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Palma africana y ébola

Fuentes: http://www.independentsciencenews.org

Que el ébola esté relacionado con el programa neoliberal es algo tan inaceptable como para provocar a los más destacados del ecologismo y la salud un ataque de apoplejía. He aquí uno de los cinco tuits del autor de bestsellers Quammem en el que denuncia mi hipótesis de que el neoliberalismo pudo ser la causa […]

Que el ébola esté relacionado con el programa neoliberal es algo tan inaceptable como para provocar a los más destacados del ecologismo y la salud un ataque de apoplejía.

He aquí uno de los cinco tuits del autor de bestsellers Quammem en el que denuncia mi hipótesis de que el neoliberalismo pudo ser la causa de la aparición del ébola en África occidental. Yo sería «un tipo listo» cuya «descabellada publicación (blog) carece de sentido» y Quammem espera «no engañar a las personas crédulas«.

El científico estadounidense Steve Mirksy bromeó diciendo que temía «una rebrote de salmonela«. Me indicaba que había suficiente información como para documentar las formas y los medios por los cuales la economía del sector avícola había fomentado la evolución de la salmonela.

Sobre el brote de ébola surgen las mismas objeciones que las que tiene Quammem en su cabeza.

El virus parece llevar varias años extendiéndose por África Occidental. El grupo epidemiológico de Joseph Fair encontró anticuerpos frente a múltiples especies de Ébola, incluyendo la cepa de Zaire, que fue la que desató el brote, en los pacientes de Sierra Leona. De esto hace ya cinco años. Los análisis filogenéticos y de coalescencia bayesiana muestran que la cepa Zaire se remonta en África Occidental por lo menos a una década.

El equipo del NIAID (Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas) comprobó que la cepa del brote no presentaba ninguna anomalía molecular, con unas tasas de sustitución de nucleótidos típicas de los brotes de ébola en África.

Los resultados plantean una explicación que pasa de la ecotípica consideración del virus del Ébola como un asesino de los bosques que aparece de forma intermitente, a ser considerada una protopandemia que infectó a 27.000 personas y causó la muerte de 11.000 en toda la región, dejando las calles de las ciudades de Monrovia y Conakry llenas de cuerpos.

Una explicación de la aparición del ébola

La respuesta, poco destacada por la literatura científica y los medios de comunicación, aparece en el contexto más amplio en el que surge el ébola en África Occidental.

La conexión dinámica de las enfermedades, el uso de la tierra y el panorama económico mundial, es algo que se olvida a expensas del principio de conveniencia. Esta contextualización representa a menudo una amenaza para muchas de las premisas subyacentes en aquellos que detentan el poder.

A la vista de tal objeción, hay que decir que los ajustes estructurales a los que se ha sometido a África Occidental en la última década, incluyendo la falta de inversiones en infraestructuras de salud pública, permitió la transmisión de la enfermedad del ébola una vez que éste excedió las capacidades del sistema.

Los efectos, sin embargo, se retrotraen en la cadena causal. Los cambios en el uso del suelo en los bosques de la Región de Guinea, desde donde se extendió la epidemia de ébola, tienen conexiones con los esfuerzos neoliberales para la inclusión de la selva en los circuitos del capital.

Daniel Bausch y Lara Schwarz caracterizan la Región Forestal, donde apareció el virus, como un mosaico de pequeñas aldeas y poblaciones aisladas, con una gran variedad de grupos étnicos con poco poder político y que reciben poca inversión social. La economía y la ecología de estos bosques también se han vistos resentidas por la presencia de miles de refugiados de la guerras civiles que han asolado los países vecinos.

La región está sometida a un proceso de deterioro de las infraestructuras públicas y se realizan esfuerzos de desarrollo privado para acabar con los minifundios y las tierras tradicionales para la alimentación, en favor de la minería, la explotación forestal y una agricultura cada vez más intensificada.

La zona caliente del ébola, en su conjunto, comprende una gran parte de la sabana de Guinea, que el Banco Mundial describe como «una de las mayores reservas de tierras agrícolas subutilizadas del mundo». África alberga el 60% de la última frontera de las tierras agrícolas del mundo. Y el Banco Mundial ve la sabana únicamente como un modelo para los agronegocios.

Como señalan los documentos del Observatorio de la Matriz de la Tierra, tales perspectivas están en proceso de actualizarse. Son 90 las ofertas por las cuales la multinacionales apoyadas por Estados Unidos pretenden hacerse con el control de cientos de miles de hectáreas de cultivos para la exportación, biocombustibles, explotación minera, incluyendo múltiples ofertas en el África subsahariana. La base de datos de este observatorio muestra que las transacciones de tierras también han sido realizadas por otras potencias mundiales, como el Reino Unido, Francia y China.

En el Gobierno de Guinea recién democratizado, empresas de Nevada y Británicas respaldadas por Farm Land of Guinea Limited han firmado contratos de arrendamiento con una duración de 99 años por dos parcelas que suman casi 9.000 hectáreas en los alrededores de la aldeas de N’Dema y Konindou en la Prefectura de Dabola, donde se desarrolló un epicentro secundario del ébola, y 98.000 hectáreas en la localidad de Saraya, en la prefectura de Kouroussa. El ministerio de Agricultura ha encargado a   Farm Land Inc el estudio para la explotación adicional de 1,5 millones de hectáreas por parte de terceros.

Mientras que estas adquisiciones aún sin explotar no están directamente relacionados con el ébola, sí son señales de un complejo cambio de fase provocado por las políticas agroecológicas, en las que subyace nuestra hipótesis de aparición del ébola.

El papel del aceite de palma en el África occidental

Nuestra tesis gira en particular en torno al aceite de palma.

El aceite de palma es una grasa vegetal altamente saturada que se obtiene del mesocarpio rojo de la palma africana, pero que ahora se cultiva por todo el mundo. El núcleo de la fruta también produce su propio aceite. Se refina y se obtienen una amplia variedad de subproductos. Ambos aceites se utilizan en muchos productos alimenticios, en cosméticos, en productos de limpieza, así como para la obtención del biodiésel. Con el abandono de las grasas trans, el aceite de palma representa un mercado en crecimiento, con unas exportaciones globales de casi 44 millones de toneladas en el año 2014.

Las plantaciones de palma cubren una superficie de 17 millones de hectáreas en todo el mundo y han supuesto la deforestación y la expropiación de tierras a las comunidades indígenas. En este mapa de la Organización para la Agricultura y la Alimentación se observa que, si bien la mayor parte de la producción se obtiene en Asia, particularmente en Indonesia, Malasia y Tailandia, la mayor parte de las tierras aptas para el cultivo de la palma se encuentran en las cuencas del Amazonas y del Congo, las dos mayores selvas tropicales del mundo.

El aceite de palma representa un caso clásico de la Paradoja de Lauderdale. Cuando se destruyen los recursos ambientales, lo que queda adquiere más valor. Cuando los recursos básicos escasean, entonces es causa justificada para que la industria aparezca como un buen ciudadano global, como argumentan los abogados financiados por la industria. Al contrario, la agroindustria busca un acceso exclusivo a nuestro apreciado sistema fiscal, aunque se produzca un declive ecológico del medio.

La producción de alimentos no comenzó de está manera en África occidental, por supuesto.

Los bosques naturales y semisilvestres de diferentes tipos de palma han servido durante mucho tiempo como fuente para la obtención de aceite en la región del Bosque de Guinea. Los agricultores llevan plantando palma de una u otra forma desde hace cientos de años, con períodos de barbecho para permitir que los suelos se recuperasen, sin embargo, se produjo una reducción en estos períodos: 20 años en la década de 1930 y a 10 años en la década de 1970, e incluso más en la década de 2000, con el efecto añadido de aumentar la densidad de los árboles. Al mismo tiempo, la producción semisilvestre se ha sustituido por híbridos de cultivo intensivo y el aceite rojo por una mezcla de aceites industriales y de semillas.

También hay otros tipos de cultivos. La agricultura regional también cultiva café, cacao y cola. Se desmontan zonas del bosque para la siembra de arroz, maíz, hibisco y bulbos, el primer año, y maní y yuca el segundo, y luego un período de barbecho, siguiendo un sistema de rotación agrícola en el bosque. La inundación de las tierras bajas favorece el cultivo de arroz. Esencialmente, se está produciendo una mayor intensificación pero sin aportaciones de capital privado, pero todavía se puede hablar de agricultura forestal (agrosilvicultura)

Pero incluso se está produciendo una transformación de estos tipos de cultivos.

The Guinean Oil Palm and Rubber Company (con el acrónimo en francés SOGUIPAH) comenzó en 1987 como una cooperativa paraestatal, pero desde entonces ha crecido hasta el punto que se puede hablar ya de una empresa estatal. Está llevando a cabo desde 2006 plantaciones intensivas de una palma híbrida para la obtención de materias primas para la exportación. SOGUIPAH economizó la producción a partir de la palma expropiando a la fuerza tierras de cultivos, lo que ha generado violentas protestas.

Las ayudas internacionales han acelerado la industrialización. La nueva planta industrial de SOGUIPAH tiene cuatro veces la capacidad de producción de la anterior y fue financiada por el Banco Europeo de Inversiones.

Esta capacidad de producción ha arrinconado la extracción artesanal que todavía en 2010 daba pleno empleo a las poblaciones locales. Este aumento de la producción estacional ha provocado por una parte que la cosecha supere la capacidad de procesado de la planta, mientras que opera por debajo de su capacidad fuera de temporada, lo que ha originado conflictos entre la empresa y los 2.000 recolectores, ahora parcialmente proletarizados, algunos de los cuales insisten en el procesamiento de su propia producción para cubrir los vacíos en el flujo de caja. Los recolectores insisten en el procesamiento de su propio aceite durante la temporada de lluvias, cuando existe riesgo de paro en la producción.

El nuevo panorama económico ha iniciado los clásicos procesos de expropiación de tierras, dando un vuelco a una tradición de bienes comunes forestales y compartidos, hacia unas expectativas en las que los recolectores que trabajaban la tierra en barbecho han quedado privados de ese derecho familiar y tienen que obtener el permiso del propietario antes de recoger la palma.

Palma aceitera y ébola

¿Y qué tiene que ver todo esto con el ébola?

Figura 1: Palma aceitera y ébola


En la parte superior de la Figura 1 se muestra una serie de parcelas de palma aceitera en la zona de Guéckédou, donde comenzó aparentemente la epidemia. El paisaje característico es el de un mosaico de pueblos rodeados por una densa vegetación e intercalados campos de cultivo de palma aceitera (en rojo), con zonas de bosque abierto y bosque joven regenerado.

El patrón general se puede discernir con más detalle a otra escala, al oeste de la ciudad de Meliandou, donde apareció el caso índice.

El paisaje presenta una interfaz creciente entre los seres humanos y los murciélagos frugívoros, un reservorio del virus del ébola, entre los que se encuentra el murciélago cabeza de martillo, pequeños murciélagos de la fruta con collar y murciélagos de la fruta de Franquet.

Nur Juliani Shafie y sus colegas documentan una amplia variedad de murciélagos de la fruta atraídos por las plantaciones de palma aceitera. Los murciélagos irían en busca de estos cultivos para alimentarse y como refugio contra el calor, mientras que los amplios senderos entre las plantaciones facilitan el desplazamiento entre las zonas de descanso y los sitios de alimentación.

Los murciélagos no son tontos y como desaparece el bosque cambian sus comportamiento en la búsqueda tanto de alimento como de refugio.

La caza de animales silvestres y su posterior sacrificio es un medio por el cual se puede producir el contagio. Pero alejándose de ese periodismo deshumanizador, o como llama el periodista Howard French, periodismo Ooga-Booga, que trata a África como un lugar sucio y lleno de enfermedades, el cambio en los cultivos agrícolas puede ser suficiente. Los murciélagos de la fruta de Bangladesh transmitieron el virus Nipah a los huéspedes humanos por medio de la orina que depositaron en la fruta.

Almudena Marí Sáez y sus colegas han propuesto que la propagación inicial del ébola se produjo fuera de la ciudad de Meliandou, cuando los niños, incluido el caso índice, capturaron y jugaron con un murciélago de cola libre de Angola, que tenía su nido en el hueco de un árbol. También se ha documentado que los murciélagos insectívoros son portadores del virus del Ébola.

Cualquiera que sea el reservorio específico del virus, los cambios en el contexto agroeconómico siguen apuntando como causa primaria. Estudios previos muestran que los murciélagos de cola libre se sienten atraídos por la expansión de los cultivos comerciales en África occidental, incluyendo la caña de azúcar, el algodón y las nueces de macadamia.

De hecho, cada brote de ébola parece estar conectado con los cambios en el uso del suelo, incluido el primer brote en Nzara, Sudán, en 1976, donde una fábrica financiada por los británicos procesaba el algodón local. Cuando terminó la guerra civil en Sudán en 1972, la zona fue repoblada con rapidez y gran parte de la selva tropical, donde se encontraba el murciélago, fue utilizada para una agricultura de subsistencia y se recuperó el cultivo del algodón como cultivo comercial en la zona.

¿Son tan culpables Nueva York, como Londres o Hong Kong?

Es evidente que tales brotes no se deben a empresas específicas.

Hemos empezado a trabajar con Lucas Bergmann de la Universidad de Washington para comprobar si los circuitos mundiales de capitales tienen relación con los cambios en el uso de la tierra y la aparición de enfermedades. Los mapas de Bergmann y Holmberg, todavía en preparación, muestran el porcentaje de tierras cuyas cosechas están destinadas a la exportación, así como los productos agrícolas o bienes manufacturados, servicios en las tierras de cultivo, praderas y bosques.

Los mapas también muestran que los paisajes quedan remodelados por los circuitos de capital. De esta manera, el origen de la enfermedad puede darse en un determinado país para luego extenderse hasta el otro lado del mundo. Hay que identificar, en principio, quién financió el desarrollismo y la deforestación.

Tal caracterización epidemiológica nos plantea si deberíamos establecer con mayor precisión lugares tales como Nueva York, Londres o Hong Kong, principales centros del capital, como los puntos calientes del origen de la enfermedad, por derecho propio. Las enfermedades están emparentadas en sus geografías, y no sólo en términos absolutos, como los argumentos esgrimidos por David Quammen.

Del mismo modo, este nuevo enfoque echa por tierra la clara dicotomía entre las respuestas de emergencia y las intervenciones estructurales. 

Algunas enfermedades de los perros que reconocen problemas estructurales globales tienden a centrarse en la logística inmediata de cualquier brote. Se necesitan respuestas de emergencia, por supuesto, pero tenemos que reconocer que esa situación de emergencia tiene raíces estructurales. De hecho, este tipo de emergencias se utilizan como medio para evitar hablar sobre el panorama que conduce a la aparición de nuevas enfermedades.

El bosque podría ser su propia cura

Hay que desenmascarar otra falsa dicotomía: entre el ruido del ecosistema de la selva y el efecto determinista.

La estocasticidad ambiental en el centro de la ecología forestal no es sinónimo de ruido aleatorio.

En este caso, un poco de matemáticas nos puede ayudar. Un modelo diferencial estocástico simple de crecimiento exponencial de la población de patógenos puede incluir un a fracción de ruido blanco en un índice de 0 a 1, definido por una relación de covarianza en el tiempo y en el espacio. Las series de Taylor son un ejemplo clásico de crecimiento de la población:

Por debajo de un umbral el exponente de ruido es lo suficientemente pequeño   como para permitir que una población de patógenos crezca en tamaño. Por encima de ese umbral, el ruido es lo suficientemente grande como para que se controle el brote, frustrando los esfuerzos del patógeno para transmitirse a un gran número de personas susceptibles de infectar.

No importan los detalles técnicos. Lo importante es que las trayectorias de la enfermedad, incluso en el bosque profundo, no están separadas de su contexto antropogénico. Ese contexto puede tener un impacto sobre el ruido ambiental del bosque y sus efectos sobre la enfermedad.

¿Cómo funciona exactamente en el caso del ébola?

Se sabe desde hace mucho tiempo que si se puede bajar el brote de una infección por debajo del umbral de Alle, por ejemplo por una vacuna o por prácticas sanitarias, no encontrará el suficiente número de personas susceptibles, consumiéndose sólo. Pero la mercantilización del bosque puede haber bajado el umbral del ecosistema de la región hasta un punto en el que ninguna intervención de emergencia puede controlar el brote de ébola para que se consuma por si solo. El virus continuará circulando, con el potencial de que estalle otra vez.

En resumen, los cambios estructurales provocados por el neoliberalismo no es tán sólo como un fondo sobre el que surge la emergencia del ébola. Los cambios están en la raíz en tal emergencia, como el virus mismo.

En contraste con la historia de El Cisne Negro de Nassim Taleb, como demonios pase, tenemos aquí un ejemplo del impacto de la estocasticidad que proviene del fenómeno determinado por la política agroeconómica y que he dado en llamar el Cisne Rojo.

De modo que los cambios repentinos en el uso de la tierra explicarían la aparición del brote de ébola. La deforestación y la agricultura intensiva suprimen la fricción estocástica de la agricultura tradicional, que hasta ese momento momento había impedido que el virus pudiera avanzar en la cadena de transmisión.

Bajo ciertas condiciones, el bosque puede actuar como escudo de protección epidemiológica. Corremos el riesgo de nuevas pandemias si destruimos esa capacidad del bosque.

Rob Wallace es biólogo evolutivo y filogeógrafo de salud pública que actualmente visita el Instituto de Estudios Globales de la Universidad de Minnesota. Tiene un blog titulado Patógenos en la agricultura.

Procedencia del artículo: http://www.independentsciencenews.org/health/neoliberal-ebola-the-agroeconomic-origins-of-the-ebola-outbreak/