La irracional política militar de Washington podría revivir en breve las estampas de la titulada Guerra Fría, aunque ya no existe el titulado «peligro comunista» en Europa del Este y Rusia. No obstante, y a pesar de las transformaciones políticas mundiales del último decenio del siglo XX, para las mentes calenturientas de los círculos reaccionarios […]
La irracional política militar de Washington podría revivir en breve las estampas de la titulada Guerra Fría, aunque ya no existe el titulado «peligro comunista» en Europa del Este y Rusia.
No obstante, y a pesar de las transformaciones políticas mundiales del último decenio del siglo XX, para las mentes calenturientas de los círculos reaccionarios de Estados Unidos los enemigos están en todas partes. Los afanes hegemónicos de la Casa Blanca alcanzan tal dimensión, que se sigue percibiendo en el Oriente el riesgo de potenciales gladiadores contrarios a los que amenazar y ponerle coto.
Y en ese imaginario escenario imperial, Rusia persiste como un enemigo importante al cual se le debe imponer el cerco correspondiente para intentar anular sus posibilidades.
De ahí que en fecha reciente, la Oficina Oval decidiera, en acuerdo con Polonia y la República Checa, dislocar en ambas naciones centro europeas sistemas antibalísticos encaminados a disminuir las oportunidades de Moscú de cualquier contragolpe en caso de conflicto con EE.UU.
Desde luego, la complaciente Unión Europea dice que tan amenazante y complicada situación no le compete en lo más mínimo, aunque parte de su territorio se convierta en lanzadera de misiles contra el poderío ruso, o hasta el chino, como seguramente planean los estrategas de George W. Bush.
Y como era de esperar, la respuesta llegó. Rusia acaba de anunciar un sustancial aumento y mejoramiento de sus fuerzas armadas, en especial de sus tropas coheteriles, que para dentro de unos siete años contará con no menos de cincuenta cohetes estratégicos móviles Topol-M, 100 mil vehículos de combate, 31 buques de guerra y submarinos de estreno, y dotará a sus fuerzas de tierra con pertrechos más sofisticados, precisos y poderosos.
Entonces, nadie medianamente cuerdo puede cuestionar una reacción de este tipo cuando a las puertas de casa se intenta colocar una poderosa bomba de tiempo.
De esa manera otra vez Washington tensa el clima internacional y enciente los motores de nuevos riesgos nucleares sobre la cabeza de una humanidad que, si requiere de algo, es únicamente de justicia, paz, hermandad, sosiego y bienestar generalizado