos de nuestra historia, pero podemos percibir que esa ilusión de cambio, no sólo promete transformar los planteamientos y estructuras sociales en los EEUU, la misma fiebre, viene atacando desde hace tiempo a millones de personas en toda Europa y en el mundo.

A dónde nos lleve este irrefrenable deseo colectivo de andar, depende de todos y cada uno de nosotros, sin distinción alguna de raza, color, sexo, o cualquier otra condición.