Traducido para Rebelión y Tlaxcala por José Luis Díez Lerma y revisado por Juan Vivanco
El pasado 18 de noviembre de 2006 encontraron a un joven camerunés en un tren de aterrizaje de un avión de Air France procedente de la isla antillana de Saint-Martin. Probablemente el cadáver llevaba allí varios días, y todo esto ocurre el Día Universal del Niño… Por desgracia esta es una práctica que tiende a trivializarse en el continente, una más, que no recibe ningún tratamiento ni concienciación apropiada, síntoma de los aspectos totalmente agonizantes de las sociedades políticas africanas. No hay nada más inquietante que ver cómo una parte de la juventud se lía la manta a la cabeza en el asalto a una Europa, a un mundo occidental donde en el mejor de los casos será relegada a un segundo puesto, perseguida a causa de la ilegalidad y cubierta de oprobio por un origen que no conviene mostrar.
Esta tragedia comienza en 1998, cuando el mundo descubre lo que pretendía no saber. La destrucción organizada de la esperanza en los territorios de caza occidental, marcados por la más criminal de las políticas de reajuste estructural y un empobrecimiento radical de la población trabajadora, en un contexto de asfixia política maquillada con pluralismo electoral. En noviembre de 1998, en el aeropuerto internacional de Zurich, caía congelado sobre la pista el cuerpo de un camerunés de 15 años desde el tren de aterrizaje del Boeing procedente de Camerún. Emoción, después nada.
Agosto de 1999, aeropuerto de Bruselas-Zaventem, en Bélgica. Fode Toure Keita y Alacine Feita, de 15 y 14 años, vestidos con pantalones cortos y camisetas, calzados con sandalias, embarcaron clandestinamente en el 747 de Sabena y ellos también perdieron la vida intentando creer desesperadamente en la buena estrella europea. Jóvenes cameruneses, guineanos, congoleños, senegaleses y de otros países se ven obligados a errar por la violencia económica que les confina al horror del sacrificio humano, que margina a los que no saben introducirse en las funestas redes de las rentas de materias primas y mercados públicos, a aquellos cuyo brazo no es lo suficientemente largo como para malversar millones de francos CFA. La crisis de liderazgo intelectual, moral, político, hace que se barajen todas las opciones, desde la corrupción y la prostitución hasta la locura de las travesías marítimas o los trenes de aterrizaje. Una juventud con tendencia al suicidio es la prueba de la falta de futuro para la sociedad; pero el festín de la avidez y las cuchipandas de los corruptos no cesan.
Ante esta carnicería humana, trenes de aterrizaje, fronteras con alambre de espino (la otra cara de la asfixia económica), las críticas estereotipadas de los pensadores fatigan y suscitan más sospechas que otra cosa. África no podrá prescindir de una gran iniciativa sobre su destino, su futuro, el de todos sus hijos en el mundo, si no quiere que su pertenencia al mundo sufra una gangrena. Ya no sirven de nada las observaciones consabidas sobre los dirigentes, las elites, los occidentales, argumentos manidos, no aptos a día de hoy para provocar el electrochoque necesario que al menos sitúe el cursor de nuestra conciencia en la indignación activa, en las iniciativas de todo tipo y condición, ya sea en la diáspora o en el continente, en política, economía, arte y espiritualidad. Habrá que reaccionar de forma urgente ante esta juventud que está siendo cercenada, un futuro que nos prohibimos al quedarnos callados, cómplices o pasivos, pusilánimes o timoratos.
Fuente: http://www.afrikara.com/index.php?page=contenu&art=1494&PHPSESSID=7fab904fc31153f8dcb22a8aeee0d4a4
Jose Luis Díez Lerma y Juan Vivanco son miembros de Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a losm autores y la fuente.
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