En la entrega de medallas de los Juegos Panamericanos de Lima 2019 suena el himno de Estados Unidos y un atleta de ese país se arrodilla en el podio para protestar contra el racismo, la violencia de las armas y el maltrato a los inmigrantes en su país. Se trata de un gesto simbólico que […]
En la entrega de medallas de los Juegos Panamericanos de Lima 2019 suena el himno de Estados Unidos y un atleta de ese país se arrodilla en el podio para protestar contra el racismo, la violencia de las armas y el maltrato a los inmigrantes en su país. Se trata de un gesto simbólico que inició el jugador de fútbol Colin Kaepernick y continuaron otros a pesar de las amenazas del presidente Donald Trump, algunas de las cuales terminaron en sanciones a los rebeldes.
Un detalle demasiado obvio pasa desapercibido por la prensa mundial. Al mismo tiempo que Race Imboden se expone a seguras sanciones y más seguros insultos del presidente Trump, los representantes de Brasil, firmes, hacen el saludo militar. Su presidente, el capitán Jair Bolsonaro estará orgulloso de ellos y a más de uno se le escapará una lágrima al reconocer los beneficios emocionales de la obediencia ante el poder. No importará que el patriotismo by default se haya equivocado de himno.
La imagen es una estricta metáfora: condensa tantas décadas de historia como dedos de la mano tenemos y, sobre todo, un presente dramático y ciego que se parece cada vez más a ese pasado.
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