Unos siete kilómetros al este del Estadio Moi de la capital de Kenia, a lo largo de un camino polvoriento, se multiplican las chozas de barro, madera y chapa. Muchos de los habitantes de esta zona ni siquiera han oído del Foro Social Mundial (FSM), que se desarrolla en su propia ciudad. Éste es un […]
Unos siete kilómetros al este del Estadio Moi de la capital de Kenia, a lo largo de un camino polvoriento, se multiplican las chozas de barro, madera y chapa. Muchos de los habitantes de esta zona ni siquiera han oído del Foro Social Mundial (FSM), que se desarrolla en su propia ciudad.
Éste es un mundo lejano a los acalorados debates del Foro, al que asisten unos 50.000 delegados, sobre «otro mundo posible» y la globalización. Aquí, los hombres y las mujeres están ocupados en cómo sobrevivir.
«Sé que están haciendo algo por aquí, pero no sé exactamente qué es», señaló Mwangi James, un vendedor de pollos.
Por su parte, Peter Muiga, un electricista, indicó: «Me gustaría ir al Foro y ser educado, pero oí que hay que pagar mucho en la entrada. No tengo dinero».
Los organizadores del FSM cobran a los participantes una tarifa para registrarse de más de 2000 chelines keniatas (28 dólares) para cubrir un déficit de cinco millones en el presupuesto de las actividades. Los de nacionalidad keniata pagan 500 chelines (siete dólares).
Nairobi, capital de uno de los países más pobres del mundo, presenta grandes contrastes: existe una gran riqueza, pero también profunda pobreza, y todas las señales de desigualdad social y económica que los participantes del FSM quieren erradicar.
La Organización de las Naciones Unidas ubica a Kenia en el puesto 152 de una lista de 177 países sobre desarrollo humano, y el Banco Mundial señala que el ingreso promedio anual por habitante es de 460 dólares.
«Están tratando de solucionar problemas por ahí en el estadio», gritó una persona en el mercado, y James y Muiga dijeron inmediato cuáles eran los problemas que a ellos más le importaban: falta de dinero y de educación.
«Encontrar algo para comer» es la gran preocupación de Karmja, que ha buscado trabajo sin éxito durante los últimos ocho años. Otro hombre dijo: «Yo necesito medicamentos», mientras mostraba una de sus piernas, dañada en un accidente.
Nairobi es también hogar de por lo menos 200 tugurios, según el Centro de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos.
Muchos de los 4.000 residentes del tugurio de Kahawa Soweto, ubicado muy cerca del lugar en el que se lleva a cabo el Foro, dicen cifrar sus esperanzas en lo que los activistas están haciendo.
El domingo, una organización religiosa llevó a Esthel Wangui y a otros habitantes del tugurio a participar de una conferencia del FSM sobre vivienda.
«Me gustó porque dijeron que sacarían este tipo de casas en las que vivimos. Me gustaría estar en mejores casas. Entiendo que estas personas vinieron para atender nuestros problemas», dijo Wangui.
Samuel Kahuhu, del mismo tugurio, coincidió con ella, pero aclaró: «Hablar solamente no cambiará las cosas. Esperamos la acción para empezar».